sábado, 17 de octubre de 2020

Letra núm. 692, 18 de octubre de 2020

EL CARÁCTER DE JOB

Juan Calvino



P

ara sacar verdadero provecho al contenido de este libro, debemos conocer en primer lugar su designio. La historia que encontramos escrita aquí nos muestra de qué manera estamos en las manos de Dios, y que es cosa suya ordenar nuestras vidas y disponer de ellas conforme a su buena voluntad, y que es nuestro deber someternos a él con toda humildad y obediencia; es totalmente razonable que seamos completamente suyos, tanto para vivir como para morir; incluso, si él quisiera levantar su mano contra nosotros, aunque no percibiéramos su motivo, de todos modos habríamos de glorificarle siempre, reconociendo que él es justo y equitativo, absteniéndonos de murmurar contra él, a efectos de no discutir con él, sabiendo que si luchamos contra él seremos derrotados. En breve, esto es lo que hemos de recordar de esta historia, es decir: Dios tiene tal dominio sobre sus criaturas que está en su derecho de disponer de ellas según le plazca; y si muestra una severidad que al principio nos resulta extraña, aun así hemos de guardar silencio para no murmurar; hemos de reconocer, en cambio, que él es justo, esperando que nos declare el porqué de su castigo.

Entre tanto hemos de contemplar, como nos exhorta Santiago (5.11), la paciencia del hombre puesto aquí delante de nosotros. Porque cuando Dios nos muestra que debemos sufrir todas las miserias que él nos envía debemos reconocer que esa es nuestra obligación; no obstante ellos, alegamos que somos débiles y nos parece que debería servirnos como excusa. Por eso es bueno tener un ejemplo para mostrarnos que hay hombres débiles como nosotros, que sin embargo, resistieron la tentación, perseverando en la obediencia a Dios, aunque fueron afligidos hasta el límite. Aquí tenemos pues un excelente ejemplo de ello.

Además, no sólo hemos de considerar la paciencia de Job, sino también su resultado, como dice Santiago; porque si Job hubiera seguido confundido, aunque su virtud hubiese sido más que angelical, el final de la historia no habría sido muy feliz. Pero cuando vemos que no fue desilusionado en su esperanza, y que halló gracia en la medida en que fue humillado ante Dios; viendo ese final tenemos que llegar a la conclusión de que no hay nada mejor para nosotros que someternos a Dios y sufrir en paz todo lo que él nos mande hasta que en su buena voluntad nos libra.

Sin embargo, más allá de la historia hemos de considerar la doctrina encerrada en este libro; esto es, la doctrina de aquellos que se acercan con el pretexto de consolar a Job, pero que lo atormentan mucho más que su propia enfermedad; la doctrina encerrada en las respuestas con las cuales rechaza, las calumnias con las cuales aparentemente quieren aplastarlo. En primer lugar debemos notar, en cuanto a nuestras aflicciones, que si bien Dios las manda y proceden de él, no obstante, es el diablo quien las trae sobre nosotros, como también nos lo advierte San Pablo diciendo que luchamos contra poderes espirituales (Ef 6.2). Porque cuando el diablo enciende el fuego también le hace viento, es decir, también encuentra personas de su propiedad para aguijonearnos continuamente y prolongar y aumentar la enfermedad.

Vemos entonces, cómo Job, además de la enfermedad que soportó, fue atormentado por sus amigos, y por su esposa, y principalmente por aquellos que se acercaron para tentarlo espiritualmente. Ahora bien, lo llamo una tentación espiritual cuando no solamente somos azotados y afligidos en nuestros cuerpos, sino cuando el diablo obra de tal modo en nuestros pensamientos que Dios se nos convierte en enemigo mortal, al que ya no podemos tener acceso, convencidos de que nunca más tendrá misericordia de nosotros.

Todas las proposiciones hechas por los amigos de Job tendían a persuadirlo de que era un hombre rechazado por Dios y que era un error creer que Dios le sería propicio. Tales luchas espirituales son mucho más difíciles de sobrellevar que todos los males y adversidades que podemos sufrir siendo perseguidos. De todos modos, Dios suelta los frenos que atan a Satanás para que pueda llevar consigo a sus siervos los que nos asaltan de tal modo como, según veremos, tuvo que soportarlo Job.

