MÉTODO SENCILLO DE ORACIÓN
PARA UN BUEN AMIGO (1535)
Martín Lutero
Cuando el tiempo y las circunstancias me lo
permiten, procedo con los diez mandamientos como con el padrenuestro; paso del
uno al otro para entregarme a la oración en cuanto me es posible. De cada
mandamiento hago un conjunto trenzado con cuatro hebras, a saber: en primer
lugar, tomo cada uno de los mandamientos como una enseñanza, que esto son en
realidad, y me pongo a pensar en qué consiste lo que tan seriamente me pide el Señor
por ella. En segunda instancia, profiero una acción de gracias por este motivo.
En tercer lugar, hago una confesión, y, en fin, formulo la petición. Y todo,
más o menos, con las siguientes reflexiones y palabras.
1. Primer mandamiento: “Yo soy el Señor, tu
Dios, etcétera”. “No tendrás más dioses, etcétera”.
Primero.
Pienso que Dios me exige y enseña que confíe cordialmente en él para todo; que
desea decididamente ser mi Dios. Que, como Dios, en él tengo que depositar toda
mi confianza, so pena de perder la eterna bienaventuranza. Que mi corazón no
tiene que apoyarse ni depositar su confianza en nada creado, como bienes, honor,
sabiduría, fuerza, santidad.
Segundo. Le
agradezco su insondable misericordia por haberse abajado tan paternalmente
hacia mí, un hombre perdido; porque sin que mediase petición, búsqueda ni
mérito por mi parte, él mismo se me ha ofrecido para ser mi Dios, y porque está
deseando ser consuelo, protección, ayuda y fortaleza en todas mis necesidades.
Y, a cambio, aquí estamos nosotros, hombres ciegos y pobres, a la búsqueda de
dioses tan variopintos; y los seguiremos buscando, como si no nos hubiese
manifestado él mismo y en lenguaje accesible y humano que quiere ser nuestro
Dios. ¿Quién será capaz de expresarle el agradecimiento por siempre y
eternamente?
Tercero.
Confieso y reconozco mis grandes pecados, mi ingratitud por haber menospreciado
durante toda mi vida doctrina tan hermosa y tan excelsos dones, y por haber
encendido su cólera terriblemente a causa de mis incontables idolatrías. Me
arrepiento y le pido perdón.
Cuarto. Le
dirijo esta súplica: “Señor y Dios mío: ayúdame por tu gracia para que cada día
pueda ir aprendiendo y comprendiendo mejor este mandamiento tuyo y para que con
corazón confiado pueda cumplirlo. Preserva mi corazón, para que no sea yo tan
olvidadizo e ingrato. Que no ande buscando otros dioses, otros consuelos en la
tierra ni entre las creaturas, sino que esté sola, única y completamente
contigo, mi Dios único. Amén, querido Dios y señor mío, amén”.
______________________________________
¿QUÉ TIPO DE MINISTERIOS
QUEREMOS TENER?
Tesis principal
Los
ministerios de la Iglesia deben ser evangelizadores y formadores de la vida en
Cristo a través del discipulado.
Introducción
La iglesia
tiene diversos espacios por los cuales las personas conocen el mensaje del
evangelio. Tal vez el principal es el culto de adoración, pero sin duda, los
más efectivos son los diversos ministerios que se desarrollan durante la
semana. Muchas personas cruzan la barrera religiosa y cultural que les impide
acercarse a una iglesia cristiana, por medio de un ministerio con niños,
mujeres, tercera edad, jóvenes, etc. Creemos que estos ministerios deben
centrar su trabajo en la tarea de evangelización y discipulado, tal como nos
ensenó nuestro Señor Jesús.
Evangelización
Los cristianos
se sienten cómodos con otros cristianos. Pero hoy día esa comodidad ha
evolucionado a tal punto de haberse creado una subcultura que consiste en un
pequeño “gueto” exclusivista que no contribuye a mantener contacto con personas
que no tienen una relación con el Señor Jesús.
Nos
hemos sumergido en un cristianismo cerrado que no puede relacionarse con el
mundo. No obstante, cada ministerio en la Iglesia tiene un potencial
evangelizador, muy pocas veces valorado. El evangelio vivido y práctico de un
creyente comprometido despierta preguntas e interés en las personas con las que
se relaciona. De esta manera, debe haber un compromiso de explicar lo que
Cristo ha hecho en nuestra vida, y cuáles fueron los medios que Él usó para
llegar hasta nosotros, cómo fue nuestra respuesta y cómo puede actuar también
en la vida de ellos.
