P |
ara sacar verdadero provecho al contenido
de este libro, debemos conocer en primer lugar su designio. La historia que
encontramos escrita aquí nos muestra de qué manera estamos en las manos de
Dios, y que es cosa suya ordenar nuestras vidas y disponer de ellas conforme a
su buena voluntad, y que es nuestro deber someternos a él con toda humildad y
obediencia; es totalmente razonable que seamos completamente suyos, tanto para
vivir como para morir; incluso, si él quisiera levantar su mano contra
nosotros, aunque no percibiéramos su motivo, de todos modos habríamos de
glorificarle siempre, reconociendo que él es justo y equitativo, absteniéndonos
de murmurar contra él, a efectos de no discutir con él, sabiendo que si
luchamos contra él seremos derrotados. En breve, esto es lo que hemos de
recordar de esta historia, es decir: Dios tiene tal dominio sobre sus criaturas
que está en su derecho de disponer de ellas según le plazca; y si muestra una
severidad que al principio nos resulta extraña, aun así hemos de guardar
silencio para no murmurar; hemos de reconocer, en cambio, que él es justo,
esperando que nos declare el porqué de su castigo.
Entre tanto
hemos de contemplar, como nos exhorta Santiago (5.11), la paciencia del hombre
puesto aquí delante de nosotros. Porque cuando Dios nos muestra que debemos
sufrir todas las miserias que él nos envía debemos reconocer que esa es nuestra
obligación; no obstante ellos, alegamos que somos débiles y nos parece que
debería servirnos como excusa. Por eso es bueno tener un ejemplo para
mostrarnos que hay hombres débiles como nosotros, que sin embargo, resistieron
la tentación, perseverando en la obediencia a Dios, aunque fueron afligidos
hasta el límite. Aquí tenemos pues un excelente ejemplo de ello.
Además, no
sólo hemos de considerar la paciencia de Job, sino también su resultado, como
dice Santiago; porque si Job hubiera seguido confundido, aunque su virtud
hubiese sido más que angelical, el final de la historia no habría sido muy
feliz. Pero cuando vemos que no fue desilusionado en su esperanza, y que halló
gracia en la medida en que fue humillado ante Dios; viendo ese final tenemos que
llegar a la conclusión de que no hay nada mejor para nosotros que someternos a
Dios y sufrir en paz todo lo que él nos mande hasta que en su buena voluntad
nos libra.
Sin embargo,
más allá de la historia hemos de considerar la doctrina encerrada en este
libro; esto es, la doctrina de aquellos que se acercan con el pretexto de
consolar a Job, pero que lo atormentan mucho más que su propia enfermedad; la
doctrina encerrada en las respuestas con las cuales rechaza, las calumnias con
las cuales aparentemente quieren aplastarlo. En primer lugar debemos notar, en
cuanto a nuestras aflicciones, que si bien Dios las manda y proceden de él, no
obstante, es el diablo quien las trae sobre nosotros, como también nos lo
advierte San Pablo diciendo que luchamos contra poderes espirituales (Ef 6.2).
Porque cuando el diablo enciende el fuego también le hace viento, es decir,
también encuentra personas de su propiedad para aguijonearnos continuamente y
prolongar y aumentar la enfermedad.
Vemos
entonces, cómo Job, además de la enfermedad que soportó, fue atormentado por
sus amigos, y por su esposa, y principalmente por aquellos que se acercaron
para tentarlo espiritualmente. Ahora bien, lo llamo una tentación espiritual
cuando no solamente somos azotados y afligidos en nuestros cuerpos, sino cuando
el diablo obra de tal modo en nuestros pensamientos que Dios se nos convierte
en enemigo mortal, al que ya no podemos tener acceso, convencidos de que nunca
más tendrá misericordia de nosotros.
Todas las proposiciones hechas por los amigos de Job tendían a persuadirlo de que era un
hombre rechazado por Dios y que era un error creer que Dios le sería propicio.
Tales luchas espirituales son mucho más difíciles de sobrellevar que todos los
males y adversidades que podemos sufrir siendo perseguidos. De todos modos,
Dios suelta los frenos que atan a Satanás para que pueda llevar consigo a sus
siervos los que nos asaltan de tal modo como, según veremos, tuvo que
soportarlo Job.
Suficiente
con este punto. Sin embargo, hemos de notar que a lo largo de toda la disputa
Job defiende un buen caso, en tanto sus adversarios defienden un caso pobre.
