OREMOS POR LOS
PLANES Y ACTIVIDADES DEL MES DE JULIO
CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 8 de julio, 19 hrs.
Modera: Hna. Ruth Gleason
Llamamiento: Isaías 1.1-9
Oración de ofrecimiento
Himnos: “Gloria, gloria,
aleluya” (5)
“Santo Espíritu, dirige” (272)
Momentos de oración
Lectura bíblica: Isaías
6
Tema:
El Dios de los profetas (III)
Himno:
“Cuando lo anhelo más” (351)
Ofertorio
Bendición pastoral
EL DIOS DE LOS PROFETAS (III)
Louis Monloubou
Los dos, tanto Amós como
Oseas, hablan del Dios santo; pero si Amós menciona la santidad de Dios, es para
deducir de ella la certeza de un juicio insoslayable (Am 4.2). Al revés, Oseas
ve en el Dios santo al que, siendo radicalmente distinto de los hombres, no
puede participar de sus deseos de venganza, de sus manías destructoras; al que
no puede menos de perdonar y de salvar (Os 11.9). Como acabamos de sugerir, el
calificativo de «santo» debía ser inicialmente el que celebraba al dios
venerado en el antiguo santuario jebuseo de Sión, el dios llamado Elyón: el
Altísimo. Este calificativo se transfirió luego al Dios de los israelitas, a
quien David y su corte atribuían complacidos las características más nobles de
la divinidad cananea.
El contenido de este
título “santo” resulta especialmente sutil: capaz de unir unas potencialidades
que nos parecen contradictorias, resulta sin embargo accesible cuando se le
ilustra con el tema del fuego, de ese fuego cósmico en concreto que es la
tempestad. Por otra parte, los mismos fieles se complacían en utilizar esta
metáfora tan sugestiva del fuego. El c. 6 de Isaías, o el Salmo 97, son buenos
ejemplos de ello.
El fuego es algo que no
se puede tocar, que nadie se atreve a tocar. Así, del fuego del Sinaí tenía que
alejarse el pueblo. Porque el fuego es destructor; es también terrible, inaccesible.
Sin embargo, el fuego sirve al hombre. La tempestad que aterra a los humanos
con su brutalidad, que conmueve los cedros y derriba a los ciervos (Sal 29),
trae también la lluvia que fertiliza y calma la sed.
De este modo, con el
fuego, lo que destruye hace también vivir; lo intocable se ha hecho familiar.
La santidad de Dios es análoga a esa realidad polimorfa. No es posible acercarse
a ese Dios santo y terrible (Ex 3.5), que en ocasiones puede ser destructor (2
Sm 6.6-8). De este sentido de la santidad divina es de donde se deriva la frase
de Amós citada anteriormente o también la exposición isaiana (Is 6.11-15), que
anuncia precisamente la destrucción del pueblo por el fuego (véase también Ez
43.4-9; 44.23; etc.). […]
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Los profetas del Antiguo Testamento, p. 43.
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
JULIO: UNA ORACIÓN PARTICIPATIVA.
CÓMO ORABA JESÚS DE NAZARET
13 – Conferencia sobre Rubén Jaramillo
20 – Gratitud por fin de cursos
28-2 ago. – Escuela Bíblica de vacaciones
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