NACE LA
COMUNIÓN MEXICANA DE IGLESIAS REFORMADAS Y PRESBITERIANAS, Y ORDENA
PRIMERAS PASTORAS
Lupa Protestante, 2 de noviembre de 2012
Teniendo como marco la celebración del CDXCV aniversario de la Reforma
Protestante, el domingo 28 de octubre en la Capilla de la Iglesia Anglicana
adjunta a la Comunidad Teológica de México, se anunció el surgimiento de la
Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP), nombre
inspirado en el de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR),
organizada a su vez en junio de 2010 como resultado de la fusión de la Alianza
Reformada Mundial y el Concilio Mundial de Iglesias Reformadas. Con la
asistencia de más de 300 personas y la participación de invitados/as de
diversas confesiones, el culto aglutinó a pastores y miembros de varias decenas
de iglesias locales, incluyendo en primer término a los pastores excomulgados
por la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM) y sus congregaciones,
además de un grupo representativo proveniente de Chiapas que también se
integrará al nuevo cuerpo eclesiástico. Un día antes, el sábado 27, en la
Iglesia Esmirna de Cuernavaca, Morelos, se tomó el acuerdo que formalizó el
nacimiento de la CMIRP, con la presencia de la representación chiapaneca también.
En esa línea celebratoria y
como punto de partida para un nuevo caminar eclesiástico y ecuménico, este
conjunto de comunidades de iglesias de tradición calvinista-presbiteriana,
realizó la ordenación de las primeras pastoras en México, Gloria González Esquivel
y Amparo Lerín Cruz. González Esquivel, licenciada en Teología y originaria del
estado de Morelos (sur del Distrito Federal), pero avecindada en Chiapas,
adonde pastorea una comunidad y preside una ONG que trabaja con mujeres de
escasos recursos, fue recibida por el grupo en cuestión. Lerín Cruz, nacida en
Oaxaca, con maestría en Divinidades y realizando trabajo pastoral en la Iglesia
El-Shadday, luego de un largo proceso iniciado en el Presbiterio Juan Calvino
(fundado en 1989) que desembocó en un fuerte conflicto con la asamblea general
de la INPM,pues ella misma fue ponente en el Concilio Teológico llevado a cabo
en agosto de 2011.El acuerdo para ordenar a ambas en una fecha tan
significativa marca el inicio de labores de la CMIRP y afirma una postura
teológica que se coloca lado a lado con las iniciativas promovidas por los
organismos reformados regional (Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas
de América Latina, AIPRAL) y mundial (CMIR).
El acto litúrgico dio inicio
con un procesional (los pastores presbiterianos ataviados con cuellos
clericales hugonotes) y la oración de Dave Thomas, ex representante de la
Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos (PCUSA, por sus siglas en inglés), con
quien la INPM rompió relaciones en agosto de 2011. El llamado a la adoración
fue un texto de Gerardo Oberman, en la confesión de pecados se entonó el canto
“Dios, manda la lluvia”, y en la intercesión comunitaria, “Kyrie eleison”, del
brasileño Rodolfo Gaede Neto.
La reflexión bíblica, “El
Espíritu de Dios reforma a su iglesia y confirma los ministerios”, basada en
Joel 2, I Corintios 4 y Apocalipsis 5, estuvo a cargo de Leopoldo
Cervantes-Ortiz, comenzó como sigue: “Cobijados/as en este día tan relevante
para la vida y misión de las iglesias en el mundo por la palabra profética de
quien anunció la venida renovadora y sorprendente del Espíritu, y también por
la palabra apostólica que no dudó en afirmar la validez y vigencia de los
ministerios eclesiásticos para hombres y mujeres en medio de la incomprensión que
sigue hasta nuestros días, y por la palabra apocalíptica que vislumbró la
victoria final de los proyectos divinos en el cosmos entero, a pesar de la
oposición violenta de las fuerzas más oscuras y retardatarias, no podemos menos
que alzar la mirada al cielo, tomar nuevas fuerzas y mirar hacia adelante,
hacia los albores y los signos del reino de Dios que nos toca vivir hoy.
