Ignacio de Lattaquié
Consejo Mundial de Iglesias, 1968
S
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in el Espíritu Santo, Dios está lejos,
Cristo queda en el pasado,
el Evangelio es letra muerta,
la Iglesia una simple organización,
la autoridad, una dominación,
la misión, una propaganda,
el culto una evocación
y el actuar cristiano, una moral de esclavos.
Pero en Él, el cosmos se eleva
y gime en el parto del Reino,
Cristo resucitado allí,
el Evangelio es poder de vida,
la Iglesia significa comunión trinitaria,
la autoridad es un servicio liberador,
la misión es un Pentecostés,
la liturgia es memorial y anticipación
y la acción humana es deificada.
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LA DERECHA EVANGÉLICA (II)
Juan Stam
ALC Noticias, 9 de mayo de 2016
En poco tiempo, como por arte de magia, al
término se le pegó un adjetivo cuestionable para convertirse en “evangélico
conservador”, entendido en la práctica como sinónimo de “Republicano”. Así fue
que la dinamita del evangelio fue convertido en un sedante ideológico.
Describir el evangelio como esencialmente “conservador” es malentenderlo
seriamente.
Ya muy pocas iglesias y líderes aceptan
llamarse “fundamentalistas” y todos se convirtieron en “evangélicos”, pero sólo
de nombre. En su teología e ideología siguen siendo fundamentalistas.
Pronto en este proceso surgió una nueva opción
llamada “evangélico radical” (“evangélico progresista”, “evangélico de
izquierda”). Fiel a los fundadores del movimiento, se preocupa por mantener la
teología bíblica y evangélica, pero encuentra en esas fuentes otras
perspectivas éticas. Apela fuertemente a la teología del Reino de Dios, un tema
central también para Rauschenbush, un famoso liberal del siglo XIX. Otras bases
para su ética social eran el Año Sabático y el Año de Jubileo, los profetas
hebreos y también la lectura política del Apocalipsis. Se abrieron también al
feminismo y la teología de la liberación, cuando estos tenían fundamentos
bíblicos. Entre los evangelios radicales de Estados Unidos figuran Ron Sider.
autor de Cristianos ricos en un mundo pobre, y Jim Wallis de la revista Sojourners.
Entre latinoamericanos se destacan Orlando Costas, René Padilla y Samuel
Escobar, entre otros.
¡Qué curioso: los “derechistas evangélicos” no
son evangélicos y muchos evangélicos no son derechistas!
Estos datos sugieren una situación muy distinta,
como sigue:
(1) derecha fundamentalista: Aunque la mayoría
se llaman “evangélicos”, no han sido tocados por el despertar neo-evangélico.
Ideológicamente son reaccionarios.
(2) evangélicos conservadores: su fe ha sido
renovado por el evangelio, pero siguen siendo conservadores aunque no
reaccionarios. Qué Dios los bendiga.
(3) Izquierda evangélica: evangélicos
radicales, comprometidos con la fe bíblica y la realidad contemporánea. Sienten
un llamado profético a denunciar el pecado y la injusticia y anunciar el Reino
de Dios.
(Habría que agregar izquierda liberal y
derecha liberal, teológicamente hablando, pero eso es otro tema).
Filológicamente, el término “evangélico” es
muy polisémico y su uso pocas veces corresponde a la realidad. Las más de las
veces significa simplemente “protestante”, fundamentalista y reaccionario. Son
raras las veces que conserva su rico significado teológico para nuestra fe.
¿Será posible rescatar a esta palabra tan
bella?
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CUANDO LA IZQUIERDA EVANGÉLICA ESTÁ DEMASIADO A LA DERECHA
Pablo Bordenave
¡La verdad nunca termino de salir de mi
asombro con algunos teólogos! En las redes sociales me encuentro, muy
felizmente sorprendido, con un artículo del buen biblista Juan Stam titulado: “La derecha
evangélica”. En este artículo Stam intenta explicar como: “En el
discurso político de nuestro tiempo, ‘evangélico’ y ‘derechista’ se tratan como
sinónimos intercambiables”. Me alegró profundamente que Juan se metiera con un
tema álgido, pero sumamente necesario en este tiempo para América Latina. El
tema tiene que ver con quien es quien, y qué valores defendemos los que decimos
ser parte de una tradición de fe evangélica… Leo entusiasmado su artículo, cuando
vuelvo a notar que, de nuevo, al amigo Juan se le escapan algunas cuestiones
que, me parece, no son secundarias. Creo que en la misma línea ya la había
pasado cuando publicó un artículo, en el cual, su lectura de la Biblia, lo dejó
impedido de poder disfrutar de un amor de Dios que se derrama por igual en
heterosexuales como en homosexuales, cuando estos aman con intensidad y
honestidad, ¡una verdadera pena!
