domingo, 11 de diciembre de 2016

Letra 498, 11 de diciembre de 2016

MÉTODO SENCILLO DE ORACIÓN PARA UN BUEN AMIGO (1535)
Martín Lutero

7. El séptimo mandamiento: “No robarás”.
Primero. Se me enseña que no debo apropiarme de los bienes de mi prójimo ni retenerlos contra su voluntad, ni privada ni públicamente. Que no tengo que actuar de manera informal y desleal en lo relativo al comercio, al servicio y al trabajo, para no ganar mi fortuna cual ladrón, sino que debo alimentarme con el sudor de mi frente y comer mi pan honradamente. Es más: tengo la precisión de poner por mi parte cuanto pueda para que los demás, al igual que yo, no adquieran sus bienes por estos medios antedichos. Se me enseña también aquí que Dios, al prohibir que se me robe, me asegura y defiende mis bienes con su paternal providencia y su mandato riguroso. En caso de que este mandamiento se quebrante, ha prescrito el castigo correspondiente, y para eso ha confiado al verdugo la soga y la horca; y si no se llegara a esto, será él mismo quien se tome la justicia, de forma que el transgresor acabará sus días como un mendigo. Este es el significado de los refranes usuales: «De joven ladrón, de viejo mendigo», «Lo mal adquirido no es de provecho» y «Mal ganado, peor disipado».
Segundo. Le agradezco su fidelidad y su bondad por haberme dado a mí y a todo el mundo una doctrina tan excelente, su protección y su amparo. Porque, sin su protección, no quedaría en nuestra casa ni una blanca ni un mendrugo de pan.
Tercero. Confieso todos mis pecados y mi ingratitud, si es que he perjudicado a alguien, si he tratado con los demás de forma sinuosa y poco honrada en mi vida, etcétera.
Cuarto. Pido a Dios nos conceda su gracia, para que tanto yo como todos los demás sigamos aprendiendo y meditando este mandamiento suyo; que sepamos enmendarnos, para que el hurto, el robo, la usura, el fraude, las transacciones injustas disminuyan y se les ponga pronto fin por el juicio final, por el que están clamando con ansiedad todos los suspiros de los santos y de las criaturas. Amén.
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¿QUÉ TIPO DE ACCIÓN SOCIAL QUEREMOS HACER?

Concepto clave: acción social de redención integral.

Tesis principal: La Iglesia debe encarnar la obra de Cristo en la redención integral del ser humano de la creación.

Introducción
La Iglesia de Jesucristo tiene en sus manos una “buena noticia” que no solamente debe proclamar, sino debe encarnar. Esta buena noticia es que Dios ha establecido su Reino de justicia y paz por medio de su Hijo Jesucristo. Este Reino cumple el propósito de Dios en la creación trayendo realización plena y redención a la humanidad y a toda la creación. En este Reino la gente recibe, sólo de gracia, una nueva posición delante de Dios y la sociedad, una nueva dignidad y valor como hijas e hijos, y poder por su Espíritu para ser mayordomos de la creación y siervos los unos de los otros en una nueva comunidad.
De esta buena noticia surge nuestra misión como Iglesia y su gran responsabilidad social encarnando la obra de Cristo. Cuando hablamos de “encarnar” esta buena noticia, nos referimos a extender la obra de redención que Cristo comenzó cuando se dio a sí mismo por nosotros, no sólo para redimirnos del pecado que había en nuestro corazón, sino también para redimirnos de manera integral en todas las áreas de nuestra vida.
Se necesita recuperar la redención integral en la acción social de la Iglesia, en la que el sacrificio de Cristo provee la base tanto para el perdón de Dios mediante el arrepentimiento y la fe, como para un estilo de vida caracterizado por la constante búsqueda de la dignidad completa del ser humano.

Nuestra propuesta
La Iglesia debe buscar no solamente la redención del alma de las personas, sino una redención completa. No solamente debe ayudar a los pobres proveyéndoles alimentos frente a sus carencias, sino que debe buscar una solución integral. Esto está inspirado en lo que la Palabra de Dios nos enseña acerca de los valores del Reino de Dios y sus demandas de signos de Justicia, Bienestar y Alegría en el Espíritu (Ro. 14:17) en nuestra vida eclesial y en la sociedad en la que procuramos ser luminares y sazonarla con el evangelio viviente (Mt. 5:13-14).
En su misión, la Iglesia debe considerar las estructuras socio-económicas, como debatiéndose entre la fidelidad a las riquezas (Lc. 16:13) o la fidelidad a Dios. La exclusión social creemos es producto de la infidelidad a Dios y a los valores de su Reino.
Por esto, la acción social de la iglesia se debe dar en el acompañamiento solidario y en la inserción de la persona en la actividad socio-económica de la sociedad. Como Iglesia debemos ofrecer una acción solidaria, como la expresión del reconocimiento de la dignidad humana y de la responsabilidad cristiana ante el sufrimiento del otro, creado igualmente a la imagen de Dios.
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HEMOS OÍDO DOS PROMESAS (Lc 1.39-56)
Karl Barth
Adviento. Madrid, Studium, 1970



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MARTIN JUNGE: “ES POSITIVO EL IMPACTO DE LA CELEBRACIÓN CONJUNTA DE LOS 500 AÑOS DE LA REFORMA PROTESTANTE” (III)

Más complejos que las sospechas son para mí las memorias y los recuerdos que aquí y allá guardamos de nuestras respectivas historias, y que a menudo nos agobian y nos duelen hasta el día de hoy. Hubo discriminación, exclusión y violencia, en casos con ramificaciones sentidas hasta el presente. En algunos casos hemos sido víctimas de todo ello, en otros casos debemos admitir nuestra responsabilidad como perpetradores. Aquí tenemos una tarea importante por delante. Necesitamos hacernos cargo de nuestras historias con todos sus aciertos y yerros. Y hacerlo con una perspectiva de esperanza, sabiendo de las muchas cosas que Dios hace y continuará haciendo en medio nuestro. Es por eso que utilicé en mi sermón la frase de Eduardo Galeano: “La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.” Si hay alguien en este mundo que puede creer en esta perspectiva, es el pueblo cristiano.

¿Considera usted que esta celebración puede renovar eventualmente a las iglesias protestantes actuales sobre todo ante la gran diversidad de movimientos evangélicos?
Con todo lo explicado anteriormente queda claro que antes que impartir lecciones a otras denominaciones, lo que hemos hecho en la conmemoración conjunta es asumir las lecciones que nos deja nuestra propia historia, e incorporar los acercamientos teológicos y prácticos que se han producido en las últimas décadas en nuestra mirada sobre los cinco siglos de la Reforma.
La Federación Luterana Mundial no se arroga el derecho de conmemorar con la Iglesia Católico-Romana los 500 años de la Reforma a nombre de todo el mundo protestante. ¿Cómo podríamos hacer algo así, más todavía sabiendo del profundo sentido de pertenencia y de propiedad que muchas denominaciones protestantes, evangélicas y pentecostales expresan con respecto a la reforma iniciada por Martín Lutero? Pero tampoco lo hace de espaldas a las múltiples y muy intensas relaciones, en casos hasta de comunión, que las iglesias luteranas tienen con otras iglesias protestantes. Me tiene muy contento que en el mismo año en el cual hemos tenido la conmemoración conjunta, hemos iniciado finalmente un diálogo ecuménico a escala global con el mundo pentecostal.
Me alegra sobremanera saber que la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas viene alentando un proceso para muy probablemente sumarse el próximo año a la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación de 1999, y que la Comunión Anglicana tomara una decisión similar en abril de este año. Estamos caminando y avanzando en el peregrinaje ecuménico con muchas de nuestras múltiples relaciones, y estas relaciones se articulan en múltiples ejes que no deseamos perder de vista.

Como alguien procedente de América Latina, ¿percibe usted avances sustanciales en el movimiento ecuménico a escala global?
Hay avances y retrocesos al mismo tiempo. Algunos de los procesos que acabo de mencionar los sitúo claramente en el ámbito de progresos; y habría muchos otros procesos que deberían mencionarse. Pero sabemos a la vez que las fuerzas centrífugas de división y fragmentación que imperan en el mundo de hoy también abarcan a las iglesias y a las comuniones globales. A veces optamos menos por la fuerza centrípeta del bautismo, atendemos menos a la oración de Jesús sobre la unidad e ignoramos las exhortaciones de los apóstoles a permanecer unidos y a dialogar, y preferimos hacernos eco de discursos divisorios y corrosivos que nos rodean. El apóstol Pablo hace una diferencia entre una existencia según la carne y según el Espíritu.
(LC-O)


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