domingo, 4 de enero de 2015

Letra 401, 4 de enero de 2015

PRINCIPIANTES
Karl Barth
Instantes. Santander, Sal Terrae, 2005, p. 82.

“La bondad del Señor se renueva cada mañana” (Lamentaciones 3.22s)


Malamente puede el cristiano convertirse en creyente, defensor severísimo de una opinión. Y tampoco se puede ser cristiano; sólo se puede estar continuamente en proceso de serlo: cada atardecer, bastante avergonzado de su cristianismo de hoy, y cada mañana, contento de poder hacer un ensayo una vez más —con el consuelo, con el prójimo, con la esperanza, con todo—. La comunidad cristiana coincide unánime en que está constituida tan sólo por principiantes y en que lo verdaderamente bueno es hacerse una y otra vez pequeño, empezar desde el principio y, por tanto, no detenerse en ningún punto. Esta es la concordia de la verdadera fe.

Lo importante es creer, porque todo depende de Jesús, el único capaz de convertir a los seres humanos en esos principiantes sencillos pero alegres. Lo importante es creer, porque se requiere un auténtico milagro para que un ser humano se deje liberar de la ley, de la coacción, de la solemnidad, de la perversa seriedad de todas las opiniones, aun cuando las adopte personalmente. Probablemente por eso es por lo que hay tan pocos cristianos. Lo cual no demuestra nada en contra de ellos. Sería terrible que sólo hubiera personas que creyeran en opiniones. Esos escasos cristianos tienen la hermosa tarea de mostrar a los demás que sigue habiendo una fe distinta de la “fe-opinión”.
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JOHN KNOX Y LA DECLARACIÓN DE BARMEN, CAMINOS AFINES (I)
Protestante Digital, 2 de enero de 2015

Entre las conmemoraciones obligadas de 2014, no pueden dejarse de lado dos fechas que, en su momento, marcaron de manera determinante, el acontecer de sus circunstancias históricas: los 500 años del nacimiento del reformador escocés, John Knox, fundador del presbiterianismo, y los 80 de la Declaración de Barmen, importantísimo documento de oposición religiosa y teológica al totalitarismo hitleriano en Alemania. En estricto sentido, existe una clara conexión entre ambos acontecimientos, pues en ambos se deja ver la impronta de lo que Paul Tillich denominó el “principio protestante”, es decir, la afirmación inexcusable de la supremacía de la obediencia a los designios divinos por encima de cualquier orgullo, capricho o imposición oficial así sea la de una iglesia autonombrada “protestante”. Knox, por el empeño de lograr que Escocia se librase definitivamente del yugo católico-romano, y la llamada “Iglesia Confesante” alemana, al afirmar la fidelidad únicamente a Jesucristo, se ubicaron en la misma trinchera.

I
Reconocido como representante de la fe reformada en las islas británicas, Knox figura al lado de Calvino, Farel y Beza en el Monumento Internacional de la Reforma, en Ginebra, y aunque no goza de la fama del primero de ellos, su labor ha sido sintetizada en las clásicas palabras de su oración: “Señor, dame a Escocia o me muero”, “no una arrogante demanda sino la apasionada súplica de un hombre que prefería morir en aras de la predicación pura del Evangelio y la salvación de sus compatriotas”.[1] Su vida quedó marcada por el tiempo que pasó cerca de Juan Calvino (en 1554 y entre 1556 y 1558, cuando pastoreó una congregación de habla inglesa que se reunía en el Auditorio del autor de la Institución de la religión cristiana). Sus palabras sobre la enseñanza calviniana son sumamente elogiosas: “No temo ni me avergüenza decir que es la escuela más perfecta de Cristo que alguna vez ha habido en la tierra desde los días de los apóstoles. En otros lugares confieso que Cristo es predicado verdaderamente, pero modales y religión tan sinceramente reformados, todavía no he visto en ningún otro lugar...”.[2]

Los demás detalles biográficos, no muy conocidos por el gran público, evidencian la constancia y coraje con que asumió la tarea de instaurar en su país los valores y las prácticas de la tradición protestante. No se conoce la fecha exacta de su nacimiento en Haddington, pero se sabe “que estudió Saint Andrews, probablemente bajo el conciliarista John Major, y fue ordenado sacerdote en 1536. Thomas Guillaume lo convirtió al protestantismo, y posteriormente siguió bajo la influencia de John Rough y George Wishart”.[3] En Saint Andrews, adonde se estableció en 1547, fue llamado como predicador. Cuando el castillo cayó, fue enviado a Francia y estuvo como peón de galeras durante 19 meses. Durante esa etapa escribió un sumario del compendio de Henry Balnave sobre teología protestante, donde mostró su aceptación de la doctrina luterana de la justificación. Al ser liberado, en 1549, marchó a Inglaterra, donde estuvo hasta 1554. Allí predicó en Berwick y fue capellán de Eduardo VI. “Simultáneamente criticó los detalles de la organización eclesiástica inglesa y aprobó en lo general el clima religioso de la Inglaterra eduardiana. El ascenso de la católica María Tudor al trono inglés trajo muchos cambios. En pocos meses, los acontecimientos lo orillaron al exilio (enero de 1554). Desde entonces hasta la deposición de María Estuardo en Escocia, casi 30 años después, se preocupó básicamente por los problemas del ‘cristiano fiel’ confrontado por la ‘idolatría’ (es, decir, el catolicismo) y sobre todo por los problemas originados por un soberano ‘idólatra’”.[4] Ésa sería su gran obsesión: combatir la idolatría en todas sus formas, lo que lo condujo irremediablemente a la resistencia política.

En el exilio, Knox pasó por Dieppe (Francia), Ginebra y Frankfurt, y viajó por Escocia. Pastoreó varias congregaciones de exiliados y escribió intensos contra el catolicismo, “estableciendo las responsabilidades de los protestantes que vivían en tierras católicas y urgiendo a los fieles a derrocar a sus gobernantes idólatras (católicos)”. También participó en la edición de la Biblia de Ginebra (1560), realizada para el público anglosajón y con notas teológicas. Volvió a Escocia en mayo de 1559, año en que fundó la Iglesia de Escocia (o presbiteriana). “Como líder del partido protestante, se dedicó a predicar [sobre todo en St. Giles, el púlpito más influyente de Edimburgo] y a conseguir tropas y dinero por parte de Inglaterra. Después de la muerte de la regenta María de Guisa, Knox y otros redactaron la Confesión Escocesa que aprobaría el Parlamento. Se abolió la autoridad papal y la celebración de la misa quedó como ilegal. Con otros cinco autores escribió el Libro de Disciplina (1560), que delineaba una sociedad cristiana ideal”.

Knox planeaba utilizar la “Comunidad [Commonwealth] Cristiana” como el principal instrumento para restaurar la pureza de la religión de Escocia. “Consideraba dicha comunidad como un país en el cual los poderes civil y eclesiástico cooperarían para cultivar lo que él veía como la ‘religión verdadera’. Aceptó la idea de que el gobierno tenía la responsabilidad de establecer la ‘religión verdadera’ y abolir todo lo contrario a ella”.Knox nunca se vio a sí mismo como un teólogo académico o teórico de la política. Su vocación era predicar el Evangelio y, si escribió, lo hizo en respuesta a problemas concretos. Los seis volúmenes de sus obras reunidas pueden leerse y descargarse en el sitio: https://archive.org/search.php?query=works%20of%20john%20knox. En www.johnknox500.com hay un resumen de las actividades realizadas por este aniversario.

II
1st Picture for documentLa Declaración de Barmen, por su parte, es un documento redactado por representantes de las iglesias luterana, reformada y unida (aunque siempre se ha señalado el papel desempeñado por el teólogo suizo Karl Barth[5]) que constituyeron el primer Sínodo Confesional de la Iglesia Evangélica Alemana en Wuppertal-Barmen, entre el 29 y el 31 de mayo de 1934. Fue adoptada de manera unánime para contrarrestar los errores de los llamados “Cristianos Alemanes” y los intentos de la Iglesia gubernamental del Reich “para establecer la unidad de la Iglesia Evangélica Alemana mediante la falsa doctrina, por el uso de la fuerza y de prácticas poco sinceras”. Llegó a ser la base teológica de la comúnmente llamada Iglesia Confesante. Fue el punto de partida de otros sínodos realizados en Dahlem (1934), Augsburg (1935) y Bad-Oeynhausen (1936).[6] Fue vinculante para el consejo de la Iglesia de los Hermanos y administración en la conducción de la lucha contra la iglesia del Reich y los comités eclesiásticos nombrados por el gobierno. La mayor parte de las iglesias luteranas y unidas de Alemania la han incorporado con diversos grados de autoridad, la Iglesia Presbiteriana Unida de Estados Unidos la incluyó en su Libro de Confesiones (1967, http://oga.pcusa.org/media/uploads/oga/pdf/confessions-spanish.pdf) y la Presbiteriana-Reformada en Cuba la considera como un referente fundamental en su polémica Confesión de fe de 1977.

Participar en este Sínodo le costaría a Barth su expulsión de Alemania, como lo refiere Sergio Rostagno: “En 1934 el régimen exige a los profesores universitarios un acto de fidelidad. Barth se niega a hacerlo y es primeramente suspendido (26 de noviembre) y luego destituido (21 de junio de 1935), mientras sus escritos son prohibidos”.[7] Su amistad y colaboración con el pastor Martin Niemöller, líder visible de la resistencia eclesiástica, fueron inquebrantables. Según explica Cochrane, “el ‘Movimiento de fe de los Cristianos Alemanes’ deseaba unificar las 29 iglesias regionales en una iglesia estatal bajo el patrón de la Iglesia de Inglaterra, con un obispo a la cabeza. (LC-O)




[1] Burk Parsons, “Give me Scotland, or I die”, 1 de marzo de 2014, www.ligonier.org/learn/articles/give-me-scotland-or-i-die/
[2] Cit. Por W. Stanford Reid en Trumpeter of God. Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1974, p. 132.
[3] Richard G. Kyle, “John Knox”, en D. McKim, ed, Encyclopedia of Reformed Tradition. Louisville-Edimburgo, Westminster John Knox Press-Saint Andrew Press, 1992, p. 208.
[4] Idem.
[5] Cf. Georges Casalis, Retrato de Karl Barth. Buenos Aires, Methopress, 1966, pp. 38-40.
[6] Arthur C. Cochrane, “Theological Declaration of Barmen”, en Donald McKim, op. cit., p. 25.
[7] S. Rostagno, Karl Barth. Trad. de C. Ruiz-Garrido. Madrid, San Pablo, 2006 (Teólogos del siglo XX, 4), p. 24. Cf. Daniel Cornu, “Barmen et l’Eglise Confessante”, en Karl Barth et la politique. Ginebra, Labor et Fides, 1968, pp. 39-48.

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