sábado, 19 de noviembre de 2016

La fidelidad al Señor: a prueba en todo tiempo

20 de noviembre, 2016

Por eso debemos dejar de lado el pecado que es un estorbo, pues la vida es una carrera que exige resistencia. […] Por todo eso, no debemos dejar de confiar totalmente en Dios. Si la vida es como una carrera, y ustedes tienen ya cansadas las manos y débiles las rodillas, cobren nuevas fuerzas.
Hebreos 12,1b, 12, Traducción en Lenguaje Actual

Los testigos que nos rodean y el ejemplo de Jesús (Heb 12.1-4)
Este día se celebra, todavía, en México, el inicio de un movimiento que cambió el rostro del país, al menos en el aspecto constitucional, y que ahora está prácticamente en el olvido en la forma y en la práctica.[1] Dicho movimiento tuvo una estrecha relación con el comportamiento de los grupos evangélicos ya establecidos que se unieron, casi en masa, a la oposición en contra de la dictadura porfirista. Nombres bastante reconocidos como los de Pascual Orozco, Otilio Montaño, Aarón Sáenz y Gonzalo Báez-Camargo, al lado de otros menos famosos como José Rumbia Guzmán, Hesiquio Forcada o las familias Colín, Vaca y Gallegos en Michoacán.[2] Como resume bien Jean-Pierre Bastian al referirse a Rumbia, quien fuera asesinado en el Palacio de Gobierno de Tlaxcala el 22 de febrero de 1913: “Nos interesa [su] […] como pastor y maestro de escuela metodista porque la historiografía de la Revolución ha pasado por alto o no ha tomado en cuenta el rol potencial de una disidencia religiosa en la formación de ciudadanos que se transformaron en disidentes políticos”.[3] A su manera, decenas y quizá cientos de protestantes mexicanos consideraron adecuado dar testimonio de su fe mediante su presencia en la búsqueda de un cambio efectivo para el país.

Ésa y otras formas de testimonio están implícitas o brotan, potencialmente, de las palabras de Hebreos 12, un capítulo que afirma la necesidad de dar continuidad fiel a un testimonio iniciado por toda la pléyade (“nube de testigos”, v. 1) que nos observa hoy desde la tribuna de la llamada “iglesia triunfante”, al lado del Señor Jesús y que espera de quienes aún vivimos en medio de la historia, nuevas demostraciones de fidelidad a la causa del Evangelio. Así se entiende la intensidad con que el autor de la carta exhorta a colocar la mirada en Jesús, “autor y consumador de la fe” (v. 2), pero no sólo en actitud contemplativa sino de fuerte compromiso con lo que él representó y sigue representando en su lucha permanente contra el pecado y la injusticia en todas sus formas. Si él luchó a contracorriente (v. 3) e incluso “hasta la sangre” (v. 4) hizo valer el plan de Dios, sus seguidores deben seguir su ejemplo de persistencia y fidelidad. La santidad en la que tanto insiste el documento pasa por el esfuerzo de actuar conforme a la línea existencial trazada por el propio maestro. Jesús y los millones de testigos ya triunfantes en los cielos esperan que el actual pueblo de Dios manifieste una fidelidad a prueba en todo tiempo.

Sufrimiento, disciplina y fidelidad
La segunda parte del texto toma el modelo de la disciplina de padres a hijos del Antiguo Testamento (12.5, que sigue a Prov 3.11-12 y el salmo 94.12) y agrega que precisamente ésa es la dinámica que practica el Señor ahora con su iglesia: es la marca del interés por el crecimiento correcto de los hijos (vv. 5-8). Tal disciplina, que va más allá de la experiencia infantil (9a), se ubica en la nueva relación con el Dios de Jesús, el Padre que ha obsequiado la vida eterna a sus hijos e hijas (v. 9b). El propósito es alcanzar la santidad misma de Dios, que él comparte con sus hijos (10b). Tal experiencia es dolorosa, ciertamente, pero se coloca en el horizonte de la formación integral de una fe que sea capaz de resistir sólidamente para así dar un buen testimonio en el mundo: “Pero si aprendemos la lección que Dios nos quiere dar, viviremos en paz y haremos el bien” (11b). “La palabra griega para disciplina es paideia, de donde procede la palabra pedagogía. Se refiere al desarrollo y la instrucción del niño”.[4]
La conclusión de todo esto es persistir:

