sábado, 17 de octubre de 2020

Reprobación y elección: Calvino explica las desventuras de Job, L. Cervantes-O.


18 de octubre de 2020

¡Ojalá me llevaras al sepulcro

y que allí me ocultaras

mientras pasa tu cólera,

y una tregua me dieras

para acordarte de mí luego!

Job 14.13, versión de Francisco Serrano

 

A diferencia de Lutero, que se ocupó sólo de manera fragmentaria del libro de Job y su contenido, Juan Calvino le dedicó cerca de 160 sermones predicados entre 1554 y 1555, lo que constituye un auténtico océano dentro de su producción interpretativa y homilética. El impacto de ese libro en su espiritualidad, desplegado en tan abundante cantidad de reflexiones, muestra cómo afrontó el análisis religioso, espiritual y teológico de su complejo entramado. Para él, básicamente “Job representó el reconocimiento de la incapacidad para comprender lo divino”.[1] En el sermón sobre Job 1, afirma, como parte de una introducción a las dificultades de su historia:

Para sacar verdadero provecho al contenido de este libro, debemos conocer en primer lugar su designio. La historia que encontramos escrita aquí nos muestra de qué manera estamos en las manos de Dios, y que es cosa suya ordenar nuestras vidas y disponer de ellas conforme a su buena voluntad, y que es nuestro deber someternos a él con toda humildad y obediencia; es totalmente razonable que seamos completamente suyos, tanto para vivir como para morir; incluso, si él quisiera levantar su mano contra nosotros, aunque no percibiéramos su motivo, de todos modos habríamos de glorificarle siempre, reconociendo que él es justo y equitativo, absteniéndonos de murmurar contra él, a efectos de no discutir con él, sabiendo que si luchamos contra él seremos derrotados.[2]

Y agrega: “…esto es lo que hemos de recordar de esta historia, es decir: Dios tiene tal dominio sobre sus criaturas que está en su derecho de disponer de ellas según le plazca; y si muestra una severidad que al principio nos resulta extraña, aun así, hemos de guardar silencio para no murmurar; hemos de reconocer, en cambio, que él es justo, esperando que nos declare el porqué de su castigo”.[3] Como se puede apreciar, la perspectiva del reformador puede sonar muy dogmática, pero eso se atenúa al observar la forma tan minuciosa con que se ocupó del personaje y de sus implicaciones para la fe cristiana de su tiempo. Porque, tal y como ha observado Harold Bloom, Calvino es uno de los comentaristas más convincentes. Observa: “Maimónides negaba la sabiduría de Job, su paciencia sin límites ante la faz de la calamidad. No obstante, ¿quién puede ser sabio en un poema en el que Dios sólo conoce la sabiduría de la fuerza? Los Consoladores de Job gozan de la sabiduría de Dios, pero en la práctica son más satánicos que el acusador. Su apologista es Calvino, que refuerza sus argumentos con una especie de demencial elocuencia”.[4] Y para demostrarlo, cita su segundo sermón:

Pues la mejor prueba que podía dar Job de su paciencia era decidir permanecer completamente desnudo, en la medida en que eso era lo que complacía a Dios. Seguramente los hombres resisten en vano; puede que tengan que apretar los dientes, pero sin duda regresan totalmente desnudos a la fosa. Incluso los paganos han dicho que sólo la muerte muestra la pequeñez del hombre. ¿Por qué? Porque poseemos un abismo de codicia, y nos gustaría engullir toda la tierra; si un hombre posee muchas riquezas, viñas, prados y posesiones, no es bastante; Dios tendría que crear nuevos mundos si pretendiera satisfacernos.[5]

El método calviniano para abordar la problemática planteada por este libro bíblico es sencillo, aun cuando requiere que se abandonen las fórmulas fáciles para tratar el dilema del sufrimiento de un inocente. En el primer sermón lo explica suficientemente:

…hemos de notar que a lo largo de toda la disputa Job defiende un buen caso, en tanto sus adversarios defienden un caso pobre. Pero es más, Job, teniendo un buen caso hace una defensa pobre, mientras que los otros, teniendo un caso pobre hacen una defensa pobre, mientras que los otros, teniendo un caso pobre hacen una buena defensa. Cuando hayamos entendido esto, nos será como una llave para abrirnos todo el libro ¿Cómo es que Job presenta un buen caso? Él sabe que Dios no siempre aflige a los hombres conforme a la medida de sus pecados, sino que tiene sus juicios ocultos, de los cuales no nos rinde cuentas; Job sabe que nosotros tenemos que esperar hasta que él nos revele la razón de hacer esto o aquello.[6]

