EXTRANJEROS
Karl Barth
Instantes.
Santander, Sal Terrae, 2005, p. 100.
El Señor
ama al forastero.
Deuteronomio 10.18
A
|
llí donde resuena y se escucha el
mandamiento de Dios, los conceptos de patria y de pueblo evidencian ser susceptibles
de ampliación. Quien vive en la obediencia puede, sin ser infiel, sentirse en
su casa también en tierra extraña. Volverá a encontrar su patria, no sólo allá
donde le va bien, sino en cualquier lugar en el que está llamado a hacer el
bien. Y si su manera de ser le hiciera sentirse como extraño en medio de su
propio pueblo y país, sólo le moverá el deseo de robustecer las fuerzas
interiores del propio pueblo y país de manera que no sólo sea capaz de soportar
mucha tierra extranjera —quizá también a muchos extranjeros que en él buscan
una segunda patria—, sino también de apropiársela y hacerla fecunda tanto en su
propia vida como exteriormente.
Por el contrario, lo que en un
país no pueda resistir como lo objetivamente mejor en virtud de su fuerza
interior, sino que se venga abajo ante la “extranjerización”, tampoco merecerá
ser defendido contra ella con medios exteriores. Hay en cada país bastantes costumbres
autóctonas para las que una radical influencia y revisión por parte de
extranjeros, con su manera de ser, significaría una suprema ganancia. El propio
pueblo no puede ni debe ser en su territorio un muro, sino tan sólo una puerta.
Una puerta que en ningún caso se debe cerrar con cerrojo, y menos aún a cal y
canto.
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EL FUNDAMENTALISMO EN MÉXICO: UN DEBATE
IMPOSTERGABLE
Protestante Digital, 23 de abril de 2015
El doctor Pablo Pérez Morales y el pastor José Luis Velazco Medina.
Fragmento del prólogo a El fundamentalismo teológico e ideológico y sus implicaciones en la naturaleza y misión de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México, de José Luis Velazco Medina, de inminente aparición
…el
origen de la Escritura es a la vez divino y humano... la grafé es a un
tiempo palabra de Dios y palabra de hombre... la exaltación desmedida de
cualquiera de esos aspectos conduce a error.[1]
José M. Martínez
Sin
proponérselo explícitamente, pero desde casi 20 años, el pastor y profesor José
Luis Velazco Medina, de larga trayectoria, ha sido la “conciencia moral” de la
Iglesia Nacional Presbiteriana de México (inpm).
En diversos foros, espacios y momentos, y con una paciencia inclaudicable, se
ha dirigido a sus líderes durante todo ese tiempo para llamar su atención hacia
lo que, con un tenaz espíritu profético, considera urgencias a las que dicha
iglesia debe responder. Fieles a un estilo críptico y poco comedido, sus
interlocutores han guardado silencio, una y otra vez. Pero él no descansa y,
con la recopilación de textos que ahora presentamos, nuevamente se dirige a
pastores, estudiantes de teología y miembros de la inpm para advertir sobre los riesgos de continuar, sin freno
aparente, en los sinuosos rumbos de la mímesis ideológica y doctrinal que representa
aceptar acríticamente los postulados del fundamentalismo de origen
estadunidense vestidos de “sana doctrina” que se han impuesto como verdad
absoluta en el seno de esta iglesia desde hace ya más de décadas Al presentar
estas posturas como única alternativa teológica, esgrime Velazco en todo el
volumen, se ha hecho a un lado la genuina comprensión de una teología
reformada, calvinista, bien situada en el espacio y en el tiempo. […]
En
el preámbulo, Velazco expone muy bien los propósitos que lo movieron a hacer
esta recopilación de textos presentados en varios lugares, es decir, “una
preocupación sincera por la inpm
que ha sido mi iglesia desde que, siendo niño”, conoció el Evangelio de
Jesucristo en Zitácuaro, Michoacán. Su conocimiento de primera mano de la vida
de la iglesia en la que, luego de sus estudios teológicos y de una experiencia
pastoral continua, llegó a ser secretario de la directiva de la Asamblea
General y responsable de Educación Cristiana. La cita elegida para abrir este
prólogo es un hallazgo suyo y resume muy bien su intención de advertir, con la
historia y las pruebas documentales en la mano, los peligros del
fundamentalismo bíblico apegado de una manera casi patológica a la letra de las
Sagradas Escrituras y a la inerrancia, neologismo referido a que “la
Biblia no puede equivocarse”, y que se repite como dogma incontestable en los
espacios afines al fundamentalismo.
