Miguel Ángel, La creación del hombre (detalle), Capilla Sixtina.
1 Entonces miré, y vi al Cordero de
pie en el monte Sión. Junto a él estaban ciento cuarenta y cuatro mil
seguidores suyos, que tenían escritos en la frente los nombres del Cordero y
del Padre. 2 Después oí una voz que venía del cielo. Era
como el estruendo de enormes cataratas, o como el fuerte resonar del trueno;
era un sonido semejante al de muchos músicos tocando arpas. 3 Los
ciento cuarenta y cuatro mil estaban de pie delante del trono, y delante de los
cuatro seres vivientes y de los veinticuatro ancianos, y cantaban una canción
que nunca antes se había escuchado. Nadie podía aprenderse la letra de aquella
canción, a no ser los que fueron salvados de entre la gente de este mundo, 4
los cuales no adoraron a dioses falsos ni fueron infieles a Dios. Todos
ellos seguían al Cordero por dondequiera que él iba, y habían sido salvados
para ser el primer regalo que se ofreciera a Dios y al Cordero, 5 pues
nunca mintieron ni hicieron lo malo.
6 Vi entonces a otro
ángel, que volaba en lo alto del cielo. Llevaba buenas noticias de valor
eterno, para la gente de todos los países, razas, idiomas y pueblos. 7
Decía con fuerte voz: «Honren a Dios y alábenlo;/ ha llegado el momento/ en que
él juzgará al mundo./ Adoren al creador/ del cielo y de la tierra,/ del mar y
de los manantiales.»
8 Lo seguía otro ángel
que decía: “¡Ya cayó la gran Babilonia!/ Ya ha sido destruida la ciudad/ que
enseñó a todos los países/ a pecar y a obedecer a dioses falsos”. 9 Luego
los siguió un tercer ángel, que decía con fuerte voz: “Si alguno adora al
monstruo o a su estatua, o deja que le pongan su marca en la frente o en la
mano, 10 Dios se enojará mucho y lo castigará duramente. No será un
castigo suave, sino que lo hará sufrir con fuego y azufre ardiente, y los
santos ángeles y el Cordero lo verán sufrir su castigo. 11 El humo
del fuego que lo hará sufrir nunca dejará de subir, pues los que adoran al
monstruo y a su estatua, y tienen la marca de su nombre, nunca dejarán de sufrir,
ni de día ni de noche”.
12 El pueblo de Dios debe aprender
a soportar con fortaleza las dificultades y los sufrimientos. También debe
obedecer los mandatos de Dios y seguir confiando en Jesús. 13 Entonces
oí una voz del cielo, que me decía: “Escribe esto: ‘¡Dios bendecirá a los que
de ahora en adelante mueran unidos al Señor Jesucristo!’”.
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