Esto quiere decir que, aunque no lo parezca, Calvino simpatiza con Job y con su causa, pero sobre todo con la manera en que la defendió delante de todos/as (esposa, amigos, Job, la posteridad…). Lo que le permitió detenerse en cada momento expuesto en el libro con singular agudeza y profundidad. Así, se permite criticarlo y, al mismo tiempo, reconocer cómo intentó no oponerse al designio divino sino más bien explicarlo desde su condición sufriente: “Éste es un caso auténtico y bueno, aunque su presentación es pobre; porque ahora Job se sale de las casillas y hace proposiciones exageradas, demostrando de diferente manera que en muchos sentidos está desesperado. Job está tan acalorado que aparentemente quisiera oponerse a Dios. En consecuencia, tenemos aquí un buen caso mal presentado”.[7] Sirve de mucho observar los títulos de los sermones y las porciones específicas de las cuales se ocupa para apreciar en todo su valor la destreza interpretativa del reformador francés. David J.A. Clines sondea en esas honduras y explica:

Job representa la tensión entre las convicciones piadosas y la debilidad humana. Para Calvino, el Antiguo Testamento en general sirve como un espejo de la vida y la experiencia cristianas, y Job en particular refleja “cómo los hombres [buenos] a menudo actúan bajo pruebas severas. Él desea obedecer a Dios, pero sus emociones y sufrimientos lo superan... Job, bajo la mano de Calvino, se convierte en un espejo de nuestra propia debilidad”. Cuando maldice el día de su nacimiento, Calvino escribe: “Aquí hay un conflicto, en el que por un lado se revela la debilidad del hombre, y por el otro vemos que todavía tiene alguna fuerza para resistir la tentación... Job ya no tiene la misma perfección completa que antes... ha querido obedecer a Dios; pero sin embargo no ha logrado el bien que deseaba” [Sobre Job 3.1-10].[8]

En el sermón sobre el cap. 14, de título estremecedor (“Si Dios fuera nuestro adversario”), se concentra en los vv. 13-16 y encuentra que lo más sobrecogedor del instante descrito ni siquiera es el sufrimiento o la enfermedad sino el hecho mismo de experimentar a Dios o intuirlo “como adversario”:

…cada vez que oímos que quienes fueron afligidos por la mano de Dios desearon la muerte y desearon ser ocultados en el sepulcro, sepamos que esto es lo que debemos tener por sobre todas las cosas, es decir, que Dios se declare en nuestro adversario. Cuando estemos persuadidos de que este es el mayor peligro que le puede ocurrir al hombre, trataremos por todos los medios de volver a él. Cuando nuestros pecados nos vengan a la memoria, diremos, “Ay ¡qué situación es la nuestra! Porque si Dios se declara enemigo nuestro ¿qué nos queda por hacer? ¿Cuál será nuestra condición?”. Entonces, estemos prevenidos, notemos cuan solícitos debemos ser en buscar a Dios para obtener su gracia, de manera de no descansar hasta que esté reconciliado con nosotros. Ya ven ustedes a qué uso debemos aplicar esta doctrina.[9]


El remate de las palabras de Job toma un horizonte alentador (vv. 14b-15) y Calvino lo reconoce sin mezquindad: “Job quiere mostrar cuál es el cambio que ha estado esperando. Es que Dios tenga gracia de la obra de sus propias manos. Es cierto que algunos exponen este pasaje como que Dios aplastaría la obra de sus manos. Es una interpretación forzada. Entonces, solamente quiere indicar que soportará en quietud la demora de Dios hasta que, efectivamente, muestre que lo aceptará como criatura suya. Y es por eso que dice aquí: ‘Te responderé cuando me llames’. Porque Job afirma que ya no huirá de Dios, ni retrocederá cuando él le llame, sino que estará dispuesto a venir, en efecto, con su disposición pronta. ¿Y por qué? Porque sabe que Dios se revelará con piedad hacia él”.[10]



[1] David J.A. Clines, “Job and the spirituality of Reformation”, en W. Peter Stephens, ed., The Bible, the Reformation and the Church. Essays in honour of James Atkinson. Sheffield Academic Press, 1995, p. 66. Versión: LC-O.

[2] J. Calvino, Sermones sobre el libro de Job. Trad. de Guillermo Krätzig. Jenison, TELL, 1988, p. 27.

[3] Ídem.

[4] H. Bloom, ¿Dónde se encuentra la sabiduría? México, Taurus, 2005 (Pensamiento), p. 20.

[5] Ídem.

[6] J. Calvino, op. cit., p. 28. Énfasis agregado.

[7] Ídem.

[8] D.J.A. Clines, op. cit., pp. 67-68.

[9] J. Calvino, op. cit., pp. 78-79.

[10] Ibid., pp. 87-88.

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