De
poco han servido las advertencias bíblicas (algunas de las cuales se rescatan
puntualmente aquí) para prevenirse del excesivo literalismo con que se
interpreta la Biblia. Un tercio del libro (dividido en nueve partes) se ocupa
de cuestiones tales como las nuevas metodologías de investigación bíblica, el
poder de la Palabra de Dios más allá de un interpretación literal y la reacción
en Estados Unidos a las nuevas técnicas de investigación bíblica a finales del
siglo xix, todo ello dirigido a mostrar la utilidad de esas herramientas para
contextualizar mejor el mensaje cristiano, con base en una sana comprensión de
las orientaciones calvinianas y de la subsecuente tradición reformada, que no
siempre se ha caracterizado por un perfil fundamentalista, con todo y que, como
explica el autor, hubo autores que creyeron que lo promovieron desde el siglo xvii. A fin de cuentas, y cita a Juan
Calvino para fundamentar su afirmación, “la autoridad de la Escritura no
depende de la autoridad de la Iglesia” sino del “testimonio interno del
Espíritu Santo” (Institución de la Religión Cristiana, I, vii, 2).[2]
[…]
El
simple hecho de que no se distinga con claridad que esta corriente religiosa
forma parte de un paquete ideológico ligado a la ultraderecha y que las
orientaciones políticas derivadas de la cerrazón bíblica y doctrinal tienen
consecuencias negativas en la vida de millones de personas debería ser, según
el autor, razón suficiente para valorar seriamente la opción elegida e impuesta
con ribetes autoritarios en ya un sinnúmero de momentos. […]
Hay
que decir, en honor a la verdad, que el fundamentalismo cristiano no es un
fenómeno social nuevo ni fuera de época, pues especialistas como el sociólogo
protestante francés Jean-Paul Willaime o el politólogo portugués Boaventura de
Sousa Santos, entre otros estudiosos, lo han analizado desde muchas
perspectivas. Sus aportaciones son relevantes aquí, pues observan, en el caso
del primero, que el protestantismo, desde sus inicios, ha contenido en germen
las dos posturas: la proclive al fundamentalismo y la orientada hacia el
“liberalismo”, debido sobre todo a la aplicación del principio del libre examen
de las Sagradas Escrituras. Así lo explica: “Por su insistencia en la Biblia
como única autoridad en materia de fe y de vida eclesial, el protestantismo es
un fundamentalismo, mientras que por su insistencia en el libre examen y el
rechazo de todo magisterio eclesiástico es un liberalismo”.[3] Esta tensión,
agrega Willaime, “se traduce, en el plano psico-social, por la interferencia de
dos tendencias: una que conduce sin cesar a estrechar el grupo alrededor de una
verdad circunscrita y a reforzar el control social de los actores […] que se le
puede calificar de ‘sectaria’, […] y la otra que tiende al contrario a relajar
constantemente el paquete colectivo y reivindica la autonomía de la conciencia
creyente”.[4] De modo que ambas tendencias o inclinaciones forman parte de la
herencia protestante. […]
De
Sousa Santos, por su parte, encuentra que el fundamentalismo protestante, sobre
todo en Estados Unidos, pues pone como ejemplo a Jerry Falwell (también
estudiado por Velazco) se caracteriza por una protesta activa contra la
“traición” que la sociedad moderna ha practicado en relación con los “valores
cristianos” y la búsqueda por restablecer “la hegemonía cultural del
protestantismo evangélico [para] recristianizar la Constitución, la República y
la sociedad civil norteamericana”.[5] La conexión de esta ideología con las
“teologías de la prosperidad” también es muy clara, puesto que legitiman el