a) en la plena confianza en Dios (12a), porque
b) la vida cristiana es una auténtica “carrera de resistencia” (12b) en la cual, en efecto,
c) se experimenta cansancio (“ustedes tienen ya cansadas las manos y débiles las rodillas”, 12c), pero es preciso
d), cobrar “nuevas fuerzas” (12d). Con referencia a Is 35.3.

Siguiendo la metáfora de la carrera, es menester hacerlo por “un camino recto y parejo, para que el pie que esté cojo se sane y no se tuerza más” (13). Aquí cita Proverbios 2.26. Padecer, obra y resistir: ésa es la consigna para una vida de fidelidad al Señor en todo tiempo. La exigente pedagogía paternal de Dios deberá comprobar su efectividad en la firme determinación de la iglesia a serle fiel en cada momento de la historia, en cada circunstancia por peculiar que sea. En todo tiempo surgen exigencias nuevas de parte del Señor para que sus seguidores, de manera inteligente y creativa, canalicen su obediencia y fidelidad en el sentido de la voluntad divina.





[1] Jorge Islas, “Legado de la Revolución”, en El Universal, 20 de noviembre de 2016, www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/jorge-islas/nacion/2016/11/20/legado-de-la-revolucion.
[2] Cf. J.-P. Bastian, “El impacto regional de las sociedades religiosas no católicas en México”, en Relaciones, núm. 25, www.colmich.edu.mx/relaciones25/files/revistas/042/JeanPierreBastian.pdf: “…en el distrito de Zitácuaro, Michoacán, donde se creó una docena de congregaciones que reclutaron, entre 1878 y 1884, hasta un 10 por ciento de la población adulta del distrito. Zitácuaro se vanagloriaba por ser ejemplo de antigua lucha de indios contra españoles, sobre todo, en momentos como la Independencia, las guerras de Reforma y la Intervención francesa. Región de ranchos y de trabajadores jornaleros, las sociedades protestantes reclutaron entre éstos sus adeptos, quienes a menudo eran también masones, como los de Tuxpan, población del mismo distrito. El distrito de Zitácuaro, opuesto políticamente a la capital del estado, encontraba en la adhesión al protestantismo el modo de reforzar una autonomía regional, por lo menos al nivel simbólico religioso, cuando la centralización puesta en marcha por Díaz, acababa con las autonomías municipales y regionales”, p. 59. Cf. Eduardo N. Mijangos Díaz y Leticia Mendoza García, “Tolerancia de cultos en Michoacán y la difusión de un protestantismo liberal en el oriente del estado, 1851-1911”, en Margarita Moreno Bonett y Rosa María Álvarez González, coords., El Estado laico y los derechos humanos en México: 1810-2010. Tomo II. México, UNAM-Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2012, p. 129, https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/7/3101/9.pdf.
[3] J.-P. Bastian, “Itinerario de un intelectual popular protestante, liberal y francmasón en México: José Rumbia Guzmán, 1865-1913”, en Ulúa, núm. 17, enero-junio de 2011, p. 102, http://revistas.uv.mx/index.php/ulua/article/viewFile/1256/pdf_57. Publicado originalmente en Cristianismo y Sociedad, . Este texto ha inspirado estudios sobre otros dirigentes protestantes como Juan Amador o el propio Aarón Sáenz.
[4] Pablo Jiménez, en “Hebreos 11.1–12.13: Cuarta parte de la Epístola”, https://drpablojimenez.wordpress.com/cursos-talleres/la-epistola-a-los-hebreos/

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