Pero es más, Job, teniendo un buen caso hace una defensa pobre, mientras que
los otros, teniendo un caso pobre hacen una defensa pobre, mientras que los
otros, teniendo un caso pobre hacen una buena defensa. Cuando hayamos entendido
esto, nos será como una llave para abrirnos todo el libro ¿Cómo es que Job
presenta un buen caso? Él sabe que Dios no siempre aflige a los hombres
conforme a la medida de sus pecados, sino que tiene sus juicios ocultos, de los
cuales no nos rinde cuentas; Job sabe que nosotros tenemos que esperar hasta
que él nos revele la razón de hacer esto o aquello.
De modo que
Job estaba totalmente convencido que Dios no siempre aflige a los hombres
conforme a la medida de sus pecados; de esa manera tenía un testimonio en sí
mismo de no ser un hombre rechazado por Dios como ellos querían hacerle creer. Éste
es un caso auténtico y bueno, aunque su presentación es pobre; porque ahora Job
se sale de las casillas y hace proposiciones exageradas, demostrando de
diferente manera que en muchos sentidos está desesperado. Job está tan
acalorado que aparentemente quisiera oponerse a Dios. En consecuencia, tenemos
aquí un buen caso mal presentado.
En
contraste, los que defienden el caso pobre, afirmando que Dios siempre castiga
a los hombres según la medida de sus pecados, dicen cosas hermosas y santas.
Nada hay en sus proposiciones que no debamos recibir como pronunciadas por el
Espíritu Santo; porque son la pura verdad, constituyen los fundamentos de la
religión, discuten la providencia de Dios, su justicia y el pecado de los
hombres. Es decir que tenemos aquí una doctrina que hemos de recibir sin
contradicciones aunque el resultado buscado por esta gente, de llevar a Job a
la desesperación y destruirlo, es completamente malo.
En todo esto
vemos que, teniendo un buen fundamento, debemos considerar cómo sobreedificar
en él, de modo que todo armonice, tal como lo declara San Pablo (I Cor 3.10) al
afirmar que edificó desde que fundó la iglesia sobre la pura doctrina de
Cristo; para que haya tal conformidad que aquellos que vengan después de él no
usen como fundamento ni paja ni hojarasca, ni material inservible, sino que
haya un buen fundamento, firme y sólido.
De modo que,
a lo largo de toda nuestra vida debemos considerar si estamos fundamentados en una
razón buena y justa, cada uno debe estar alerta para no ser desviado ni en una
dirección ni en otra; porque nada más fácil que pervertir una causa buena y
justa, conforme a nuestra naturaleza viciosa, la cual experimentamos pedacito
por pedacito. Dios nos habrá mostrado su gracia dándonos un buen caso, pero de
igual modo seremos aguijoneados por nuestro enemigo para que no podamos
controlarnos ni seguir sencillamente lo que Dios nos ordena sin añadir a ello
de todas las formas posibles. Viendo entonces, que tan fácilmente se nos
descarría, hemos de orar tanto más a Dios que cuando nos haya dado un buen caso
nos guíe con toda simpleza por su Espíritu Santo para que no pasemos los
límites que él nos ha trazado en su palabra.
Por otra parte, se nos amonesta a no aplicar la verdad de Dios a un mal uso; sería profanarla; como estos individuos que, si bien hablan palabras santas (como y lo hemos declarado, y como aún veremos en forma más completa), son sacrílegos; corrompen la verdad de Dios abusando de ella con falsedad, aplicando a un propósito malo lo que en sí es bueno y justo. De modo que, cuando Dios nos haya hecho conocer su palabra aprendamos a recibirla con tal reverencia, que nunca la usemos para empañar lo bueno, ni hacer atractivo lo que es malo. Como muchas veces ocurre con los más inteligentes y los más sabios, que se dan rienda suelta abusando del conocimiento que Dios les ha dado, haciendo fraudes y malicias, trastornándolo todo, de modo que sólo se enredan a sí mismos. Viendo que el mundo es adicto a tales vicios, debemos orar tanto más que Dios nos dé la gracia de aplicar su palabra al uso que él quiere, es decir, a un uso puro y simple. En resumen, esto es lo que debemos observar.
