sábado, 1 de octubre de 2011

Letra 239, 2 de octubre de 2011


LA CRUZADA DE CALDERÓN

Rodolfo Montes

Milenio, 24 de septiembre de 2011

El libro del reportero de Milenio presenta una investigación sobre la cercanía del Presidente y el grupo socio-religioso Casa sobre la Roca.

Fue un día hábil, el jueves 13 de noviembre de 2008 a las siete de la noche, cuando Felipe Calderón, el presidente de México, hizo evidente su simpatía hacia el grupo cristiano Casa Sobre la Roca. Ese día, el área de Comunicación Social de la Presidencia de la República sólo dio cuenta de la recepción al excelentísimo señor Georgi Parvanov; se dio a conocer que Felipe de Jesús asistirá a tres eventos como motivo de la referida visita: a las 12.30 horas se celebraría la ceremonia oficial de bienvenida al presidente de la República de Bulgaria en la explanada Francisco I. Madero de Los Pinos; a las 13:45 horas se daría un mensaje conjunto de Calderón y del mandatario invitado a los reporteros de la fuente presidencial en la escalinata de la residencia Miguel Alemán; y a las 14:30 horas Felipe Calderón ofrecía un almuerzo a su homólogo en Los Pinos.

Pero antes de que las manecillas del reloj presidencial marcaran las siete de la noche en punto, la logística del Estado Mayor tenía contemplado trasladar a Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala hacia el rumbo de Santa Fe, donde habría de encontrarse finalmente con sus hermanos cristianos. Ahí, en las instalaciones de Expo-Bancomer Santa Fe, Felipe Calderón encabezó junto con Alejandro Orozco la inauguración de la VII Convención Internacional G-12 México organizada por Casa Sobre la Roca.

Los miles de cristianos mexicanos que convergen en Casa Sobre la Roca tuvieron que desembolsar diversas cantidades para escuchar el mensaje de quien consideran como su “hermano mayor”: Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Los precios variaron: si habían pagado en agosto, sólo desembolsaron 800 pesos; si lo habían hecho en septiembre, mil pesos; en octubre, mil 200, y quienes pagaron al último, en noviembre, cubrieron una cantidad individual de mil 400. Los niños y las niñas de cinco años cumplidos y hasta los 12 años tuvieron como cuota fija 650 pesos.

Ahí estaban, pues, miles y miles de cristianos, con Biblia en mano, esperando ver en el templete a Felipe de Jesús. Cuando el mandatario hizo acto de presencia, el ambiente se llenó de alborozo. Las palmas batieron con intensidad mientras el presidente de México veía con parsimonia a los suyos, a sus hermanos cristianos. A ellos les dio un mensaje espiritual. A ellos les hizo ver que en los días y en las noches en que el cansancio y el desánimo se apoderaban de su ser, la mano y el aliento de Dios le confieren nuevos bríos para no desmayar, para seguir adelante en estos tiempos en que su destino lo colocó presidente de México.

Marianela Mina Cabrera, una de las jóvenes líderes de la Casa Sobre la Roca que asistió a la Expo-Bancomer de Santa Fe para escuchar el mensaje de Calderón y que al menos un día a la semana utiliza su hogar para organizar encuentros con otros cristianos que convergen en torno a la asociación civil, recuerda así la intervención de Felipe Calderón:

“Me dejó impresionada. Lo admiro porque no tengo la menor duda de que es una autoridad impuesta por Dios. Se trata de un hombre valiente porque se ha atrevido a hablar de la palabra de Dios. A mí me llamó la atención que mi hermano Felipe de Jesús nos dijera que como presidente, cuando más se sentía cansado, cuando más se sentía derrotado, Dios le daba fuerzas para seguir adelante”.

A su vez, Marianela rememora que durante 2006 asistió a un evento en el que Felipe de Jesús fue uno de los oradores principales, y evoca fragmentos de un discurso que el michoacano pronunció en la ciudad de México, cuando la contienda electoral estaba en pleno apogeo.

“Estuve en una reunión con él cuando corría el tiempo de la campaña presidencial. Casa Sobre la Roca organizó un evento para apoyarlo en su campaña. Fue en el cine Perisur, donde tenemos un sitio en el que nos reunimos desde hace mucho tiempo. Ahí Felipe Calderón nos dijo que como cristiano iba a vencer toda la adversidad que se le presenta y que habría de conquistar la Presidencia de la República a través de la palabra de Dios”.

Marianela no duda cuando se le inquiere sobre la filiación religiosa de Felipe Calderón.

—Desde esos encuentros, ¿sientes a Felipe Calderón más católico a más cristiano?

—Sé que ha sido católico toda su vida, pero es cristiano porque cree en Jesucristo. Cree en Dios, por eso se congrega a nuestro lado porque cree en Cristo de la misma manera en que nosotros creemos.

Salim Barria y Alfredo Ortiz, entre otros muchos líderes de Casa Sobre la Roca, son más enfáticos. Aseguran que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa ahora es cristiano, “aunque no lo externe al cien por ciento, aunque su lenguaje, su mística y su visión para gobernar tienen mucho de Casa Sobre la Roca”.

Por su parte, Ricardo Crespo Greenham, otro de los líderes del movimiento, también recuerda el día en que Felipe de Jesús inauguró el evento del 13 de noviembre de 2008. Dice recordar más las palabras del presidente de México cuando les habló de que a pesar de todos los problemas, baches y adversidades por las que ha atravesado su gobierno, “él nos reconoce como cristianos y nos dice que el único que puede ayudarlo es Dios, para salir bien librados de esta situación. Nos dio el mensaje de que a través de Dios nos llegarán estrategias y ánimo para seguir adelante. Realmente ése fue el centro de su mensaje”.

Ricardo tal vez tiene presentes las palabras de Yáñez Trujillo en sus cursos de motivación:

“Sé en qué momento se debe dar buena cara y cómo reencontrase con la inteligencia emocional de manera positiva”. Confía en Felipe de Jesús porque Dios se le ha revelado al presidente, le ha mostrado su esencia íntima, lo cual es una poderosa motivación que lo ayuda a tomar decisiones apropiadas de gobierno.

A continuación reproducimos extractos del primer capítulo del libro y que ubican, precisamente, la herencia católica que el padre de Calderón, Luis Calderón Vega le inculcó al hoy inquilino de Los Pinos.

Los orígenes: la trinchera de Dios. Luis Calderón Vega: heraldo de los cristeros

Envuelto en una nube luminosa, súbitamente, con terrible rapidez, la silueta de un joven delgado, de frente amplia y tez morena, vence con ímpetu la pálida cortina de polvo que levantan las ruedas de las carretas y los cascos de las mulas en el empedrado de las calles de Morelia. Luis Calderón Vega corre por su vida; sabe que un piquete de soldados le ha dado alcance a su célula conformada por nueve compañeros más. Con los dientes cubiertos por una ligera capa de tierra, el joven michoacano, que apenas raya los 15 años de edad, alcanza a mascullar un rezo en el que encomienda la patria al Sagrado Corazón de Jesús. Le ruega que la sumerja en el mar de su misericordia y la mantenga en la concordia. En su huida, Luis lleva consigo una canasta de mimbre con doble fondo. Ahí oculta cartas, vendas, medicinas y cartuchos útiles que no llegarán a sus destinatarios, resguardados en Santa María la Loma: el estudiante universitario ha desviado su ruta hacia la comunidad de Río Grande de Michoacán. No muy lejos de ese punto se escucha la detonación de armas de fuego. La célula a la que Luis pertenecía ha sido aniquilada. Ya no hay escapatoria, está a punto de doblarse; sus oídos alcanzan a registrar el paso veloz de los soldados. Con los pies adoloridos, se esconde bajo el puente que cruza las aguas del río Grande. Para su desgracia, el contingente militar se ha sentado justo arriba del puente, a tomar un respiro para almorzar. Pecho arriba, Luis permanece prácticamente inmóvil y respira con dificultad entre los largos tallos del tule, cuyas fibras se utilizan en su ciudad natal para tejer petates y asientos de silla. Muchas horas después, ya entrada la noche, se asegura de que los soldados se hayan marchado y de que estén lejos para evitar ser descubierto.

Las primeras horas de la madrugada abrazan con dolor el cuerpo de Luis. Tambaleante, aún con la ropa mojada, llega a la entrada de su propia casa. La puerta se abre, al igual que los brazos de su padre. Ambos se echan a llorar de puro gusto. El retoño volvía con vida de su misión, que consistía en servir como correo de milicias de rebeldes laicos y presbíteros de la guerra cristera que se desató durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, el cual, con base en leyes y políticas públicas, restringió todavía más la libertad de la Iglesia católica para ejercer su culto.

El conflicto se prolongó de 1926 a 1929, años en que el papá de Luis Calderón Vega, don Luisito, se hizo famoso por ser un buen remendón de zapatos, oficio que ejerció sentado en un banquito de madera hasta que pudo instalar su propia zapatería en la esquina del Portal Matamoros —llamado así porque ahí fue fusilado el insigne insurgente, don Mariano—, de la ciudad de Morelia.

Antes de abrir La Criolla, donde se fabricaba calzado artesanalmente, ubicada en lo que ahora es el Hotel Virrey de Mendoza, don Luisito solía ausentarse del hogar debido al trajín de su oficio. Por esta razón, su hermana Dolores Calderón, fue la que se encargó de su sobrino e intentó ponerle punto final a sus correrías. Un buen día, la señora descubrió los pasos en que andaba Luis al encontrarse con cualquier cantidad de cartas para los cristeros ocultas debajo de la tierra de sus propias macetas y plantas. Lolita, como le llamaban de cariño, arrasó con todas y cada una de las macetas de su jardín: hizo un ramillete de cartas y lo tiró en el bote de basura de la cocina.

El soldado de Dios

El destino de Luis Calderón Vega ya estaba marcado y él no se saldría del guión espiritual de su vida. Poco antes de que estallara la guerra cristera, se dio a la tarea de fundar y presidir la Liga Nacional de Estudiantes Católicos en Morelia, su primera trinchera sagrada. Ésta fue la plataforma religiosa desde la cual el padre del actual presidente de México despuntó hacia otros horizontes, a tal grado que durante más de tres décadas lideró organizaciones de católicos a escala nacional e internacional. En 1937, cuando ocupaba el cargo de secretario general de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (unec), Luis Calderón apoyó la fundación del Partido Acción Nacional (pan), vanguardia del pensamiento social cristiano. La nueva organización política contaba con el respaldo de los jesuitas, quienes marcaron para siempre el pensamiento del joven michoacano. Ya como presidente de la unec, Luis Calderón viajó largamente por Centroamérica, América del Sur y España. A principios de la década de 1940, a los 29 años, Luis Calderón se dedicó a promover la Organización de los Universitarios Católicos. Reunió a sus integrantes en congresos en Lima, Bogotá y Santiago de Chile, donde permaneció durante algún tiempo.

En 1949 se trasladó a Roma para asistir a la última reunión de la Confederación Iberoamericana de Estudiantes Católicos.

Luis Calderón también publicó varios libros. Se tiene el registro de al menos 13 obras, dos de ellas escritas a los 22 años de edad: Andanzas, donde narra sus travesías como correo de los cristeros, y Un viejo amor. Al cumplir 23 años ya tenía terminado su tercer libro: Historia de un hombre que no tiene historia, en donde hace el siguiente autorretrato: un joven trigueño, lacio de pelo, delgado y alto, vestido a lo estudiante, es decir, mal; abrigado con una gabardina de plomo […] sabemos que este sujeto ha recibido un telegrama de México, una carta de San Luis Potosí, una postal de Pátzcuaro y un periódico de Morelia; de lo cual podemos lógicamente concluir que puede ser de México, o de San Luis Potosí, o de Pátzcuaro o que es un vulgar guayabete, un trotamundos, un don nadie […]

Entre su ir y venir de México a otras naciones, Luis Calderón también se desempeñó como periodista y como maestro de varias generaciones de michoacanos. Impartió clases de sociología, literatura, historia de México, historia universal y gramática.

Quien impulsó a Luis Calderón Vega a reflexionar sobre la política y el espíritu, lo que marca su vida en relación con el papel del cristiano en el mundo contemporáneo, fue el entonces joven sacerdote Sergio Méndez Arceo, quien a la postre se convertiría en obispo de Cuernavaca. Méndez Arceo es quien le hace ver a Luis Calderón el problema de los universitarios de aquélla época: “Ustedes, que promueven conocimiento, no hacen política”. A raíz de las pláticas con el prelado, Calderón Vega insistiría en todos sus libros en que los católicos están obligados a pasar “de la oración a la acción”. Así educó a sus cinco hijos. En el libro El hijo desobediente, Felipe Calderón revela el sentido espiritual y religioso que su padre imprimió en su vida, gracias a que “Dios le dio talentos evangélicos”. […]

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