domingo, 6 de julio de 2014

Letra 375, 6 de julio de 2014

SU CONSUELO
Karl Barth, Instantes

“Mi gracia no se ha de apartar de tu lado” (Isaías 54.10)

Esto significa: yo, el Señor, soy bueno contigo. Pero no sólo lo soy desde lejos, sino que yo, el Señor, me dedico a ti, y no lo hago como puro gesto ni con las manos vacías.
Yo, el Señor, cuido de ti; más aún: yo, el Señor, quiero ahora hacerme cargo de tu asunto, del asunto de tu vida, hacerlo mío y, por tanto, hacerlo bueno. ¿Acaso porque eres una gran persona, porque lo has merecido? No, ¡no es por eso!, sino porque yo elijo y quiero hacer uso de la gracia contigo. “Mi gracia” significa: eres un siervo bastante inútil, pero, como tal, quiero tomarte a mi servicio precisamente a ti.
En lo que a mí respecta, eres un amigo de lo más dudoso —¡a menudo, más mi enemigo que mi amigo!—, pero yo quiero ser para ti un buen amigo, el mejor amigo que tienes. Eres un hijo desobediente —¡ah, claro que sí!, todos nosotros somos tan sólo sus desobedientes hijos—, pero yo quiero ser para ti un padre fiel. Esta es la gracia que no ha de apartarse de tu lado. ¿Por qué no? Sencillamente, porque es gracia y, por tanto, no depende en absoluto de ti: porque es mi gracia, no gracia humana, ¡sino de Dios! Por eso no puede apartarse de tu lado, y no se apartará. Puede y debe ser para ti, en buena medida, una gracia rigurosa y estricta, incluso hacerte daño a veces, pero no ha de apartarse de tu lado. Todos sin excepción somos respecto a ella chapuceros desagradecidos, ¡pero no ha de apartarse de tu lado, ni del mío, ni del de todos nosotros!

LA ORACIÓN DE JESÚS Y DEL CRISTIANO (I)
Jon Sobrino

A un nivel descriptivo, la oración puede describirse genéricamente como una de las formas de ponerse en contacto con la divinidad. Tiene que ver, por lo tanto, con la experiencia de sentido, de totalidad, de explicitación de lo que es considerado como último. Se diferencia, en un primer momento, de otras formas de intentar dominar la problemática de sentido, como pudieran ser el discurso racional-analítico sobre la divinidad o la experiencia y actividad praxico-ética. Pero adentrándonos un poco más en la problemática típicamente cristiana de la oración, tenemos que afirmar que su esencia no se va a deducir de lo que histórica, antropológica o fenomenológicamente se entiende por oración en la historia de las religiones. La oración cristiana no presupone simplemente el contacto con la divinidad o con el absoluto, sino con el Padre de Jesús. Por tanto la oración cristiana ha de tener la originalidad de la misma fe cristiana.
Desde esta perspectiva, en el trasfondo de este trabajo late el deseo de dar respuesta a las siguientes preguntas: Si el Reino de Dios es el horizonte último de cualquier realidad cristiana, ¿qué puede significar "oración por el Reino" (igual que decimos "celibato por el Reino")? Si la última experiencia de sentido, la misma gratuidad cristiana se hace real en último término en el hacer ¿qué puede significar "contacto con Dios" en la oración? Si el cristiano está siempre en camino al Padre, si Dios no es todavía todo en todo ¿qué puede significar la búsqueda de la voluntad de Dios en la oración, en contraposición a la posesión de Dios que parece implicar el "contacto con Dios"? Si el cristiano llega a serlo en la realización del Reino de Dios ¿cómo se puede distinguir la generalización de que toda la vida es oración, de la adversación de que nada es oración?

La oración de Jesús
Vamos a presentar un muy breve resumen, y limitado a los sinópticos, para obtener al menos los criterios fundamentales de lo que ha de ser la oración cristiana.

Lo que Jesús condena de la oración concreta de su pueblo

1: Narcisismo espiritual. (El fariseo y el publicano. Lucas 18.11). Aparece aquí a través de su negación lo que es la antropología fundamental de la oración cristiana. Jesús condena la autoafirmación del yo egoísta que vicia de raíz la oración al negar la alteridad del otro. Para el fariseo, el polo referencial no es Dios, ni el otro hombre, sino él mismo. Falta el fundamento que haga posible la oración: la auto-comprensión a partir de algo o alguien que no sea uno mismo.
2. Falta de pobreza ante Dios: (“Cuando oréis no seáis como los hipócritas...”, Mateo 6.5). La oración supone la actitud de pobreza teológica ante Dios, mientras que aquí es expresión de la propia grandeza; no se es honradamente humilde en un campo donde esto es indispensable.
3. Palabrería. (“Y al orar no charléis mucho...”, Mateo 6.7). Es una crítica al fatigare deos de los paganos. Condena el intento de llegar a Dios a través de aquello que es lo menos profundo de la persona. Falta la confianza radical, presupuesto indispensable de la oración, y hay una sacralización de las fórmulas de oración a las que parece se quiere conceder una autonomía absoluta. En cambio, en la oración, de lo que se trata es de encontrar aquello que el Padre ya sabe, y lo que hay que pedir es que se nos vaya revelando esta voluntad. Por esto la petición fundamental sólo puede ser "hágase tu voluntad".
4. Instrumentalización espiritualista alienante. (“No todo el que me diga ‘Señor, Señor’"..., Mateo 7.21). Esta oración es criticada porque no es expresión de una praxis ni la acompaña. El texto da una primacía a la praxis sin la cual no hay el material sobre el cual versar una experiencia cristiana de sentido.
5. Instrumentalización opresora. (Los escribas que devoran los bienes de las viudas so capa de largas oraciones..., Marcos 12.40). Se ataca una oración que se ha convertido en mercancía. El presupuesto de la condena es la opresión de las viudas -símbolo bíblico del desamparado y oprimido- por medio de la oración, que es aquello que es el acceso a Dios. Es la total perversión del culto: los escribas con pretexto de largas oraciones se comen las haciendas de las viudas.

Valgan estas citas para afirmar que Jesús no es un ingenuo respecto a la oración, ni le concede tal autonomía que haga que un mecanismo de oración sea ipso facto un mecanismo salvífico. A partir de esta crítica negativa, podremos comprender mejor qué fue positivamente la oración para Jesús.

Jesús practica la oración
Ante todo, hay que afirmar que Jesús hizo oración y que ésta tuvo gran importancia en su vida, y que los sinópticos diferencian claramente la actividad analítica y reflexiva de Jesús de lo que propiamente se puede llamar oración. Podemos considerar tres niveles en su oración. Ante todo la típica del judío piadoso, de la cual encontramos textos aquí y allá a lo largo de todo el evangelio. Ahora nos fijaremos más  detenidamente en un segundo nivel: la oración personal de Jesús en los momentos de tomar decisiones; y en un tercer nivel: la oración en la que Jesús concentra lo más profundo de su vida.

a) Oración personal en el momento de tomar decisiones. Toda la vida de Jesús se realiza en un clima de oración. Su vida pública comienza con la oración en el bautismo, el cual es interpretado como la toma de conciencia de Jesús sobre su misión, sobre aquello que va a totalizar y polarizar su vida. Termina con una oración - la del huerto-, expresada diversamente como oración de angustia y esperanza, pero en definitiva como relación explícita al Padre. Entre uno y otro momento los evangelios están jalonados de innumerables alusiones a la oración de Jesús. Antes de tomar decisiones importantes: elección de los Doce (Lc 6.12), al enseñar el Padrenuestro (Lc 11.1), antes de curar al niño epiléptico (Mr 2.29). Jesús ora por personas concretas: por Pedro (Lc 22.22), por sus verdugos (Lc 23.24). Alude a la oración en ocasiones históricas, como cuando afirma que cierta clase de demonios no se expulsan sin la oración (Mr 9.29), o cuando la relaciona con la convicción de la fe (Mr 11.23). La oración era algo habitual en Jesús y así lo reconoce Lucas cuando en un sumario, es decir en los versículos donde concentra la actividad de Jesús, afirma que "...numerosa multitud afluía para oírle y ser curados... Pero él se retiraba a los lugares solitarios" (Lc 5.15s). Jesús ora en situaciones históricas concretas de importancia, más allá de las oraciones cúlticas de su pueblo.

b) Oración en la que concentra lo más profundo de su vida, en momentos cruciales de su existencia. En ellos, recoge el sentido último de su persona, actividad y destino ante el Padre. Los dos pasajes principales son la oración de acción de gracias y la oración del Huerto.

·       Oración de acción de gracias. "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a pequeños" (Mt 11.25; Lc 10.21). La formulación de esta oración hay que entenderla en el trasfondo apocalíptico de comunicación de la revelación, cuyo contenido es el Reino de Dios. Jesús ha hecho la experiencia de no ser aceptado por los grandes y en este contexto de gracias al Padre porque son los "pequeños" los que han comprendido. Se alegra sencillamente de que el Reino de Dios se realice entre los pequeños. Esta acción de gracias aparece en un contexto dialéctico y polémico. Se ha hecho posible lo que parecía imposible: han comprendido no aquellos que parecían poder comprender —los sabios— sino aquellos que parecían no poder comprender -los pequeños-. Se introduce en la oración el elemento de escándalo que se repite constantemente en los evangelios, y que es imprescindible para acceder al Padre de Jesús, y no a cualquier divinidad.
En esta oración, aparece el Padre como el último horizonte de la persona y la actividad de Jesús. Este horizonte de trascendencia —Padre— no se describe abstractamente, es un Dios parcial hacia los pequeños, alejado de una divinidad igualmente cercana o lejana a todos los hombres. Es un Dios con una voluntad determinada que debe buscarse y cumplirse: "Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito".

Es una oración que recoge una profunda experiencia de sentido. Ora después de. Su actividad histórica, en medio del conflicto que la origina, consciente de la división que su misión ha ocasionado. Y, en esta situación, se dirige al Padre para darle gracias porque algo inesperado y maravilloso se ha realizado. Es, por tanto, la expresión de un momento denso, de una de las experiencias fundamentales de sentido: el dar gracias, el saberse referido a alguien a quien poder agradecer. No es, por tanto, la repetición mecánica de fórmulas, sino la expresión de una profunda experiencia de sentido.

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