Suficiente con este punto. Sin embargo, hemos de notar que a lo largo de toda la disputa Job defiende un buen caso, en tanto sus adversarios defienden un caso pobre. Pero es más, Job, teniendo un buen caso hace una defensa pobre, mientras que los otros, teniendo un caso pobre hacen una defensa pobre, mientras que los otros, teniendo un caso pobre hacen una buena defensa. Cuando hayamos entendido esto, nos será como una llave para abrirnos todo el libro ¿Cómo es que Job presenta un buen caso? Él sabe que Dios no siempre aflige a los hombres conforme a la medida de sus pecados, sino que tiene sus juicios ocultos, de los cuales no nos rinde cuentas; Job sabe que nosotros tenemos que esperar hasta que él nos revele la razón de hacer esto o aquello.

De modo que Job estaba totalmente convencido que Dios no siempre aflige a los hombres conforme a la medida de sus pecados; de esa manera tenía un testimonio en sí mismo de no ser un hombre rechazado por Dios como ellos querían hacerle creer. Éste es un caso auténtico y bueno, aunque su presentación es pobre; porque ahora Job se sale de las casillas y hace proposiciones exageradas, demostrando de diferente manera que en muchos sentidos está desesperado. Job está tan acalorado que aparentemente quisiera oponerse a Dios. En consecuencia, tenemos aquí un buen caso mal presentado.

En contraste, los que defienden el caso pobre, afirmando que Dios siempre castiga a los hombres según la medida de sus pecados, dicen cosas hermosas y santas. Nada hay en sus proposiciones que no debamos recibir como pronunciadas por el Espíritu Santo; porque son la pura verdad, constituyen los fundamentos de la religión, discuten la providencia de Dios, su justicia y el pecado de los hombres. Es decir que tenemos aquí una doctrina que hemos de recibir sin contradicciones aunque el resultado buscado por esta gente, de llevar a Job a la desesperación y destruirlo, es completamente malo.

En todo esto vemos que, teniendo un buen fundamento, debemos considerar cómo sobreedificar en él, de modo que todo armonice, tal como lo declara San Pablo (I Cor 3.10) al afirmar que edificó desde que fundó la iglesia sobre la pura doctrina de Cristo; para que haya tal conformidad que aquellos que vengan después de él no usen como fundamento ni paja ni hojarasca, ni material inservible, sino que haya un buen fundamento, firme y sólido.

De modo que, a lo largo de toda nuestra vida debemos considerar si estamos fundamentados en una razón buena y justa, cada uno debe estar alerta para no ser desviado ni en una dirección ni en otra; porque nada más fácil que pervertir una causa buena y justa, conforme a nuestra naturaleza viciosa, la cual experimentamos pedacito por pedacito. Dios nos habrá mostrado su gracia dándonos un buen caso, pero de igual modo seremos aguijoneados por nuestro enemigo para que no podamos controlarnos ni seguir sencillamente lo que Dios nos ordena sin añadir a ello de todas las formas posibles. Viendo entonces, que tan fácilmente se nos descarría, hemos de orar tanto más a Dios que cuando nos haya dado un buen caso nos guíe con toda simpleza por su Espíritu Santo para que no pasemos los límites que él nos ha trazado en su palabra.

Por otra parte, se nos amonesta a no aplicar la verdad de Dios a un mal uso; sería profanarla; como estos individuos que, si bien hablan palabras santas (como y lo hemos declarado, y como aún veremos en forma más completa), son sacrílegos; corrompen la verdad de Dios abusando de ella con falsedad, aplicando a un propósito malo lo que en sí es bueno y justo. De modo que, cuando Dios nos haya hecho conocer su palabra aprendamos a recibirla con tal reverencia, que nunca la usemos para empañar lo bueno, ni hacer atractivo lo que es malo. Como muchas veces ocurre con los más inteligentes y los más sabios, que se dan rienda suelta abusando del conocimiento que Dios les ha dado, haciendo fraudes y malicias, trastornándolo todo, de modo que sólo se enredan a sí mismos. Viendo que el mundo es adicto a tales vicios, debemos orar tanto más que Dios nos dé la gracia de aplicar su palabra al uso que él quiere, es decir, a un uso puro y simple. En resumen, esto es lo que debemos observar.

