sábado, 11 de mayo de 2013

I Corintios 12.12-26

La Palabra (Hispanoamérica)




12 Sabido es que el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, y que los diversos miembros, por muchos que sean, constituyen un solo cuerpo. Lo mismo sucede con Cristo. 13 Todos nosotros, en efecto, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos recibido el bautismo en un solo Espíritu, a fin de formar un solo cuerpo; a todos se nos ha dado a beber de un mismo Espíritu.
14 Por otra parte, el cuerpo no está formado por un solo miembro, sino por muchos. 15 Si el pie dijera: “Como no soy mano, nada tengo que ver con el cuerpo”, ¿dejaría por ello de formar parte del cuerpo? 16 Y si el oído dijera: “Como no soy ojo, nada tengo que ver con el cuerpo”, ¿dejaría por ello de formar parte del cuerpo? 17 Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo podría oír? Y si todo fuera oído, ¿cómo podría oler? 18 Por algo distribuyó Dios cada uno de los miembros en el cuerpo según le pareció conveniente. 19 Pues ¿dónde estaría el cuerpo si todo él se redujese a un solo miembro? 20 Precisamente por eso, aunque el cuerpo es uno, los miembros son muchos. 21 Y no puede el ojo decirle a la mano: “No te necesito”. Como tampoco puede la cabeza decir a los pies: “No los necesito”. 22 Al contrario, cuanto más frágil parece un miembro, más imprescindible es, 23 y rodeamos de especial cuidado aquellas partes que menos parecerían merecerlo. Asimismo, tratamos con mayor decoro las que consideramos más indecorosas, 24 pues las que en sí mismas son decorosas no necesitan especial cuidado. Dios mismo ha organizado el cuerpo dando más honor a lo que menos parece tenerlo, 25 a fin de que no existan divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros por igual se preocupen unos de otros. 26 Y así, cuando un miembro sufre, todos sufren con él, y cuando recibe una especial distinción, todos comparten su alegría.

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