¡NO SEAS PUSILÁNIME!
Karl Barth
Instantes. Santander, Sal
Terrae, 2005, p. 84.
Y, dejándolo todo, le
siguieron. (Lucas 5.11)
L
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os cristianos son personas que han
encontrado a su Señor... después de haber sido ellos encontrados por él. No tienen
necesidad de ningún otro señor. Lo cual no significa que sean personas irrespetuosas,
pero sí que están felizmente liberados de toda servidumbre, magia y dictadura: por
parte de su periódico, de la opinión de la gente, del estado de ánimo
predominante y la opinión pública, de poderosas y determinadas personalidades,
ideologías, principios y sistemas, y en especial de la idea de que su
convencimiento personal tenga una importancia absolutamente decisiva.
A pesar de su impotencia,
tienen el poder de temer y amar a Dios sobre todas las cosas. Por eso
precisamente son personas a las que sólo preocupa una cosa: poder pensar
demasiado mezquinamente de Dios, de su bondad y su capacidad, esperar demasiado
poco de él, ser excesivamente pusilánimes de pensamiento, palabra y obra con
respecto a él y a sus mandatos, arriesgar demasiado poco. Por lo demás, no
tienen por qué abrigar miedo alguno: ni al futuro, ni a la abrumadora
irracionalidad y maldad de cualquier otra persona o incluso de sí mismos, ni al
envejecimiento, ni al o a la muerte, ni a destino ni a diablo alguno. Sin duda,
cada día pierden unas cuantas veces la oportunidad de hacer uso de este su
poder. El miedo también pretende someterlos continuamente, sin duda; pero ellos
tienen poder sobre él, y un poder que pueden ejercer.
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LA CRÍTICA DE LA TEOLOGÍA SE TORNA EN LA
CRÍTICA DE LA POLÍTICA
Enrique Dussel
La Jornada, 10 de enero de 2015
E
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l incidente
perpetrado en París a manos de fundamentalistas islamitas nos llama a la
reflexión aplicable a otras situaciones del presente mundial, convulsionado por
una religiosidad de derecha sumamente peligrosa. Desde el comienzo queremos
indicar que nos referimos no sólo al fundamentalismo islamita, sino igualmente
a los fundamentalismos cristiano y sionista, que hoy aterran a la humanidad. La
izquierda modernizante entendió la crítica de la teología (y de la religión)
como su directa supresión. Con ello encubrió el problema de la religión en sus
“formas profanas” (de la que nos habla Marx en su teoría del fetichismo) y dejó
a la teología fundamentalista en la oscuridad, no sabiendo de su existencia ni
pudiendo criticarla. Ese fundamentalismo renace sobre sus cenizas y reaparece
desde una lógica ignorada por la izquierda, no por Marx, que planteó
explícitamente el tema.
Hoy,
en enero de 2015 se nos presenta un acontecimiento que toma desprevenida a la
izquierda moderna y secularizante. Para Karl Marx la historia, la filosofía y
la teología se articulaban en el pensamiento crítico. Por ello escribe en un
texto célebre acerca de estos tres niveles epistemológicos que: “La misión de
la historia consiste (…) en descubrir la verdad del más acá (Diesseits)
(…) La misión de la filosofía puesta al servicio de la historia (…) está en
desenmascarar la autoenajenación bajo sus formas profanas (…). La crítica de la
teología se torna en la crítica de la política.”
Veamos
entonces la relación de estos tres niveles: historia, filosofía y teología,
quizá para escándalo de marxistas tradicionales y de antimarxistas cristianos
(y de islámicos, taoístas, sionistas, etcétera).
En
efecto, Marx escribió de su puño y letra que Thomas Müntzer, por medio de la
Biblia, enfrentó el cristianismo feudal de su época con el sencillo
cristianismo de los primeros siglos. Y continúa: “Los campesinos utilizaron
este instrumento contra los príncipes, la nobleza y el clero”. Ese “instrumento”
es un volver a los “primeros siglos” del cristianismo, cuando era mesiánico. En
América Latina, al comienzo oscuramente y posteriormente con toda claridad, se
entendió que Marx se estaba refiriendo anticipadamente a lo que hoy llamamos
Teología de la Liberación, que en su versión más radical y primera es una
crítica de la teología fetichizada (como la utilizada por las dictaduras
militares a partir de 1964, que actuaban en nombre de la “civilización
occidental y cristiana”) para abrir el horizonte de una crítica de la política
liberal y de la economía capitalista. Deseo reflexionar unos instantes sobre la
cuestión, no situándome subjetivamente como creyente de una comunidad
religiosa, sino desde la objetividad sociopolítica, cultural y económica del mundo
actual. Por ello, de una manera aún hoy provocativa y chocante, también contra
los marxistas vulgares (me animaría a agregar), escribe Marx: “Por tanto
(pensaba Müntzer), el cielo no es cosa de otro mundo; hay que buscarlo en esta
vida, y la tarea (aún) de los creyentes consiste en establecer aquí, en la
tierra, ese cielo que es el reino de Dios”.
Para
Marx, la religión fundamentaba o negaba cierta praxis. Por ejemplo, el
calvinismo reformuló el cristianismo para hacerlo compatible con el capitalismo
que nació en su seno. No olvidar que en Escocia se practicó el presbiterianismo
calvinista de John Knox, cultura religiosa de Adam Smith, por ejemplo. Marx
critica esa inversión teológica y práctica del cristianismo (que ha dejado de
ser mesiánico y crítico como en los primeros siglos, posición también asumida
por Engels y Kautsky). Si hay que efectuar una crítica teológica, es necesario
saber “entrar” en la lógica del discurso teológico (que Marx conocía muy bien,
pero que el marxismo posterior ignoró completamente hasta el presente) para
mostrar que la teología cristiana es esencialmente crítica del liberalismo en
política y del capitalismo en economía. Esta es igualmente la tesis de Walter
Benjamin, hoy en disputa interpretativa.
La
cuestión se centra en el tema del fetichismo de las “formas profanas”. En
efecto, primeramente, la teología moderna (española del siglo XVI) criticó la
teología medieval (que con Ginés de Sepúlveda fundamentó teológicamente el
colonialismo y el capitalismo naciente). Después, con el calvinismo, entre
otros, se criticó la teología católica de la primera modernidad preindustrial,
fundando la posibilidad de una completa identificación entre cristianismo,
colonialismo y capitalismo, que desde el siglo XVIII será industrial (por la creación
de plusvalor relativo). Ese cristianismo escocés, calvinista, es el que critica
principalmente Marx. Leamos un texto un tanto inadvertido en la tradición
marxista (y por supuesto cristiana): “De ahí que la crítica esté en su perfecto
derecho, cuando obliga al Estado (cristiano del norte de Europa) que invoca la
Biblia, a reconocer lo torcido de su conciencia (…) desde el momento en que la
vileza de sus fines seculares, que trata de encubrir con la religión, se hallan
en flagrante contradicción con la pureza de su conciencia religiosa.”
Marx,
blandiendo la tradición teológica crítica del pensamiento semita y cristiano
mesiánico primitivo, critica el cristianismo nord-europeo, que ha negociado con
la política moderno-liberal (léase igualmente en economía: con el capitalismo)
su mutua fundamentación (la religión sacraliza las “formas profanas” de la
política y la economía, y éstas apoyan la religión invertida de la cristiandad,
criticada ya por S. Kierkegaard). El mensaje del cristianismo mesiánico de los primeros
siglos no puede aceptar ni el liberalismo ni capitalismo, ya estaría en
contradicción con sí mismo. Esta contradicción es lo que debe mostrar la
crítica de la teología (sea el crítico creyente o no). Y lo peor es que, a
partir de la Ilustración, no como crítica sino que negación de la religión, se
proclama lo que mucho después Nietzsche enunciará como la “muerte de Dios”.
Pero el “dios” que muere es el del cielo, y renace como un “dios profano” de la
tierra, sacralizando o “dioses profanos” constituyen el hecho del fetichismo
que sólo una crítica de la teología (profana) puede erradicar.
Los
fundamentalismos (cristiano, como el de G. Bush; islámico o sionista) son un
retorno de un “dios” (o un politeísmo como diría Max Weber) que justifica y
absolutiza una política, una economía, una cultura, una raza, un género,
etcétera, y usa las armas en vez de argumentos razonables, comprensibles para
el otro interlocutor (nadie como el fundamentalismo estadunidense utiliza las
armas en vez de argumentos: pretende imponer la “democracia” con guerras en vez
de argumentar desde la tradición del otro, por ejemplo, con los creyentes del
Islam a partir del Corán ). Al fundamentalismo no se le vence con las armas (y
no olvidar que fue la CIA la que enseñó al fundamentalismo islamita en
Afganistán a usar las armas contra la Unión Soviética, y ahora cosechamos las
consecuencias sobre cuyo origen nadie habla), sino con argumentos razonables y
con una praxis honesta (como enseñaba Bartolomé de las Casas respecto de la
conquista). Pero esto último no entra en el horizonte de los intereses del
imperio. Se utiliza la violencia irracional islamita para justificar y aumentar
la violencia irracional del neoliberalismo político-económico.
La
izquierda honesta, por el contrario, debe comenzar una crítica de la teología
como momento de una crítica de la política liberal y de la economía
capitalista, tal como la practicó Karl Marx.
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BIENAVENTURADO EL HOMBRE
Salmo 1
Salmo 1
Ernesto Cardenal (Nicaragua, 1925)
B
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ienaventurado
el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta a la mesa con los gangsters
ni
con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado
el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado
el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans
Será como
un árbol plantado junto a una fuente
ÓYEME PORQUE TE INVOCO
Salmo 4
Ó
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yeme
porque te invoco Dios de mi inocencia
Tú me libertarás del campo de concentración
¿Hasta cuándo los líderes seréis insensatos?
¿Hasta cuándo dejaréis de hablar con slogans
y de decir
pura propaganda?
Son muchos
los que dicen:
¿quién
nos librará de sus armas atómicas?
Haz brillar Señor tu faz serena sobre las
Bombas
Tú le diste
a mi corazón una alegría
mayor que la del vino que beben en sus fiestas
Apenas me
acuesto estoy dormido
y no tengo
pesadillas ni insomnio
y no veo
los espectros de mis víctimas
No necesito
Nembutales
porque tú Señor me das seguridad
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