domingo, 15 de mayo de 2016

Letra 468, 15 de mayo de 2016

Ignacio de Lattaquié

Consejo Mundial de Iglesias, 1968



S
in el Espíritu Santo, Dios está lejos,
Cristo queda en el pasado,
el Evangelio es letra muerta,
la Iglesia una simple organización,
la autoridad, una dominación,
la misión, una propaganda,
el culto una evocación
y el actuar cristiano, una moral de esclavos.
Pero en Él, el cosmos se eleva
y gime en el parto del Reino,
Cristo resucitado allí,
el Evangelio es poder de vida,
la Iglesia significa comunión trinitaria,
la autoridad es un servicio liberador,
la misión es un Pentecostés,
la liturgia es memorial y anticipación
y la acción humana es deificada.


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LA DERECHA EVANGÉLICA (II)
Juan Stam
ALC Noticias, 9 de mayo de 2016

En poco tiempo, como por arte de magia, al término se le pegó un adjetivo cuestionable para convertirse en “evangélico conservador”, entendido en la práctica como sinónimo de “Republicano”. Así fue que la dinamita del evangelio fue convertido en un sedante ideológico. Describir el evangelio como esencialmente “conservador” es malentenderlo seriamente.
Ya muy pocas iglesias y líderes aceptan llamarse “fundamentalistas” y todos se convirtieron en “evangélicos”, pero sólo de nombre. En su teología e ideología siguen siendo fundamentalistas.
Pronto en este proceso surgió una nueva opción llamada “evangélico radical” (“evangélico progresista”, “evangélico de izquierda”). Fiel a los fundadores del movimiento, se preocupa por mantener la teología bíblica y evangélica, pero encuentra en esas fuentes otras perspectivas éticas. Apela fuertemente a la teología del Reino de Dios, un tema central también para Rauschenbush, un famoso liberal del siglo XIX. Otras bases para su ética social eran el Año Sabático y el Año de Jubileo, los profetas hebreos y también la lectura política del Apocalipsis. Se abrieron también al feminismo y la teología de la liberación, cuando estos tenían fundamentos bíblicos. Entre los evangelios radicales de Estados Unidos figuran Ron Sider. autor de Cristianos ricos en un mundo pobre, y Jim Wallis de la revista Sojourners. Entre latinoamericanos se destacan Orlando Costas, René Padilla y Samuel Escobar, entre otros.
¡Qué curioso: los “derechistas evangélicos” no son evangélicos y muchos evangélicos no son derechistas!
Estos datos sugieren una situación muy distinta, como sigue:

(1) derecha fundamentalista: Aunque la mayoría se llaman “evangélicos”, no han sido tocados por el despertar neo-evangélico. Ideológicamente son reaccionarios.
(2) evangélicos conservadores: su fe ha sido renovado por el evangelio, pero siguen siendo conservadores aunque no reaccionarios. Qué Dios los bendiga.
(3) Izquierda evangélica: evangélicos radicales, comprometidos con la fe bíblica y la realidad contemporánea. Sienten un llamado profético a denunciar el pecado y la injusticia y anunciar el Reino de Dios.
(Habría que agregar izquierda liberal y derecha liberal, teológicamente hablando, pero eso es otro tema).

Filológicamente, el término “evangélico” es muy polisémico y su uso pocas veces corresponde a la realidad. Las más de las veces significa simplemente “protestante”, fundamentalista y reaccionario. Son raras las veces que conserva su rico significado teológico para nuestra fe.
¿Será posible rescatar a esta palabra tan bella?

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CUANDO LA IZQUIERDA EVANGÉLICA ESTÁ DEMASIADO A LA DERECHA
Pablo Bordenave