Bien, volviendo a este artículo, Juan busca
explicar lo que él llama “la opción llamada evangelio radical” o “evangelio de
izquierda”. Si bien es verdad que la izquierda y la derecha son conceptos muy
móviles que necesitan de algún punto fijo para poder ser definidas, Stam define
muy bien la izquierda, en lo teológico/social, al decir: “Otras bases para su
ética social eran el Año Sabático y el Año de Jubileo, los profetas hebreos y
también la lectura política del Apocalipsis. Se abrieron también al feminismo y
la teología de la liberación, cuando estos tenían fundamentos bíblicos.” Ahora,
ya esta misma cita me produce alguna pregunta: ¿qué significan que estos temas
“tenían fundamentos bíblicos”? ¿Cuándo los tuvieron? ¿Dejaron de tenerlos? De
ser así ¿cuándo y por qué dejaron de tenerlos?
Pero mi sorpresa se agranda cuando el querido
Juan nos da nombres de los latinoamericanos que “se destacan” entre estos
cristianos evangélicos de izquierda: “Entre latinoamericanos se destacan
Orlando Costas, René Padilla y Samuel Escobar, entre otros.” Lo que me preocupa
no es tanto lo que nombra, sino más bien lo que deja fuera. Y sé muy bien que
no hubiera podido hacer una lista exhaustiva en este pequeño artículo, es más
él mismo señala “entre otros”. Pero las muestras deben hacerse con nombres
verdaderamente representativos de lo que uno está hablando sino es una muestra
falaz, no alcanza con decir un simple “entre otros” cuando las personas que se
eligen no son las más representativas de los temas que anunciaste y que según
tu propio criterio definen esa realidad a la que te querés referir
Si uno cree, como Stam dice en su artículo,
que la izquierda evangélica es representada por estos temas: año sabático y de
jubileo, Lectura política del Apocalipsis (y de toda la biblia), feminismo,
teología de la liberación. No se puede dejar de mencionar a Mauricio Lopez (quizá
más vinculado a la filosofía de la liberación, pero que dejó su sangre en su
compromiso cristiano y evangélico), Milton Schwantes, José Miguez Bonino,
Severino Croatto (me dirán que era católico… bueno se congregaba en una
comunidad evangélica), Jun Mo Sun, Nestor Miguez. Si se habla de feminismo ¿No
da Juan, en su lista, nombres de ninguna mujer? ¿Y qué hacemos con Elsa Tamez,
Nancy Bedford, Irene Foulkes, Mercedes García Bachmann, Cristina Conti? Y
tantos otros y otras, muchas profesores y profesoras del ex ISEDET, de la
prestigiosa UBL, y del DEI en San José de Costa Rica, formadores/as de
verdaderos teólogos y teólogas en nuestra América Latina, que se pueden
inscribir en ese “evangelio de izquierda” del que nos quiere hablar Stam,
incluso con mucha más fuerza y claridad, que los nombres que él mismo nos da.
Todos éstos Juan Stam los conoce, pero ¿por qué los omite?
La verdad es que, me parece, ciertas opciones
definen también qué pensamos y qué queremos trasmitir. Es necesario en este
tiempo hablar de estos temas, pero más necesario será decir las cosas lo más
ajustadamente posible a lo que queremos trasmitir. Si lo que queremos es
discutir la derecha evangélica, estará muy bien. Pero quizá haga falta
situarnos nosotros claramente, porque siempre hay una derecha de una izquierda…
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EL TEMPLO ESTÁ EN RUINAS
Nelson Pizzano Charbonnier
www.iglesiavaldense.com
El templo de
Dolores está en ruinas. Quedó solamente el pequeño ábside detrás del púlpito. Y
el armonio, ya rescatado y puesto a salvo, al menos la mayor parte de él.