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JOB Y LA ESPIRITUALIDAD DE LA REFORMA PROTESTANTE (III)

David J.A. Clines

 


Job en la espiritualidad de Calvino

Calvino ha dejado un legado de escritura sobre Job mucho más considerable que el de Lutero, a saber, sus 159 sermones sobre Job predicados en Ginebra en 1554-1555, que ahora se encuentran en su francés original en el corpus de sus obras, una selección se ha traducido alguna vez al inglés.

La diferencia en la personalidad, y por tanto, en gran medida, en la espiritualidad de Lutero y Calvino está bien ilustrada en un par de citas que Suzanne Selinger ha puesto de manera esclarecedora una al lado de la otra. Lutero: ”Es viviendo, no, más bien, muriendo y siendo condenado, que se hace un teólogo, no entendiendo, leyendo o especulando”. Calvino: “Yo soy uno de los que escriben mientras aprenden y aprenden mientras escriben” (IRC). […]

Para la espiritualidad de Calvino, entonces, Job representa el reconocimiento de la incapacidad para comprender lo divino. La crisis del Job de Calvino es una crisis intelectual; vivencialmente, la crisis se conoce como una sensación de confusión y como un compromiso de vivir en un estado de incertidumbre, con sólo una esperanza, y no una seguridad, de que la incertidumbre algún día se disipará. Saber que Dios tiene sus propósitos, aunque no han sido revelados, puede evitar que la experiencia sea de completa anomia. Pero la experiencia en sí es de la provisionalidad de la existencia humana y del reconocimiento de que los humanos no tienen el control de su universo. La crisis del conocimiento es un tema anunciado al principio de los Sermones: “[Job] sabe que Dios no siempre aflige a los hombres según la medida de sus pecados, pero que tiene sus juicios secretos, de los que no nos da cuenta, y, sin embargo, que debemos esperar hasta que nos revele por qué hace esto o aquello” (Sobre Job 1.1).

El verdadero conocimiento de Dios para Calvino no es simplemente una virtud intelectual; es de la esencia de la piedad misma: “[Quienes] han sido dotados de esta piedad [verdadera] no se atreven a formar a partir de su propia temeridad un Dios para sí mismos. Más bien, buscan de Él el conocimiento del Dios verdadero y lo conciben tal como Él se muestra y declara ser” (Primer Catecismo). Hay otro conflicto en la persona de Job: es entre la “buena causa” y las "malas consecuencias”. Job tiene esencialmente razón; no se merece lo que le está pasando:

 

He aquí una causa que es buena y verdadera, aunque se maneja mal (deduite), porque Job aquí pierde los estribos (se iette ici hors des gonds, lit. “aquí se lanza de sus goznes”) y emplea discursos tan excesivos y terribles que se muestra en muchos lugares como un hombre desesperado. Incluso se emociona tanto (s’eschauffe) que parece estar deseando resistirse a Dios. Entonces esta es una buena causa que se maneja mal (conduite) (Sobre Job 1.1).

 

Los amigos, por otro lado, están equivocados sobre las razones del sufrimiento de Job y por eso tienen una “mala causa”, a pesar de que hablan con frases bonitas y santas y “no hay nada en sus discursos que no podamos recibir como si el Espíritu Santo lo hubiera dicho” (Ídem). Job está en lo correcto, pero su experiencia de la justicia es de un estado de ser inquietante y que induce ansiedad. Su experiencia es, por tanto, una expresión reveladora de la espiritualidad personal de Calvino.

Además, Job representa la tensión entre las convicciones piadosas y la debilidad humana. Para Calvino, el Antiguo Testamento en general sirve como un espejo de la vida y la experiencia cristianas, y Job en particular refleja “cómo los hombres (buenos) a menudo actúan bajo pruebas severas. Él desea obedecer a Dios, pero sus emociones y sufrimientos lo superan... Job, bajo la mano de Calvino, se convierte en un espejo de nuestra propia debilidad”. Cuando maldice el día de su nacimiento, Calvino escribe:

 

Aquí hay un conflicto, en el que por un lado se revela la debilidad del hombre, y por el otro vemos que todavía tiene alguna fuerza para resistir la tentación... Job ya no tiene la misma perfección completa que antes... ha querido obedecer a Dios; pero sin embargo no ha logrado el bien que deseaba (Sobre Job 3.1-10.

