JESÚS, APROXIMACIÓN HISTÓRICA, DE J.A. PAGOLA
José Antonio Sayés
Decía J. A. Pagola en una entrevista concedida al Diario Vasco (16-10-07) que a él le interesa Jesús porque es el hombre compasivo, que se acerca a los últimos, que busca la dignidad de la mujer. “Los rasgos más importantes de su perfil retratan a un hombre compasivo, un defensor de los últimos, que se interesó sobre todo por la salud de la gente (algunos dicen que fue un terapeuta religioso), y que frente a una visión legalista introduce la compasión como criterio de actuación”.
Esta es la búsqueda que hace Pagola de Jesús. A la verdad, que se trata de una obra ambiciosa, que conoce a la perfección el ambiente cultural, económico y religioso de la época de Jesús. No se puede negar que el autor en este sentido posee una enrome erudición. Su lenguaje es directo y sugerente. Su método le lleva a rehacer la experiencia de aquel mundo en el que vivía Jesús y a comunicarnos la experiencia misma que Jesús vivió. Jesús era un profeta itinerante que atrae por la fuerza de su persona y la originalidad de su mensaje. Y así trata de recuperar a Jesús en su atractivo personal. Dice en la misma entrevista mencionada que “una predicación que subraye lo doctrinal de una manera fría y encierre a Jesús en una doctrina muy sublime pero muy abstracta, impide llegar hasta el Jesús concreto. Jesús puede ser muy divinizado, pero entonces se nos queda muy lejos”.
[…]
La llegada del Reino
Nadie discute hoy en día que Jesucristo predicó como argumento central la llegada del Reino de Dios. Lo hacía en el campo y en las sinagogas. «El Reino de Dios ha llegado, convertíos» (Mc 1, 15).
En el mundo judío se esperaba un Reino que tendría como fin el sometimiento de todos los pueblos a la voluntad de Yahvé (el reinado de Dios), y al mismo tiempo el triunfo de Israel. Pero aquí el Reino no aparece de forma espectacular. Jesús tiene conciencia de que ha llegado el acontecimiento preparado por Dios en la historia de Israel: «el tiempo se ha cumplido». Lo dijo en su pueblo comentando a Is 61, 1-2; un texto que hablaba de la llegada del Reino. Y anotó: «esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy» (Lc 4, 21). Pero Jesús tiene conciencia de que con él ha llegado el Reino. El Reino de Dios se identifica personalmente con el mismo Jesús. Hay una equivalencia constante entre entregarlo todo por Cristo o por causa del Reino, entre seguir a Cristo o aceptar el Reino (Lc 18, 29; Mt 19, 29; Mc 10, 29). Con su llegada, predicación y milagros ha llegado definitivamente el Reino: «decid a Juan: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son curados, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados» (Lc 7, 22-23; Mt 11, 5). Hay una idea en Orígenes que expresa esto con exactitud: Cristo es la autobasileia es decir, él mismo es el Reino en persona. Quien le acoge a él, quien se convierte a él, ha recibido el Reino.
Cristo en persona es la salvación. El Reino se manifiesta en su predicación y en sus milagros. E implica una nueva noción de Dios: Dios es Padre. Y esto entra en contraposición con la idea que tienen los fariseos que pensaban que la justicia (salvación-santidad) la lograban ellos con el cumplimiento exacto de la ley y excluían de la salvación a los que no la cumplían como ellos, a los pecadores, recaudadores de impuestos y prostitutas. Viene Cristo y en la parábola del hijo pródigo nos habla del Padre que goza perdonando y que escandaliza al hermano mayor que representa al fariseo. Dios ama a las personas independientemente de sus méritos, porque es un Dios que goza perdonando: «hay más alegría en el cielo por un pecador arrepentido que por noventa y nueve que no necesitan de arrepentimiento» (Lc 15, 7). Éste es el Padre de Cristo. Ahora bien, el castigo del infierno es para aquellos que desprecian el amor del Padre renunciando a la conversión y a la gracia que se les da (Mt 11, 20-29) porque los que se obstinan en no creer, los que se burlan de ese amor misericordioso de Dios, morirán en su pecado (Jn 8, 12.21-24). Se condenan aquellos que se cierran obstinadamente a la invitación misericordiosa de Dios (Jn 3, 16-21; 5, 24) y no quieren cambiar de vida.
