DIÓCESIS DE INGLATERRA APRUEBAN OBISPAS
El
Universal, 23 de mayo de 2014
La legislación regresará al Concilio
en julio para su votación final; el asunto ha dividido desde hace mucho a la
Comunión Anglicana
Todas las
diócesis de la Iglesia de Inglaterra
votaron a favor de permitir que las mujeres
presten servicio como obispas, informó la institución, dejando pendiente
sólo un obstáculo importante para cambiar siglos de práctica.
El asunto
ha dividido desde hace mucho tiempo a la Comunión Anglicana, una organización
cristiana con más de 80 millones de adherentes en todo el mundo.
Iglesias
anglicanas en Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos ya tienen mujeres prestando
servicio como obispas.
La
Iglesia de Inglaterra ha batallado durante años para decidir si admite a las
mujeres en jerarquía. El Concilio General de la Iglesia votó en febrero a favor
de enviar a sus 44 diócesis una iniciativa que permita la existencia de
obispas.
La
Iglesia dijo el viernes que todas votaron a favor, con Manchester, la última en
hacerlo, el jueves.
La
legislación ahora regresará al Concilio en julio para su votación final.
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EL DIOS VIVO: SU ELECCIÓN
Karl Barth, Instantes
Dice Jesús: “Yo os he elegido”
(Juan 15.16).
Lo que le sobreviene a la criatura
cuando el misterio de Dios se yergue de manera tan conmovedora en medio de su
vida con su elección, es en realidad la gracia, la benevolencia y el favor de
Dios. Cuando esto sucede, Dios le dice realmente “sí”. Y de este modo es, en su
certeza, un sí incondicional que precede a toda autodeterminación de la
criatura: la predestinación bajo la cual puede vivir en cualquier
circunstancia. Nos pone en movimiento, pero no nos precipita en la inquietud.
El ámbito de la inquietud es el ámbito que cae fuera de la elección divina por
gracia: el ámbito de la criatura que se resiste al amor de Dios. Inquieta ha de
estar, ya que con su oposición ha causado su propia caída, y ahora, tras haber soltado el único apoyo posible, busca
otro inútilmente. Pero en virtud de la elección divina por gracia, queda a
salvo de este ámbito de la inquietud.
Con el sí
que Dios le dice, queda permanentemente bajo ese sí: sin objeciones, sin
segundas intenciones ni reservas, no con una fidelidad temporal, sino eterna.
Al producirse la elección de Dios, la criatura deja automáticamente atrás cosas
como la cuestión de si ese “sí” tendrá o no validez, la preocupación de cómo,
en el mejor de los casos, podrá uno conseguir o conservar ese sí, preocupación
que surge a la vista de la imposibilidad, continuamente manifiesta, de vivir
por propio impulso desde ese sí. Le han dado un «sí», no tiene ya otra vida,
sino la procedente de ese “sí”, pues indudablemente Dios ha dicho ese sí, e
indudablemente Dios es Dios. Sólo le queda vivir tranquilamente esa vida tan
concreta. Sólo le queda la admiración, el asombro deferente ante el hecho
misterioso de que puede vivir esa vida a la que le han dado un sí.
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CÁNONES DE
DORT (1619)
CAPITULO QUINTO: DE LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS (I)
I. A los que Dios llama, conforme a Su propósito, a la comunión de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y regenera por el Espíritu Santo, a éstos les salva ciertamente del dominio y de la esclavitud del pecado, pero no les libra en esta vida totalmente de la carne y del cuerpo del pecado.
II. De
esto hablan los cotidianos pecados de la flaqueza, y el que las mejores obras
de los santos también adolezcan de defectos. Lo cual les da motivo constante de
humillarse ante Dios, de buscar su refugio en el Cristo crucificado, de matar
progresivamente la carne por Espíritu de oración y los santos ejercicios de piedad,
y de desear la meta de la perfección, hasta que, librados de este cuerpo de
muerte, reinen con el Cordero de Dios en los cielos.
III. A
causa de estos restos de pecado que moran en el hombre, y también con motivo de
las tentaciones del mundo y de Satanás, los convertidos no podrían perseverar
firmemente en esa gracia, si fuesen abandonados a sus propias fuerzas. Pero
fiel es Dios que misericordiosamente los confirma en la gracia que, una vez,
les fue dada, y los guarda poderosamente hasta el fin.
IV. Y si
bien ese poder de Dios por el que corma y guarda en la gracia a los creyentes
verdaderos, es mayor que el que les podría hacer reos de la carne, sin embargo,
los convertidos no siempre son de tal manera conducidos y movidos por Dios que
ellos, en ciertos actos especiales, no puedan apartarse por su propia culpa de
la dirección de la gracia, y ser reducidos por las concupiscencias de la carne
y seguirlas. Por esta razón, deben velar y orar constantemente que no sean
metidos en tentación. Y si no lo hacen así, no sólo pueden ser llevados por la
carne, el mundo y Satanás a cometer pecados graves y horribles, sino que
ciertamente, por permisión justa de Dios, son también llevados a veces hasta
esos mismos pecados; como lo prueban las lamentables caídas de David, Pedro y
otros santos, que nos son descritas en las Sagradas Escrituras.
V. Con
tan groseros pecados irritan grandemente a Dios, se hacen reos de muerte,
entristecen al Espíritu Santo, destruyen temporalmente el ejercicio de la fe,
hieren de manera grave su conciencia, y pierden a veces por un tiempo el
sentimiento de la gracia; hasta que el rostro paternal de Dios se les muestra
de nuevo, cuando retornan de sus caminos a través del sincero arrepentimiento.
VI. Pues
Dios, que es rico en misericordia, obrando de conformidad con el propósito de
la elección, no aparta totalmente el Espíritu Santo de los suyos, incluso en
las caídas más lamentables, ni los deja recaer hasta el punto de que pierdan la
gracia de la aceptación y el estado de justificación, o que pequen para muerte
o contra el Espíritu Santo y se precipiten a sí mismos en la condenación eterna
al ser totalmente abandonados por Él.
VII.
Pues, en primer lugar, en una caída tal, aún conserva Dios en ellos esta Su
simiente incorruptible, de la que son renacidos, a fin de que no perezca ni sea
echada fuera. En segundo lugar, los renueva cierta y poderosamente por medio de
Su Palabra y Espíritu convirtiéndolos, a fin de que se contristen, de corazón y
según Dios quiere, por los pecados cometidos; deseen y obtengan, con un corazón
quebrantado, por medio de la fe, perdón en la sangre del Mediador; sientan de
nuevo la gracia de Dios de reconciliarse entonces con ellos; adoren Su
misericordia y fidelidad; y en adelante se ocupen más diligentemente en su salvación
con temor y temblor.
VIII. Por
consiguiente, consiguen todo esto no por sus méritos o fuerzas, sino por la
misericordia gratuita de Dios, de tal manera que ni caen del todo de la fe y de
la gracia, ni permanecen hasta el fin en la caída o se pierden. Lo cual, por lo
que de ellos depende, no sólo podría ocurrir fácilmente, sino que realmente
ocurriría. Pero por lo que respecta a Dios, no puede suceder de ninguna manera,
por cuanto ni Su consejo puede ser alterado, ni rota Su promesa, ni revocada la
vocación conforme a Su propósito, ni invalidado el mérito de Cristo, así como
la intercesión y la protección del mismo, ni eliminada o destruida la
confirmación del Espíritu Santo.
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EL LENGUAJE ESPIRITUAL EN VIDA
EN EL AMOR (II)
Luego de asimilar la influencia de
Teilhard de Chardin (palpable también en Cántico cósmico y Versos del
pluriverso), Cardenal emprendió su propio camino reflexivo en Cuernavaca al
redactar Vida en el amor entre 1959 y 1961. Luce López Baralt lo
compara con El medio divino del jesuita francés y con Semillas de
contemplación, del monje y también poeta Thomas Merton, quien fue su
maestro en el monasterio trapense de Gethsemani, Kentucky. Ni en Salmos
ni en Gethsemani, Ky Cardenal se atrevió a traducir su experiencia
mística al verso.
Sobre la
influencia teilhardiana, el poeta nicaragüense ha escrito: “Creo que Chardin
puede ser un puente entre cristianismo y marxismo, al igual que loes la
teología de la liberación. […] Según él, la evolución es un proceso desde el
gas original hasta las sociedades actuales y la humanidad futura […] Un
cristianismo anterior al de Chardin era incompatible con el materialismo
dialéctico y con el materialismo histórico y científico”.
Por ello,
las primeras palabras de Vida en el amor son paradigmáticas en esa
visión “franciscana”, ambientalista y evolucionista de la naturaleza: “Todas
las cosas se aman. La naturaleza toda tiende hacia un tú. Todos los
seres vivos están en comunión unos con otros. El fenómeno del mimetismo hermana
a todas las plantas y animales y cosas: hay insectos que imitan a las flores y
flores que imitan insectos, animales que imitan el agua o las rocas o la arena
del desierto o la nieve o los bosques o a los otros animales. Y todos los seres
vivos se aman y se comen unos a otros en ese vasto proceso del nacimiento y del
crecimiento y de la reproducción y de la muerte”. E incluso en esa cadena
biológico-religiosa aflora la vertiente erótica: “En la naturaleza todo es
mutación y transformación y cambio de unas cosas en otras, y todo es abrazo,
caricia y beso”.
Como
señala López Baralt: “Cardenal se inicia en la literatura mística con Vida en
el amor: Se trata del libro más gozoso, más compasivo y más armónico del poeta,
en el que salta a la vista el júbilo del místico reciente que ha descubierto
que ese amor avasallante es el centro ontológico del universo. ‘Hemos sido
creados para unas nupcias’, nos alecciona con certeza espiritual extrema.
Siguiendo las enseñanzas evolucionistas de Chardin, Cardenal intuye que todo
evoluciona hacia el amor, que constituye el “cemento que une el universo”. (LCO)