1. Jesucristo, hombre libre
La verdad es que esta fórmula no aparece nunca en el Nuevo estamento. Y quizás haya más todavía: el himno de la carta a los Filipenses (2,5-11) culmina todo el camino de Jesús con la gran profesión de fe de la Iglesia: «Jesús, el Mesías, es Señor». El hombre Jesús, el hombre como tal, ha llegado a la plena soberanía; a él, que había aceptado antes (no por obligación, sino voluntariamente) ser semejante a un esclavo, asumir los rasgos propios del esclavo, Dios, su Padre, le otorgó por gracia la plenitud de una libertad que nada tiene que ver con nuestras pequeñas contraposiciones terrenas: dueño-esclavo. El es el Soberano; El es el Señor. Esta es la herencia que recibió, la herencia de la que quiere hacernos partícipes. Confesar a Jesús como Señor no es anonadarse ante El; es reconocer, es proclamar que nosotros participaremos de su Soberanía de Hijo.
La verdad es que esta fórmula no aparece nunca en el Nuevo estamento. Y quizás haya más todavía: el himno de la carta a los Filipenses (2,5-11) culmina todo el camino de Jesús con la gran profesión de fe de la Iglesia: «Jesús, el Mesías, es Señor». El hombre Jesús, el hombre como tal, ha llegado a la plena soberanía; a él, que había aceptado antes (no por obligación, sino voluntariamente) ser semejante a un esclavo, asumir los rasgos propios del esclavo, Dios, su Padre, le otorgó por gracia la plenitud de una libertad que nada tiene que ver con nuestras pequeñas contraposiciones terrenas: dueño-esclavo. El es el Soberano; El es el Señor. Esta es la herencia que recibió, la herencia de la que quiere hacernos partícipes. Confesar a Jesús como Señor no es anonadarse ante El; es reconocer, es proclamar que nosotros participaremos de su Soberanía de Hijo.
Atención: En lenguaje cristiano y en lenguaje bíblico, por tanto, enriquecido por todo el pasado del Antiguo Testamento, la libertad, la afirmación de que un hombre es libre, adquiere todo su sentido por su relación con el acontecimiento fundante del Pueblo. La primera figura de la liberación, la que esboza sus rasgos esenciales, es la liberación de Egipto. En la Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación se hace una advertencia muy atinada: cuando leamos el Éxodo, podremos poner el acento, efectivamente, en la terminación de la servidumbre, de la opresión y de aquellos duros y forzosos trabajos a que estaba sometido Israel en tierra extraña. No se puede prescindir de esta dimensíón. Liberación es, en primer lugar, ser «liberado de». Pero los relatos del Éxodo, dentro de su misma diversidad, coinciden en un punto: la liberación no es sólo la salida de Egipto; es también la llegada de una partida de tribus, sin duda muy diversas, al pie del Monte: acuden allí a la llamada del Señor, a la convocatoria del Señor, que de aquel montón de fugitivos hace su Pueblo, un Pueblo libre. Y libre por su adhesión al Dios que le salva, por su adhesión al Dios que le convoca.
Así pues, toda liberación deberá considerarse siempre como ruptura y como apertura a la vez. Será siempre el fin de un régimen que acabaría conduciendo a la muerte. Y será también el nacimiento de una comunidad nueva, que en la adhesión al Dios único, al Dios vivo, encuentra la vida y la esperanza. En este sentido hablamos de Jesús como del hombre libre, en el sentido negativo y en el sentido positivo.
Volved a leer el testimonio, recogido en el Nuevo Testamento, de quienes convivieron con Él, de los que fueron sus compañeros de camino y llegaron a ser sus testigos y que, antes de convertirse en sus predicadores, fueron sus oyentes. ¿Qué nos dicen? Por una parte, hacen gran hincapié en el aspecto de la ruptura que yo llamaba antes negativo: es decir, que en Jesús no encontramos indicio alguno de esos apegos que la «carne y el mundo» originan en nosotros con demasiada frecuencia. La «carne» es ese campo de los impulsos interiores que pueden encadenarnos. Es curioso que los tres evangelistas sinópticos abran el relato de la vida pública de Jesús con la escena de la tentación o, más bien, de las tentaciones en el desierto.
