sábado, 18 de junio de 2016

Identidad y misión de la iglesia, hoy, L. Cervantes-O.

19 de junio de 2016

Dios nos mostró el plan que había mantenido en secreto, y que había decidido realizar por medio de Cristo. Cuando llegue el momento preciso, Dios completará su plan y reunirá todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, y al frente de ellas pondrá como jefe a Cristo.
Efesios 1.9-10, TLA

Desde la marginalidad de un pueblo antiguo y extraño, aferrado a unos rollos que normaron su vida y su fe, el Dios eterno y universal forjó la posibilidad de crear una “nación espiritual” que se extendería por todo el mundo. El misterio oculto durante siglos poco a poco fue desvelándose y en la persona de Jesús de Nazaret comenzó a cobrar una forma histórica que, con el paso del tiempo, llevaría por nombre “la iglesia”, esto es, una comunidad nueva integrada por personas de todas las culturas habidas y por haber, cuya esperanza central correspondió con el anuncio de ese profeta mesiánico, es decir, con la esperanza en la venida al mundo del Reino de Dios. Releer la carta a los Efesios permite volver a encontrarse con el apasionado anuncio de este misterio y de su desarrollo en lo que llevaba avanzado durante el primer siglo de nuestra era. Pablo de Tarso, judío de la diáspora convertido a la fe de Jesús, llegó a ser el anunciador de este gran misterio y, al momento de escribir esta epístola a los creyentes de la gran ciudad devota de la diosa griega Artemisa, su conciencia teológica cristiana tenía muy claro el proyecto divino para la humanidad entera en todos los tiempos. Su propósito era que el documento circulase entre todas las comunidades cristianas del Asia Menor, fundadas por él, para confirmar su llamamiento y su nueva fe.

“Efesios está dividida en dos grandes partes. La primera es una parte teológica, teórica o doctrinal. La segunda parte trata sobre temas éticos exhortando a quienes la reciban a una determinada forma de vida”.[1] En el primer capítulo de la carta, se plantea, desde el saludo, la pertenencia inequívoca al pueblo de Dios, de manera especial (1.1), lo que sin duda debió impactar la fe y la esperanza de esos creyentes, sobre todo al insistir en que ya aman al Señor Jesús, quien seguramente les otorgará su paz. Inmediatamente, el apóstol agradece a Dios y agrega una bendición solemne (que se prolonga hasta 1.14) ligada a la afirmación de la elección inmemorial (“antes de la creación del mundo”) “por medio de Cristo” (frase que aparece 10 veces en todo el capítulo), de la que han sido objeto los efesios (vv. 3-4).

Al continuar su acción de gracias, aparece el tema de la “adopción”, algo que se había contemplado en el plan divino desde el principio (v. 5), pues al actuar así, Dios buscaba la alabanza humana gracias a la intermediación de su Hijo, enviado por amor al mundo (v. 6). La muerte suya en la cruz, acontecimiento atroz que consiguió el perdón absoluto por los pecados y produjo la liberación completa (8a). La gran razón de esa actuación divina es, indudablemente, el amor manifestado en la vida y pasión de su Hijo.

Con todo ello se abre la puerta para introducir el tema del gran misterio oculto durante generaciones: “Por su gran sabiduría y conocimiento, Dios nos mostró el plan que había mantenido en secreto, y que había decidido realizar por medio de Cristo” (9): “La sabiduría (1.17; 3.10) y el conocimiento por la revelación del misterio (3.3, 4, .9; 5.32; 6.19) son los dos efectos de la gracia que Efesios se complace en subrayar. En este punto nuestras cartas [Ef y Col] se inscriben en la línea de Daniel y de los apocalípticos, tensos hacia el descubrimiento del plan de Dios y hacia la determinación del término fijado para la salvación”.[2]

El v. 10 es clave, pues en él se concentran los seis términos que el autor utiliza para exponer el gran proyecto divino. Usamos la versión de Pablo Richard (en el orden original en griego):

εἰς οἰκονομίαν τοῦ πληρώματος τῶν καιρῶν, ἀνακεφαλαιώσασθαι τὰ πάντα ἐν τῷ Χριστῷ, τὰ ἐπὶ τοῖς οὐρανοῖς καὶ τὰ ἐπὶ τῆς γῆς: ἐν αὐτῷ,
Para la organización (eis oikonomían) de la plenitud (tou plerómatos) de los tiempos (ton kairon) y recapitular (anakefalaiosasthai) todo en Cristo, lo que está en los cielos (ouranois) y lo que está en la tierra (ges)”.