De
esta manera, el espacio creado durante la semana por la iglesia es la instancia
ideal para evidenciar nuestra fe a otros, mostrar que lo que Dios hizo en
nuestras vidas lo ha hecho con muchas personas más. Por esto, el énfasis de
cada reunión semanal, al encontrarnos con una visita, debe ser el mensaje de
salvación expresado de manera clara y relevante de acuerdo al ministerio en el
que estamos.
Los
ministerios de la Iglesia deben servir de puente entre la experiencia
espiritual de conversión y la vida en comunidad. Cuando una persona conoce al
Señor de manera personal y entrega su vida a Cristo, comenzará una travesía en
la que no conviene viajar solo.
Discipulado
En este
sentido, un conocido proverbio africano reza: “Si quieres ir rápido, vete solo;
si quieres ir lejos, ve con otros”. Jesús sabía que para realizar una obra que
perdurara en el tiempo requería un equipo. Por eso, apartó un tiempo no sólo
para llamarlos a tener una relación de mero afecto con él, sino para tener una
relación completa que implicaba una capacitación para la vida: “Eligió a doce…
para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar y ejercer autoridad para
expulsar demonios” (Mr. 3:14).
Nuestros
ministerios son espacios en los cuales podemos estar en comunión con Jesús
primeramente, pero también con otros; lo cual servirá para nuestro
fortalecimiento personal y comunitario. En este caminar juntos de Jesús y sus
discípulos, la formación de cada vida era un proceso continuo y dinámico. Así
como debe ser en nuestros ministerios. Jesús no sólo les enseñó a orar, sino
que oró con ellos.
De
ahí que el discipulado no es solamente compartir enseñanzas, sino vivir esas
enseñanzas. Por eso, en una época como la nuestra donde abunda la religiosidad,
el mundo necesita el ejemplo palpable de vidas transformadas.
Como
discipulador, Jesús no se conformaba con que sus discípulos escucharan
atentamente sus enseñanzas: esperaba de ellos vidas transformadas y
fructíferas. El propósito era claro: “Mi Padre es glorificado cuando ustedes
dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos” (Jn.15:8).
Por
esto, al final de su ministerio, Jesús nos envía con una misión: “Id y haced
discípulos…” (Mt. 28:18-19). Mandato y tarea. Jesús como discipulador nos
ordenó continuar la labor discipuladora en la vida de otros. Ésta es nuestra
tarea en cada uno de los departamentos o ministerios de la Iglesia. No
reproducir creyentes, ni líderes, sino discípulos, al estilo como Él lo hizo,
con los principios y valores con los que Él trabajó.
______________________________________________
REIVINDICACIÓN DE LUTERO,
“EL PEOR DE LOS HEREJES”
Juan G. Bedoya, El País, 31 de octubre de 2016
El papa
Francisco y el presidente de la Federación Luterana Mundial, Munib Younam,
firmaron este lunes una declaración conjunta en la que rechazan todo tipo de
violencia en nombre de la religión. Francisco viajó a Suecia para participar en
los actos conmemorativos del 500 aniversario de la Reforma protestante,
promovida por Martín Lutero el 31 de octubre de 1517. La firma se produjo
después de la ceremonia que abre en Suecia el ‘Año Lutero’, celebrada en la
catedral de Lund.
Los historiadores podrían juzgar la sangrienta
historia de Europa por cómo se han celebrado los centenarios del nacimiento de
Martín Lutero (Eisleben, Alemania, 1483-1546). Si las conmemoraciones sirven
para algo, esta de los 500 años de la Reforma abre un boquete para el encuentro
entre las diferentes iglesias cristianas. El concilio Vaticano II sembró en
1962 la semilla del ecumenismo, pero poco se ha avanzado. Al contrario, Juan
Pablo II y su ideólogo principal, el cardenal Ratzinger (entonces inquisidor,
más tarde Benedicto XVI) agriaron de mala manera el proceso abierto por Juan XXIII. Lo
hicieron el año 2000 con la declaración Dominus Iesus sobre la unicidad
de la Iglesia católica como única religión verdadera. El documento tenía
"expresiones ofensivas para las personas creyentes de otras
religiones", reaccionaron entonces 75 de los mejores teólogos cristianos
del momento. Aquel volver a la idea de que "fuera de la Iglesia no hay
salvación" (lo proclamó el obispo Cipriano de Cartago, en el siglo III),
hirió de muerte el ecumenismo, echando por tierra los logros de varias décadas.
