sábado, 5 de noviembre de 2016

Letra 493, 6 de noviembre de 2016

MÉTODO SENCILLO DE ORACIÓN PARA UN BUEN AMIGO (1535)
Martín Lutero

Cuando el tiempo y las circunstancias me lo permiten, procedo con los diez mandamientos como con el padrenuestro; paso del uno al otro para entregarme a la oración en cuanto me es posible. De cada mandamiento hago un conjunto trenzado con cuatro hebras, a saber: en primer lugar, tomo cada uno de los mandamientos como una enseñanza, que esto son en realidad, y me pongo a pensar en qué consiste lo que tan seriamente me pide el Señor por ella. En segunda instancia, profiero una acción de gracias por este motivo. En tercer lugar, hago una confesión, y, en fin, formulo la petición. Y todo, más o menos, con las siguientes reflexiones y palabras.

1. Primer mandamiento: “Yo soy el Señor, tu Dios, etcétera”. “No tendrás más dioses, etcétera”.
Primero. Pienso que Dios me exige y enseña que confíe cordialmente en él para todo; que desea decididamente ser mi Dios. Que, como Dios, en él tengo que depositar toda mi confianza, so pena de perder la eterna bienaventuranza. Que mi corazón no tiene que apoyarse ni depositar su confianza en nada creado, como bienes, honor, sabiduría, fuerza, santidad.
Segundo. Le agradezco su insondable misericordia por haberse abajado tan paternalmente hacia mí, un hombre perdido; porque sin que mediase petición, búsqueda ni mérito por mi parte, él mismo se me ha ofrecido para ser mi Dios, y porque está deseando ser consuelo, protección, ayuda y fortaleza en todas mis necesidades. Y, a cambio, aquí estamos nosotros, hombres ciegos y pobres, a la búsqueda de dioses tan variopintos; y los seguiremos buscando, como si no nos hubiese manifestado él mismo y en lenguaje accesible y humano que quiere ser nuestro Dios. ¿Quién será capaz de expresarle el agradecimiento por siempre y eternamente?
Tercero. Confieso y reconozco mis grandes pecados, mi ingratitud por haber menospreciado durante toda mi vida doctrina tan hermosa y tan excelsos dones, y por haber encendido su cólera terriblemente a causa de mis incontables idolatrías. Me arrepiento y le pido perdón.
Cuarto. Le dirijo esta súplica: “Señor y Dios mío: ayúdame por tu gracia para que cada día pueda ir aprendiendo y comprendiendo mejor este mandamiento tuyo y para que con corazón confiado pueda cumplirlo. Preserva mi corazón, para que no sea yo tan olvidadizo e ingrato. Que no ande buscando otros dioses, otros consuelos en la tierra ni entre las creaturas, sino que esté sola, única y completamente contigo, mi Dios único. Amén, querido Dios y señor mío, amén”.
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¿QUÉ TIPO DE MINISTERIOS QUEREMOS TENER?

Tesis principal
Los ministerios de la Iglesia deben ser evangelizadores y formadores de la vida en Cristo a través del discipulado.

Introducción
La iglesia tiene diversos espacios por los cuales las personas conocen el mensaje del evangelio. Tal vez el principal es el culto de adoración, pero sin duda, los más efectivos son los diversos ministerios que se desarrollan durante la semana. Muchas personas cruzan la barrera religiosa y cultural que les impide acercarse a una iglesia cristiana, por medio de un ministerio con niños, mujeres, tercera edad, jóvenes, etc. Creemos que estos ministerios deben centrar su trabajo en la tarea de evangelización y discipulado, tal como nos ensenó nuestro Señor Jesús.

Evangelización
Los cristianos se sienten cómodos con otros cristianos. Pero hoy día esa comodidad ha evolucionado a tal punto de haberse creado una subcultura que consiste en un pequeño “gueto” exclusivista que no contribuye a mantener contacto con personas que no tienen una relación con el Señor Jesús.
Nos hemos sumergido en un cristianismo cerrado que no puede relacionarse con el mundo. No obstante, cada ministerio en la Iglesia tiene un potencial evangelizador, muy pocas veces valorado. El evangelio vivido y práctico de un creyente comprometido despierta preguntas e interés en las personas con las que se relaciona. De esta manera, debe haber un compromiso de explicar lo que Cristo ha hecho en nuestra vida, y cuáles fueron los medios que Él usó para llegar hasta nosotros, cómo fue nuestra respuesta y cómo puede actuar también en la vida de ellos.
De esta manera, el espacio creado durante la semana por la iglesia es la instancia ideal para evidenciar nuestra fe a otros, mostrar que lo que Dios hizo en nuestras vidas lo ha hecho con muchas personas más. Por esto, el énfasis de cada reunión semanal, al encontrarnos con una visita, debe ser el mensaje de salvación expresado de manera clara y relevante de acuerdo al ministerio en el que estamos.
Los ministerios de la Iglesia deben servir de puente entre la experiencia espiritual de conversión y la vida en comunidad. Cuando una persona conoce al Señor de manera personal y entrega su vida a Cristo, comenzará una travesía en la que no conviene viajar solo.

