20 de noviembre, 2016
Por eso
debemos dejar de lado el pecado que es un estorbo, pues la vida es una carrera
que exige resistencia. […] Por todo eso, no debemos dejar de confiar totalmente
en Dios. Si la vida es como una carrera, y ustedes tienen ya cansadas las manos
y débiles las rodillas, cobren nuevas fuerzas.
Hebreos 12,1b, 12, Traducción en Lenguaje Actual
Los testigos que nos rodean y el ejemplo de Jesús (Heb
12.1-4)
Este día se celebra, todavía, en México, el inicio de un movimiento que
cambió el rostro del país, al menos en el aspecto constitucional, y que ahora está
prácticamente en el olvido en la forma y en la práctica.[1]
Dicho movimiento tuvo una estrecha relación con el comportamiento de los grupos
evangélicos ya establecidos que se unieron, casi en masa, a la oposición en
contra de la dictadura porfirista. Nombres bastante reconocidos como los de
Pascual Orozco, Otilio Montaño, Aarón Sáenz y Gonzalo Báez-Camargo, al lado de
otros menos famosos como José Rumbia Guzmán, Hesiquio Forcada o las familias
Colín, Vaca y Gallegos en Michoacán.[2]
Como resume bien Jean-Pierre Bastian al referirse a Rumbia, quien fuera
asesinado en el Palacio de Gobierno de Tlaxcala el 22 de febrero de 1913: “Nos
interesa [su] […] como pastor y maestro de escuela metodista porque la
historiografía de la Revolución ha pasado por alto o no ha tomado en cuenta el
rol potencial de una disidencia religiosa en la formación de ciudadanos que se
transformaron en disidentes políticos”.[3]
A su manera, decenas y quizá cientos de protestantes mexicanos consideraron adecuado
dar testimonio de su fe mediante su presencia en la búsqueda de un cambio
efectivo para el país.
Ésa y otras formas de testimonio están implícitas o brotan,
potencialmente, de las palabras de Hebreos 12, un capítulo que afirma la
necesidad de dar continuidad fiel a un testimonio iniciado por toda la pléyade
(“nube de testigos”, v. 1) que nos observa hoy desde la tribuna de la llamada “iglesia
triunfante”, al lado del Señor Jesús y que espera de quienes aún vivimos en
medio de la historia, nuevas demostraciones de fidelidad a la causa del
Evangelio. Así se entiende la intensidad con que el autor de la carta exhorta a
colocar la mirada en Jesús, “autor y consumador de la fe” (v. 2), pero no sólo
en actitud contemplativa sino de fuerte compromiso con lo que él representó y
sigue representando en su lucha permanente contra el pecado y la injusticia en
todas sus formas. Si él luchó a contracorriente (v. 3) e incluso “hasta la
sangre” (v. 4) hizo valer el plan de Dios, sus seguidores deben seguir su
ejemplo de persistencia y fidelidad. La santidad en la que tanto insiste el
documento pasa por el esfuerzo de actuar conforme a la línea existencial trazada
por el propio maestro. Jesús y los millones de testigos ya triunfantes en los
cielos esperan que el actual pueblo de Dios manifieste una fidelidad a prueba en
todo tiempo.
Sufrimiento, disciplina y fidelidad
La segunda parte
del texto toma el modelo de la disciplina de padres a hijos del Antiguo Testamento
(12.5, que sigue a Prov 3.11-12 y el salmo 94.12) y agrega que precisamente ésa
es la dinámica que practica el Señor ahora con su iglesia: es la marca del
interés por el crecimiento correcto de los hijos (vv. 5-8). Tal disciplina, que
va más allá de la experiencia infantil (9a), se ubica en la nueva relación con
el Dios de Jesús, el Padre que ha obsequiado la vida eterna a sus hijos e hijas
(v. 9b). El propósito es alcanzar la santidad misma de Dios, que él comparte
con sus hijos (10b). Tal experiencia es dolorosa, ciertamente, pero se coloca
en el horizonte de la formación integral de una fe que sea capaz de resistir sólidamente
para así dar un buen testimonio en el mundo: “Pero si aprendemos la lección que
Dios nos quiere dar, viviremos en paz y haremos el bien” (11b). “La palabra
griega para disciplina es paideia, de
donde procede la palabra pedagogía. Se
refiere al desarrollo y la instrucción del niño”.[4]
La conclusión de
todo esto es persistir:
a) en la plena confianza en Dios (12a), porque
b) la vida cristiana es una auténtica “carrera de
resistencia” (12b) en la cual, en efecto,
c) se experimenta cansancio (“ustedes tienen ya cansadas
las manos y débiles las rodillas”, 12c), pero es preciso
d), cobrar “nuevas fuerzas” (12d). Con referencia a Is
35.3.