A saber:

1.        Oikonomia. Ley de la casa, administración, organización, administración de la gracia, del misterio escondido, plan divino de salvación, oficio. […]
2.        Pléroma. Totalidad, lo que llena todo, “plenitud de los tiempos” (Ef 1.10), “llenos de la plenitud de Dios” (Ef 3.19). También tiene un uso místico: “plenitud espiritual”.
3.        Kairós. tiempo oportuno, (distinguirlo de krónos que es un tiempo meramente cronológico). Es un término importante en el NT: “se ha cumplido el tiempo (kairós) y se ha acercado el Reino de Dios” (Mr 1.14). Jesús mismo es el “kairós de Dios”. Kairós es una oportunidad, un tiempo decisivo, en el cual se exige una opción.
4.        Anakefalaióo. Recapitular, que todo se resuma en uno, que todo tenga cabeza, una suma definitiva, comprensiva y recapituladora de la totalidad de las cosas.
5 y 6. Ouranós y Ge. Tierra y cielo. Se refiere al cosmos.[3]

Como parte de este plan monumental con una proyección cósmica e histórica profunda, Dios eligió a una nueva comunidad en el mundo: “Por medio de Cristo, Dios nos eligió desde un principio, para que fuéramos suyos y recibiéramos todo lo que él había prometido. Así lo había decidido Dios, quien siempre lleva a cabo sus planes” (11, énfasis agregado). Este nuevo conjunto humano participa de ese misterio prometido que se venía incubando en la historia y ahora es depositario pleno del mismo. Partiendo del grupo de judíos que reconociesen a Jesús como el mesías esperado, Dios fue extendiendo el plan para abarcar a toda la humanidad (12). Parte de ese conjunto redimido son los efesios (y todos los creyentes) pues su disposición para escuchar y aceptar el mensaje los coloca en la vanguardia de la comprensión de ese misterio, por lo que son ya sus acompañantes y proclamadores que, además, a la manera de los profetas antiguos, han recibido el Espíritu prometido (13). “Con el v. 13 la bendición evoluciona hacia la interpelación de los creyentes: deben dar gracias por haber recibido la palabra de verdad, ese evangelio que no es una doctrina cualquiera, sino el mismo Cristo (4.20), que mora en nosotros por la fe (3.17)”.[4]

Unirse al pueblo de Dios otorga identidad y un claro sentido de misión ligado a este proyecto supremo de recapitulación de todas las cosas en Cristo”. La alabanza más profunda surge (14) cuando este conocimiento (“lo recibieron como prueba de que Dios cumplirá su promesa”) y esta esperanza (“cuando haya liberado totalmente a los que formamos su pueblo”) se comprenden, interiorizan y se despliegan en la vida individual y comunitaria mediante acciones guiada por la fe y que sean capaces de hacer presente la fuerza transformadora del Evangelio en el mundo sin olvidar el conflicto que eso implica (6.12) y que deberá afrontarse de la manera lo más consciente y responsablemente posible. Tal como concluye Mariano Ávila: “Dios nos ha incorporado a ser parte vital de su proyecto que consiste en ser artesanos de la paz-shalom en un mundo desarticulado, alienado y deshecho socialmente. Por la obra e intervención del Espíritu Santo en nuestra vida, somos ahora parte del plan eterno de Dios por medio de Jesús el Mesías, nuestro libertador y Señor”.[5]



[1] Pablo Ferrer, “Efesios: una breve introducción”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 68, 2011-1, p. 12, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/68.pdf.
[2] Edouard Cothenet, Las cartas a los Colosenses y a los Efesios. Estella, Verbo Divino, 1994 (Cuadernos bíblicos, 82), p. 40, www.mercaba.org/SANLUIS/CUADERNOS_BIBLICOS/082%20Las%20cartas%20a%20los%20Colosenses%20y%20a%20los%20Efesios%20(EDOUARD%20COTHENET).pdf.
[3] P. Richard, “Poder cósmico de Cristo Resucitado (Ef 1.1-23)”, en RIBLA, núm. 65, p. 34.
[4] E. Cothenet, op. cit., p.41.
[5] M. Ávila Arteaga, Carta a los Efesios. Miami, Sociedades Bíblicas Unidas, 2008, p. 55.

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