Pero ha quedado rota la lógica del fariseo. El Padre ama independientemente de los méritos que uno tenga. También se salvan los recaudadores de impuestos (decían los fariseos que ni Dios mismo los podría salvar). Dios goza perdonando. En la parábola del fariseo y del publicano, el publicano no podía presentar méritos como el fariseo, pero pide perdón (Lc 18, 9-14) y por ello salió justificado del templo. Creo que habría que decir en consecuencia que el primer mandamiento es dejarse amar por Dios. Al Reino se entra por tanto por la conversión y la fe.
Y el Reino tiene dos dimensiones (como la gracia): por un lado nos hace hijos en Cristo y, por otro, nos libera del pecado, del sufrimiento y de la muerte. Y lógicamente, el Reino no puede limitarse a la dimensión interior de la gracia, sino que por su lógica interna ha de suprimir la injusticia y ha de preocuparse por la salud social de los hombres.
Pues bien, para Pagola, el Reino se reduce exclusivamente a última dimensión. Pagola se rebela contra los que hacen del Reino de Dios algo privado y espiritual que se produce en lo íntimo de la persona cuando se abre al amor de Dios (95). No, el Reino es una fuerza liberadora que trata de curar el sufrimiento, la enfermedad y la pobreza. El enemigo a combatir es el mal que reina en el mundo. Jesús proclama la salvación de Dios curando. Dios es amigo de la vida y quiere generar una sociedad más saludable: curar, liberar del mal, sacar del abatimiento, sanar la religión. Eso es el Reino (101). Dios viene para suprimir la miseria, para que los hombres recuperen su dignidad. Dios no tolera el sufrimiento de los pobres. Y las cosas tienen que cambiar. […]
El perdón de Dios
Pagola sigue explicando que Dios es bueno, que su bondad lo llena todo, que su misericordia ha irrumpido ya en la vida. Pero al meditar sobre la parábola del hijo pródigo (127 y ss.), la tergiversa al olvidar que el hijo vuelve arrepentido: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros» (Lc 15, 21). Y dice Pagola que el padre interrumpió la confesión de su hijo (130) cuando en realidad esa confesión de arrepentimiento el hijo la había dicho cuando estaba todavía lejos de casa. En la parábola hay conversión. Dios perdona sí, pero a un hijo que ha vuelto arrepentido. Se tergiversa el Evangelio cuando se dice que Dios perdona sin conversión; otra cosa es decir que el Padre goza perdonando: «hay más alegría en el cielo por un pecador arrepentido que por noventa y nueve que no necesitan de arrepentimiento» (Lc 15,7). Ahí está también la parábola del fariseo y el publicano. El publicano salió justificado porque pidió perdón.
Recuerda Pagola que Dios acoge a publicanos y pecadores sin condición ninguna (199). Jesús comparte mesa con ellos y se sienten acogidos por Dios y así se va despertando en ellos el sentido de su propia dignidad. Dios es un amigo que ofrece su amistad, y así poco a poco se despierta en el pecador el sentido de su dignidad. Los pecadores pueden abrirse al perdón de Dios y cambiar, pero no se da ninguna declaración, no les absuelve de sus pecados, sencillamente los acoge como amigo. Jesús enseña que Dios sale hacia el pecador no como juez que dicta sentencia, sino como un padre que busca recuperar a sus hijos perdidos. En el Antiguo Testamento se perdona a los que previamente se han arrepentido; Jesús no exige un arrepentimiento previo. Jesús acoge a los pecadores tal como son, pecadores. Se trata de un perdón no condicionado al arrepentimiento:
Este perdón que ofrece Jesús no tiene condiciones. Su actuación terapéutica no sigue los caminos de la ley: definir la culpa, llamar al arrepentimiento, lograr el cambio y ofrecer un perdón condicionado a una respuesta posterior positiva. Jesús sigue los caminos del Reino: ofrece acogida y amistad, regala el perdón de Dios y confía en su misericordia, que sabrá recuperar a sus hijos e hijas perdidos. Se acerca, les acoge e inicia con ellos un camino hacia Dios que solo se sostiene en su compasión infinita. Nadie ha realizado en esta tierra un signo más cargado de esperanza, un signo más gratuito y más absoluto del perdón de Dios.
Jesús sitúa a todos, pecadores y justos, ante el abismo insondable del perdón de Dios. Ya no hay justos con derechos frente a pecadores sin derechos. Desde la compasión de Dios, Jesús plantea todo de manera diferente: a todos se les ofrece el Reino de Dios; sólo quedan excluidos quienes no se acogen a su misericordia. (208).