1.1. Libre frente al tener: Mt 4.1-11
La primera tentación es moneda corriente. El hombre es un ser con naturaleza; por lo tanto, con necesidades. No puede vivir sin alimento, sin techo, sin vestidos, sin tiempo disponible, sin cultura. La lista va en aumento. Tanto crece que nunca tendremos bastante; y para satisfacer estas necesidades enormemente elásticas, no podremos por menos que desear cada vez más riquezas. La mayoría de los hombres están encadenados. Mammon, lo llama el Evangelio. Sí, nunca tenemos demasiado, pues siempre miramos sólo a los que son más que nosotros, a los que tienen más que nosotros; porque, en este mundo en que vivimos, la carrera del tener se ha convertido en el motor ordinario para poner en movimiento a las multitudes. Todos desearían prosperar mucho, pero en esa dinámica y en nuestras estructuras mundanas presentes se introduce una ruptura irreparable entre la extrema opulencia, por un lado, y la extrema miseria, por otro; entre la excesiva riqueza y la indigencia. Jesús hizo otra opción diferente. Venció en Sí mismo toda preocupación por poseer. No tuvo «dónde reclinar la cabeza».
1.2. Libre frente al valer
La segunda tentación no es menos clásica, menos corriente. Es verdad que la invitación a lanzarse sin paracaídas al vacío, desde lo alto del alero del templo, parece muy circunstancial. Sin embargo, lleva en sí la dimensión de un desafío: realizar un hecho milagroso... Porque todavía seguimos pensando que los milagros son hechos que escapan a las leyes de la naturaleza. Aquél habría violado la ley de la gravitación universal. Pero el gesto habría tenido la ventaja de concitar sobre Jesús las miradas y la admiración de todo el mundo. Con aquel gesto habría ganado Jesús prestigio y fácil renombre. Esta búsqueda de la consideración, de la admiración, esta voluntad de hacerse valer es, verdaderamente, uno de los impulsos fundamentales que explican la conducta de la mayor parte de los hombres. Jesús no claudica ante esta fascinación. Frente al deseo que nos lleva a nosotros a hacernos valer, a seducir a los demás, a despertar en nuestro provecho los deseos ajenos, Jesús es libre.
1.3. Libre frente al poder
Libre también ante la tercera tentación: el ansia de poder. Querrán hacerle rey. El se negará a semejante pretensión. En su pasión será únicamente un rey de mofa, a costa de una entronización bufonesca. La libertad con que vive le hace ser soberano, pero esa soberanía jamás se trocará en voluntad de dominación sobre otros hombres. Jesús sólo será terrible para los demonios. Después de haberlos expulsado, en la otra orilla del lago, se verá rechazado por los habitantes de aquel lugar. Aceptará su rechazo, sin intentar imponérseles en modo alguno.Tener, valer, poder... De estos tres impulsos, que son siempre una amenaza para la frágil libertad de los hombres, no hallamos en Jesús ningún rastro en los testimonios evangélicos. Incluso El mismo se atreverá a decir: «¡A ver, uno que pruebe que estoy en falta!». Está limpio de pecado. Su extremada indulgencia para con los pecadores es la de un hombre libre de todo compromiso; pero libre también de despreciar o menospreciar a nadie.
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LAS RELIGIONES PERDERÁN A LA MUJER POR ELPATRIARCADO
Juan G.. Bedoya
Prensa Ecuménica, 30 de junio de 2011
"Si Dios es hombre, entonces el hombre es Dios y la mujer le debe sumisión y obediencia". Esta idea de la filósofa estadounidense Mary Daly le sirvió a la teóloga Margarita Pintos para lamentar la imagen patriarcal de Dios y sus consecuencias para las mujeres en prácticamente todas las religiones.
