Dios nos mostró el plan que había mantenido en secreto, y que había
decidido realizar por medio de Cristo. Cuando llegue el momento preciso, Dios
completará su plan y reunirá todas las cosas, tanto en el cielo como en la
tierra, y al frente de ellas pondrá como jefe a Cristo.
Efesios
1.9-10, TLA
Desde la marginalidad de un pueblo antiguo y extraño,
aferrado a unos rollos que normaron su vida y su fe, el Dios eterno y universal
forjó la posibilidad de crear una “nación espiritual” que se extendería por
todo el mundo. El misterio oculto durante siglos poco a poco fue desvelándose y
en la persona de Jesús de Nazaret comenzó a cobrar una forma histórica que, con
el paso del tiempo, llevaría por nombre “la iglesia”, esto es, una comunidad
nueva integrada por personas de todas las culturas habidas y por haber, cuya
esperanza central correspondió con el anuncio de ese profeta mesiánico, es
decir, con la esperanza en la venida al mundo del Reino de Dios. Releer la
carta a los Efesios permite volver a encontrarse con el apasionado anuncio de
este misterio y de su desarrollo en lo que llevaba avanzado durante el primer siglo
de nuestra era. Pablo de Tarso, judío de la diáspora convertido a la fe de Jesús,
llegó a ser el anunciador de este gran misterio y, al momento de escribir esta
epístola a los creyentes de la gran ciudad devota de la diosa griega Artemisa, su
conciencia teológica cristiana tenía muy claro el proyecto divino para la
humanidad entera en todos los tiempos. Su propósito era que el documento circulase
entre todas las comunidades cristianas del Asia Menor, fundadas por él, para
confirmar su llamamiento y su nueva fe.
“Efesios está
dividida en dos grandes partes. La primera es una parte teológica, teórica o
doctrinal. La segunda parte trata sobre temas éticos exhortando a quienes la
reciban a una determinada forma de vida”.[1] En el primer capítulo de la carta, se plantea, desde el
saludo, la pertenencia inequívoca al pueblo de Dios, de manera especial (1.1),
lo que sin duda debió impactar la fe y la esperanza de esos creyentes, sobre
todo al insistir en que ya aman al Señor Jesús, quien seguramente les otorgará
su paz. Inmediatamente, el apóstol agradece a Dios y agrega una bendición
solemne (que se prolonga hasta 1.14) ligada a la afirmación de la elección inmemorial
(“antes de la creación del mundo”) “por medio de Cristo” (frase que aparece 10
veces en todo el capítulo), de la que han sido objeto los efesios (vv. 3-4).
Al continuar su acción de gracias, aparece el
tema de la “adopción”, algo que se había contemplado en el plan divino desde el
principio (v. 5), pues al actuar así, Dios buscaba la alabanza humana gracias a
la intermediación de su Hijo, enviado por amor al mundo (v. 6). La muerte suya
en la cruz, acontecimiento atroz que consiguió el perdón absoluto por los
pecados y produjo la liberación completa (8a). La gran razón de esa actuación
divina es, indudablemente, el amor manifestado en la vida y pasión de su Hijo.
Con todo ello se abre la puerta para
introducir el tema del gran misterio oculto durante generaciones: “Por su gran sabiduría y conocimiento, Dios nos mostró el
plan que había mantenido en secreto, y que había decidido realizar por medio de
Cristo” (9): “La sabiduría (1.17; 3.10) y el conocimiento por la revelación del
misterio (3.3, 4, .9; 5.32; 6.19) son los dos efectos de la gracia que Efesios
se complace en subrayar. En este punto nuestras cartas [Ef y Col] se inscriben
en la línea de Daniel y de los apocalípticos, tensos hacia el descubrimiento
del plan de Dios y hacia la determinación del término fijado para la salvación”.[2]
El v. 10 es clave, pues en él se concentran los seis términos
que el autor utiliza para exponer el gran proyecto divino. Usamos la versión de
Pablo Richard (en el orden original en griego):
εἰς οἰκονομίαν τοῦ πληρώματος τῶν καιρῶν, ἀνακεφαλαιώσασθαι τὰ πάντα ἐν τῷ Χριστῷ, τὰ ἐπὶ τοῖς οὐρανοῖς καὶ τὰ ἐπὶ τῆς γῆς: ἐν αὐτῷ,
Para la organización (eis
oikonomían) de la plenitud (tou
plerómatos) de los tiempos (ton
kairon) y recapitular (anakefalaiosasthai)
todo en Cristo, lo que está en los cielos (ouranois)
y lo que está en la tierra (ges)”.