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MUJERES, MUJERES
Juan Gelman
Página 12, 14 de julio de 2011
Englobar a todas las mujeres en la palabra mujer o su plural sería un empeño fútil, como dijera Juan Carlos Onetti. […] La flamante entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Géneros y el Empoderamiento de la Mujer (UNW), que la Asamblea General, órgano máximo de la ONU, creó en julio de 2010 y que preside la ex presidenta chilena Michelle Bachelet, acaba de dar a conocer su primer informe sobre la situación de la mujer en todo el mundo (progress.unwomen.org, junio de 2011). El estudio guarda objetividad, señala los progresos en la materia que se vienen dando desde comienzos del siglo XX y, a la vez, despliega un panorama en el que la desigualdad de géneros persiste tenazmente. […]
En 117 países rigen leyes que garantizan la igualdad de salario de los géneros por el mismo trabajo, pero el promedio global indica que la mujer recibe del 10 al 30% menos que el hombre en todas las regiones y sectores. Ese desnivel alcanza el 23% en EU, donde se acentúa para las afroamericanas (39%) y las latinas (48%). La discriminación racial agrava la económica.
El informe aborda la presencia de la mujer en las instituciones y anota avances: la presencia femenina en el Congreso de EU aumentó del 11% en 1997 al 17% en 2010, mientras que en Ruanda asciende al 51 % y en 6 países de América Latina y el Caribe –Argentina, Bolivia, Costa Rica, Cuba, Ecuador y Guyana– cumple o excede el 30% fijado como meta mínima a nivel internacional. Las mujeres desempeñan un tercio de los cargos ministeriales estadunidenses, el doble del promedio mundial, y cuatro ocupan la presidencia (en Argentina, Brasil, Costa Rica y Trinidad Tobago).
Hay fenómenos nuevos, como la promulgación en Nepal de leyes que aseguran a la mujer la igualdad de derechos hereditarios, y otros que no cesan: la violencia hogareña, la violación dentro y fuera del matrimonio no cuenta con una verdadera protección legal y padece una condena social tácita. El informe de la UNW registra que las mujeres de todo el mundo denuncian más los robos que las violaciones: los resultados obtenidos en 57 países revelan que sólo el 11% del total acude a la Justicia en el primer caso, contra el 38% en el último. “La evidencia muestra –apunta– que en EU los jurados son especialmente proclives a cuestionar la credibilidad de las mujeres afroamericanas y latinas en los casos de violación.”
Esta lenidad o insolvencia judicial se repite en el Viejo Continente: un estudio de 2009 detectó que sólo un 14% de las denuncias por violación presentadas en países europeos desembocó en una condena del culpable y en alguno, apenas el 5%. En Sudáfrica únicamente uno de cada seis casos llega a los tribunales y el 94% de los acusados sale indemne. Las mujeres indígenas de varios países latinoamericanos sufren una triple discriminación en las cortes por razones étnicas, de pobreza y de género. Pocas hablan español o portugués y los servicios de traducción son casi inexistentes. El acceso igualitario de la mujer a la justicia está en veremos todavía.
El estudio de la UNW centra su atención en el tema de la violencia marital contra la mujer, es decir, el de “la mujer golpeada”. El ordenamiento interno de 125 naciones ilegaliza la violencia doméstica, pero según encuestas que se realizaron en 20 países de Europa, del 8 al 35% de las mujeres la sufría en el hogar. En EU, un 22%. Casi un 50% en Sri Lanka, 33% en Jordania y así de seguido. A la vez, se observa un suceso verdaderamente extraño: los niveles de consentimiento del maltrato.
Mentes occidentales prejuiciosas tal vez no se sorprendan de que el 30% de los interrogados y las interrogadas en Sri Lanka, más del 50% en Malasia y el 65% en Tailandia hayan manifestado que es aceptable a veces que un hombre le pegue a la mujer. Qué han de pensar cuando se enteren de que esa proporción es del 16% en EU. El mito del machismo latinoamericano parece en decadencia: el 85 % de los encuestados en siete países de la región opinó que es inadmisible pegarle a su mujer.