Fue el tema de una jornada de debates en el Centro Cultural Nicolás Salmerón con el título “La mujer en las religiones”. La organizó la Asociación para el Diálogo Interreligioso de la Comunidad de Madrid (ADIM), que preside Pintos. "Las religiones nunca se han llevado bien con las mujeres, que son las grandes olvidadas y perdedoras", fue una de las conclusiones.San Agustín afirmó que la inferioridad de la mujer pertenece al orden natural; Tomás de Aquino la define como un "varón imperfecto"; Lutero habla de las mujeres como inferiores de mente y cuerpo por haber caído en la tentación, y el actual arzobispo de Granada ha argumentado que "el hombre está hecho para el altar y las mujeres para parir". Pese a todo, "las mujeres son las más fieles seguidoras de las religiones, las mejores transmisoras de las creencias y las que muchas veces reproducen el mismo patriarcado que las somete", concluyó la teóloga Pintos.
Estas citas, en boca de algunas ponentes, dibujaron una situación, aún inamovible, en la que solo los varones pueden ser sacerdotes en la Iglesia católica, imanes en el islam y rabinos en el judaísmo ortodoxo. Pero ni los textos sagrados ni algunas tradiciones justifican esa marginación, como demostraron Cristina Segura Graiño, catedrática de Historia Medieval en la Universidad Complutense, y las representantes de las confesiones bahái (María Jesús Rodríguez de la Fuente), budismo soka gakkai (Inés Vázquez) y de Brahma Kumaris (Marta Matarín), entre otras ponentes.
El teólogo Juan José Tamayo, que abrió la jornada, dibujó un panorama desolador sobre la relación mujer y religión, pero se mostró optimista porque, dijo, "ha surgido una nueva forma de pensar y de reformular las creencias y las prácticas religiosas". Se refería a la teología feminista. Según el director de la cátedra de Religiones de la Universidad Carlos III, en la teología feminista las religiones podrían encontrar una salida a una crisis que no cesa. "En el siglo XX las religiones perdieron a la clase obrera porque se colocaron del lado de los patrones y condenaron las revoluciones que luchaban por una sociedad más justa; en el siglo XX perdieron a los jóvenes y a los intelectuales por posiciones filosóficas y culturales integristas y antimodernas. Si continúan por la senda patriarcal, en este siglo XXI perderán a las mujeres", sentenció.
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CONFERENCIA INSTA A LAS IGLESIAS A UTILIZAR LA EDUCACIÓN PARA COMBATIR EL RACISMO
Al término de una conferencia que tuvo lugar la semana pasada en Managua, Nicaragua, dirigentes de iglesia de América y el Caribe hicieron un llamamiento a las iglesias de todo el mundo para que incluyan las cuestiones relacionadas con el racismo en la educación. Organizada por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), la conferencia -la primera en reunir a dirigentes de iglesia de las comunidades afrodescendientes de América y el Caribe- se centró en la violencia del racismo contra las personas de ascendencia africana en la región.
En la declaración final, se alienta a las iglesias, que dirigen instituciones educativas, tales como universidades, facultades, colegios y escuelas dominicales, en todo el continente a revisar sus programas de estudios con objeto de incluir la educación sobre el racismo y la discriminación racial, un hecho tan común en América Latina.
"Parte del papel profético que las iglesias desempeñan consiste en denunciar todas las formas de injusticia, y en América Latina el racismo es una enorme injusticia a la que en gran parte no se presta atención", dijo el Dr. Jorge Ramírez Reyna, un participante peruano de la conferencia. "En América Latina y el Caribe, según la CEPAL [la Comisión Económica para América Latina y el Caribe] unos 150 millones de afro-descendientes viven en situaciones de exclusión, marginación y pobreza".
"Sabemos que en toda América Latina se practica la discriminación por el color de la piel", afirmó Ramírez. "La personas negras tienen mayores probabilidades de ser víctimas de la violencia y de ser pobres, y menos posibilidades de alcanzar puestos de responsabilidad o poder. La educación puede ayudar a resolver este problema".
Los participantes, en la declaración de la conferencia, instan a las iglesias relacionadas con el CMI y el CLAI a utilizar los recursos e infraestructuras de que disponen para educar a la gente. (CMI)
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