Discipulado
En este sentido, un conocido proverbio africano reza: “Si quieres ir rápido, vete solo; si quieres ir lejos, ve con otros”. Jesús sabía que para realizar una obra que perdurara en el tiempo requería un equipo. Por eso, apartó un tiempo no sólo para llamarlos a tener una relación de mero afecto con él, sino para tener una relación completa que implicaba una capacitación para la vida: “Eligió a doce… para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar y ejercer autoridad para expulsar demonios” (Mr. 3:14).
Nuestros ministerios son espacios en los cuales podemos estar en comunión con Jesús primeramente, pero también con otros; lo cual servirá para nuestro fortalecimiento personal y comunitario. En este caminar juntos de Jesús y sus discípulos, la formación de cada vida era un proceso continuo y dinámico. Así como debe ser en nuestros ministerios. Jesús no sólo les enseñó a orar, sino que oró con ellos.
De ahí que el discipulado no es solamente compartir enseñanzas, sino vivir esas enseñanzas. Por eso, en una época como la nuestra donde abunda la religiosidad, el mundo necesita el ejemplo palpable de vidas transformadas.
Como discipulador, Jesús no se conformaba con que sus discípulos escucharan atentamente sus enseñanzas: esperaba de ellos vidas transformadas y fructíferas. El propósito era claro: “Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos” (Jn.15:8).
Por esto, al final de su ministerio, Jesús nos envía con una misión: “Id y haced discípulos…” (Mt. 28:18-19). Mandato y tarea. Jesús como discipulador nos ordenó continuar la labor discipuladora en la vida de otros. Ésta es nuestra tarea en cada uno de los departamentos o ministerios de la Iglesia. No reproducir creyentes, ni líderes, sino discípulos, al estilo como Él lo hizo, con los principios y valores con los que Él trabajó.
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REIVINDICACIÓN DE LUTERO, “EL PEOR DE LOS HEREJES”
Juan G. Bedoya, El País, 31 de octubre de 2016