capitalismo y las desigualdades que provoca, idea que se ha exportado a buena
parte de las iglesias por todo el mundo. El movimiento de La Nueva Derecha estadunidense
es otra expresión de varias formas de intolerancia y exclusión que ha hecho
causa común con el fundamentalismo. Por lo tanto, no se trata meramente de
escandalizarse y señalar con el dedo flamígero a los “anti-modernos” y
“retrógradas” fun mentalistas sino más bien de deconstruir sus afirmaciones y
prácticas para demostrar la manera en que se falsea el Evangelio cristiano y se
desactivan sus aspectos liberadores e incluyentes. Mucho de eso realiza Velazco
en este libro. […] Sus palabras son duras y pertinentes:
Nuestra
guía es la Biblia, decimos. Pero, desgraciadamente, ¡se proclama más su
pretendida inerrancia que su mensaje! ¿Cómo hacer una hermenéutica que
dé sentido claro y definido al mensaje de Dios, que hable al corazón, tanto a
la Iglesia como a una sociedad en crisis como en la que vivimos? ¿No deberíamos
estar, conservadores y no conservadores, utilizando nuestro tiempo en reuniones
de estudio bíblico-teológico, en lugar de inútiles controversias, junto con
todas las iglesias, grandes y pequeñas, rurales, indígenas y urbanas en
espíritu de oración, analizando y planteando cómo hacer para la construcción de
una iglesia fiel, no sólo evangelizadora, sino profética y diaconal con un gran
sentido práctico de servicio en lugar de inútiles controversias?
Notas
[1] J.M.
Martínez, Hermenéutica bíblica. Terrassa, CLIE, 1984. p. 50.
[2] Véase:
J. Calvino, Institución de la Religión Cristiana, www.iglesiareformada.com/Calvino_Institucion_1_7.html.
[3] J.-P.
Willaime, La precarité protestante. Sociologie du protestantisme
contemporain. Ginebra, Labor et Fides, 1992 (Histoire et sociéte, 25), p.
78.
[4] J.-P.
Willaime, “Del protestantismo como objeto sociológico”, en Religiones y
Sociedad, México, Subsecretaría de Asuntos Religiosos, Secretaría de
Gobernación, núm. 3, mayo-agosto de 1998, p. 126. Traducción: Roberto
Blancarte.
[5] B. de
Sousa Santos, Si Dios fuese un activista de los derechos humanos. Trad.
de C. Martín Ramírez. Madrid, Trotta, 2014, p. 53. El autor cita a J. Casanova,
Public Religions in the Modern World. Chicago, Universidad de Chicago,
1994, p. 159. (LC-O)
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EL CMI CONMEMORA LOS 100 AÑOS DEL GENOCIDIO
ARMENIO
El Consejo
Mundial de Iglesias recuerda hoy, 24 de abril, al millón y medio de personas
armenias, mujeres, hombres y niños, a cien años de su muerte. Representantes
del CMI se unieron a líderes políticos y espirituales en las conmemoraciones
llevadas a cabo en Ereván. En la 10ª Asamblea reunida en Busán, Corea del Sur,
se exhortó a recordar este centenario de manera apropiada.
Se
llevó a cabo un Servicio Especial de Canonización de canonización de las
víctimas dirigido por H.H. Karekin II, Supremo Patriarca de Todos los Armenios
y Presidente del CMI para el Medio Oriente, y H.H. Aram I, Catholicos de la
Santa Sede de Cilicia. Varios miembros del comité ejecutivo del CMI
participaron en la procesión y también estuvo presente el secretario general
del CMI, el rev. Dr. Olav Fykse Tveit.
La
campana sonó 100 veces la noche de la ceremonia de canonización de las víctimas
en el primer rito conducido por la Iglesia Apostólica armenia en 400 años.
Muchas otras iglesias del mundo se unieron con sus campanas: las catedrales de Notre
Dame, Estrasburg0, Moscú, Buenos Aires, St. Patrick’s y otras más.
El
secretario general del CMI fue uno de los oradores invitados en la
Conmemoración del 23 de abril.