A saber:
1.
Oikonomia. Ley de la casa, administración, organización,
administración de la gracia, del misterio escondido, plan divino de salvación,
oficio. […]
2.
Pléroma. Totalidad, lo que llena todo, “plenitud de los tiempos”
(Ef 1.10), “llenos de la plenitud de Dios” (Ef 3.19). También tiene un uso místico:
“plenitud espiritual”.
3.
Kairós. tiempo oportuno, (distinguirlo de krónos que es un tiempo meramente cronológico). Es un término
importante en el NT: “se ha cumplido el tiempo (kairós) y se ha acercado el Reino de Dios” (Mr 1.14). Jesús mismo
es el “kairós de Dios”. Kairós es una oportunidad, un tiempo
decisivo, en el cual se exige una opción.
4.
Anakefalaióo. Recapitular, que todo se resuma en
uno, que todo tenga cabeza, una suma definitiva, comprensiva y recapituladora
de la totalidad de las cosas.
5 y 6. Ouranós y Ge. Tierra y
cielo. Se refiere al cosmos.[3]
Como parte de este plan monumental con una proyección cósmica
e histórica profunda, Dios eligió a una nueva comunidad en el mundo: “Por medio
de Cristo, Dios nos eligió desde un principio, para que fuéramos suyos y recibiéramos todo lo que él había
prometido. Así lo había decidido Dios, quien siempre lleva a cabo sus
planes” (11, énfasis agregado). Este nuevo conjunto humano participa de ese
misterio prometido que se venía incubando en la historia y ahora es depositario
pleno del mismo. Partiendo del grupo de judíos que reconociesen a Jesús como el
mesías esperado, Dios fue extendiendo el plan para abarcar a toda la humanidad
(12). Parte de ese conjunto redimido son los efesios (y todos los creyentes)
pues su disposición para escuchar y aceptar el mensaje los coloca en la
vanguardia de la comprensión de ese misterio, por lo que son ya sus acompañantes
y proclamadores que, además, a la manera de los profetas antiguos, han recibido
el Espíritu prometido (13). “Con el v. 13 la bendición evoluciona hacia la
interpelación de los creyentes: deben dar gracias por haber recibido la palabra
de verdad, ese evangelio que no es una doctrina cualquiera, sino el mismo Cristo
(4.20), que mora en nosotros por la fe (3.17)”.[4]
Unirse al pueblo de Dios otorga identidad y un claro
sentido de misión ligado a este proyecto supremo de recapitulación de todas las
cosas en Cristo”. La alabanza más profunda surge (14) cuando este conocimiento (“lo
recibieron como prueba de que Dios cumplirá su promesa”) y esta esperanza (“cuando
haya liberado totalmente a los que formamos su pueblo”) se comprenden,
interiorizan y se despliegan en la vida individual y comunitaria mediante
acciones guiada por la fe y que sean capaces de hacer presente la fuerza
transformadora del Evangelio en el mundo sin olvidar el conflicto que eso
implica (6.12) y que deberá afrontarse de la manera lo más consciente y
responsablemente posible. Tal como concluye Mariano Ávila: “Dios nos ha
incorporado a ser parte vital de su proyecto que consiste en ser artesanos de
la paz-shalom en un mundo desarticulado,
alienado y deshecho socialmente. Por la obra e intervención del Espíritu Santo
en nuestra vida, somos ahora parte del plan eterno de Dios por medio de Jesús
el Mesías, nuestro libertador y Señor”.[5]
[1] Pablo Ferrer, “Efesios:
una breve introducción”, en Revista de Interpretación
Bíblica Latinoamericana, núm. 68, 2011-1, p. 12, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/68.pdf.
[2] Edouard Cothenet, Las cartas a los
Colosenses y a los Efesios. Estella, Verbo Divino, 1994 (Cuadernos bíblicos,
82), p. 40, www.mercaba.org/SANLUIS/CUADERNOS_BIBLICOS/082%20Las%20cartas%20a%20los%20Colosenses%20y%20a%20los%20Efesios%20(EDOUARD%20COTHENET).pdf.
[3] P. Richard, “Poder cósmico de Cristo
Resucitado (Ef 1.1-23)”, en RIBLA, núm.
65, p. 34.
[4] E. Cothenet, op.
cit., p.41.
[5] M. Ávila Arteaga, Carta
a los Efesios. Miami, Sociedades Bíblicas Unidas, 2008, p. 55.
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