VITTORIA COLONNA (1492-1547)
Auténtica
mujer del Renacimiento: poeta laureada y fina prosista, cantaba magníficamente
y tocaba el laúd. En la casa de la duquesa de Facavilla, Constanza de Ávalos,
hermana de su esposo y en la isla de Ischia, se casará con 17 años, el 27 de
diciembre de 1509, llegando a ser felices en los primeros años, a pesar de ser
un matrimonio concertado. En 1512, Fernando, su esposo, cayó prisionero en la
batalla de Rávena, siendo posteriormente liberado y nombrado capitán general de
Carlos V. Poco tiempo después, en 1525, murió a causa de las heridas recibidas
en la batalla de Pavía. La noticia afectó profundamente a Vittoria y decidió
retirarse y pasar sus días en la Isla de Ischia y después en Nápoles. Su obra
literaria se ocupó de temas religiosos y espirituales (Pianto sulla passione
di Cristo, Orazione sull’Ave Maria) de manera controvertida, por lo que fue
investigada por la Inquisición. Formó parte, junto con Juan de Valdés,
Bernardino Ochino y Pietro Carnesecchi de un círculo filo-protestante
organizado por el primero. Gran amiga de Miguel Ángel Buonarroti, influyó mucho
sobre él, al grado de que éste le dedicó varias obras, señaladamente una Crucifixión
para sus oraciones privadas (1540).
De su obra hay que destacar las Rime spirituali en las que sus
sentimientos y energías morales, su coherencia interior se hace versos de
perfección estilística a manera de Petrarca y Bembo. A veces se preocupa tanto
de la forma de sus versos que da la impresión que sobresale la razón sobre el
sentimiento. En las Rime trata la muerte del marido, a quien ella
recubre de una luz casi divina. La segunda parte de las Rime, nos
descubre su fe, sus ideales y pasión. No faltan sutilezas teológicas y el
interés por la Reforma protestante, que está personificado en la figura de Juan
de Valdés y también en la de Ochino. “Un ejemplo lo encontramos cuando invoca
desde el Cielo un remedio a la corrupción de la Iglesia porque, si ésta se
difunde, la fe sincera corre el peligro de desaparecer. Una elevada tensión
espiritual caracteriza la sección amorosa del Canzoniere en el deseo de
reunirse con el marido que coincide, en la parte espiritual, con el deseo del
alma de aislarse del mundo refugiándose en Dios.” (I. Rubín Vázquez de Parga,
2005)
La simpatía que sentía por los ambientes protestantes, era muy parecida
a los ideales de las órdenes espirituales de los franciscanos, siendo reflejado
ese pensamiento revolucionario y espiritual, en toda la producción literaria.
Seguirá manteniendo en Roma conversaciones con los reformadores y con un
pariente suyo, Bartolomeo Spadáfora, acusado por la Inquisición en 1547 por su
relación con Valdés. Moriría antes de que comenzasen las persecuciones contra
estos reformadores espirituales. Pasará a la historia esta mujer como pensadora
y personaje de primer orden, como la más grande mujer del Renacimiento italiano.
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LA ORACIÓN EN LA LITURGIA
REFORMADA
Pero como tenemos aquel espíritu de fe del que
dice la Escritura: “Creí y por eso hablé”, también nosotros creemos y, en
consecuencia, hablamos.
II Corintios
4.13, LPH
Algunas consideraciones
1. Dios
dota al ser humano de lenguaje, de razón, de sentimientos, de emociones, de
afectos y de capacidad para confiar. Esta última le permite comunicarse con su
prójimo, con los animales y con los elementos de la naturaleza. La expresión
más sublime de comunicación la expresa en su relación con Dios por medio de la
oración.
2. La
oración, según Barth, no sólo se refiere al acto en sí sino al estado
permanente de búsqueda, de indagación, de requerimiento: se refiere a la
búsqueda de la presencia de Dios en su Palabra, a la petición por la asistencia
divina.
3. La
oración crea un grado de sensibilidad tan agudo que “entrena” al cristiano para
discernir la voluntad de Dios y para percibir su guía. La oración es una
mediación a través de la cual, juntamente, con las Sagradas Escrituras, se
fortalecen los lazos de amistad con el Trino Dios.
Fernando A. Mosquera, La oración: teología y práctica.
Terrassa, CLIE, 2010
¿Quién ora cuando oramos?
La
presencia del Espíritu, que suscita el culto, acude a la mente y los labios
humanos para conducir su plegaria. El Espíritu introduce la mente de Jesús en
cada orante, para encaminar su oración en el sentido de la voluntad divina.
“Tener la mente de Cristo es algo que el Espíritu siempre dirige. Pero la
oración no deja nunca de ser una palabra humana, pronunciada por alguien que
es, al mismo tiempo, justo y pecador (M. Lutero).
¿Qué sucede en el culto cuando
oramos?
1. Lo
ofrecemos y alabamos.
2.
Confesamos, en el doble sentido. Los pecados y afirmamos la fe.
3. Intercedemos
y rogamos por el bien de los demás.
4. Se
expresa la acción de gracias.
5. Ofrendamos
la vida.
6.
Bendecimos, es decir, apelamos a la promesa divina para ir en paz y esperanza.
Orientación reformada para la oración
litúrgica
Cuanto más
serio y sagrado es el ejercicio de la oración, tanto más queda ennoblecida la
palabra. La experiencia de quienes oran de verdad es que las palabras
necesarias para orar se han de conquistar por medio de un esfuerzo creciente.
Cuando se ora seriamente y con regularidad, la oración cada vez se dificulta
más.
Se
habla a Dios con un lenguaje cada vez más depurado, más cuidado, en el que cada
palabra va adquiriendo cada vez más peso. Pues se trata de decir, siempre de
nuevo y en circunstancias siempre nuevas, que se pertenece a Dios, que se está
desposeído en sí mismo, y que se le entrega uno en sacrificio, en cuerpo y
alma, para el tiempo y para toda la eternidad.
H. Asmussen
La
intercesión impide que se desespere del mundo y de los hombres y enseña a
encontrarlos en la libertad e intrepidez cristianas.
Jean Jacques von Allmen, El culto cristiano
En la
familia del Padre, los hijos tienen derecho a tomar la palabra. Dios autoriza a
sus hijos a hablarle de sus asuntos por medio de la oración. Este permiso es la
forma por la que Dios hace participar a sus hijos, desde ahora, en el señorío
de su unigénito. Por tener el derecho a orar y por ejercerlo se manifiesta que
la iglesia es el pueblo real de Dios.
P. Brunner
Epíclesis, la llamada al Espíritu Santo: la iglesia
confiesa que nunca dispone de Dios, y así se declara sierva del Señor; además,
por el hecho de que pide a Dios que escuche y atienda los actos del culto.
*
La oración
de confesión, bajo la influencia de Calvino, se colocó en el umbral del culto
para sustituir la confesión auricular y para que se sometieran a la penitencia
indispensable los fieles que no tenían necesidad de intervención especial de la
disciplina eclesiástica.
*
El culto no
puede celebrarse sin demanda y concesión del perdón. El perdón del bautismo no
es suficiente mientras vivimos en este mundo; debe confirmarse siempre de nuevo
con una respuesta a un arrepentimiento siempre renovado.
Jean Jacques von Allmen
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MADRES DE LA
BIBLIA. 20 RETRATOS PARA NUESTRO TIEMPO (II)
Margot Kässmann
Así comencé
a seguir el rastro de las Madres de la Biblia. Me maravilló lo mucho que había
en ella por descubrir, a pesar de que yo creía conocer la mayoría de estas historias.
Finalmente, comprendí que tenía que poner fronteras a mi búsqueda, y escogí las
veinte figuras femeninas que me parecieron más representativas y que presento
en el libro por orden alfabético. Se ha formado así una serie de lo más
variopinta. Sin embargo, hay más figuras maternas sobre las que habría valido
la pena reflexionar más a fondo: ¿no podríamos haber presentado a Lidia, la
comerciante en púrpura sobre la que nos hablan los Hechos de los Apóstoles (16,14ss),
como una madre trabajadora? No se nos habla explícitamente de sus hijos, pero
se cuenta cómo ella se hizo bautizar con “toda su familia”. Así que,
probablemente, también había hijos de por medio...
Y me
hubiese encantado dedicar un capítulo a las comadronas de la Biblia. Ellas representan
el cuidado que con amor de madre ofrece una mujer a la madre en el momento de
dar a luz. En las primeras versiones alemanas de la Biblia, las parteras reciben
también el nombre de Wehmütter (Génesis 38,28: literalmente, «madres del dolor»).
¡Un término precioso! Las parteras están al lado de las mujeres al convertirse
en madres, están con ellas en su «hora más difícil», las acompañan en el dolor
que acarrea todo nacimiento. Son osadas, como Séfora y Fuá (Éxodo 1.15). Son
ingeniosas, por ejemplo, cuando, mucho antes de que se inventasen los aparatos
de ultrasonido, fueron capaces de pronosticar que nacerían mellizos en un
parto, y cuando al primer bebé que sacó la mano desde el seno materno le ataron
una cinta roja a la muñeca (Génesis 38.28). Porque para el derecho de sucesión
resultaba crucial saber cuál de los mellizos era el primogénito. Mientras
trabajaba en este libro, las parteras de la Biblia no han cesado de llamar mi
atención. Las madres ponían en ellas su confianza. Y, a su vez, ellas eran
depositarias de una profunda sabiduría tradicional que les decía cómo debían
actuar en el momento del parto y cómo había que proteger la vida del recién
nacido.
Habría
otras historias que sin duda interesarían a los lectores actuales. Por ejemplo,
la historia de Jefté, el hijo que Galaad tuvo con «una prostituta» y que sin
duda creció con los otros hijos que el mismo Galaad había tenido con su
legítima esposa (Jueces 11,1). ¡Menuda constelación! ¡Y todavía habrá quien
diga que las familias que reúnen hijos procedentes de distintas relaciones
sentimentales son un fenómeno de nuestros días!
Soy
consciente de haberme movido en ocasiones con mucha libertad entre los textos antiguos
y la situación actual. El presente libro no pretende constituir una
presentación científica. Para mí la prioridad es devolver a la vida las
historias bíblicas, en las que descubrimos puntos de encuentro con nosotros
mismos y con nuestra situación. Porque esto es justamente lo que distingue a la
Biblia: cuenta historias, recoge relatos de los orígenes sobre personajes cuyas
vidas y creencias siguen conmoviendo a la humanidad hasta el día de hoy. Esto
vale también para las experiencias de las madres. ¡No son siempre historias
consoladoras, amistosas, que ayuden a uno desde el primer momento! Tal vez eso
irrite a algunos. A mí me ha ayudado a comprender la Biblia el hecho de que esta
no pinte siempre un mundo perfecto, sino que es consciente de la dimensión
humana del hombre, con todas sus posibilidades y flaquezas. Se trata de una
imagen humana realista. Y del convencimiento de fe de que en nuestro propio
fracaso podemos confiar en Dios.
Se
preguntarán algunos si no he ido demasiado lejos al establecer determinadas asociaciones.
¿Fue realmente violada Betsabé? En realidad, ¿qué es lo que le sucede a una
mujer que es «conducida» ante un poderoso, el rey del país, simplemente porque
a este le ha parecido atractiva al verla bañándose? ¿Realmente se puede
calificar a Ana de madre desnaturalizada?