El
segundo domingo después del tornado, mientras visito y relevo familiares y
amigos, me entero de que a las diez se haría el culto. Hacia allí me dirijo. Ya
había un grupo considerable reunido. Llego y alcanzo a saludar a unos pocos
cuando la pastora convoca a iniciar el oficio.
Reunidos
en semicírculo frente a los restos del salón que oficiaba de lugar de reuniones
de la Unión, el escenario donde cada diciembre se celebraba la Navidad, a cargo
de los niños y jóvenes de la escuela dominical y el catecismo, donde antaño se
hacían “las cenas con vistas”, donde nos enfrascábamos en interminables
campeonatos de “ping pong” los días de lluvia… Donde se acumulan los afectos y
la historia de la comunidad. Allí, sobre restos de baldosas rotas y tercamente
barridas, se habían apilado algunos ladrillos y sobre ellos se había colocado
una vela y un pequeño florero con una flor lila de camalote. A los pies del
improvisado atril estaba abierta la biblia de siempre, con grandes huellas del
paso de la tormenta. Letras apenas legibles, páginas arrugadas, pero símbolo
indeleble e indestructible de la Palabra. El sol entibia la reunión.
Observo
rostros, conocidos unos, nuevos otros. Gestos adustos, ojos enrojecidos,
acuosos algunos, miradas que apuntan a más allá del horizonte, mandíbulas
apretadas, cabezas gachas, otras levantadas. Las arrugas parecen más marcadas
luego de noches cortas de sueño y días largos de trabajo solidario, removiendo
escombros, rescatando lo que quedó más o menos reutilizable, ayudando a
hermanos y vecinos, donando tiempo personal (el mayor tesoro de una persona) en
tareas de organización comunitaria.
Con el
primer canto (tocado y cantado de memoria debido a la falta de himnarios) las
voces surgen fuertes, nítidas, se elevan con fuerza y sin temblor alguno.
Cuando se dan gracias, los presentes se refieren a terceros, a otras familias
que sufren pérdidas, interceden para darle fuerzas a quienes están manteniendo
la lucha en hospitales lejos del pueblo arrasado. Nadie se acuerda de pedir
para sí mismo, pero sí para otros. Se comienzan a ordenar prioridades:
construcción de duchas para todos aquellos que están hacinados en casas de
parientes o vecinos, ayudas diversas a la comunidad, evaluar y mejorar algún
sector del salón para que se pueda restablecer la energía eléctrica, suspendida
por los riesgos de los cables sueltos. Pero nadie menciona al templo. ¡Qué
curioso! Algunas miradas se dirigen hacia sus restos, pero nadie lo nombra.
Y ahí
caigo en la cuenta. Nadie parece dudar de que el templo se va a erigir
nuevamente, en la forma que tenía o en algún modelo distinto, para también
restaurar la interrumpida continuidad de la historia comunitaria, pero en este
momento no es prioritario. ¡Hay tantas otras cosas para hacer antes! Y, además,
los valdenses tampoco precisamos de un templo para congregarnos. En casi 900
años de historia nos hemos congregado en casas particulares adonde los barbas
de antes y los de ahora llevaban y llevan el Evangelio, en montañas y prados,
en bosques y caminos, en grutas y cuevas. ¡O en medio de los escombros dejados
por la furia del viento! La comunidad le da valor al hecho de reunirse y no al
lugar donde lo hace.
El culto
termina. Estoy seguro que las caras han cambiado. Muestran fe, confianza, el
alivio de la carga y la angustia compartidas, determinación de seguir adelante.
Saludo a los que no había saludado antes, intercambiamos noticias del resto de
la familia, vecinos, amigos. Ya algunos organizaban los pasos a seguir en
algunas actividades: dónde se reuniría el consistorio, cómo se clasificarían
los ladrillos y aberturas para ver qué se podría reciclar, levantar un paredón
caído, presupuestar reparaciones costeadas con algunas donaciones, en fin, nada
nuevo, sólo lo que “habitualmente se hace luego de una catástrofe”. No han
faltado dificultades ni obstáculos a superar a lo largo de nuestra historia.
Este es sólo uno más, quizás distinto e inesperado, pero sólo uno más.
Y de
pronto, todo me queda muy claro: el templo está en ruinas, pero la Iglesia está
tan entera y viva como siempre.
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