José Antonio Sayés
Decía J. A. Pagola en una entrevista concedida al Diario Vasco (16-10-07) que a él le interesa Jesús porque es el hombre compasivo, que se acerca a los últimos, que busca la dignidad de la mujer. “Los rasgos más importantes de su perfil retratan a un hombre compasivo, un defensor de los últimos, que se interesó sobre todo por la salud de la gente (algunos dicen que fue un terapeuta religioso), y que frente a una visión legalista introduce la compasión como criterio de actuación”.
Esta es la búsqueda que hace Pagola de Jesús. A la verdad, que se trata de una obra ambiciosa, que conoce a la perfección el ambiente cultural, económico y religioso de la época de Jesús. No se puede negar que el autor en este sentido posee una enrome erudición. Su lenguaje es directo y sugerente. Su método le lleva a rehacer la experiencia de aquel mundo en el que vivía Jesús y a comunicarnos la experiencia misma que Jesús vivió. Jesús era un profeta itinerante que atrae por la fuerza de su persona y la originalidad de su mensaje. Y así trata de recuperar a Jesús en su atractivo personal. Dice en la misma entrevista mencionada que “una predicación que subraye lo doctrinal de una manera fría y encierre a Jesús en una doctrina muy sublime pero muy abstracta, impide llegar hasta el Jesús concreto. Jesús puede ser muy divinizado, pero entonces se nos queda muy lejos”.
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La llegada del Reino
Nadie discute hoy en día que Jesucristo predicó como argumento central la llegada del Reino de Dios. Lo hacía en el campo y en las sinagogas. «El Reino de Dios ha llegado, convertíos» (Mc 1, 15).
En el mundo judío se esperaba un Reino que tendría como fin el sometimiento de todos los pueblos a la voluntad de Yahvé (el reinado de Dios), y al mismo tiempo el triunfo de Israel. Pero aquí el Reino no aparece de forma espectacular. Jesús tiene conciencia de que ha llegado el acontecimiento preparado por Dios en la historia de Israel: «el tiempo se ha cumplido». Lo dijo en su pueblo comentando a Is 61, 1-2; un texto que hablaba de la llegada del Reino. Y anotó: «esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy» (Lc 4, 21). Pero Jesús tiene conciencia de que con él ha llegado el Reino. El Reino de Dios se identifica personalmente con el mismo Jesús. Hay una equivalencia constante entre entregarlo todo por Cristo o por causa del Reino, entre seguir a Cristo o aceptar el Reino (Lc 18, 29; Mt 19, 29; Mc 10, 29). Con su llegada, predicación y milagros ha llegado definitivamente el Reino: «decid a Juan: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son curados, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados» (Lc 7, 22-23; Mt 11, 5). Hay una idea en Orígenes que expresa esto con exactitud: Cristo es la autobasileia es decir, él mismo es el Reino en persona. Quien le acoge a él, quien se convierte a él, ha recibido el Reino.
Cristo en persona es la salvación. El Reino se manifiesta en su predicación y en sus milagros. E implica una nueva noción de Dios: Dios es Padre. Y esto entra en contraposición con la idea que tienen los fariseos que pensaban que la justicia (salvación-santidad) la lograban ellos con el cumplimiento exacto de la ley y excluían de la salvación a los que no la cumplían como ellos, a los pecadores, recaudadores de impuestos y prostitutas. Viene Cristo y en la parábola del hijo pródigo nos habla del Padre que goza perdonando y que escandaliza al hermano mayor que representa al fariseo. Dios ama a las personas independientemente de sus méritos, porque es un Dios que goza perdonando: «hay más alegría en el cielo por un pecador arrepentido que por noventa y nueve que no necesitan de arrepentimiento» (Lc 15, 7). Éste es el Padre de Cristo. Ahora bien, el castigo del infierno es para aquellos que desprecian el amor del Padre renunciando a la conversión y a la gracia que se les da (Mt 11, 20-29) porque los que se obstinan en no creer, los que se burlan de ese amor misericordioso de Dios, morirán en su pecado (Jn 8, 12.21-24). Se condenan aquellos que se cierran obstinadamente a la invitación misericordiosa de Dios (Jn 3, 16-21; 5, 24) y no quieren cambiar de vida.
Pero ha quedado rota la lógica del fariseo. El Padre ama independientemente de los méritos que uno tenga. También se salvan los recaudadores de impuestos (decían los fariseos que ni Dios mismo los podría salvar). Dios goza perdonando. En la parábola del fariseo y del publicano, el publicano no podía presentar méritos como el fariseo, pero pide perdón (Lc 18, 9-14) y por ello salió justificado del templo. Creo que habría que decir en consecuencia que el primer mandamiento es dejarse amar por Dios. Al Reino se entra por tanto por la conversión y la fe.
Y el Reino tiene dos dimensiones (como la gracia): por un lado nos hace hijos en Cristo y, por otro, nos libera del pecado, del sufrimiento y de la muerte. Y lógicamente, el Reino no puede limitarse a la dimensión interior de la gracia, sino que por su lógica interna ha de suprimir la injusticia y ha de preocuparse por la salud social de los hombres.
Pues bien, para Pagola, el Reino se reduce exclusivamente a última dimensión. Pagola se rebela contra los que hacen del Reino de Dios algo privado y espiritual que se produce en lo íntimo de la persona cuando se abre al amor de Dios (95). No, el Reino es una fuerza liberadora que trata de curar el sufrimiento, la enfermedad y la pobreza. El enemigo a combatir es el mal que reina en el mundo. Jesús proclama la salvación de Dios curando. Dios es amigo de la vida y quiere generar una sociedad más saludable: curar, liberar del mal, sacar del abatimiento, sanar la religión. Eso es el Reino (101). Dios viene para suprimir la miseria, para que los hombres recuperen su dignidad. Dios no tolera el sufrimiento de los pobres. Y las cosas tienen que cambiar. […]
El perdón de Dios
Pagola sigue explicando que Dios es bueno, que su bondad lo llena todo, que su misericordia ha irrumpido ya en la vida. Pero al meditar sobre la parábola del hijo pródigo (127 y ss.), la tergiversa al olvidar que el hijo vuelve arrepentido: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros» (Lc 15, 21). Y dice Pagola que el padre interrumpió la confesión de su hijo (130) cuando en realidad esa confesión de arrepentimiento el hijo la había dicho cuando estaba todavía lejos de casa. En la parábola hay conversión. Dios perdona sí, pero a un hijo que ha vuelto arrepentido. Se tergiversa el Evangelio cuando se dice que Dios perdona sin conversión; otra cosa es decir que el Padre goza perdonando: «hay más alegría en el cielo por un pecador arrepentido que por noventa y nueve que no necesitan de arrepentimiento» (Lc 15,7). Ahí está también la parábola del fariseo y el publicano. El publicano salió justificado porque pidió perdón.
Recuerda Pagola que Dios acoge a publicanos y pecadores sin condición ninguna (199). Jesús comparte mesa con ellos y se sienten acogidos por Dios y así se va despertando en ellos el sentido de su propia dignidad. Dios es un amigo que ofrece su amistad, y así poco a poco se despierta en el pecador el sentido de su dignidad. Los pecadores pueden abrirse al perdón de Dios y cambiar, pero no se da ninguna declaración, no les absuelve de sus pecados, sencillamente los acoge como amigo. Jesús enseña que Dios sale hacia el pecador no como juez que dicta sentencia, sino como un padre que busca recuperar a sus hijos perdidos. En el Antiguo Testamento se perdona a los que previamente se han arrepentido; Jesús no exige un arrepentimiento previo. Jesús acoge a los pecadores tal como son, pecadores. Se trata de un perdón no condicionado al arrepentimiento:
Este perdón que ofrece Jesús no tiene condiciones. Su actuación terapéutica no sigue los caminos de la ley: definir la culpa, llamar al arrepentimiento, lograr el cambio y ofrecer un perdón condicionado a una respuesta posterior positiva. Jesús sigue los caminos del Reino: ofrece acogida y amistad, regala el perdón de Dios y confía en su misericordia, que sabrá recuperar a sus hijos e hijas perdidos. Se acerca, les acoge e inicia con ellos un camino hacia Dios que solo se sostiene en su compasión infinita. Nadie ha realizado en esta tierra un signo más cargado de esperanza, un signo más gratuito y más absoluto del perdón de Dios.
Jesús sitúa a todos, pecadores y justos, ante el abismo insondable del perdón de Dios. Ya no hay justos con derechos frente a pecadores sin derechos. Desde la compasión de Dios, Jesús plantea todo de manera diferente: a todos se les ofrece el Reino de Dios; sólo quedan excluidos quienes no se acogen a su misericordia. (208).
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MUJERES, MUJERES
Juan Gelman
Página 12, 14 de julio de 2011
Englobar a todas las mujeres en la palabra mujer o su plural sería un empeño fútil, como dijera Juan Carlos Onetti. […] La flamante entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Géneros y el Empoderamiento de la Mujer (UNW), que la Asamblea General, órgano máximo de la ONU, creó en julio de 2010 y que preside la ex presidenta chilena Michelle Bachelet, acaba de dar a conocer su primer informe sobre la situación de la mujer en todo el mundo (progress.unwomen.org, junio de 2011). El estudio guarda objetividad, señala los progresos en la materia que se vienen dando desde comienzos del siglo XX y, a la vez, despliega un panorama en el que la desigualdad de géneros persiste tenazmente. […]
En 117 países rigen leyes que garantizan la igualdad de salario de los géneros por el mismo trabajo, pero el promedio global indica que la mujer recibe del 10 al 30% menos que el hombre en todas las regiones y sectores. Ese desnivel alcanza el 23% en EU, donde se acentúa para las afroamericanas (39%) y las latinas (48%). La discriminación racial agrava la económica.
El informe aborda la presencia de la mujer en las instituciones y anota avances: la presencia femenina en el Congreso de EU aumentó del 11% en 1997 al 17% en 2010, mientras que en Ruanda asciende al 51 % y en 6 países de América Latina y el Caribe –Argentina, Bolivia, Costa Rica, Cuba, Ecuador y Guyana– cumple o excede el 30% fijado como meta mínima a nivel internacional. Las mujeres desempeñan un tercio de los cargos ministeriales estadunidenses, el doble del promedio mundial, y cuatro ocupan la presidencia (en Argentina, Brasil, Costa Rica y Trinidad Tobago).
Hay fenómenos nuevos, como la promulgación en Nepal de leyes que aseguran a la mujer la igualdad de derechos hereditarios, y otros que no cesan: la violencia hogareña, la violación dentro y fuera del matrimonio no cuenta con una verdadera protección legal y padece una condena social tácita. El informe de la UNW registra que las mujeres de todo el mundo denuncian más los robos que las violaciones: los resultados obtenidos en 57 países revelan que sólo el 11% del total acude a la Justicia en el primer caso, contra el 38% en el último. “La evidencia muestra –apunta– que en EU los jurados son especialmente proclives a cuestionar la credibilidad de las mujeres afroamericanas y latinas en los casos de violación.”
Esta lenidad o insolvencia judicial se repite en el Viejo Continente: un estudio de 2009 detectó que sólo un 14% de las denuncias por violación presentadas en países europeos desembocó en una condena del culpable y en alguno, apenas el 5%. En Sudáfrica únicamente uno de cada seis casos llega a los tribunales y el 94% de los acusados sale indemne. Las mujeres indígenas de varios países latinoamericanos sufren una triple discriminación en las cortes por razones étnicas, de pobreza y de género. Pocas hablan español o portugués y los servicios de traducción son casi inexistentes. El acceso igualitario de la mujer a la justicia está en veremos todavía.
El estudio de la UNW centra su atención en el tema de la violencia marital contra la mujer, es decir, el de “la mujer golpeada”. El ordenamiento interno de 125 naciones ilegaliza la violencia doméstica, pero según encuestas que se realizaron en 20 países de Europa, del 8 al 35% de las mujeres la sufría en el hogar. En EU, un 22%. Casi un 50% en Sri Lanka, 33% en Jordania y así de seguido. A la vez, se observa un suceso verdaderamente extraño: los niveles de consentimiento del maltrato.
Mentes occidentales prejuiciosas tal vez no se sorprendan de que el 30% de los interrogados y las interrogadas en Sri Lanka, más del 50% en Malasia y el 65% en Tailandia hayan manifestado que es aceptable a veces que un hombre le pegue a la mujer. Qué han de pensar cuando se enteren de que esa proporción es del 16% en EU. El mito del machismo latinoamericano parece en decadencia: el 85 % de los encuestados en siete países de la región opinó que es inadmisible pegarle a su mujer.
Los derechos de la mujer mucho adelantaron en el mundo desde que por primera vez se ejerció el voto femenino, en Nueva Jersey, en 1776, abolido 30 años después, y es evidente que ello se debe sobre todo a las luchas por la igualdad de las mujeres mismas. El informe de la UNW descubre hasta qué punto, dados los disímiles paisajes del mundo, hombres y mujeres no han llegado aún al cabo de la calle.
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