24 de
septiembre, 2017
¡Jesucristo
nos ha hecho libres! ¡Él nos ha hecho libres de verdad! Así que no abandonen esa
libertad, ni vuelvan nunca a ser esclavos de la ley.
Gálatas 5.1, TLA
Firmeza y
valentía como valores cristianos
La firmeza y
la valentía no son atributos estrictamente ligados a un sexo, aun cuando se
asocien al masculino. Ciertamente en el Antiguo Testamento con frecuencia se
utilizan para referirse a algunos líderes varones del pueblo de Dios (como
Gedeón, Jue 6.1-17, y otros más), pero también se reconoce su presencia en
algunas mujeres. En Proverbios 31.10-31, por ejemplo, se atribuye la fuerza a
la mujer ideal en medio del pueblo. Ella ejerce capacidades que van mucho más
allá del estereotipo de la feminidad auto-asumida desde la pasividad, pues su
fortaleza la despliega en una amplia gama de tareas que van desde el ahorro
hasta la conducción de pequeñas empresas, e incluso ayuda a los necesitados. El
v. 25 la define óptimamente: “Es mujer de carácter;/ mantiene su dignidad,/ y
enfrenta confiada el futuro” (“Fuerza y honor son su vestidura…”, RVR 1960).
Por
otro lado, seguir utilizando las ideas de firmeza y, sobre todo, de valentía,
con un lenguaje relacionado con la guerra o el conflicto, puede contribuir a
mantener la violencia como consigna de vida. Eso puede evitarse para conseguir
una expresión más positiva de la actitud necesaria para afrontar las
situaciones que exigen mantener la fe firme y sólida. Los casos bíblicos en que
se exhortaba de esa manera deben ser releídos para comprender mejor la firmeza
de carácter para afrontar la vida.
En
Gál 5, San Pablo reclama una actitud firme para asumir la libertad cristiana
como un valor supremo establecido por la fe en Jesucristo. Semejante respuesta
representaría una adecuada recepción de tan valioso don de Dios. El estilo con
que se dirige a esos creyentes, hombres y mujeres, es fuerte y un tanto
agresivo, pues para el apóstol resultaba inaceptable que la comunidad diera
pasos atrás en su comprensión de la libertad ganada por Jesucristo. De ahí que
los exhortase con tanta elocuencia en busca de una respuesta clara; al
reconocer que el grupo iba por el camino correcto (v. 7), constata la
posibilidad de que hayan sido engañados.
La lectura
actual de estas virtudes
La energía
para reaccionar ante los embates de las personas que buscaban orientar a los
gálatas por otra ruta doctrina (los llamados “judaizantes”, v. 9; cf. 4.17)
debía formar parte de las herramientas espirituales al alcance de la iglesia en
ese lugar. Pablo exhorta a mantener firmes las convicciones recibidas, así como
la fortaleza con que debían sostener su nueva relación con el Mesías
Jesucristo. La ruptura con el judaísmo no debía hacerlos anti-semitas sino
únicamente colocar su fe en una nueva dimensión histórica y teológica: la de la
novedad del Reino de Dios presente en el mundo, tal como se había anunciado en
las Escrituras antiguas.
Como
queda claro en todo el Nuevo Testamento, mantenerse firmes y valientes, por un
lado, no depende directamente de la capacidad de cada persona sino de su
relación estrecha con Dios. En estas nuevas condiciones únicamente el amor es
el valor absoluto (v. 6), y no ya la obediencia a prácticas que, desde esta
perspectiva, aparecen como caducas y superadas. La argumentación paulina está
centrada en la cruz del Señor “Hermanos, si yo anunciara que todos deben
circuncidarse, mis enemigos dejarían de perseguirme y el mensaje de la muerte
de Cristo en la cruz no los haría enojar” (v. 11).
Esas
dos actitudes debían ponerse a funcionar en el duro debate teórico y práctico
que se le presentaba a la comunidad para, por medio de ellas, sus integrantes
pudieran sostener sus creencias en la práctica de una fe consolidada y
claramente transformadora. El dilema espiritual continuaría, sin duda, pero el sano
ejercicio de la libertad cristiana (v. 13) debía conducirlos a establecer el
amor como lo fundamental entre ellos (v. 14). Así cumplirían la ley y mantendrían
la armonía en la comunidad (v. 15).
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