sábado, 4 de agosto de 2018

"Enviados/as para vendar a los quebrantados de corazón", L. Cervantes-O.



5 de agosto, 2018

El espíritu del Señor Dios me acompaña,
pues el propio Señor me ha ungido,
me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres,
a vendar los corazones destrozados,
a proclamar la libertad a los cautivos,
a gritar la liberación a los prisioneros,
a proclamar un año de gracia del Señor
Isaías 611.1-21a, La Palabra (Hispanoamérica)

El esquema trazado por Isaías 61.1-7, tal como fue interpretado por el propio Jesús en la sinagoga de Nazaret, es un auténtico programa de trabajo y misión para la iglesia de hoy. Las circunstancias referidas por el texto profético, ancladas en el contexto de una sociedad lastimada por el destierro, pero que también vislumbraba un futuro de renovación y esperanza, aparecen en el horizonte de hoy con una fuerza inusitada. Ello es así porque la descripción de la labor del profeta delineada en esas palabras tan puntuales apuntaba hacia una acción del Espíritu divino empeñado en ofrecer “buenas noticias” a un pueblo que había comenzado a reconstruirse. De ahí que una lectura espiritual e individual del texto no alcance a expresar la intensidad del empeño de Dios por reconstruir completamente a su pueblo, a pesar de que ya no existiría históricamente como una nación.

La pérdida del territorio, de la soberanía nacional y de las instituciones que caracterizaron al Israel político de entonces, no estaba en contradicción con la recuperación del estatus de pueblo elegido. Más allá de esas situaciones materiales con las que ya no se contaría del todo, la profunda reconstrucción en la que debía participar el profeta apuntaba a resolver los problemas existenciales de esa generación de creyentes, plagada de pobreza, de “corazones destrozados” y de pérdida de la libertad. Una verdadera crisis espiritual y humana, muy parecida a esta época en la que se habla de “crisis humanitarias” en diversas partes del mundo.

El encargo que recibe el profeta es muy concreto: se trata de ser un auténtico “evangelista” que anuncia buenas noticias, tal como lo refiere Is 52.7, alguien

que cura, consuela y alegra a los afligidos habitantes de Sión, el que proclama la liberación de los prisioneros (nótese cómo esta última acción se expresa con dos frases sinónimas). Destinatarios de su mensaje son los pobres, condición que implica al mismo tiempo pobreza física, opresión, humildad y dulzura. Los cautivos a los cuales se anuncia la liberación podrían ser todavía los residentes en Babilonia, si el texto ha sido compuesto y pronunciado en los primeros años del retorno.[1]

Si, además del contexto señalado, el profeta se refería a una situación de injusticia originada por las tensiones entre los israelitas que volvían del exilio y los habitantes que habían quedado en Jerusalén, la tarea era más abarcadora y exigente. “La consolación de los afligidos es el cumplimiento de la misión a la cual se aludía desde Is 40.1. Los afligidos son, en el lenguaje bíblico, los que hacen duelo por una desgracia personal, como la muerte de un ser querido. Esto explica la imagen de la ceniza”.

Los vv. 3b-11 muestran las consecuencias de la reconstrucción realizada por Dios: el lenguaje habla de una restauración radical de las ciudades (4) y del trabajo (5). Pero lo más notable es la transformación del pueblo en un conjunto de sacerdotes y ministros de Dios (6), es decir, de personas responsables absolutos de su fe y de su destino (“ciudadanía responsable”). El retrato final del pueblo es el de un espacio comunitario donde prevalecerá la justicia como signo y señal del pacto eterno de Dios con su pueblo (8-11). Esos son los alcances de la consolación profética y actual.





[1] Horacio Simian Yofre, “Isaías”, en Comentario al Antiguo Testamento. II. Madrid, Atenas-PPC-Sígueme-Verbo Divino, 1997, p. 97, www.ebam.org/libros/Comentario-Al-Antiguo-Testamento-II-profetas-sap%ECenciales-poeticos-La-Casa-de-la-Biblia.pdf.

No hay comentarios:

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...