Además, y con base en la evidencia escritural, es posible afirmar que el
esfuerzo divino por reformar a su Iglesia nunca ha cesado y que, en el fragor
de los conflictos históricos y humanos que nos toque vivir, la gracia de Dios
nunca la abandona y, por el contrario, sigue suscitando nuevas y refrescantes
formas de experimentar el gozo de la salvación en Cristo Jesús, y de traducir
todo ello en prácticas consecuentes con los valores de su Reino”. La homilía
concluyó con el poema “Su bandera sobre mí es amor”, de la autora presbiteriana
guatemalteca Julia Esquivel.
Como corolario de la
exposición bíblica se leyó el “Credo de la mujer”, de Judith van Osdol, ex
responsable de los ministerios femeninos y justicia de género del Consejo
Latinoamericano de Iglesias, que en una parte afirma: “Creo en Jesús, que habló
de teología con una mujer junto al pozo, y le confió por primera vez que él era
el Mesías, que la alentó a que fuera a la ciudad y contara las grandes nuevas
—la primera predicadora de las buenas nuevas”. A continuación se procedió al
acto solemne de ordenación presidido por el presbítero Rubén Montelongo,
presidente de la CMIRP, acompañado por el resto de los pastores, a quienes se
sumaron los demás ministros/as ordenados presentes. Se hizo la entrega de
diversos símbolos y elementos para la práctica pastoral: Biblia, estolas (unas
de ellas enviadas por Alison Young, del Presbiterio de New Brunswick, Estados
Unidos), equipo eucarístico, cruces y cuellos clericales.
Se procedió entonces a la
imposición de manos en la que participaron los ministros, hombres y mujeres, de
las iglesias presentes. La oración la hizo el presbítero Hugo Gallardo Duarte y
la declaración formal de ordenación, el presbítero Silfrido Gordillo Borralles,
secretario de la naciente CMIRP, con la entrega del certificado
correspondiente. Enseguida se entonó el canto “El profeta”, para lo cual, Lerín
Cruz invitó a niñas y jóvenes a acompañarlas. Ellas mismas, aunque se había
anunciado que la directiva de la CMIRP presidiría la celebración de la
Eucaristía, oficiaron su administración, para lo cual invitaron a pastores/as y
ancianos/as de iglesia presentes. En ese momento se entonó “Y andaremos por el
mundo con fe”, del venezolano Eseario Sosa. Fue un momento conmovedor y
solemne.
Inmediatamente después se
hizo el anuncio de la organización de la nueva iglesia, para lo que se llamó al
estrado a los pastores/as y representantes de las iglesias y congregaciones,
incluida la representación de Chiapas, al final de lo cual se elevó una
plegaria. Luego se leyeron o mencionaron varias cartas de saludo y apoyo
provenientes, entre otras, de la AIPRAL, de las Iglesias Reformadas en Argentina
y algunas comunicaciones personales. La carta de AIPRAL expresa lo siguiente:
“Como ustedes saben, tanto la CMIR como AIPRAL, después de mucho estudio sobre
la palabra de Dios ha llegado a la conclusión [de] que tanto mujeres como
hombres son llamados a la misión de Dios y a los diferentes ministerios de la
iglesia. Por lo tanto, animamos a nuestras iglesias a reflexionar sobre esto y
sumarse a una inclusión completa de las mujeres en todos los ministerios
pastorales”. Ese día, por la noche, llegaría el saludo de María Arroyo, a
nombre de la PCUSA.
Antes de cantar el clásico
himno de Martín Lutero, “Castillo fuerte es nuestro Dios”, varios pastores/as
expresaron de viva voz su simpatía por la nueva iglesia y por lo realizado.
Especialmente conmovedor fue el testimonio del obispo anfitrión Carlos Touché,
quien no dejó de mencionar su trasfondo presbiteriano y el de Rebeca
Montemayor, quien fue ordenada como pastora bautista hace 12 años en el mismo
lugar. Finalmente, después del ofertorio (“Caminando hacia ti”, creación
colectiva, Matanzas, Cuba, 2008) y del envío, las flamantes pastoras
impartieron la bendición apostólica y con el recesional en el que se entonó
otro himno clásico, “Firmes y adelante, huestes de la fe”, se dio por concluido
el acto, inédito en la vida del presbiterianismo mexicano. A la celebración
litúrgica le siguió un convivio en los jardines de la Comunidad Teológica.
(LCO)
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DE LA
SEPARACIÓN INEVITABLE A LA UNIDAD
IMPRESCINDIBLE
(II)
Zwinglio M. Dias
Tiempo y Presencia (1983), Lupa Protestante, 14 de
diciembre de 2011
El artículo sobre la comunión de los santos, según
Calvino fue introducido en el Credo para expresar con más claridad la unidad
que existe entre los miembros de la Iglesia y para indicar que los dones que
Dios les concede redundan para el bien común de todos. La comunión de esos
bienes no excluye la propiedad privada ni la diversidad de dones afirmada por
Pablo (I Co 12 y Ro 12.3-8). Ella significa, verdaderamente, que los fieles se
comunican entre sí los bienes del cuerpo y los bienes del Espíritu de forma
benigna y amorosa, en justa medida y de acuerdo con las exigencias del momento.
Esto supone una perspectiva
de unidad de la comunidad. A Calvino le impresionaba mucho la imagen del cuerpo
usada por Pablo para describir las relaciones prevalecientes en la Iglesia.
Pluralidad de funciones y orientación hacia el bien común son las dos características
de la Iglesia que se vuelve así el “cuerpo místico de Cristo”. La unión de cada
creyente con Cristo constituye la raíz última de la unidad corporal de la
Iglesia y de la unión comunitaria entre los miembros. Dice: “Los santos son
agregados a la compañía de Cristo para que se comuniquen entre sí los
beneficios que Dios les otorga”. La relación y el intercambio de bienes es
consecuencia del vínculo con que Cristo une consigo a los fieles. Él forma a la
Iglesia mediante la acción del Espíritu; cuando otorga sus dones a un creyente,
enriquece de hecho a los demás. No puede conferir sus dones a uno sin que los
demás dejen de participar de los mismos. Pero esa comunión es también tarea de
los miembros. Calvino no concebía la unión eclesial como resultado de una
decisión de los elegidos para unirse y desarrollar una tarea específica a fin
de instaurar el Reino; más bien, afirma que Cristo mismo —dada la incapacidad
humana— crea entre los creyentes una unidad mística que se concreta como unidad
orgánica en la comunidad visible. Como consecuencia de tal unión, quienes están
unidos orgánicamente colaboran con sus dones respectivos para el bien de todo
el cuerpo. Así, el carácter de miembro del cuerpo no es consecuencia de su
decisión de colaborar, pues al contrario, debido a que somos miembros de Cristo
estamos obligados a mantener a la vista esa comunión que tenemos en Cristo.
De este modo, la tarea de
construir el Reino es una acción comunitaria. Extrapolando eso a nuestros días,
se diría que es una tarea ecuménica que incluye a todos los que de una u otra
forma están ligados a la propuesta de construir el Reino. Una tarea unitaria.
Calvino se muestra profundamente impresionado por la idea de que el cristiano,
como consecuencia de su unión con Cristo, no puede llevar una existencia
meramente individual, ni ser un francotirador, pues para él la tarea de
construcción del Reino es esencialmente una tarea comunitaria. El creyente
tiene que edificar a los demás con los dones que le son concedidos por Dios, ¡pues
para eso se los ha dado! Por ser miembros coordinados por una misma cabeza
estamos obligados a compartir fraternalmente nuestros dones. Debemos usar
nuestros bienes en provecho del prójimo; a su vez, los dones del prójimo
resultarán benéficos para nosotros. Dice, entre otras cosas: “Todas las
posibilidades de que dispone el ser humano piadoso serán
posibilidades para sus hermanos, y él no debe buscar ningún provecho
particular, sino que todo su esfuerzo será en el sentido de orientar su trabajo
y su vida para la edificación común de la Iglesia”.
El peregrinaje iniciado en
1978 para la edificación de una Iglesia Presbiteriana que entre nosotros sea
fiel a sus orígenes y, al mismo tiempo, represente las aspiraciones, los
deseos, las necesidades y los sueños de nuestro pueblo, implica, a mi
modo de ver, una doble tarea: por un lado, reexaminar con honestidad nuestra
herencia en las prácticas, ideas y valores y, por otro, articular todo eso a la
luz de la realidad histórica nacional de la que necesariamente somos parte.
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