sábado, 18 de febrero de 2017

Letra 508, 19 de febrero de 2017

JERÓNIMO SAVONAROLA (1492-1498)


Humanista de tendencia reformista y exegeta francés Dominico italiano nacido en Ferrara y muerto en la hoguera en Florencia. Destinado por sus padres al estudio de la medicina, se sintió inclinado a la vida religiosa en la reclusión de un convento, al percibir la corrupción social y el rechazo de una familia de los Strozzi a darle su hija en matrimonio. En 1475, secretamente, dejó la casa paterna y se fue a Bolonia, ingresando en el monasterio dominico. A la rutina usual de la vida conventual añadió el estudio de San Agustín y el gran Tomás de Aquino, pero también la Biblia, con la cual se familiarizó. En 1481 fue enviado a Ferrara y ese mismo año se trasladó a Florencia, para ingresar en el convento de San Marcos. Su predicación no atrajo la atención en Florencia y sus audiencias durante la Cuaresma en San Lorenzo se redujeron a 28 personas. De pronto, en 1486, mientras predicaba en Brescia, su elocuencia apareció en toda su riqueza. En 1480 regresó al convento en Florencia, al pedir Lorenzo de Médicis, en representación de Pico della Mirandola, su regreso. En 1491 era prior de San Marcos.
       Durante los siguientes nueve años, Florencia quedó saturada de la personalidad de Savonarola, siendo la figura religiosa más conspicua en Italia. Durante la primera parte de este periodo tuvo conflictos con Lorenzo de Médicis, déspota político de la ciudad, y durante la segunda con Alejandro VI, al pretender la regeneración cívica y moral de la ciudad mediante sus exhortaciones. Primero predicó en San Marcos y luego en la catedral, concentrándose inmensas audiencias para escuchar sus exposiciones sobre los profetas hebreos y Apocalipsis. En el tiempo de su mayor popularidad las muchedumbres esperaban horas a que apareciera y su biógrafo Villari estima su audiencia entre 10 mil y 12 mil personas. “Vuestros pecados me hacen profeta”, clamaba, y de las profundidades de esa perturbadora y brillante vida que los Médicis promovían en Florencia, Savonarola extraía los aguijones para poner en evidencia su vaciedad y desolación.
      Su figura simboliza la reacción contra las tendencias paganas que se dieron en el Renacimiento. Cursados estudios en su ciudad natal, llegó a ser un virtuoso escolástico. Intervino activamente, como hombre de gobierno, en la política de Florencia. Elaboró una Constitución, reformó la justicia, suprimió la usura y proclamó la amnistía general. El papa Alejandro VI, en septiembre de 1495 prohibió sus predicaciones; pero en febrero del año siguiente Savonarola declaraba desde el púlpito que si el Papa manda contra el bien hay que desobedecerle. En 1497 fue excomulgado, pero se burló públicamente de la censura y continuó celebrando la misa. Fue juzgado, encarcelado y condenado a muerte.
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Tema semestral
LA FE CRISTIANA FRENTE A LOS DESAFÍOS ACTUALES

Objetivo
La fe cristiana siempre ha sido exigida para responder a los desafíos de cada época. Los tiempos actuales no son la excepción, pues demandan de cada creyente, familia y comunidad respuestas y acciones claras basadas en las Escrituras y en una sana doctrina. Por ello, este estudio pretende revisar seriamente algunos temas acerca de los cuales los miembros de la iglesia escuchan con mayor insistencia fuera del espacio cristiano. Abordarlos sin temor y con firmeza evangélica permitirá fortalecer el criterio de los participantes y establecer una plataforma de fe común.

Temario
1. El compromiso cristiano en una sociedad no cristiana
2. La práctica de la presencia cristiana en el medio socio-político
3. La fe y los derechos humanos
4. Pobreza, riqueza y vida sencilla
5. Hombre, mujer y matrimonio ante Dios

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1. El compromiso cristiano en una sociedad no cristiana
Es inconcebible que los seguidores de Jesucristo alguna vez se hayan tenido que preguntar si a ellos les concernía o no el compromiso social, y que haya surgido una controversia sobre la relación entre evangelización y responsabilidad social. Pues es evidente que en su ministerio público Jesús recorría los lugares “enseñando... y predicando” (Mt. 4.23; 9.35) y que “anduvo haciendo bienes y sanando” (Hch. 10.38). Por lo tanto, “la evangelización y la responsabilidad social han estado íntimamente relacionadas a lo largo de la historia de la Iglesia... A menudo los cristianos han participado en ambas actividades con naturalidad, sin sentir la necesidad de definir lo que hacían ni por qué lo hacían”.

1.1 El legado evangélico del compromiso social: los profetas: SAL 146.7-9; AM 8.4-10.
En demasiados casos los evangélicos hemos sido, o tal vez aún somos, escapistas irresponsables. Nos resulta más agradable disfrutar de la comunión unos con otros dentro de la iglesia que servir fuera de ella, en un medio indiferente y hasta hostil. Por supuesto, de vez en vez hacemos incursiones evangelísticas en territorio enemigo (especialidad como evangélicos); pero luego nos retiramos, cruzando el foso de regreso al castillo cristiano (la seguridad de nuestra comunidad evangélica), levantamos el puente levadizo y hasta cerramos los oídos a las súplicas desesperadas de quienes golpean el portal. En cuanto a la acción social, en general decimos que en gran medida es una pérdida de tiempo, en vista de la inminencia del regreso del Señor. Al fin y al cabo, cuando la casa está en llamas, ¿de qué sirve colocar cortinas nuevas o reacomodar los muebles? Lo único que importa es rescatar a las víctimas. De este modo hemos tratado de aquietar nuestra conciencia mediante una teología espuria. […]
En vez de evadir nuestra responsabilidad social, debemos abrir los oídos y atender a la voz de aquél que en todos los tiempos llama a su pueblo a salir al mundo perdido y solitario (como lo hizo él), para vivir y amar, testificar y servir, como él y para él. Pues precisamente en esto consiste la “misión”. La misión es nuestra respuesta humana a la comisión divina. Es un estilo de vida cristiano integral, que comprende la evangelización y la responsabilidad social, y está dirigida por la convicción de que Cristo nos envía a salir al mundo como el Padre lo envió a él. Por lo tanto, allí es adonde nos debemos dirigir, para vivir y servir, sufrir y morir por él. […]
El Dios vivo es el Dios de la justicia además de ser el Dios de la justificación. Ciertamente es el Dios de la justificación, el Salvador de los pecadores, el Dios «misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad» (Ex. 34.6). Pero también le importa que nuestra vida comunitaria se caracterice por la justicia.

Que hace justicia a los agraviados,
Que da pan a los hambrientos.
Jehová liberta a los cautivos;
Jehová abre los ojos a los ciegos;
Jehová levanta a los caídos;
Jehová ama a los justos.
Jehová guarda a los extranjeros;
Al huérfano y a la viuda sostiene,
Y el camino de los impíos trastorna. (Salmo 146.7-9)

Esto no significa que realice todas estas cosas invariablemente, sino que ésa es la clase de Dios que es. Es más, la demanda de promover la justicia de Dios, si bien se dirige especialmente a su pueblo, se extiende a todas las naciones. La compasión y la justicia social importaban no sólo en Israel sino también en las demás naciones. Los primeros dos capítulos de la profecía de Amós presentan las evidencias más claras de esta verdad. Antes de reprender a Judá por rechazar la ley de Dios y volverse a la idolatría, y a Israel por agobiar a los pobres y por negarles la justicia a los oprimidos (2.4-8), Amós pronunció el juicio de Dios sobre las naciones vecinas (1.3-2.3): sobre Siria por su crueldad, sobre Filistea por haber capturado a comunidades enteras para venderlas como esclavos, sobre Tiro por haber quebrantado un tratado de hermandad, sobre Edom por su cruel hostilidad contra Israel, sobre Amón por las atrocidades cometidas durante la guerra, y sobre Moab por profanar los restos de un rey vecino. (John Stott, La fe cristiana ante los desafíos contemporáneos. Buenos Aires-Grand Rapids, Nueva Creación, 1991).
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MADRES DE LA BIBLIA. 20 RETRATOS PARA NUESTRO TIEMPO (I)
Margot Kässmann


Últimamente, las imágenes de la madre son objeto de acalorados debates públicos. Desde un punto de vista personal lo lamento, porque mi experiencia como madre ha influido decisivamente en mi vida. Por este motivo, me gustaría que se prestara atención a la maternidad, en la variedad de formas de vida que presenta, y que pudiera configurarse con libertad. ¡Se trata, en definitiva, de animar a las mujeres a ser madres!
En lugar de eso, lo que nos llega de fuera son apreciaciones toscas y sin matices: si las madres renuncian a una actividad profesional para dedicarse a la educación de sus hijos, rápidamente se las descalifica con expresiones como “grillos domésticos” o “simples amas de casa”. Estas descalificaciones dificultan después la reincorporación al mundo del trabajo y el ejercicio de la actividad profesional.
En nuestra comunidad cristiana estaba vacante un puesto que había que cubrir en un breve espacio de tiempo y entre los aspirantes a dicho puesto se encontraba una mujer que había hecho precisamente lo que muchos desearían hacer: había dejado de realizar una actividad profesional durante siete años y se había dedicado por completo a sus dos hijos. Los miembros de la comisión que debía tomar la decisión sobre la contratación no tuvieron dudas sobre la cualificada formación de esta candidata; nadie le puso pegas.
Pero pensaron: “Primero deberíamos reintegrarla en el mundo laboral”. ¿Es que acaso las mujeres que trabajan en casa son vistas como si realmente habitaran en otra galaxia? En cambio, si las mujeres con hijos siguen ejerciendo su profesión habitual, en Alemania se las considera “madres desnaturalizadas”, y recientemente incluso se las etiqueta con el término despectivo, aún más fuerte, de “máquinas de parir”. Para quienes así piensan, estas mujeres son unas irresponsables egoístas que quieren deshacerse de sus hijos lo antes posible y no ocuparse de ellos, porque lo único que buscan es la propia realización personal.
Nada tienen que ver estas imágenes con la realidad de las madres trabajadoras, y desde luego no hacen justicia ni al compromiso de estas mujeres para con sus hijos, ni a la calidad de los centros de educación infantil. Pero si las mujeres renuncian a tener hijos, es probable que enseguida sean catalogadas como «chivas obsesionadas por la carrera».
En nuestro país, algunas mujeres de cuarenta años tienen que afrontar miradas críticas y preguntas como esta: “¿Es usted demasiado egoísta como para tener un hijo?”. No se tiene en cuenta que tal vez una mujer no disponga de la pareja con quien plantearse esa maternidad, o que existan problemas de salud, o que alguien conceda al trabajo un papel importante en la propia vida, cosa por otra parte totalmente legítima. En nuestro país, una de cada siete parejas no tiene hijos, aunque le gustaría tenerlos, lo que sin duda representa también una carga peculiar.
En mi opinión, las preguntas que hoy hemos de plantearnos quienes vivimos en sociedad son: ¿es necesario que toda mujer sea madre para que goce de una vida plena? ¿Qué papel desempeñan realmente los varones en todo esto?

La situación de las madres en nuestra sociedad me llevó a pensar: ¡madres desnaturalizadas, máquinas de parir, grillos domésticos!... ¡Pero si todas estas imágenes de la madre aparecen ya en la Biblia! Que a través de personajes arquetípicos de la Biblia se describan constelaciones básicas de relaciones humanas, lo sigo encontrando fascinante. Estas viejas historias resultan tan actuales, que en ellas podemos hallar modelos y una amplia gama de proyectos de vida. Proyectos de vida sobre los cuales Dios no emite juicios, sino que acompaña. Son itinerarios de vida que, planeados o no, tanto entonces como ahora, le marcan a uno el rumbo.

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