¡La verdad nunca termino de salir de mi asombro con algunos teólogos! En las redes sociales me encuentro, muy felizmente sorprendido, con un artículo del buen biblista Juan Stam titulado: “La derecha evangélica”. En este artículo Stam intenta explicar como: “En el discurso político de nuestro tiempo, ‘evangélico’ y ‘derechista’ se tratan como sinónimos intercambiables”. Me alegró profundamente que Juan se metiera con un tema álgido, pero sumamente necesario en este tiempo para América Latina. El tema tiene que ver con quien es quien, y qué valores defendemos los que decimos ser parte de una tradición de fe evangélica… Leo entusiasmado su artículo, cuando vuelvo a notar que, de nuevo, al amigo Juan se le escapan algunas cuestiones que, me parece, no son secundarias. Creo que en la misma línea ya la había pasado cuando publicó un artículo, en el cual, su lectura de la Biblia, lo dejó impedido de poder disfrutar de un amor de Dios que se derrama por igual en heterosexuales como en homosexuales, cuando estos aman con intensidad y honestidad, ¡una verdadera pena!
Bien, volviendo a este artículo, Juan busca explicar lo que él llama “la opción llamada evangelio radical” o “evangelio de izquierda”. Si bien es verdad que la izquierda y la derecha son conceptos muy móviles que necesitan de algún punto fijo para poder ser definidas, Stam define muy bien la izquierda, en lo teológico/social, al decir: “Otras bases para su ética social eran el Año Sabático y el Año de Jubileo, los profetas hebreos y también la lectura política del Apocalipsis. Se abrieron también al feminismo y la teología de la liberación, cuando estos tenían fundamentos bíblicos.” Ahora, ya esta misma cita me produce alguna pregunta: ¿qué significan que estos temas “tenían fundamentos bíblicos”? ¿Cuándo los tuvieron? ¿Dejaron de tenerlos? De ser así ¿cuándo y por qué dejaron de tenerlos?
Pero mi sorpresa se agranda cuando el querido Juan nos da nombres de los latinoamericanos que “se destacan” entre estos cristianos evangélicos de izquierda: “Entre latinoamericanos se destacan Orlando Costas, René Padilla y Samuel Escobar, entre otros.” Lo que me preocupa no es tanto lo que nombra, sino más bien lo que deja fuera. Y sé muy bien que no hubiera podido hacer una lista exhaustiva en este pequeño artículo, es más él mismo señala “entre otros”. Pero las muestras deben hacerse con nombres verdaderamente representativos de lo que uno está hablando sino es una muestra falaz, no alcanza con decir un simple “entre otros” cuando las personas que se eligen no son las más representativas de los temas que anunciaste y que según tu propio criterio definen esa realidad a la que te querés referir
Si uno cree, como Stam dice en su artículo, que la izquierda evangélica es representada por estos temas: año sabático y de jubileo, Lectura política del Apocalipsis (y de toda la biblia), feminismo, teología de la liberación. No se puede dejar de mencionar a Mauricio Lopez (quizá más vinculado a la filosofía de la liberación, pero que dejó su sangre en su compromiso cristiano y evangélico), Milton Schwantes, José Miguez Bonino, Severino Croatto (me dirán que era católico… bueno se congregaba en una comunidad evangélica), Jun Mo Sun, Nestor Miguez. Si se habla de feminismo ¿No da Juan, en su lista, nombres de ninguna mujer? ¿Y qué hacemos con Elsa Tamez, Nancy Bedford, Irene Foulkes, Mercedes García Bachmann, Cristina Conti? Y tantos otros y otras, muchas profesores y profesoras del ex ISEDET, de la prestigiosa UBL, y del DEI en San José de Costa Rica, formadores/as de verdaderos teólogos y teólogas en nuestra América Latina, que se pueden inscribir en ese “evangelio de izquierda” del que nos quiere hablar Stam, incluso con mucha más fuerza y claridad, que los nombres que él mismo nos da. Todos éstos Juan Stam los conoce, pero ¿por qué los omite?
La verdad es que, me parece, ciertas opciones definen también qué pensamos y qué queremos trasmitir. Es necesario en este tiempo hablar de estos temas, pero más necesario será decir las cosas lo más ajustadamente posible a lo que queremos trasmitir. Si lo que queremos es discutir la derecha evangélica, estará muy bien. Pero quizá haga falta situarnos nosotros claramente, porque siempre hay una derecha de una izquierda…

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EL TEMPLO ESTÁ EN RUINAS
Nelson Pizzano Charbonnier
www.iglesiavaldense.com

El templo de Dolores está en ruinas. Quedó solamente el pequeño ábside detrás del púlpito. Y el armonio, ya rescatado y puesto a salvo, al menos la mayor parte de él.
El segundo domingo después del tornado, mientras visito y relevo familiares y amigos, me entero de que a las diez se haría el culto. Hacia allí me dirijo. Ya había un grupo considerable reunido. Llego y alcanzo a saludar a unos pocos cuando la pastora convoca a iniciar el oficio.
Reunidos en semicírculo frente a los restos del salón que oficiaba de lugar de reuniones de la Unión, el escenario donde cada diciembre se celebraba la Navidad, a cargo de los niños y jóvenes de la escuela dominical y el catecismo, donde antaño se hacían “las cenas con vistas”, donde nos enfrascábamos en interminables campeonatos de “ping pong” los días de lluvia… Donde se acumulan los afectos y la historia de la comunidad. Allí, sobre restos de baldosas rotas y tercamente barridas, se habían apilado algunos ladrillos y sobre ellos se había colocado una vela y un pequeño florero con una flor lila de camalote. A los pies del improvisado atril estaba abierta la biblia de siempre, con grandes huellas del paso de la tormenta. Letras apenas legibles, páginas arrugadas, pero símbolo indeleble e indestructible de la Palabra. El sol entibia la reunión.
Observo rostros, conocidos unos, nuevos otros. Gestos adustos, ojos enrojecidos, acuosos algunos, miradas que apuntan a más allá del horizonte, mandíbulas apretadas, cabezas gachas, otras levantadas. Las arrugas parecen más marcadas luego de noches cortas de sueño y días largos de trabajo solidario, removiendo escombros, rescatando lo que quedó más o menos reutilizable, ayudando a hermanos y vecinos, donando tiempo personal (el mayor tesoro de una persona) en tareas de organización comunitaria.
Con el primer canto (tocado y cantado de memoria debido a la falta de himnarios) las voces surgen fuertes, nítidas, se elevan con fuerza y sin temblor alguno. Cuando se dan gracias, los presentes se refieren a terceros, a otras familias que sufren pérdidas, interceden para darle fuerzas a quienes están manteniendo la lucha en hospitales lejos del pueblo arrasado. Nadie se acuerda de pedir para sí mismo, pero sí para otros. Se comienzan a ordenar prioridades: construcción de duchas para todos aquellos que están hacinados en casas de parientes o vecinos, ayudas diversas a la comunidad, evaluar y mejorar algún sector del salón para que se pueda restablecer la energía eléctrica, suspendida por los riesgos de los cables sueltos. Pero nadie menciona al templo. ¡Qué curioso! Algunas miradas se dirigen hacia sus restos, pero nadie lo nombra.
Y ahí caigo en la cuenta. Nadie parece dudar de que el templo se va a erigir nuevamente, en la forma que tenía o en algún modelo distinto, para también restaurar la interrumpida continuidad de la historia comunitaria, pero en este momento no es prioritario. ¡Hay tantas otras cosas para hacer antes! Y, además, los valdenses tampoco precisamos de un templo para congregarnos. En casi 900 años de historia nos hemos congregado en casas particulares adonde los barbas de antes y los de ahora llevaban y llevan el Evangelio, en montañas y prados, en bosques y caminos, en grutas y cuevas. ¡O en medio de los escombros dejados por la furia del viento! La comunidad le da valor al hecho de reunirse y no al lugar donde lo hace.
El culto termina. Estoy seguro que las caras han cambiado. Muestran fe, confianza, el alivio de la carga y la angustia compartidas, determinación de seguir adelante. Saludo a los que no había saludado antes, intercambiamos noticias del resto de la familia, vecinos, amigos. Ya algunos organizaban los pasos a seguir en algunas actividades: dónde se reuniría el consistorio, cómo se clasificarían los ladrillos y aberturas para ver qué se podría reciclar, levantar un paredón caído, presupuestar reparaciones costeadas con algunas donaciones, en fin, nada nuevo, sólo lo que “habitualmente se hace luego de una catástrofe”. No han faltado dificultades ni obstáculos a superar a lo largo de nuestra historia. Este es sólo uno más, quizás distinto e inesperado, pero sólo uno más.
Y de pronto, todo me queda muy claro: el templo está en ruinas, pero la Iglesia está tan entera y viva como siempre.

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Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

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