Este
viaje de Francisco a Suecia, para asistir en una basílica
luterana a la apertura del “Año Lutero”, que culminará dentro de un año cuando
se cumpla el V Centenario de la Reforma, es todo un símbolo, de manera especial
porque quien da el paso por la parte de Roma es nada menos que un jesuita, la
congregación que combatió en primera fila aquella reforma tomando incluso un
nombre militar (la Compañía de Jesús). “El peor de los herejes”, había
sentenciado Roma en el decreto de excomunión. Guerras que se prolongaban a
veces por treinta años, torturas, quema de herejes y la división de Europa en
varios bandos hace mucho tiempo que son historia. El conflicto fue religioso,
pero sobre todo político. Las víctimas fueron los pueblos. Cuius regio, eius
religio, es decir, la religión del rey será la religión de sus súbditos, fue
una manera de sobrevivir cuando las iglesias luteranas se libraron del yugo
romano y el poder papal (los pontífices como brutales comandantes militares)
fue reemplazado por el de los reyes, no menos totalitarios.
Se
discute si Francisco prepara una rehabilitación de Lutero. El Vaticano no podrá
levantar la excomunión al fraile agustino (eso solo puede hacerse en vida),
pero sí reconocer que las intenciones del famoso fraile no estaban erradas.
Francisco habló del tema en el avión de vuelta del viaje a Armenia y ha
insistido la semana pasada en una entrevista con La Civiltà Cattolica. Dijo:
“Lutero fue un reformador en un momento difícil y puso la palabra de Dios en
manos de los hombres. Tal vez algunos métodos no fueron correctos, pero si
leemos la historia vemos que la Iglesia no era un modelo a imitar: había
corrupción, mundanismo, el apego a la riqueza y el poder".
Lutero
colmó el vaso de su paciencia el 31 de octubre de 1517 cuando se enteró de que
el enviado papal, el predicador dominico Juan Tetzel, estaba vendiendo
indulgencias en Wittenberg, donde el monje agustino era profesor de la
universidad. Esa misma noche redactó sus 95 tesis y clavó el manuscrito en la
puerta de la catedral local. Wittenberg, a orillas del Elba, era entonces la
capital del pequeño ducado de Sajonia, una ciudad próspera gracias al comercio
y a sus muchas riquezas mineras. Hoy tiene apenas 50.000 habitantes y vive
sobre todo del turismo cultural y religioso que atrae la fama de su huésped más
famoso.
Aunque
el gran reformador contó más tarde que la conversión le llegó mientras estaba
en el retrete del convento, la suya no fue una pataleta. Owen Chadwick,
profesor de historia en Cambridge, empezó así su tomo sobre la Reforma: “A
principios del siglo XVI, todas las personas importantes dentro de la Iglesia
Occidental estaban clamando por reformas. Había corrupción y superstición. Los
puestos eclesiásticos se podían comprar y vender. Muchos sacerdotes eran
adúlteros, borrachos e ignorantes de las Escrituras. Por eso confesó
Maquiavelo: "Nosotros los italianos somos más irreligiosos y corruptos que
otros, porque la iglesia y sus representantes nos han dado el peor
ejemplo".
Aquella
noche de hace 500 años germinó el segundo gran cisma de la cristiandad, después
de la separación en 1054 de católicos y ortodoxos. Lutero abría, además, nuevas
maneras de ver el mundo. La Reforma marcó la historia de Europa y Estados
Unidos, y también el devenir de España, que se convirtió en abanderada de la
Contrarreforma. Si la Reforma fue el antecedente necesario de la Ilustración y
el comienzo del mundo moderno, la Contrarreforma cierra a España y sus colonias
al mundo moderno. Ocurrió pese a que el emperador Carlos V (y Carlos I de
España) fue un protector de Lutero, a quien Roma quería quemar vivo cuanto
antes. La escena es famosa. Lutero se presenta frente al joven emperador en la
Dieta de Worms (28 de enero de 1521) y mantiene su doctrina con la famosa
respuesta: “No puedo de otra manera”.
La
larga inquina entre el emperador y el papado culminó el 6 de mayo de 1527 con
el terrible saqueo de Roma por tropas al mando del duque de Borbón. Durante
siglos, los reyes de España fueron más papistas que el Papa para hacerse
perdonar aquel episodio de pillaje y muerte en el corazón del Vaticano. Así vio
la historia nacional Marcelino Menéndez Pelayo, empezado ya el siglo XX:
“España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de san
Ignacio; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario