LAS MUJERES OLVIDADAS EN LA HISTORIA DE LA
IGLESIA:
KATHERINE SCHÜTZ ZELL (II)
Lisandro Orlov
ALC Noticias, 26 de febrero de 2015
El ministerio principal de Katherine fue el
acoger a los refugiados protestantes y ministros itinerantes. Según el
historiador de la iglesia Philip Shaff en su Historia de la Iglesia
Cristiana, los ministros de la Reforma informaron que “ella dialogó con
ellos sobre la teología de manera inteligente que la clasifican por encima de
muchos doctores.” Para los opositores que insistían en que ella debía guardar
silencio, ella dijo: “Me recuerdas que el apóstol Pablo le dijo a las mujeres
el permanecer en silencio en la iglesia Pero les recuerdo la palabra de este
mismo Apóstol que afirmó que en Cristo ya no hay varón ni mujer, y la profecía
de Joel: “Yo derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán”. Ella añadió, con un toque de sarcasmo: “No pretendo
ser Juan el Bautista reprendiendo a los fariseos. No pretendo ser Nathan
recriminando a David. Aspiro sólo a ser el trasero de Balaam, castigando a su
amo”.
Katherine también estaba profundamente
involucrada en el ministerio con los pobres, y escribió muchos himnos, que se
publicaron en forma de folleto específicamente para la gente común de Alemania.
Pero quizás su contribución más sorprendente era su bondad y la inclusión hacia
los cristianos que diferían de su propio grupo en doctrinas consideradas no esenciales–
una posición que no era sólo de vanguardia en su tiempo, sino que recibió
rechazo tanto de los protestantes y de los católicos por igual. Para su mayor
crítico, el ministro luterano Ludwig Rabus, escribió:
Considere a los pobres anabaptistas, que son
tan furiosa y ferozmente perseguidos. ¿Deben las autoridades de todo el mundo
ser incitada en contra de ellos, como el cazador conduce a su perro en contra
los animales salvajes? ¿Contra aquellos que reconocen a Cristo como el Señor,
en gran medida de la misma manera que lo hacemos nosotros y junto a quienes
rompimos con el papado? El hecho de que no pueden estar de acuerdo con nosotros
en temas menores, ¿es esta una razón para perseguirles y en ellos a Cristo, en
quien fervientemente creen y que a menudo le han confesado ya sea en la
miseria, en la cárcel, y bajo los tormentos del fuego y el agua?
Los gobiernos pueden castigar a los
criminales, pero no deberían obligar o gobernar en relación con las creencias
que es una cuestión del corazón y de la conciencia y que no tiene nada que ver
con las autoridades temporales”. Katherine también declaró enfáticamente que: “Cualquier
persona que reconoce a Cristo como el verdadero Hijo de Dios y el único
Salvador de la humanidad es bienvenido en mi mesa.”
Al final de su vida Katherine mostró su
compromiso con esta posición mediante la realización de un funeral en secreto
para una mujer que era discípula de la secta “radical” de los seguidores de
Kaspar Scwenkenfeld, a pesar de que ella ya era anciana y estaba gravemente
enferma. El ayuntamiento de la ciudad anunció que ella sería reprendida
públicamente por este funeral tan pronto como se recupere de su enfermedad.
Ella no se recuperó y murió a la edad de 65 años.
Se ha señalado no hace mucho tiempo que la
oposición a mujeres como Zell fue en gran parte debido a su género, no a sus
enseñanzas, y que, si un miembro del clero masculino presentaba una enseñanza
similar basado en los mismos textos, su enseñanza podía ser aceptado, mientras
que la suya fue rechazada. No puedo evitar preguntarme cómo la historia de la
Reforma podría haber sido diferente si los líderes masculinos de la Reforma
hubieran estado dispuestos a conceder a las ideas de Katherine Zell sobre la
tolerancia y la libertad de conciencia, el mismo peso le dieron a las de los
varones. Tal vez las sangrientas persecuciones de los anabaptistas y otros
grupos minoritarios podrían haberse reducido o incluso detenido. Quizás el
sentimiento “En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; en todas las
cosas, caridad”, que fue acuñado por el luterano protestante Rupertus Meldenius
100 años después de la muerte de Katherine, podría haber llegado a ser mucho
más rápido un ideal protestante.
Me parece claro que cuando la iglesia de
Cristo en su conjunto, o cuando algunos grupos dentro de su iglesia, se niegan
a escuchar las voces de sus mujeres, la sabiduría de Dios puede ser la
sabiduría perdida– que podría haber ahorrado mucho dolor y daño. Permitamos que
la vida y las enseñanzas de Katherine Zell nos hablen incluso ahora, y nos
recuerdan las voces que necesitan ser escuchadas.
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RECUPERANDO LA CONCIENCIA SOCIAL DE LA IGLESIA
John Stott
Podemos preguntarnos si Jesús participó en política. Si consideramos el último sentido, el más restringido, es evidente que
no. Nunca organizó un partido político, ni adoptó
un programa político, ni dirigió una protesta
política. No dio ningún paso para influir en las políticas de César, de Pilato, ni de Herodes. Al contrario, renunció a una carrera
política.
En el sentido más amplio de la palabra, todo
su ministerio era político: había venido al mundo para compartir la vida de la
comunidad humana y envió a sus seguidores al mundo a hacer lo mismo.
Es más, el Reino de Dios
que proclamó inauguró es una organización social radicalmente nueva y distinta,
cuyos valores y normas desafían a los de la antigua comunidad caída.
Es en este sentido que
sus enseñanzas tienen consecuencias “políticas”: ofrecen una alternativa al
status quo. Por otra parte, su condición de rey fue considerada un desafío a la
autoridad de César, por lo que se lo acusó de sedición. […]
Es importante marcar las
diferencias entre “servicio social” y “acción social”.
Servicio social Acción social
Asistencia a las
necesidades humanas Eliminación de las causas de la necesidad
Actividad filantrópica Actividad
política y económica
Procura servir a los individuos y a las
familias Procura transformar las
estructuras sociales
Obras de bien Defensa de la justicia
La acción sociopolítica: “Mira más allá de los
individuos a las estructuras, más allá de la rehabilitación de los presos a la
reforma del sistema carcelario, más allá del mejoramiento de las condiciones de
las fábricas a lograr un papel más participativo de los obreros, más allá del
socorro a los pobres a la mejora -y si fuese necesaria, la transformación- del sistema
económico (cualquiera que sea) y del sistema político (también, cualquiera que
sea), hasta lograr su liberación de la pobreza y la opresión”.
Resulta claro, pues, que un genuino compromiso
social cristiano abarcará ambos: el servicio social y la acción social.
Divorciarlos sería artificial. Existen casos en que las necesidades no pueden
aliviarse si no es mediante la acción política (quizá podía aliviarse el trato
cruel de los esclavos, pero no la esclavitud en sí; debía ser abolida). La
asistencia continua a las necesidades, si bien es necesaria, puede ser un
impedimento para que se lleguen a eliminar las raíces del mal. De modo que, si en
verdad amamos a nuestro prójimo y queremos servirle, nuestro servicio puede obligarnos
a emprender la acción política a su favor o a solicitarla.
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LEA, MADRE DE MUCHOS HIJOS (I)
Margot Kässmann
En tiempos de la Biblia, el que una mujer
tuviera muchos hijos se consideraba una bendición. Hoy, en los países
industrializados, alguien puede preguntar a una mujer en su tercer embarazo si
realmente quiere tener a ese hijo, o se la puede mirar con lástima con ocasión
del nacimiento de su cuarto hijo: “¿Es que no sabe que existe la anticoncepción?”.
Esto último lo he vivido en mi propia piel. Desde que, mediante la “píldora”,
la contracepción se ha convertido en una práctica normal en muchos países, las
familias han sido cada vez menos prolíficas. En nuestro país, la tasa de
natalidad se encuentra actualmente en 1,2 hijos por mujer. Y es fácil de
comprobar: apenas hay viviendas, coches, hoteles o restaurantes preparados para
acoger a familias que tengan más de dos hijos. A las mujeres que tienen muchos
hijos se las considera enseguida una cosa rara. La ex ministra Federal de
Familia, Ursula von der Leyen, cuenta una anécdota muy reveladora. Cuando entró
con sus siete hijos en un centro comercial de Estados Unidos, una dependienta
gritó al verla pasar: “You are blessed!” (“¡Bendita sea usted!”). Cuando, al
cabo de unas semanas, fue a unos grandes almacenes en Alemania, una dependienta
le susurró: “¡Que no me toquen nada!”.
Un estudio reciente
constataba que, incluso en los llamados países islámicos, la tasa de natalidad
está cayendo en picado. Se valoró como un signo de democratización. Y, de hecho,
para las mujeres es una gran liberación poder determinar cuántos hijos desean tener.
Sin el temor al embarazo, la sexualidad puede convertirse en un acto de amor
libre entre hombre y mujer. ¡Qué presiones y miedos tuvieron que soportar las
mujeres antes de disponer de la píldora! En muchos países del mundo, la mujer
tiene que pasar por la cruel experiencia de quedar embarazada una y otra vez
sin la menor esperanza de futuro para sus hijos. Por este motivo, considero que
el acceso a los métodos anticonceptivos es un derecho de la mujer. Según la Organización
Mundial de la Salud (OMS), si las mujeres que no quieren tener hijos pudieran
recurrir a estos métodos se evitaría la muerte de 100 mil madres cada año.
De todos modos,
como ya he apuntado antes, también es un problema el hecho de que en nuestra
sociedad las familias numerosas sean tan negativamente valoradas, hasta el
punto de que si tienes muchos hijos pasas fácilmente por “asocial”. Sin embargo,
los niños que crecen rodeados de una multitud de hermanos y hermanas se vuelven
más independientes y fuertes socialmente. Aprenden, desde edades muy tempranas,
a responsabilizarse de otras personas y a cuidar de sí mismos. Quien crece con
varios hermanos se acostumbra a compartir, a atender a los demás y a
respetarlos.
Si se me permite
hablar así, estos niños reciben ya desde su cuna una buena educación
sentimental y social. En este sentido, la familia numerosa sigue siendo una
bendición incluso en nuestro tiempo y en la sociedad del siglo XXI, aunque haya
factores económicos y de otro tipo que hablen en su contra. Muchos aspectos de
la educación y del cuidado de los hijos se confían hoy a los servicios
públicos; en una familia numerosa, las personas cuidan unas de otras, se
preocupan unas de otras. Este es un hecho que resulta atractivo. Es frecuente
que las madres de familia numerosa se acostumbren a ver cómo a los amigos y
amigas de sus hijos les gusta venir a casa, porque se sienten cómodos en un
entorno familiar variado y que transmite una sensación de protección. En
efecto, donde comen cuatro comen cinco. Y donde cinco se ocupan unos de otros,
no molesta la presencia de una sexta persona.
En la Biblia, Lea
no fue la primera elección de su marido Jacob, que estaba enamorado de Raquel,
hermana de Lea. El padre de ambas, Labán, le había prometido a Jacob que, si
trabajaba siete años para él, podría casarse con la mujer que amaba; pero el
día de la boda, Jacob descubre con sorpresa que es con Lea con quien ha pasado
la noche de bodas. Para entender esta narración de carácter popular, con el
canje de novias incluido, debemos tener en cuenta las tradiciones nupciales de
entonces, según las cuales el novio no veía ni reconocía a la mujer hasta la
noche de bodas; antes, durante el día, la novia iba cubierta por un velo. ¡Qué
frustración y rabia tuvo que sentir Jacob! ¡Y menuda humillación para Lía! ¡Su
padre la había entregado a un hombre que quería casarse con su hermana pequeña!
¡Se vería a sí misma como una cabeza de ganado que cambia de propietario! Una
criatura a la que nadie quiere. Una infeliz.
Cuando Jacob se
queja del engaño, Labán le entrega también a Raquel como esposa. “Jacob quiso
más a Raquel que a Lea”, dice la Biblia simplemente (Génesis 29.30). ¿Qué significa
eso para la hermana mayor? Ella es la que molesta, el accidente por así
decirlo, la que debe ser soportada para que los amantes puedan encontrarse...
Eso tuvo que
herirla para toda la vida. Fue entregada a su marido. Día tras día viven bajo
vigilancia: todos pueden ver lo que sucede. Los parientes, las criadas, los
esclavos, los vecinos, todos están al corriente.
Aun así, Lía, la
menos querida, triunfó en un aspecto importante por encima de su hermana: ¡dio
a luz a seis hijos y a una hija! Cuenta la Biblia: “Viendo el Señor que Lía no
era correspondida, la hizo fecunda” (Génesis 29.31).
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