 

Sin embargo, Job también es para Calvino, como para sus predecesores exegéticos en masa, la encarnación de la piedad, y no simplemente el creyente bajo estrés. Por lo tanto, no es sorprendente que encontremos en los Sermones algunas exhortaciones morales muy convencionales extraídas del personaje de Job. Por ejemplo, en Job 1.2:

 

Vemos aquí las alabanzas que el Espíritu Santo da a Job, no tanto por su causa como por nuestra instrucción, para que sepamos cómo hemos de gobernar nuestra vida, es decir, para que andemos en franqueza (rondeur) de corazón, para que no haya falsedad (fiction) en nosotros, sino que nuestra vida dé testimonio de tal sencillez (Sobre Job 3.1-10).

 

O, sobre la riqueza de Job reportada en 1.3:

 

Vemos el carácter de la virtud de Job en que las riquezas no lo han cegado con orgullo, no lo han hecho demasiado apegado al mundo ni lo han llevado a abandonar el servicio de Dios ... Por su ejemplo, los ricos de este mundo son amonestados en su deber (sobre Job 1.2).

 

Del mismo modo, la ira por el sufrimiento es mala: muestra falta de gratitud por las misericordias de Dios. Orar por tus enemigos es bueno, como lo hizo Job en el cap. 42. Y así sucesivamente.

Pero la virtud de Job que golpea a uno con más fuerza en Calvino es su obediencia y aceptación de la voluntad divina:

 

La historia aquí escrita nos muestra cómo estamos en manos de Dios, y que a él le corresponde ordenar nuestra vida y disponer de ella según su beneplácito, y que nuestro deber es someternos a él en todo. humildad y obediencia; que es justo que seamos completamente suyos, ya sea para vivir o para morir; y que, aun cuando le plazca levantar la mano contra nosotros, aun cuando no entendamos por qué lo hace, no obstante, debemos glorificarlo siempre, confesando que es justo y equitativo; y que no murmuremos contra él, que no peleemos con él, sabiendo que siempre nos vencerán en cualquier contienda con él (Sobre Job 1.1).

Nos guste o no, esta es la expresión, si no el resumen, de una espiritualidad comprensiva por parte de Calvino; es la espiritualidad de la obediencia, una obediencia insensata (“incluso cuando no entendamos”) y prudencial (“sabiendo que siempre seremos vencidos”). De ninguna manera hace justicia a la sutileza y la fuerza intelectual del pensamiento de Calvino, ni a su humanidad, y a muchos les parecerá nada más que un “calvinismo” desnudo de la clase menos agradable. Lo preocupante es que a esto se reduce el gran alcance de la Institución y el alcance de los Comentarios; cuando la pregunta se convierte en una cuestión de espiritualidad, ya no es: "¿En qué creeré?" sino: “¿Cómo viviré como creyente?”, el libro de Job parece, en manos de Calvino, no conducir a nada más inspirador que la recomendación a un quietismo que no duda ni lucha. […]

 

Conclusión

La misma multiplicidad de los argumentos de Calvino nos advierte que algo anda mal. Necesita convencerse a sí mismo de que el texto no tiene las implicaciones que parece. Es especialmente revelador que, a lo largo de los Sermones, mientras Job ha estado sufriendo, ha sido "nosotros"; en el momento en que vuelve a ser próspero, no es "nosotros". De su restauración, Calvino dice con calma, Cela donc ne se verra tousiours, "Pero eso no siempre sucederá" (Sobre Job 42.10). Hay algo un poco falso aquí. Y la cuestión no es de ninguna manera marginal. Porque si Job en su restauración no es la imagen y el modelo del santo, ¿por qué el sufrimiento y maltratado Job es un espejo de la espiritualidad cristiana? Ver el Job del conflicto como el modelo de la espiritualidad cristiana, pero no el Job del éxito, es quizás poner la espiritualidad en un modo demasiado negativo, o quizás incluso cuestionar la validez de toda la idea de Job como modelo.

Hay cabos sueltos en las lecturas de Job de los reformadores, cabos sueltos tal vez que amenazan con hacerlos tropezar de manera bastante desastrosa. Pero esa no es la suma y la sustancia de su compromiso con la figura de Job, ni siquiera su resultado final. Criaturas de su tiempo, y creando un Job a su propia imagen, los reformadores, no obstante, honraron al Job bíblico presionándolo al servicio de su propia espiritualidad distintiva.

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