_____________________________________________________
JOB Y LA ESPIRITUALIDAD DE LA REFORMA PROTESTANTE (III)
David J.A. Clines
Job en la espiritualidad de Calvino
Calvino ha dejado
un legado de escritura
sobre Job mucho más considerable que el de Lutero, a saber, sus 159 sermones
sobre Job predicados en Ginebra en 1554-1555, que ahora se encuentran en su
francés original en el corpus de sus obras, una selección se ha traducido
alguna vez al inglés.
La diferencia en la personalidad,
y por tanto, en gran medida, en la espiritualidad de Lutero y Calvino está bien
ilustrada en un par de citas que Suzanne Selinger ha puesto de manera
esclarecedora una al lado de la otra. Lutero: ”Es viviendo, no, más bien,
muriendo y siendo condenado, que se hace un teólogo, no entendiendo, leyendo o
especulando”. Calvino: “Yo soy uno de los que escriben mientras aprenden y
aprenden mientras escriben” (IRC). […]
Para la espiritualidad de
Calvino, entonces, Job representa el reconocimiento de la incapacidad para
comprender lo divino. La crisis del Job de Calvino es una crisis
intelectual; vivencialmente, la crisis se conoce como una sensación de
confusión y como un compromiso de vivir en un estado de incertidumbre, con sólo
una esperanza, y no una seguridad, de que la incertidumbre algún día se
disipará. Saber que Dios tiene sus propósitos, aunque no han sido revelados,
puede evitar que la experiencia sea de completa anomia. Pero la experiencia en
sí es de la provisionalidad de la existencia humana y del reconocimiento de que
los humanos no tienen el control de su universo. La crisis del conocimiento es
un tema anunciado al principio de los Sermones: “[Job] sabe que Dios no siempre
aflige a los hombres según la medida de sus pecados, pero que tiene sus juicios
secretos, de los que no nos da cuenta, y, sin embargo, que debemos esperar
hasta que nos revele por qué hace esto o aquello” (Sobre Job 1.1).
El verdadero conocimiento de Dios
para Calvino no es simplemente una virtud intelectual; es de la esencia de la
piedad misma: “[Quienes] han sido dotados de esta piedad [verdadera] no se
atreven a formar a partir de su propia temeridad un Dios para sí mismos. Más
bien, buscan de Él el conocimiento del Dios verdadero y lo conciben tal como Él
se muestra y declara ser” (Primer Catecismo). Hay otro conflicto
en la persona de Job: es entre la “buena causa” y las "malas consecuencias”.
Job tiene esencialmente razón; no se merece lo que le está pasando:
He aquí una causa que es buena y verdadera, aunque se
maneja mal (deduite), porque Job aquí pierde los estribos (se iette
ici hors des gonds, lit. “aquí se lanza de sus goznes”) y emplea discursos
tan excesivos y terribles que se muestra en muchos lugares como un hombre
desesperado. Incluso se emociona tanto (s’eschauffe) que parece estar
deseando resistirse a Dios. Entonces esta es una buena causa que se maneja mal
(conduite) (Sobre Job 1.1).
Los amigos, por otro lado, están
equivocados sobre las razones del sufrimiento de Job y por eso tienen una “mala
causa”, a pesar de que hablan con frases bonitas y santas y “no hay nada en sus
discursos que no podamos recibir como si el Espíritu Santo lo hubiera dicho” (Ídem).
Job está en lo correcto, pero su experiencia de la justicia es de un estado de
ser inquietante y que induce ansiedad. Su experiencia es, por tanto, una
expresión reveladora de la espiritualidad personal de Calvino.
Además, Job representa la tensión
entre las convicciones piadosas y la debilidad humana. Para Calvino, el Antiguo
Testamento en general sirve como un espejo de la vida y la experiencia
cristianas, y Job en particular refleja “cómo los hombres (buenos) a menudo
actúan bajo pruebas severas. Él desea obedecer a Dios, pero sus emociones y
sufrimientos lo superan... Job, bajo la mano de Calvino, se convierte en un
espejo de nuestra propia debilidad”. Cuando maldice el día de su nacimiento,
Calvino escribe:
Aquí hay un conflicto, en el que por un lado se revela la
debilidad del hombre, y por el otro vemos que todavía tiene alguna fuerza para
resistir la tentación... Job ya no tiene la misma perfección completa que antes...
ha querido obedecer a Dios; pero sin embargo no ha logrado el bien que deseaba
(Sobre Job 3.1-10.
