JESÚS RESPONDE A LA FAMILIA DE ZEBEDEO (Mt 20.20-28)
www.mercaba.org/DIESDOMINI/FIESTAS/SANTIAGO/ev-comentario.htm
1. Este texto
sobre el servicio cristiano hay que ponerlo en relación con los vv. 17-19 que
anuncian el mayor servicio de Jesús, el de su propia muerte. La madre de los
hijos del Zebedeo aspira no sólo a un mejor puesto para sus hijos, sino a lo
máximo, al todo del reino. La aspiración a lo más alto es algo grabado en el
corazón del hombre. Jesús no anulará esta aspiración sino que le dará un nuevo
giro, aunque la ambición esté, por supuesto, descartada del reino.
Como en otras ocasiones Jesús calma el ardor de sus discípulos sin
humillarlos. Pero los apóstoles no podían imaginar ni la magnitud ni el
verdadero significado de este cáliz. Solamente la gloria de Jesús, la
experiencia de la cruz vencida, pudo dar a las primeras generaciones de
cristianos la fuerza necesaria para enfrentarse a la muerte por ser creyentes.
Sólo Dios decide los asientos en el Reino. Solamente él asocia a quien
quiere a su autoridad de juez escatológico, y ni siquiera el martirio da
derecho a ninguno de ellos. Si el que se dice creyente "exige" a Dios
una recompensa por su adhesión, no ha entendido que el único camino para
"llegar arriba" en el reino de Jesús será sobre todo el ponerse al
servicio de los demás.
La segunda parte de la escena se centra sobre el grupo de los demás
apóstoles. Jesús no critica directamente los poderes terrenos, sino que enseña
a sus amigos que no es un modelo al que se pueda equiparar el Reino. Más aún,
el verdadero medio de que disponen los miembros de la comunidad mesiánica para
llegar a la "grandeza" del Reino es el servicio. El sentimiento y
deseo de superioridad que anida en el corazón de todo hombre tiene un cauce de
expresión en la dinámica del reino: el servicio. Todo lo contrario a lo que
cabría esperar. Sólo mirando al servicio total de Jesús en su muerte es posible
entender estas palabras sin pensar que se trata de no sé qué ironía.
v. 28: Este verso viene a ser la clave del servicio cristiano. Jesús es
el siervo que ha sufrido por muchos (cf. Is 53. 11-12). Así ha realizado el
servicio fundamental: el haber dado comienzo para los hombres al tiempo de
salvación. Si el Hijo del hombre no se arroga el poder de dar los puestos en la
gloria (v. 23) siendo, como es, el servidor por excelencia mediante su muerte,
la ambición religiosa es lo más opuesto al evangelio. Solamente una iglesia
servidora es una iglesia creyente.
2. Los hijos de
Zebedeo son los discípulos Santiago y Juan (cf. Mc 10, 35) y su madre se llama
Salomé (cf. Mt 5, 56; Mc 15, 40). La petición de esta madre en favor de sus dos
hijos se comprende si tenemos en cuenta que los discípulos de Jesús esperaban
el pronto establecimiento del reino mesiánico. Además, pensaban en un reino
temporal en el que habría honores, dignidades y puestos apetecibles para los
amigos de Jesús. Sin embargo, el reino de Dios es muy distinto y sólo se
establecerá cuando vuelva el Señor (Hech 1, 6s). Mientras tanto, lo que importa
es seguir a Cristo y ser testigos suyos en el mundo.
No es la misión de Cristo en la tierra situar a sus amigos en los mejores
puestos y conceder honores, sino salvar a los hombres con un amor que no se
detiene ante la muerte y muerte de cruz. El que ha resucitado a Jesús de entre
los muertos, sabrá resucitar y premiar en su día a los que ahora siguen los
pasos de Jesús.
El disgusto de los otros discípulos al descubrir la ambición de sus
compañeros, Juan y Santiago, ofrece una buena ocasión al Maestro para enseñar a
todos una gran lección. Jesús les recuerda cómo se comportan en el mundo los
que dominan sobre los pueblos, y les advierte para que no suceda entre ellos lo
mismo. Pues si él no ha venido a este mundo para ser servido, sino para servir,
sus discípulos no deben aspirar a otra cosa que al servicio amoroso a todos sus
hermanos.
3. Podríamos
resumir el evangelio de hoy con este pensamiento: el modelo del Reino, y por
tanto de los que lo predican, no será el del poder político, sino el del
servicio tal como Jesús lo entiende y lo realiza en su vida.
La petición que la madre de Santiago y Juan hace para sus hijos viene
inmediatamente después del tercer anuncio de la pasión: no han comprendido cuál
es la pretensión de Jesús ni cómo se va a realizar; pero el hecho de pedir que
los dos estén estrechamente asociados al poder de Jesús ("sentarse a la
derecha y a la izquierda") indica que le tienen confianza e incluso que le
reconocen como Mesías.
Esta pretensión va totalmente desencaminada. Solamente el Padre sabe
quiénes van a ocupar los primeros lugares en el Reino, y ni el martirio da derecho
a esas aspiraciones. El discípulo no tiene que preocuparse de esto, sino de
"beber el cáliz" de Jesús, es decir, estar en comunión con su mismo
destino: en este contexto beber el cáliz hace referencia a las palabras
inmediatamente anteriores de Jesús sobre su subida a Jerusalén y su crucifixión
(cf. 20.18-19).
La indignación de los otros diez se debe más a la envidia, al oír esta
petición, que al hecho de que hayan comprendido "los secretos del
Reino". Las normas que rigen en la comunidad mesiánica rompen con toda la
ideología dominante en el mundo que la rodea especialmente con el modo de
ejercer el poder en el mundo pagano ("los pueblos" o "las
naciones"): su característica dominante es el absolutismo. Los que forman
la comunidad mesiánica no deben asemejarse al modelo pagano; el modelo que
Jesús propone es el del "servidor" (diakonos) y "esclavo" de los demás. La novedad de este
modelo es el servicio a los demás: para los judíos era un honor llamarse
servidores de Dios, pero no de los hombres.
Este servicio que Jesús propone tiene un modelo muy claro: Él mismo. Con
sus últimas palabras corrige una concepción errónea que podía tenerse sobre su
persona y al mismo tiempo se presenta como tipo del Siervo. Eso se hace en
primer lugar con una frase negativa: "no ha venido para... ", y luego
con otra positiva: "sino para dar su vida...", indicando que él será
el verdadero Siervo de Yahvé y que su muerte tendrá el sentido de ser para
todos los hombres una liberación ("rescate") para llevar una nueva
vida.
4. Mientras que
Mc 10, 33-45 hace intervenir a Santiago y a Juan en persona, Mateo se limita a
poner en escena a su madre, sin duda para no debilitar la reputación de los
apóstoles...; es este un procedimiento corriente en él. Es igualmente seguro
que la petición de estar sentados a la derecha y a la izquierda del Señor en su
reino (v. 21) no se refiere a la recompensa eterna, sino a una función de
judicatura. Mateo acaba de recordar la promesa hecha por Jesús a sus apóstoles
de que se sentarán sobre tronos para juzgar a las tribus de Israel (Mt 19, 28)
como asesores del Juez soberano (Mt 25, 31). En este momento de su vida pública
Jesús y los apóstoles tienen conciencia de que será mucho más que un Mesías: el
Hijo del hombre mismo al que Dios ha de confiar el juicio y la condenación de
los paganos (Dan 7, 9-27). Ahora bien: la profecía de Daniel (Dan 7, 9-10)
describe a ese Hijo del hombre rodeado de un tribunal sentado sobre tronos. Los
apóstoles debieron de comprender muy pronto que ellos constituirán ese tribunal,
y la petición de Santiago y de Juan lo confirma. Han comprendido que Jesús será
entregado a los paganos (Mt 20, 19) y se imaginan que el juicio realizado por
el Hijo del hombre castigará a estos por su crimen. Esperan verse asociados a
esa revancha divina. […]
____________________________________________________
REPÚBLICA LAICA, A LA VISTA
Roberto Blancarte
Milenio Diario, 28 de febrero
El camino está
despejado para que el Congreso mexicano y las diversas entidades de la Federación
puedan finalmente aprobar el artículo 40 de la Constitución y con ello la
laicidad del Estado en nuestro país. De paso, también se aprobaría la reforma
del artículo 24, con el cual dicho Estado laico garantizaría la “libertad de
convicciones éticas, de conciencia y de religión”, en lugar de únicamente la
libertad “de creencias religiosas”, como hasta ahora sucede. Con ello se
ampliaría el espectro de libertades que la Constitución garantiza.
