SEBASTIÁN CASTELIO (1515-1563)
100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017.
Nació en
Saboya y falleció en Basilea. Después de sus estudios humanísticos en Lyon, se unió a la Reforma. En 1540 se
trasladó a Estrasburgo como colaborador de Calvino, y en 1541 se convirtió en
rector del Colegio de Rive en Ginebra; en 1542 publicó los Diálogos sagrados.
Derivado de su desacuerdo con Calvino, en 1545 se trasladó a Basilea, donde
trabajó como corrector de pruebas. En 1553 fue llamado para enseñar griego.
Tras la ejecución de Miguel Servet en Ginebra (1553), publicó De haereticis un persequendi sint, una
colección de textos antiguos y contemporáneos en contra de la pena de muerte
por herejía. Inició el debate sobre la tolerancia con Calvino y Beza, y en
otros escritos basados en la Biblia defendió la libertad de disentir. También
publicó dos traducciones completas de la Biblia (1551 y 1555), algunas obras de
autores griegos y textos devocionales de la tarde. También tuvo dificultades en
Basilea, entre otras cosas por sus críticas a la doctrina calvinista de la
predestinación. La muerte lo sorprendió mientras planeaba trasladarse a
Polonia. Su último trabajo fue De
dubitandi arte (Sobre el arte de la
duda).
En Castelio podemos ver un precursor
de la tolerancia liberal, en toda su firmeza, pero también en toda su
ambigüedad. Firmeza que conlleva al desacato, la entera disposición
sacrificial: el saboyano, una vez descubierto, fue acusado de herejía e,
incluso, de haber robado madera; lo salvó la muerte, pero ni siquiera pudo
descansar en su tumba, profanada por los fanáticos. Ambigüedad que admite las
diferencias, pero, al propio tiempo, abriga la esperanza de un consenso feliz
en torno a la verdad. Escuchémosle: “Si a veces tenemos opiniones diferentes,
entendámonos al menos y concedámonos entre tanto el amor y la unión de la paz,
hasta que consigamos la unión en la fe”. El alegato racionalista de Castelio se
anticipa a John Locke. tanto en ese pacifismo religioso que exige no molestarse
unos a otros, como en la reivindicación de un Estado laico que separa la res publica de la intimidad propia de
los credos donde la libertad ha de reinar a sus anchas. […] Las palabras de
Castelio siguen siendo todo un estandarte para la desobediencia: “Matar a un
hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre” (A. Isla).
Bibliografía
Joaquín Fernández Cacho, “Castellio
contra Calvino: la lucha por la libertad de conciencia”, en www.radiotulip.com/wp-content/uploads/2014/08/CastellioContraCalvinoLaLuchaPorLaLibertadDeConcie-2273365.pdf;
Hans R. Guggisberg, “Sebastian Castellio”, en Walter Kasper et al., eds., Diccionario enciclopédico de la época de la
Reforma. Barcelona, Herder, 2005, pp. 101-102; Augusto Isla, “Sebastián
Castellio: desacato y tolerancia”, en La
Jornada Semanal, 7 de abril de 2002, www.jornada.unam.mx/2002/04/07/sem-isla.html;
Stefan Zweig, Castellio contra Calvino. Conciencia
contra violencia. [1936] Barcelona, El Acantilado, Barcelona, 2002.
________________________________________
UNA NUEVA FE PARA UNA NUEVA ÉPOCA: LAS 95 TESIS
Marco Antonio Coronel Ramos
Universidad de Valencia, 2017
5. El Papa no quiere ni puede
remitir culpa alguna, salvo aquella que él ha impuesto, sea por su arbitrio,
sea por conformidad a los cánones.
6. El Papa no puede remitir culpa
alguna, sino declarando y testimoniando que ha sido remitida por Dios, o
remitiéndola con certeza en los casos que se ha reservado. Si éstos fuesen
menospreciados, la culpa subsistirá íntegramente.
7. De ningún modo Dios remite la
culpa a nadie, sin que al mismo tiempo lo humille y lo someta en todas las
cosas al sacerdote, su vicario.
8. Los cánones penitenciales han
sido impuestos únicamente a los vivientes y nada debe ser impuesto a los
moribundos basándose en los cánones.
9. Por ello, el Espíritu Santo nos
beneficia en la persona del Papa, quien en sus decretos siempre hace una
excepción en caso de muerte y de necesidad.
10. Mal y torpemente proceden los
sacerdotes que reservan a los moribundos penas canónicas en el purgatorio.
La primera verdad de la nueva teología: la conversión
permanente
El motivo central de la nueva
teología que, al tiempo, vertebra la comunidad de discurso de las reformas es
el concepto de penitencia. Ello explica que, tras apelar Lutero a la verdad,
introduzca el tema de la penitencia, concebida como cimiento primo de la
teología de la cruz. Pero, para evitar confusiones con un concepto tan ambiguo
a fuer de estar manoseado y deslustrado, procederá a contraponer la penitencia
sacramental (T2) y la penitencia interior (T3) con la auténtica penitencia
(T1/T4). Esta distinción no debe interpretarse como desaprobación de la
confesión sacramental -no era ese el pensar de Lutero en 1517-. La razón de discernir
estos términos, en consonancia con la nueva teología humanístico-filológica, es
fundamentar la penitencia en las escrituras y no exclusivamente en el derecho
canónico. […]
Por tanto, la
auténtica penitencia es aquella conversión basada en creer en el evangelio (Mc
1,15). Ese es el primer axioma de la verdad de la nueva teología que, como
prosiguen diciendo las 95T, chirría ante las prácticas penitenciales más
habituales en la Iglesia, empezando, naturalmente, por la emisión de
indulgencias. Esta es la razón por la que seguidamente se introduce el debate
sobre el alcance verdadero del perdón papal: el papa sólo puede perdonar las
penas canónicas que él mismo impone (T5) y proclamar que el que perdona es Dios
(T6). Las indulgencias quedarán de partida fuera del ámbito de la penitencia
como conversión, y de ahí que, siguiendo el planteamiento de la T4, se reitere
en la T7 que no hay perdón sin humillación. No se pierda de vista que Lutero
alude al sometimiento del penitente al sacerdote en esta T7, lo cual es un
nuevo indicio de que, en 1517, todavía no estaba cuestionando el sacramento de
la penitencia, sino reenfocándolo desde la conversión evangélica.
Las llaves del Purgatorio
El esfuerzo luterano por reencauzar
el tema de las indulgencias requería entrar de manera específica en la
aplicación de éstas en sufragio por las almas de los fieles difuntos. Es el
tema específico de las T8-19, en las se desgranan diversos motivos que
testimonian el mal uso de las indulgencias y, además, -hecho grave en los que
regulan la religión con el derecho y no con la escritura- el incumplimiento del
derecho canónico. En el planteamiento de este debate Lutero sigue un orden
perspicuo: el propio derecho canónico establece que sólo afecta a los vivos
(T8), y de ahí que el papa siempre exceptúe de sus decretos el caso de muerte o
necesidad (T9). La T9 no está exenta de ironía, porque supone afirmar que los
que aplican las indulgencias por los moribundos y difuntos atentan contra el
derecho canónico, pero también contra el Espíritu Santo, que rige a la Iglesia.
La acusación de ignorancia y de falta de eclesialidad no puede ser más concisa,
tajante y directa. Y, si todo eso es así, la conclusión no puede ser más que
aseverar que las indulgencias no tienen autoridad alguna sobre el purgatorio
(T10).
De nuevo
encontramos a Lutero atacando una costumbre de la Iglesia, pero sin cuestionar
el pensamiento que la sostiene, y de ahí que no polemice sobre la existencia
del purgatorio, que también carece de soporte bíblico. Sin entrar en eso temas,
las dos cuestiones concernidas en estas tesis son la negación de que las
indulgencias rompieran la barrera entre la iglesia militante y la purgante
(Kähler 1967: 116) y, desde luego, la refutación de que la autoridad papal
pudiera traspasar ese límite. Todo ello conduce a un uso totalmente impropio de
los sacramentos, como dirá en Los Artículos
de Esmalkalda (1537): “En relación con el purgatorio se ha establecido un
tráfico a base de misas de difuntos, de vigilias, cabos de semana, mes y año,
semana común, día de ánimas y ‘baños de ánimas’; y todo, hasta el extremo de
que prácticamente la misa sólo se utiliza para los difuntos, cuando en realidad
Cristo instituyó el sacramento para los vivos”.
Por ello,
motejará de ignorantes a los sacerdotes que reservan penas canónicas para el
purgatorio, cuando la Iglesia, como ha quedado referido, no tiene autoridad
sobre las almas de los difuntos (T10/T13). Es más, acusa a los obispos de
haberse quedado dormidos y, en consecuencia, de ser responsables de tal desaguisado
(T11). En esta T11 resulta de gran relevancia tanto el epíteto cizaña, con que
califica las indulgencias a modo de sufragio, como la manera de zaherir a los
obispos apellidándolos durmientes, ya que ambos hechos remiten a Mt 13,24-30.
No encuentra manera más efectiva de acusar a los obispos negligentes de ser los
causantes de la siembra de malas yerbas en el Reino de Dios y, al tiempo, de
considerar las indulgencias en sufragio un obstáculo para la salvación de la
mies.
________________________________
REBECA: MADRE CON PREDILECCIÓN POR UN HIJO
Margot
Kässmann
Los mellizos siguen pareciéndonos algo especial y
fascinante. Aunque cada minuto nazca un niño en el mundo, cada embarazo y cada
parto representan un riesgo para la mujer, un gran esfuerzo y algo maravilloso
al mismo tiempo. Si en el embarazo la futura madre siente que vienen dos hijos,
o bien si el médico comprueba mediante ecografía que dentro del vientre no
crece solo un hijo, el desconcierto puede ser enorme: yo deseaba tener un hijo,
o me he animado a tenerlo a pesar de no buscarlo, ¡pero ahora son dos! Dos
hijos suponen más posibles problemas, más inversión de tiempo y un mayor gasto
económico. Y, a la vez, suponen una doble maravilla, una alegría que se
multiplica por dos. La gente se asombra de que en un solo embarazo puedan
tenerse dos hijos.
Rebeca, madre de mellizos en la Biblia, era decidida ya
de joven soltera. Cuando el criado de Abrahán llega buscando una mujer para
Isaac, ella demuestra su seguridad en sí misma. En la fuente da de beber a los
camellos del criado y lo invita a su casa. El criado le habla de sus intentos
de encontrar una esposa para el hijo de Abrahán, y va al grano rápidamente:
quiere llevarse a Rebeca. En principio, la familia lo aprueba, pero no quieren
dejar que se vaya tan pronto. El criado, sin embargo, tiene prisa. Está bien
que en el relato se diga: “Vamos a llamar a la chica y a preguntarle su opinión”.
Espontáneamente, Rebeca decide marcharse de casa para
convertirse en la mujer de un hombre al que jamás ha visto. Para eso hace falta
resolución. Dejarlo todo de un día para otro: a los padres, al hermano, el
entorno conocido. Nadie obliga a Rebeca a hacerlo, lo decide por sí misma. Y se
decide por su confianza en Dios, Señor del futuro, por un hombre que le envía
joyas, que trata de ganársela sin conocerla. Su valor y su confianza son
claramente recompensados. Dice la Biblia que Isaac “la tomó con gusto”. Es un matrimonio
concertado.
Rebeca se queda embarazada de mellizos. Y es un embarazo
complicado, "las criaturas se maltrataban en su vientre". Ella sufre. Hoy en
día se puede diagnosticar pronto un embarazo de mellizos, pero Rebeca no tenía
modo de saberlo. Antes, el segundo hijo llegaba casi como una sorpresa en el
momento del parto. Hay historias asombrosas acerca de ese tema; en lugar de las
secundinas, ¡aparece un segundo bebé! Muchas veces, el segundo niño corría
serio peligro, debido a la falta de oxígeno durante el largo proceso del parto
y, sencillamente, a que nadie lo esperaba.
Jacob y Esaú, los hijos de Rebeca, son mellizos, hermanos
originados de distintos óvulos. Esaú, el que nace primero, es «todo pardo y
peludo como un manto», con mucho vello. No se parece, por tanto, a Jacob, el
segundo. A este se le describe como el que sale agarrando con la mano el talón
de Esaú. La sorpresa del segundo bebé da pie a este tipo de historias. ¡Menuda
alegría tuvo que ser eso! Dos hijos, sanos los dos. Un gran motivo de felicidad
para los padres. Isaac y Rebeca no tuvieron más hijos, de modo que Jacob y Esaú
se convirtieron en el eje central de sus vidas.
Al parecer, ambos hijos se desarrollan de forma muy
distinta. A Esaú le gusta salir, se hace cazador, y su padre Isaac siente
predilección por él. Podemos imaginárnoslo: el padre y el hijo tosco, el más
agreste de ambos, muy unidos. Jacob, en cambio, se convierte en un “hombre bien
educado”, le gusta quedarse en las tiendas. Es más refinado que Esaú, tiene más
talento y sensibilidad. Y así se divide el amor de los padres de forma
desigual, ya que Rebeca prefiere a Jacob.
No hay comentarios:
Publicar un comentario