sábado, 3 de marzo de 2012

Letra 261, 4 de marzo de 2012



JESÚS RESPONDE A LA FAMILIA DE ZEBEDEO (Mt 20.20-28)
www.mercaba.org/DIESDOMINI/FIESTAS/SANTIAGO/ev-comentario.htm

1. Este texto sobre el servicio cristiano hay que ponerlo en relación con los vv. 17-19 que anuncian el mayor servicio de Jesús, el de su propia muerte. La madre de los hijos del Zebedeo aspira no sólo a un mejor puesto para sus hijos, sino a lo máximo, al todo del reino. La aspiración a lo más alto es algo grabado en el corazón del hombre. Jesús no anulará esta aspiración sino que le dará un nuevo giro, aunque la ambición esté, por supuesto, descartada del reino.
Como en otras ocasiones Jesús calma el ardor de sus discípulos sin humillarlos. Pero los apóstoles no podían imaginar ni la magnitud ni el verdadero significado de este cáliz. Solamente la gloria de Jesús, la experiencia de la cruz vencida, pudo dar a las primeras generaciones de cristianos la fuerza necesaria para enfrentarse a la muerte por ser creyentes.
Sólo Dios decide los asientos en el Reino. Solamente él asocia a quien quiere a su autoridad de juez escatológico, y ni siquiera el martirio da derecho a ninguno de ellos. Si el que se dice creyente "exige" a Dios una recompensa por su adhesión, no ha entendido que el único camino para "llegar arriba" en el reino de Jesús será sobre todo el ponerse al servicio de los demás.
La segunda parte de la escena se centra sobre el grupo de los demás apóstoles. Jesús no critica directamente los poderes terrenos, sino que enseña a sus amigos que no es un modelo al que se pueda equiparar el Reino. Más aún, el verdadero medio de que disponen los miembros de la comunidad mesiánica para llegar a la "grandeza" del Reino es el servicio. El sentimiento y deseo de superioridad que anida en el corazón de todo hombre tiene un cauce de expresión en la dinámica del reino: el servicio. Todo lo contrario a lo que cabría esperar. Sólo mirando al servicio total de Jesús en su muerte es posible entender estas palabras sin pensar que se trata de no sé qué ironía.
v. 28: Este verso viene a ser la clave del servicio cristiano. Jesús es el siervo que ha sufrido por muchos (cf. Is 53. 11-12). Así ha realizado el servicio fundamental: el haber dado comienzo para los hombres al tiempo de salvación. Si el Hijo del hombre no se arroga el poder de dar los puestos en la gloria (v. 23) siendo, como es, el servidor por excelencia mediante su muerte, la ambición religiosa es lo más opuesto al evangelio. Solamente una iglesia servidora es una iglesia creyente.

2. Los hijos de Zebedeo son los discípulos Santiago y Juan (cf. Mc 10, 35) y su madre se llama Salomé (cf. Mt 5, 56; Mc 15, 40). La petición de esta madre en favor de sus dos hijos se comprende si tenemos en cuenta que los discípulos de Jesús esperaban el pronto establecimiento del reino mesiánico. Además, pensaban en un reino temporal en el que habría honores, dignidades y puestos apetecibles para los amigos de Jesús. Sin embargo, el reino de Dios es muy distinto y sólo se establecerá cuando vuelva el Señor (Hech 1, 6s). Mientras tanto, lo que importa es seguir a Cristo y ser testigos suyos en el mundo.
No es la misión de Cristo en la tierra situar a sus amigos en los mejores puestos y conceder honores, sino salvar a los hombres con un amor que no se detiene ante la muerte y muerte de cruz. El que ha resucitado a Jesús de entre los muertos, sabrá resucitar y premiar en su día a los que ahora siguen los pasos de Jesús.
El disgusto de los otros discípulos al descubrir la ambición de sus compañeros, Juan y Santiago, ofrece una buena ocasión al Maestro para enseñar a todos una gran lección. Jesús les recuerda cómo se comportan en el mundo los que dominan sobre los pueblos, y les advierte para que no suceda entre ellos lo mismo. Pues si él no ha venido a este mundo para ser servido, sino para servir, sus discípulos no deben aspirar a otra cosa que al servicio amoroso a todos sus hermanos.

3. Podríamos resumir el evangelio de hoy con este pensamiento: el modelo del Reino, y por tanto de los que lo predican, no será el del poder político, sino el del servicio tal como Jesús lo entiende y lo realiza en su vida.
La petición que la madre de Santiago y Juan hace para sus hijos viene inmediatamente después del tercer anuncio de la pasión: no han comprendido cuál es la pretensión de Jesús ni cómo se va a realizar; pero el hecho de pedir que los dos estén estrechamente asociados al poder de Jesús ("sentarse a la derecha y a la izquierda") indica que le tienen confianza e incluso que le reconocen como Mesías.
Esta pretensión va totalmente desencaminada. Solamente el Padre sabe quiénes van a ocupar los primeros lugares en el Reino, y ni el martirio da derecho a esas aspiraciones. El discípulo no tiene que preocuparse de esto, sino de "beber el cáliz" de Jesús, es decir, estar en comunión con su mismo destino: en este contexto beber el cáliz hace referencia a las palabras inmediatamente anteriores de Jesús sobre su subida a Jerusalén y su crucifixión (cf. 20.18-19).
La indignación de los otros diez se debe más a la envidia, al oír esta petición, que al hecho de que hayan comprendido "los secretos del Reino". Las normas que rigen en la comunidad mesiánica rompen con toda la ideología dominante en el mundo que la rodea especialmente con el modo de ejercer el poder en el mundo pagano ("los pueblos" o "las naciones"): su característica dominante es el absolutismo. Los que forman la comunidad mesiánica no deben asemejarse al modelo pagano; el modelo que Jesús propone es el del "servidor" (diakonos) y "esclavo" de los demás. La novedad de este modelo es el servicio a los demás: para los judíos era un honor llamarse servidores de Dios, pero no de los hombres.
Este servicio que Jesús propone tiene un modelo muy claro: Él mismo. Con sus últimas palabras corrige una concepción errónea que podía tenerse sobre su persona y al mismo tiempo se presenta como tipo del Siervo. Eso se hace en primer lugar con una frase negativa: "no ha venido para... ", y luego con otra positiva: "sino para dar su vida...", indicando que él será el verdadero Siervo de Yahvé y que su muerte tendrá el sentido de ser para todos los hombres una liberación ("rescate") para llevar una nueva vida.

4. Mientras que Mc 10, 33-45 hace intervenir a Santiago y a Juan en persona, Mateo se limita a poner en escena a su madre, sin duda para no debilitar la reputación de los apóstoles...; es este un procedimiento corriente en él. Es igualmente seguro que la petición de estar sentados a la derecha y a la izquierda del Señor en su reino (v. 21) no se refiere a la recompensa eterna, sino a una función de judicatura. Mateo acaba de recordar la promesa hecha por Jesús a sus apóstoles de que se sentarán sobre tronos para juzgar a las tribus de Israel (Mt 19, 28) como asesores del Juez soberano (Mt 25, 31). En este momento de su vida pública Jesús y los apóstoles tienen conciencia de que será mucho más que un Mesías: el Hijo del hombre mismo al que Dios ha de confiar el juicio y la condenación de los paganos (Dan 7, 9-27). Ahora bien: la profecía de Daniel (Dan 7, 9-10) describe a ese Hijo del hombre rodeado de un tribunal sentado sobre tronos. Los apóstoles debieron de comprender muy pronto que ellos constituirán ese tribunal, y la petición de Santiago y de Juan lo confirma. Han comprendido que Jesús será entregado a los paganos (Mt 20, 19) y se imaginan que el juicio realizado por el Hijo del hombre castigará a estos por su crimen. Esperan verse asociados a esa revancha divina. […]
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REPÚBLICA LAICA, A LA VISTA
Roberto Blancarte
Milenio Diario, 28 de febrero

El camino está despejado para que el Congreso mexicano y las diversas entidades de la Federación puedan finalmente aprobar el artículo 40 de la Constitución y con ello la laicidad del Estado en nuestro país. De paso, también se aprobaría la reforma del artículo 24, con el cual dicho Estado laico garantizaría la “libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión”, en lugar de únicamente la libertad “de creencias religiosas”, como hasta ahora sucede. Con ello se ampliaría el espectro de libertades que la Constitución garantiza.
El camino para llegar a esto fue oscuro y sinuoso, pero después de intentos reales de contrarreformas, de pretensiones clericalistas y de acuerdos inconfesables, se termina imponiendo el peso de nuestra historia liberal, de nuestra pluralidad y diversidad, así como de la razón pública, es decir la de todos y no nada más la de unos cuantos. La República laica se sigue definiendo a favor de las libertades y se apuntala para hacer frente a los nuevos retos sociales, políticos y culturales que genera la vida contemporánea.
El problema radicaba en la exposición de motivos inicial, la cual señalaba la posibilidad de que dicha reforma abriera la puerta a otros cambios constitucionales, particularmente el del artículo 3. Me queda claro que esa era la intención del Episcopado, el cual encontró políticos a modo para canalizar sus pretensiones. Pero es igualmente claro que la reacción de la sociedad, de la mayoría de las otras iglesias, de los intelectuales, de los comunicadores y de los propios católicos, fue de condena a cualquier intento de introducir la instrucción religiosa en la escuela pública laica. Es quizá por ello que desde principios de febrero el Episcopado católico comenzó a enviar señales de petición de tregua, indicando que en realidad no tenía tales pretensiones. En una nota titulada “Algunos conceptos básicos en torno a la libertad religiosa”, publicada por Manuel Corral Martín, secretario ejecutivo de relaciones públicas de la Conferencia del Episcopado Mexicano, se afirmaba que dicha noción “no implicaría ninguna modificación del artículo 3º constitucional, ni tampoco ninguna contradicción, pues sigue plenamente en vigor la prescripción de que la educación que imparte el Estado es laica. El derecho de los padres o tutores a que sus hijos reciban educación religiosa lo pueden ejercer enviándolos a los cursos de educación religiosa que imparten las diversas iglesias con sus propios medios.” Igualmente se sostiene en dicho documento que la libertad religiosa “no implicaría el reconocimiento de que los ministros de culto de alguna asociación religiosa puedan ser electos para cargos de elección popular, pues la actual prohibición no tiene que ver con la libertad religiosa, sino con los derechos políticos.” En una entrevista radiofónica mencioné sin embargo que quien esto firmaba era un funcionario de tercera dentro de la Conferencia del Episcopado Mexicano. No era con ánimo de ofender, sino de situar el nivel del compromiso episcopal. Este finalmente se ha venido expresando en los días recientes. En entrevista realizada por Milenio Semanal, publicada el pasado domingo, Antonio Gutiérrez Trejo le señala al presidente del Episcopado mexicano que “se ha dicho que esta reforma pretende revisar los artículos tercero, quinto, 27 y 130 de la Constitución, así como la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, en la que se asientan los principios de laicidad del Estado” y le pregunta: “¿Es lo que pretende la Iglesia católica?”. A esto el arzobispo Carlos Aguiar Retes respondió: “De nuestra parte, de ninguna manera”. Luego, después de la misa del mismo domingo 26 de febrero en la Catedral Metropolitana, el cardenal Norberto Rivera dio lectura a un mensaje mediante el cual señaló que “la Iglesia no busca con esta reforma remover el carácter laico de la educación pública, tampoco pretende interferir en los asuntos que son propios del Estado; lo único que pide es que se reconozca el derecho humano de todo ciudadano a la libertad religiosa”. Según esta nota, el arzobispo de México se habría pronunciado a favor de la existencia de una madurez cívica que permita que se aprueben las reformas a los artículos 24 y 40 constitucionales, para que haya “un pleno reconocimiento de los derechos humanos y se fortalezca el Estado”. En suma, el Episcopado entendió que la reforma pretendida al artículo 24 de la Constitución no podía ser hecha a su medida, sino que tenía que incluir otras libertades importantes defendidas por los grupos laicistas y por los propios católicos, como son la libertad de convicciones éticas y la libertad de conciencia. De otra manera, sería imposible que el tema se destrabara en el Senado, donde las fracciones parlamentarias del PRI y del PRD habían bloqueado su aprobación, en tanto no se debatiera ampliamente el tema y se despejaran las dudas acerca de las pretensiones de la jerarquía católica.
Queda claro ahora que dicha reforma sólo se puede dar en el marco de una laicidad constitucional. En otras palabras, que sólo con un Estado laico puede haber una verdadera libertad religiosa, no para unos sino para todos. Yo diría que por eso tenemos República laica a la vista.

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