El camino para llegar a esto fue oscuro y sinuoso, pero después de
intentos reales de contrarreformas, de pretensiones clericalistas y de acuerdos
inconfesables, se termina imponiendo el peso de nuestra historia liberal, de
nuestra pluralidad y diversidad, así como de la razón pública, es decir la de
todos y no nada más la de unos cuantos. La República laica se sigue definiendo
a favor de las libertades y se apuntala para hacer frente a los nuevos retos
sociales, políticos y culturales que genera la vida contemporánea.
El problema radicaba en la exposición de motivos inicial, la cual
señalaba la posibilidad de que dicha reforma abriera la puerta a otros cambios
constitucionales, particularmente
el del artículo 3. Me queda claro que esa era la intención del Episcopado, el
cual encontró políticos a modo para canalizar sus pretensiones. Pero es
igualmente claro que la reacción de la sociedad, de la mayoría de
las otras iglesias, de los intelectuales, de los comunicadores y de los propios
católicos, fue de condena a cualquier intento de introducir la instrucción
religiosa en la escuela pública laica. Es quizá por ello que desde principios
de febrero el Episcopado católico comenzó a enviar señales de petición de
tregua, indicando que en realidad no tenía tales pretensiones. En una nota
titulada “Algunos conceptos básicos en torno a la libertad religiosa”,
publicada por Manuel Corral Martín, secretario ejecutivo de relaciones públicas
de la Conferencia del Episcopado Mexicano, se afirmaba que dicha noción “no
implicaría ninguna modificación del artículo 3º constitucional, ni tampoco
ninguna contradicción, pues sigue plenamente en vigor la prescripción de que la
educación que imparte el Estado es laica. El derecho de los padres o tutores a
que sus hijos reciban educación religiosa lo pueden ejercer enviándolos a los
cursos de educación religiosa que imparten las diversas iglesias con sus
propios medios.” Igualmente se sostiene en dicho documento que la libertad
religiosa “no implicaría el reconocimiento de que los ministros de culto de
alguna asociación religiosa puedan ser electos para cargos de elección popular,
pues la actual prohibición no tiene que ver con la libertad religiosa, sino con
los derechos políticos.” En una entrevista radiofónica mencioné sin embargo que
quien esto firmaba era un funcionario de tercera dentro de la Conferencia del
Episcopado Mexicano. No era con ánimo de ofender, sino de situar el nivel del
compromiso episcopal. Este finalmente se ha venido expresando en los días
recientes. En entrevista realizada por Milenio
Semanal, publicada el pasado domingo, Antonio Gutiérrez Trejo le señala al
presidente del Episcopado mexicano que “se ha dicho que esta reforma pretende
revisar los artículos tercero, quinto, 27 y 130 de la Constitución, así como la
Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, en la que se asientan los
principios de laicidad del Estado” y le pregunta: “¿Es lo que pretende la
Iglesia católica?”. A esto el arzobispo Carlos Aguiar Retes respondió: “De
nuestra parte, de ninguna manera”. Luego, después de la misa del mismo domingo
26 de febrero en la Catedral Metropolitana, el cardenal Norberto Rivera dio
lectura a un mensaje mediante el cual señaló que “la Iglesia no busca con esta
reforma remover el carácter laico de la educación pública, tampoco pretende
interferir en los asuntos que son propios del Estado; lo único que pide es que
se reconozca el derecho humano de todo ciudadano a la libertad religiosa”.
Según esta nota, el arzobispo de México se habría pronunciado a favor de la
existencia de una madurez cívica que permita que se aprueben las reformas a los
artículos 24 y 40 constitucionales, para que haya “un pleno reconocimiento de
los derechos humanos y se fortalezca el Estado”. En suma, el Episcopado
entendió que la reforma pretendida al artículo 24 de la Constitución no podía
ser hecha a su medida, sino que tenía que incluir otras libertades importantes
defendidas por los grupos laicistas y por los propios católicos, como son la
libertad de convicciones éticas y la libertad de conciencia. De otra manera,
sería imposible que el tema se destrabara en el Senado, donde las fracciones
parlamentarias del PRI y del PRD habían bloqueado su aprobación, en tanto no se
debatiera ampliamente el tema y se despejaran las dudas acerca de las
pretensiones de la jerarquía católica.
Queda claro ahora que
dicha reforma sólo se puede dar en el marco de una laicidad constitucional. En otras
palabras, que sólo con un Estado laico puede haber una verdadera libertad
religiosa, no para unos sino para todos. Yo diría que por eso tenemos República
laica a la vista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario