domingo, 6 de julio de 2014

Actividades

OREMOS POR LOS PLANES Y ACTIVIDADES DEL MES DE JULIO

CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 8 de julio, 19 hrs.
Modera: Hna. Ruth Gleason

Llamamiento: Isaías 1.1-9
Oración de ofrecimiento
Himnos: “Gloria, gloria, aleluya” (5)
               “Santo Espíritu, dirige” (272)
Momentos de oración
Lectura bíblica: Isaías 6
Tema: El Dios de los profetas (III)
Himno: “Cuando lo anhelo más” (351)
Ofertorio
Bendición pastoral

EL DIOS DE LOS PROFETAS (III)
Louis Monloubou

Los dos, tanto Amós como Oseas, hablan del Dios santo; pero si Amós menciona la santidad de Dios, es para deducir de ella la certeza de un juicio insoslayable (Am 4.2). Al revés, Oseas ve en el Dios santo al que, siendo radicalmente distinto de los hombres, no puede participar de sus deseos de venganza, de sus manías destructoras; al que no puede menos de perdonar y de salvar (Os 11.9). Como acabamos de sugerir, el calificativo de «santo» debía ser inicialmente el que celebraba al dios venerado en el antiguo santuario jebuseo de Sión, el dios llamado Elyón: el Altísimo. Este calificativo se transfirió luego al Dios de los israelitas, a quien David y su corte atribuían complacidos las características más nobles de la divinidad cananea.

El contenido de este título “santo” resulta especialmente sutil: capaz de unir unas potencialidades que nos parecen contradictorias, resulta sin embargo accesible cuando se le ilustra con el tema del fuego, de ese fuego cósmico en concreto que es la tempestad. Por otra parte, los mismos fieles se complacían en utilizar esta metáfora tan sugestiva del fuego. El c. 6 de Isaías, o el Salmo 97, son buenos ejemplos de ello.

El fuego es algo que no se puede tocar, que nadie se atreve a tocar. Así, del fuego del Sinaí tenía que alejarse el pueblo. Porque el fuego es destructor; es también terrible, inaccesible. Sin embargo, el fuego sirve al hombre. La tempestad que aterra a los humanos con su brutalidad, que conmueve los cedros y derriba a los ciervos (Sal 29), trae también la lluvia que fertiliza y calma la sed.

De este modo, con el fuego, lo que destruye hace también vivir; lo intocable se ha hecho familiar. La santidad de Dios es análoga a esa realidad polimorfa. No es posible acercarse a ese Dios santo y terrible (Ex 3.5), que en ocasiones puede ser destructor (2 Sm 6.6-8). De este sentido de la santidad divina es de donde se deriva la frase de Amós citada anteriormente o también la exposición isaiana (Is 6.11-15), que anuncia precisamente la destrucción del pueblo por el fuego (véase también Ez 43.4-9; 44.23; etc.). […]
Los profetas del Antiguo Testamento, p. 43.
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

JULIO: UNA ORACIÓN PARTICIPATIVA.
CÓMO ORABA JESÚS DE NAZARET

13 – Conferencia sobre Rubén Jaramillo
20 – Gratitud por fin de cursos

28-2 ago. – Escuela Bíblica de vacaciones

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