Siguiendo la metáfora
de la carrera, es menester hacerlo por “un camino recto y parejo, para que el
pie que esté cojo se sane y no se tuerza más” (13). Aquí cita Proverbios 2.26. Padecer,
obra y resistir: ésa es la consigna para una vida de fidelidad al Señor en todo
tiempo. La exigente pedagogía paternal de Dios deberá comprobar su efectividad
en la firme determinación de la iglesia a serle fiel en cada momento de la
historia, en cada circunstancia por peculiar que sea. En todo tiempo surgen
exigencias nuevas de parte del Señor para que sus seguidores, de manera
inteligente y creativa, canalicen su obediencia y fidelidad en el sentido de la
voluntad divina.
[1] Jorge Islas, “Legado de la Revolución”, en El Universal, 20 de noviembre de 2016, www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/jorge-islas/nacion/2016/11/20/legado-de-la-revolucion.
[2] Cf. J.-P. Bastian, “El impacto regional de las sociedades religiosas no católicas
en México”, en Relaciones, núm. 25, www.colmich.edu.mx/relaciones25/files/revistas/042/JeanPierreBastian.pdf:
“…en el distrito de Zitácuaro, Michoacán, donde se creó una docena de
congregaciones que reclutaron, entre 1878 y 1884, hasta un 10 por ciento de la
población adulta del distrito. Zitácuaro se vanagloriaba por ser ejemplo de
antigua lucha de indios contra españoles, sobre todo, en momentos como la
Independencia, las guerras de Reforma y la Intervención francesa. Región de
ranchos y de trabajadores jornaleros, las sociedades protestantes reclutaron
entre éstos sus adeptos, quienes a menudo eran también masones, como los de
Tuxpan, población del mismo distrito. El distrito de Zitácuaro, opuesto
políticamente a la capital del estado, encontraba en la adhesión al protestantismo
el modo de reforzar una autonomía regional, por lo menos al nivel simbólico
religioso, cuando la centralización puesta en marcha por Díaz, acababa con las
autonomías municipales y regionales”, p. 59. Cf. Eduardo N. Mijangos Díaz y
Leticia Mendoza García, “Tolerancia de cultos en Michoacán y la difusión de un
protestantismo liberal en el oriente del estado, 1851-1911”, en Margarita Moreno
Bonett y Rosa María Álvarez González, coords., El Estado laico y los derechos humanos en México: 1810-2010. Tomo
II. México, UNAM-Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2012, p. 129, https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/7/3101/9.pdf.
[3] J.-P. Bastian, “Itinerario de un intelectual
popular protestante, liberal y francmasón en México: José Rumbia Guzmán,
1865-1913”, en Ulúa, núm. 17, enero-junio de 2011, p. 102, http://revistas.uv.mx/index.php/ulua/article/viewFile/1256/pdf_57. Publicado
originalmente en Cristianismo y Sociedad,
. Este texto ha inspirado estudios sobre otros dirigentes protestantes como
Juan Amador o el propio Aarón Sáenz.
[4] Pablo Jiménez, en “Hebreos 11.1–12.13: Cuarta parte de la Epístola”, https://drpablojimenez.wordpress.com/cursos-talleres/la-epistola-a-los-hebreos/
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