SU CONSUELO
Karl Barth, Instantes
“Mi gracia no se ha de apartar de tu
lado” (Isaías 54.10)
Esto significa: yo, el Señor, soy
bueno contigo. Pero no sólo lo soy desde lejos, sino que yo, el Señor, me
dedico a ti, y no lo hago como puro gesto ni con las manos vacías.
Yo, el Señor, cuido de ti; más
aún: yo, el Señor, quiero ahora hacerme cargo de tu asunto, del asunto de tu
vida, hacerlo mío y, por tanto, hacerlo bueno. ¿Acaso porque eres una gran
persona, porque lo has merecido? No, ¡no es por eso!, sino porque yo elijo y
quiero hacer uso de la gracia contigo. “Mi gracia” significa: eres un siervo
bastante inútil, pero, como tal, quiero tomarte a mi servicio precisamente a
ti.
En lo que a mí respecta, eres
un amigo de lo más dudoso —¡a menudo, más mi enemigo que mi amigo!—, pero yo
quiero ser para ti un buen amigo, el mejor amigo que tienes. Eres un hijo
desobediente —¡ah, claro que sí!, todos nosotros somos tan sólo sus
desobedientes hijos—, pero yo quiero ser para ti un padre fiel. Esta es la
gracia que no ha de apartarse de tu lado. ¿Por qué no? Sencillamente, porque es
gracia y, por tanto, no depende en absoluto de ti: porque es mi gracia, no
gracia humana, ¡sino de Dios! Por eso no puede apartarse de tu lado, y no se
apartará. Puede y debe ser para ti, en buena medida, una gracia rigurosa y
estricta, incluso hacerte daño a veces, pero no ha de apartarse de tu lado.
Todos sin excepción somos respecto a ella chapuceros desagradecidos, ¡pero no
ha de apartarse de tu lado, ni del mío, ni del de todos nosotros!
LA ORACIÓN DE JESÚS Y DEL CRISTIANO (I)
Jon Sobrino
A un nivel descriptivo, la oración
puede describirse genéricamente como una de las formas de ponerse en contacto
con la divinidad. Tiene que ver, por lo tanto, con la experiencia de sentido,
de totalidad, de explicitación de lo que es considerado como último. Se
diferencia, en un primer momento, de otras formas de intentar dominar la problemática
de sentido, como pudieran ser el discurso racional-analítico sobre la divinidad
o la experiencia y actividad praxico-ética. Pero adentrándonos un poco más en la
problemática típicamente cristiana de la oración, tenemos que afirmar que su
esencia no se va a deducir de lo que histórica, antropológica o
fenomenológicamente se entiende por oración en la historia de las religiones.
La oración cristiana no presupone simplemente el contacto con la divinidad o
con el absoluto, sino con el Padre de Jesús. Por tanto la oración cristiana ha
de tener la originalidad de la misma fe cristiana.
Desde esta perspectiva, en el
trasfondo de este trabajo late el deseo de dar respuesta a las siguientes
preguntas: Si el Reino de Dios es el horizonte último de cualquier realidad cristiana,
¿qué puede significar "oración por el Reino" (igual que decimos
"celibato por el Reino")? Si la última experiencia de sentido, la
misma gratuidad cristiana se hace real en último término en el hacer ¿qué puede
significar "contacto con Dios" en la oración? Si el cristiano está
siempre en camino al Padre, si Dios no es todavía todo en todo ¿qué puede
significar la búsqueda de la voluntad de Dios en la oración, en contraposición
a la posesión de Dios que parece implicar el "contacto con Dios"? Si
el cristiano llega a serlo en la realización del Reino de Dios ¿cómo se puede
distinguir la generalización de que toda la vida es oración, de la adversación
de que nada es oración?
La oración de Jesús
Vamos a presentar un muy breve
resumen, y limitado a los sinópticos, para obtener al menos los criterios
fundamentales de lo que ha de ser la oración cristiana.
Lo que Jesús condena de la oración concreta de su pueblo
1: Narcisismo espiritual. (El fariseo y el publicano. Lucas 18.11). Aparece aquí a través de su
negación lo que es la antropología fundamental de la oración cristiana. Jesús
condena la autoafirmación del yo egoísta que vicia de raíz la oración al negar
la alteridad del otro. Para el fariseo, el polo referencial no es Dios, ni el
otro hombre, sino él mismo. Falta el fundamento que haga posible la oración: la
auto-comprensión a partir de algo o alguien que no sea uno mismo.
2. Falta de pobreza ante Dios: (“Cuando oréis no seáis como los hipócritas...”, Mateo 6.5). La
oración supone la actitud de pobreza teológica ante Dios, mientras que aquí es
expresión de la propia grandeza; no se es honradamente humilde en un campo
donde esto es indispensable.
3. Palabrería. (“Y al
orar no charléis mucho...”, Mateo 6.7). Es una crítica al fatigare deos
de los paganos. Condena el intento de llegar a Dios a través de aquello que es
lo menos profundo de la persona. Falta la confianza radical, presupuesto
indispensable de la oración, y hay una sacralización de las fórmulas de oración
a las que parece se quiere conceder una autonomía absoluta. En cambio, en la
oración, de lo que se trata es de encontrar aquello que el Padre ya sabe, y lo
que hay que pedir es que se nos vaya revelando esta voluntad. Por esto la
petición fundamental sólo puede ser "hágase tu voluntad".
4. Instrumentalización espiritualista alienante. (“No todo el que me diga ‘Señor, Señor’"..., Mateo 7.21). Esta
oración es criticada porque no es expresión de una praxis ni la acompaña. El texto
da una primacía a la praxis sin la cual no hay el material sobre el cual versar
una experiencia cristiana de sentido.
5. Instrumentalización opresora. (Los escribas que devoran los bienes de las viudas so capa de largas
oraciones..., Marcos 12.40). Se ataca una oración que se ha convertido en
mercancía. El presupuesto de la condena es la opresión de las viudas -símbolo
bíblico del desamparado y oprimido- por medio de la oración, que es aquello que
es el acceso a Dios. Es la total perversión del culto: los escribas con
pretexto de largas oraciones se comen las haciendas de las viudas.
Valgan estas citas para
afirmar que Jesús no es un ingenuo respecto a la oración, ni le concede tal
autonomía que haga que un mecanismo de oración sea ipso facto un mecanismo
salvífico. A partir de esta crítica negativa, podremos comprender mejor qué fue
positivamente la oración para Jesús.
Jesús practica la oración
Ante todo, hay que afirmar que Jesús
hizo oración y que ésta tuvo gran importancia en su vida, y que los sinópticos
diferencian claramente la actividad analítica y reflexiva de Jesús de lo que
propiamente se puede llamar oración. Podemos considerar tres niveles en su
oración. Ante todo la típica del judío piadoso, de la cual encontramos textos
aquí y allá a lo largo de todo el evangelio. Ahora nos fijaremos más detenidamente en un segundo nivel: la oración
personal de Jesús en los momentos de tomar decisiones; y en un tercer nivel: la
oración en la que Jesús concentra lo más profundo de su vida.
a) Oración personal en el momento de tomar decisiones. Toda la vida de Jesús se realiza en un clima de oración. Su vida
pública comienza con la oración en el bautismo, el cual es interpretado como la
toma de conciencia de Jesús sobre su misión, sobre aquello que va a totalizar y
polarizar su vida. Termina con una oración - la del huerto-, expresada
diversamente como oración de angustia y esperanza, pero en definitiva como relación
explícita al Padre. Entre uno y otro momento los evangelios están jalonados de
innumerables alusiones a la oración de Jesús. Antes de tomar decisiones importantes:
elección de los Doce (Lc 6.12), al enseñar el Padrenuestro (Lc 11.1), antes de
curar al niño epiléptico (Mr 2.29). Jesús ora por personas concretas: por Pedro
(Lc 22.22), por sus verdugos (Lc 23.24). Alude a la oración en ocasiones
históricas, como cuando afirma que cierta clase de demonios no se expulsan sin
la oración (Mr 9.29), o cuando la relaciona con la convicción de la fe (Mr
11.23). La oración era algo habitual en Jesús y así lo reconoce Lucas cuando en
un sumario, es decir en los versículos donde concentra la actividad de Jesús,
afirma que "...numerosa multitud afluía para oírle y ser curados... Pero
él se retiraba a los lugares solitarios" (Lc 5.15s). Jesús ora en
situaciones históricas concretas de importancia, más allá de las oraciones
cúlticas de su pueblo.
b) Oración en la que concentra lo más profundo de su vida, en momentos
cruciales de su existencia. En
ellos, recoge el sentido último de su persona, actividad y destino ante el
Padre. Los dos pasajes principales son la oración de acción de gracias y la
oración del Huerto.
·
Oración de acción de gracias. "Yo te bendigo, Padre, Señor del
cielo y la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se
las has revelado a pequeños" (Mt 11.25; Lc 10.21). La formulación de esta
oración hay que entenderla en el trasfondo apocalíptico de comunicación de la revelación,
cuyo contenido es el Reino de Dios. Jesús ha hecho la experiencia de no ser
aceptado por los grandes y en este contexto de gracias al Padre porque son los
"pequeños" los que han comprendido. Se alegra sencillamente de que el
Reino de Dios se realice entre los pequeños. Esta acción de gracias aparece en
un contexto dialéctico y polémico. Se ha hecho posible lo que parecía
imposible: han comprendido no aquellos que parecían poder comprender —los
sabios— sino aquellos que parecían no poder comprender -los pequeños-. Se
introduce en la oración el elemento de escándalo que se repite constantemente
en los evangelios, y que es imprescindible para acceder al Padre de Jesús, y no
a cualquier divinidad.
En esta oración, aparece el Padre como el último horizonte de la
persona y la actividad de Jesús. Este horizonte de trascendencia —Padre— no se
describe abstractamente, es un Dios parcial hacia los pequeños, alejado de una
divinidad igualmente cercana o lejana a todos los hombres. Es un Dios con una
voluntad determinada que debe buscarse y cumplirse: "Sí, Padre, pues tal
ha sido tu beneplácito".
Es una oración que recoge una profunda experiencia de sentido. Ora
después de. Su actividad histórica, en medio del conflicto que la origina,
consciente de la división que su misión ha ocasionado. Y, en esta situación, se
dirige al Padre para darle gracias porque algo inesperado y maravilloso se ha
realizado. Es, por tanto, la expresión de un momento denso, de una de las
experiencias fundamentales de sentido: el dar gracias, el saberse referido a
alguien a quien poder agradecer. No es, por tanto, la repetición mecánica de
fórmulas, sino la expresión de una profunda experiencia de sentido.
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