El papa Francisco y el presidente de la Federación Luterana Mundial, Munib Younam, firmaron este lunes una declaración conjunta en la que rechazan todo tipo de violencia en nombre de la religión. Francisco viajó a Suecia para participar en los actos conmemorativos del 500 aniversario de la Reforma protestante, promovida por Martín Lutero el 31 de octubre de 1517. La firma se produjo después de la ceremonia que abre en Suecia el ‘Año Lutero’, celebrada en la catedral de Lund.
El papa Francisco (c), con el presidente de la Federación Luterana Mundial (LWF) en una misa ecuménica en la Catedral de Lund (Suecia).Los historiadores podrían juzgar la sangrienta historia de Europa por cómo se han celebrado los centenarios del nacimiento de Martín Lutero (Eisleben, Alemania, 1483-1546). Si las conmemoraciones sirven para algo, esta de los 500 años de la Reforma abre un boquete para el encuentro entre las diferentes iglesias cristianas. El concilio Vaticano II sembró en 1962 la semilla del ecumenismo, pero poco se ha avanzado. Al contrario, Juan Pablo II y su ideólogo principal, el cardenal Ratzinger (entonces inquisidor, más tarde Benedicto XVI) agriaron de mala manera el proceso abierto por Juan XXIII. Lo hicieron el año 2000 con la declaración Dominus Iesus sobre la unicidad de la Iglesia católica como única religión verdadera. El documento tenía "expresiones ofensivas para las personas creyentes de otras religiones", reaccionaron entonces 75 de los mejores teólogos cristianos del momento. Aquel volver a la idea de que "fuera de la Iglesia no hay salvación" (lo proclamó el obispo Cipriano de Cartago, en el siglo III), hirió de muerte el ecumenismo, echando por tierra los logros de varias décadas.
Este viaje de Francisco a Suecia, para asistir en una basílica luterana a la apertura del “Año Lutero”, que culminará dentro de un año cuando se cumpla el V Centenario de la Reforma, es todo un símbolo, de manera especial porque quien da el paso por la parte de Roma es nada menos que un jesuita, la congregación que combatió en primera fila aquella reforma tomando incluso un nombre militar (la Compañía de Jesús). “El peor de los herejes”, había sentenciado Roma en el decreto de excomunión. Guerras que se prolongaban a veces por treinta años, torturas, quema de herejes y la división de Europa en varios bandos hace mucho tiempo que son historia. El conflicto fue religioso, pero sobre todo político. Las víctimas fueron los pueblos. Cuius regio, eius religio, es decir, la religión del rey será la religión de sus súbditos, fue una manera de sobrevivir cuando las iglesias luteranas se libraron del yugo romano y el poder papal (los pontífices como brutales comandantes militares) fue reemplazado por el de los reyes, no menos totalitarios.
Se discute si Francisco prepara una rehabilitación de Lutero. El Vaticano no podrá levantar la excomunión al fraile agustino (eso solo puede hacerse en vida), pero sí reconocer que las intenciones del famoso fraile no estaban erradas. Francisco habló del tema en el avión de vuelta del viaje a Armenia y ha insistido la semana pasada en una entrevista con La Civiltà Cattolica. Dijo: “Lutero fue un reformador en un momento difícil y puso la palabra de Dios en manos de los hombres. Tal vez algunos métodos no fueron correctos, pero si leemos la historia vemos que la Iglesia no era un modelo a imitar: había corrupción, mundanismo, el apego a la riqueza y el poder".
Lutero colmó el vaso de su paciencia el 31 de octubre de 1517 cuando se enteró de que el enviado papal, el predicador dominico Juan Tetzel, estaba vendiendo indulgencias en Wittenberg, donde el monje agustino era profesor de la universidad. Esa misma noche redactó sus 95 tesis y clavó el manuscrito en la puerta de la catedral local. Wittenberg, a orillas del Elba, era entonces la capital del pequeño ducado de Sajonia, una ciudad próspera gracias al comercio y a sus muchas riquezas mineras. Hoy tiene apenas 50.000 habitantes y vive sobre todo del turismo cultural y religioso que atrae la fama de su huésped más famoso.
Aunque el gran reformador contó más tarde que la conversión le llegó mientras estaba en el retrete del convento, la suya no fue una pataleta. Owen Chadwick, profesor de historia en Cambridge, empezó así su tomo sobre la Reforma: “A principios del siglo XVI, todas las personas importantes dentro de la Iglesia Occidental estaban clamando por reformas. Había corrupción y superstición. Los puestos eclesiásticos se podían comprar y vender. Muchos sacerdotes eran adúlteros, borrachos e ignorantes de las Escrituras. Por eso confesó Maquiavelo: "Nosotros los italianos somos más irreligiosos y corruptos que otros, porque la iglesia y sus representantes nos han dado el peor ejemplo".
Aquella noche de hace 500 años germinó el segundo gran cisma de la cristiandad, después de la separación en 1054 de católicos y ortodoxos. Lutero abría, además, nuevas maneras de ver el mundo. La Reforma marcó la historia de Europa y Estados Unidos, y también el devenir de España, que se convirtió en abanderada de la Contrarreforma. Si la Reforma fue el antecedente necesario de la Ilustración y el comienzo del mundo moderno, la Contrarreforma cierra a España y sus colonias al mundo moderno. Ocurrió pese a que el emperador Carlos V (y Carlos I de España) fue un protector de Lutero, a quien Roma quería quemar vivo cuanto antes. La escena es famosa. Lutero se presenta frente al joven emperador en la Dieta de Worms (28 de enero de 1521) y mantiene su doctrina con la famosa respuesta: “No puedo de otra manera”.
La larga inquina entre el emperador y el papado culminó el 6 de mayo de 1527 con el terrible saqueo de Roma por tropas al mando del duque de Borbón. Durante siglos, los reyes de España fueron más papistas que el Papa para hacerse perdonar aquel episodio de pillaje y muerte en el corazón del Vaticano. Así vio la historia nacional Marcelino Menéndez Pelayo, empezado ya el siglo XX: “España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de san Ignacio; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra”.

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