Sin embargo, Job también es para
Calvino, como para sus predecesores exegéticos en masa, la encarnación de la
piedad, y no simplemente el creyente bajo estrés. Por lo tanto, no es
sorprendente que encontremos en los Sermones algunas exhortaciones morales muy
convencionales extraídas del personaje de Job. Por ejemplo, en Job 1.2:
Vemos aquí las alabanzas que el Espíritu Santo da a Job,
no tanto por su causa como por nuestra instrucción, para que sepamos cómo hemos
de gobernar nuestra vida, es decir, para que andemos en franqueza (rondeur)
de corazón, para que no haya falsedad (fiction) en nosotros, sino que
nuestra vida dé testimonio de tal sencillez (Sobre Job 3.1-10).
O, sobre la riqueza de Job
reportada en 1.3:
Vemos el carácter de la virtud de Job en que las riquezas
no lo han cegado con orgullo, no lo han hecho demasiado apegado al mundo ni lo
han llevado a abandonar el servicio de Dios ... Por su ejemplo, los ricos de
este mundo son amonestados en su deber (sobre Job 1.2).
Del mismo modo, la ira por el
sufrimiento es mala: muestra falta de gratitud por las misericordias de Dios.
Orar por tus enemigos es bueno, como lo hizo Job en el cap. 42. Y así
sucesivamente.
Pero la virtud de Job que golpea
a uno con más fuerza en Calvino es su obediencia y aceptación de la voluntad
divina:
La historia aquí escrita nos muestra cómo estamos en
manos de Dios, y que a él le corresponde ordenar nuestra vida y disponer de
ella según su beneplácito, y que nuestro deber es someternos a él en todo.
humildad y obediencia; que es justo que seamos completamente suyos, ya sea para
vivir o para morir; y que, aun cuando le plazca levantar la mano contra
nosotros, aun cuando no entendamos por qué lo hace, no obstante, debemos
glorificarlo siempre, confesando que es justo y equitativo; y que no murmuremos
contra él, que no peleemos con él, sabiendo que siempre nos vencerán en
cualquier contienda con él (Sobre Job 1.1).
Nos guste o no, esta es la expresión, si no el resumen, de una espiritualidad comprensiva por parte de Calvino; es la espiritualidad de la obediencia, una obediencia insensata (“incluso cuando no entendamos”) y prudencial (“sabiendo que siempre seremos vencidos”). De ninguna manera hace justicia a la sutileza y la fuerza intelectual del pensamiento de Calvino, ni a su humanidad, y a muchos les parecerá nada más que un “calvinismo” desnudo de la clase menos agradable. Lo preocupante es que a esto se reduce el gran alcance de la Institución y el alcance de los Comentarios; cuando la pregunta se convierte en una cuestión de espiritualidad, ya no es: "¿En qué creeré?" sino: “¿Cómo viviré como creyente?”, el libro de Job parece, en manos de Calvino, no conducir a nada más inspirador que la recomendación a un quietismo que no duda ni lucha. […]
Conclusión
La misma multiplicidad de los argumentos de Calvino nos advierte
que algo anda mal. Necesita convencerse a sí mismo de que el texto no tiene las
implicaciones que parece. Es especialmente revelador que, a lo largo de los
Sermones, mientras Job ha estado sufriendo, ha sido "nosotros"; en el
momento en que vuelve a ser próspero, no es "nosotros". De su
restauración, Calvino dice con calma, Cela donc ne se verra tousiours,
"Pero eso no siempre sucederá" (Sobre Job 42.10). Hay algo un poco
falso aquí. Y la cuestión no es de ninguna manera marginal. Porque si Job en su
restauración no es la imagen y el modelo del santo, ¿por qué el sufrimiento y
maltratado Job es un espejo de la espiritualidad cristiana? Ver el Job del
conflicto como el modelo de la espiritualidad cristiana, pero no el Job del
éxito, es quizás poner la espiritualidad en un modo demasiado negativo, o
quizás incluso cuestionar la validez de toda la idea de Job como modelo.
Hay cabos sueltos en las lecturas
de Job de los reformadores, cabos sueltos tal vez que amenazan con hacerlos
tropezar de manera bastante desastrosa. Pero esa no es la suma y la sustancia
de su compromiso con la figura de Job, ni siquiera su resultado final.
Criaturas de su tiempo, y creando un Job a su propia imagen, los reformadores,
no obstante, honraron al Job bíblico presionándolo al servicio de su propia
espiritualidad distintiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario