sábado, 16 de septiembre de 2017

"Lo que comenzó el Señor, seguramente lo perfeccionará", A.I. Rubén Núñez Castro

17 de septiembre de 2017

Pablo recuerda a los hermanos filipenses con agradecimiento, en los primeros dos versículos de este capítulo forman parte del saludo de Pablo y Timoteo aquí Pablo ruega con alegría por cristianos Filipenses, que formaban parte regular de su vida de oración.

El contenido de su oración tiene varios escenarios, en el verso 2, pide por la paz continua, siguiendo pide con alegría por toda la iglesia, por el apoyo y colaboración que encontró en los filipenses para anunciar el evangelio de Jesucristo,  pide que se manifieste el verdadero amor entre ellos, que su enseñanza sea un aprendizaje del evangelio esté bien y que emitan juicios correctos, para elegir lo mejor y al final por su testimonio.

No cabe duda de que Pablo tiene muy presente esta iglesia pues tanto en su corazón como en su cuerpo lleva las marcas de su paso por Filipos.

Pero para conocer el surgimiento de esta iglesia tenemos que ir la Hechos 16 en este capítulo narra al menos 4 o 5 experiencias que dejaron huella en su vida, pero comencemos identificando la cuidad: Filipos era una ciudad en Macedonia (en el norte de Grecia). Durante el reinado de Filipo II, Macedonia se expandió considerablemente, incluyendo la zona de la península Calcídica y territorios al norte en dirección al río Danubio. Filipo terminó gobernando sobre gran parte de Grecia y su país se expandiría aún más cuando su hijo, Alejandro Magno, lo convirtiera en un imperio que gobernaría sobre gran parte del mundo conocido hasta el momento. Tras la muerte de Alejandro, Macedonia volvió a ser un pequeño reino tras la división del Imperio en diversos estados. Tras la conquista por parte del Imperio romano en las llamadas guerras macedónicas, el Senado Romano estableció como la provincia de Macedonia, su cultura helenística y algunos personaje como Aristóteles sigue dando un toque griego a la ciudad de Filipos, Hechos 16 menciona algunas características y costumbres como el centro de oración es junto a un río donde mujeres acuden a la oración,  y Pablo tiene el encuentro con Lidia quien se convierte al evangelio y se bautiza junto con su familia, otro es la joven vidente que le es reprendido el espíritu de adivinación, causando que Pablo sea acusado con los magistrados y azotado, es echado a la cárcel y aun allí también anuncia el evangelio,  una noche un terremoto abrió las puertas de la cárcel y desencadenó a los prisioneros.
El carcelero, pensando que los prisioneros se habían escapado, estaba listo para suicidarse para no tener que confrontar cargos por haber dejado escapar a los prisioneros. Pero Pablo gritó y le aseguró que todos los prisioneros estaban allí presentes. Entonces Pablo convirtió al carcelero y a su familia para que creyeran en Cristo. La siguiente mañana, Pabló les comunicó su ciudadanía romana y acusó a los magistrados de haber golpeado a un ciudadano romano, a quien todavía no habían declarado culpable de nada. Después de recibir disculpas de los magistrados, Pablo y Silas salieron de la cárcel, visitaron a Lidia, y salieron de Filipos hacia Tesalónica, una ciudad griega al suroeste de Filipos.
Entonces Lidia , el carcelero y los presos, la muchacha adivinador y sus familias con muchos más forman la iglesia de Filipos a ellos les escribe esta carta, a ellos les dice  Lo que comenzó el Señor, seguramente lo perfeccionara, en la versión 60’ que usamos dice: “el que comenzó tan buena obra en ustedes la perfeccionara hasta el día de Cristo Jesús”
Pero cuál es esa tan buena obra, ¿pues no es Pablo quien contacto e inicio el trabajo y quien goza de buena referencias como pastor en la iglesia de Filipos?, sin embargo queda claro que la misión de Pablo y sus compañeros de prisiones Silas y Timoteo es el anuncio de Evangelio de Jesucristo, Pablo ha hecho su parte, pero es Dios el que ha plantado la fe en los corazones de los cristianos Filipenses. La iglesia en Filipos es obra de Dios. En el siguiente capítulo Pablo dirá, “Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (2:13).
Ahora pregunto: ¿qué comenzó el Señor en la vida del cristiano?  A que obra se refiere el apóstol Pablo que va ser perfeccionada, no quiero sonar retórico con estas preguntas y menos en sus respuestas, yo creo que cada uno de nosotros debemos valorar nuestra respuesta a la luz de la palabra, La “buena obra” que Dios comenzó en nosotros tuvo que ver primero con el perdón de nuestros pecados. El grito desesperado de nuestro Redentor desde aquella cruenta cruz, “Dios mío perdónalos porque no saben lo que hacen”, nos habla del altísimo costo del perdón de nuestros pecados. Aunque terriblemente padeciendo. La “buena obra” tenía que iniciarse con el perdón de pecados.

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que más adelante Pablo, haciendo gala de su erudición y queriendo mostrarnos lo que significa esa “buena obra” originada en la misma eternidad, nos dijo: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Ro. 8:29, 30).  ¿Puede usted pensar en algo mejor que esto?

Viene a mi mente Jer 18.1-6 donde un día el Señor le dijo al profeta Jeremías que se levantara y fuera a la casa del alfarero. Dice que mientras éste trabajaba en la rueca, la  vasija de barro que hacía se le  echó a perder en su mano. Pero luego volvió e hizo otra vasija, con el mismo barro, según le pareció mejor hacerla. El Señor luego aplicó esto a Israel quien era como barro en sus manos. Dios podía hacer una vasija mejor de ellos. El que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta que él venga. Muchas veces esa vasija se cae y se rompe y tiene que comenzarse otra vez. Algunas veces se usará la rueca para darnos forma. Pero al final saldrá la obra para la cual Dios nos ha creado, no ha dejado de trabajar en nosotros Tú  y yo somos una obra no acaba, pero estás en las manos del Alfarero Divino hasta el día de su regreso.

No quiero referir este mensaje a querer justificar la obra de Dios solo a las debilidades del hombre para consolarnos, calmarnos y escudarnos en una falsa enseñanza, porque entonces podríamos caer en el error de que mi desobediencia le ha dado a Dios oportunidad de demostrar su Justicia, mi infidelidad le ha dado a Dios una oportunidad de hacer gala de su Fidelidad, mi falta de compromiso con el evangelio de Jesucristo le da oportunidad de su pacto, mi pecado le ha dado a Dios una oportunidad de otorgarme su perdón y así sucesivamente entonces según esto mi pecado es algo valido pues le da la oportunidad de demostrar lo bueno que es Dios y entonces pueda que yo haya hecho algo malo o incorrecto o pecaminoso el resultado ha sido bueno pues no se puede condenar a un hombre por darle la oportunidad a Dios de demostrar su Justicia y Redención.

Tal razonamiento es peor que despreciable, pues a veces  muchas predicaciones van dejando ese pensamiento sutilmente en nuestras mentes y corazones pues decimos que el que comenzó la buena obra la perfeccionara… Tal razonamiento es peor y despreciable. No tiene más que sugerirlo para descubrir lo inaceptable que es.

Hasta aquí podríamos terminar el mensaje pero que viene a plantar el pasaje de Ezequiel 16. Éste pasaje nos ubica en la condición del ser humano hombre y mujer pues Dios nos conoce y sabe el actuar del ser humano, al recibir el evangelio de Jesucristo y querer vivir en comunión con él la tentación nos arrastra a la infidelidad, así Ezequiel y los profetas nos recuerdan la ingratitud y la deshonestidad del hombre tal como lo hamos expresado anteriormente. Y la vida del pueblo de Israel es un ejemplo del menosprecio o de  tomar a la ligera nuestra redención y la intervención de Dios en el hombre para salvación.
En este capítulo se describen los tratos de Dios con la nación judía y la conducta de ellos hacia Él, y el castigo de ellos por medio de las naciones vecinas, aun de aquellas en que más confiaban. Lo hace por medio de la parábola de la infanta abandonada rescatada de la muerte, educada, desposada y ricamente abastecida, pero, después, culpable de la conducta más vil y despreciable, y castigada por ello; pero, al final, recibida con favor, y avergonzada de su conducta vil.

No tenemos que juzgar estas expresiones según las ideas modernas, sino por las de los tiempos y lugares en que fueron usadas, donde muchas de ellas no sonarían como nos suenan a nosotros. El designio era suscitar odio hacia la idolatría y una parábola así era muy adecuada para ese propósito.

La  alegoría  de  Israel  como  una  esposa  infiel,  16:1-63. (tomado de Robert Harkrider)
1.  Jerusalén  fue  encontrada  en  inmundicia  miserable  y  no  deseada,  16:1-7. v.1-3  -  Aunque  Jerusalén  está  específicamente  señalada,  parece  ser  mencionada aquí  como  representante de  la  nación  de Israel.  Los  nombres  amorreo  y  heteo,  eran designaciones  generales  para  indicar  el  pueblo  de  Canaán,  que  antes  de  Israel  se establecieron  ahí.  Esta  es  una  sátira  para señalar  el  carácter  moral  de Israel. 
Cuando  Dios  encontró  a  Israel,  era  una  recién  nacida  descuidada,  no  había sido  limpiada  con  un  masaje  de  sal  (común  en  aquel  día  como  antiséptico),  ni lavada,  ni  envuelta.  Ningún  ojo  sentía  lástima  por  ella,  y  ella  no  recibió  el  tierno cuidado  necesario. v.6-7  -  Dios  decretó  que  debía  vivir,  y  entonces  la  hizo  crecer  y  convertirse  en  una mujer  hermosa  (Ex.  1:7,12).  Pero  todavía  Israel  estaba  inadecuadamente vestida.

 2.  El  Señor  entró  en  un  pacto  con ella,  16:8-14 v.8  -  Cuando  Israel  llegó  al  momento  del  matrimonio,  Dios  extendió  su  manto  sobre ella  (esponsales,  Rut  3:9)  e  hizo  un  pacto  con  ella  (matrimonio,  Jer  2:2;  3:1;  Os. 2:2-23). v.9-12  -  El  Señor  la  trató  magníficamente.  Él  la  ungió  con  aceite,  la  vistió  con costosos  vestidos,  y  le  obsequió  sus  hermosas  joyas  (cf.  Ex.  19:5-6). v.13,14  -  Todo  el  esplendor  que  le  había  dado  el  Señor  la  llevó  a  ser  famosa,  y  las naciones  comenzaron a darse cuenta  de su  belleza.

3.  Israel  se apartó  de Dios  como  una  esposa  infiel,  16:15-34. v.15,16  -  Su  orgullo  la  llevó  por  mal  camino  y  cometió  fornicación  espiritual  cuando practicó  la  idolatría  comprometiendo  la  ley  de  Dios  con  el  fin  de  ganar  el  favor  de las  naciones  (Deut.  32:15). v.17-19  -  Cada  pensamiento  y  acción  de  Israel  se  dirigió  a  los  ídolos:  “y  te  hiciste imágenes  de  hombres  para  prostituirte  con  ellas”  (LBLA).  ¡Es  inútil  tratar  de  negar esto!

vv. 20-22  -  La  idolatría  ya  era  lo  suficientemente  abominable,  pero  Israel  fue  aún más  lejos  al  ofrecer  a  los  dioses  vanos  el  sacrificio  (cf.  Jer.  7:31;  19:5-6;  32:35).

vv. .23-25  -  Tanto  como  una  amenaza  y  un  lamento,  el  Señor  dijo:  “¡ay,  ay  de  ti!...  te ofreciste  a  cuantos  pasaban,  y  multiplicaste  tus  fornicaciones”.  Israel  se  volvió como  una  prostituta  desvergonzada  disponible  para todos. 

vv.26-29  -  Israel  había  dispuesto  su  belleza  para  el  uso  abominable  aceptando  todo culto  pagano  introducido  en  ella.  Se  había  enamorado  de  los  dioses  de  los  egipcios, de  los  filisteos,  de  los  asirios,  y  ahora  de  los  babilonios.

4. Estas  naciones  derribarán  sus  lugares  altos  y  la  apedrearán  (Deut.  13:10; Lev.  20:10),  y  luego  quemarán  sus  casas  a  fuego.  La  única  razón  de  que  esto sucederá,  se  debe  a  que  Israel  no  pudo  recordar  y  honrar  a  la  fuente  de  sus bendiciones.

5.  Jerusalén  es  peor  que  sus  hermanas,  Samaria  y  Sodoma  (“Cual  la  madre,  tal  la hija”),  16:44-59.

vv. 44,45  –  “De  tal  madre,  tal  hija”  (LBLA)  es  un  refrán  que  encaja  con  Jerusalén porque  era  tal  cual  a  los  habitantes  de  la  tierra  de Canaán  antes  que  ella  (cf.  16:3). 

vv. 46, 47  Ella  ha  sido  infiel  a  su  madre  (hetea),  al  igual  que  su  hermana  mayor (Samaria),  y  al  igual  que  su  hermana  menor  (Sodoma).  Sin  embargo,  en  realidad, Israel  las  superó  en  sus  abominaciones.

vv. 48-52  -  Con  lo  mala  que  Sodoma  fue,  Jerusalén  fue  peor.  El  orgullo  y  la  soberbia llevaron  a  Sodoma  a  su  caída  (Gen.  13:10;  18:21).  Incluso  Samaria  no  había cometido  la  mitad  de  los  pecados  de  Judá.  Sus  hermanas  parecían  justas en comparación con  ella.

vv. 53-59  -  Si  Dios  llegase  a  restaurar  a  Judá,  hay  esperanza  para  Samaria  y  Sodoma porque  no  eran  tan  malas  en  comparación  con  Judá.  Pero,  ninguna  de  ellas  serían literalmente restauradas  (cf.  Jud.  7;  Ez.  37:22).    Judá  debe  sentirse  avergonzada  por  llevar  “la  afrenta  de  las hijas  de  Siria  y  de  todas  las  hijas  de  los  filisteos”.  Ella  había  cosechado  todas  las dolorosas  consecuencias  de  una  mujer  infiel  que  menospreció  “el  juramento  para invalidar  el  pacto”.

Conclusión
TENDRÉ MEMORIA DE MI PACTO
Vv. 59—63. Después de una advertencia completa de los juicios, se recuerda la misericordia, la misericordia reservada. Estos versículos de cierre son una promesa preciosa, en parte cumplida por el retorno de los judíos arrepentidos y reformados desde Babilonia, pero que tendrá cumplimiento más pleno en el período del evangelio.

La misericordia divina debe ser poderosa para derretir nuestros corazones en santo dolor por el pecado. Tampoco Dios dejará nunca que perezca el pecador humillado por sus pecados, y que llega a confiar en su misericordia y gracia por medio de Jesucristo, antes bien, lo sostendrá por su poder por la fe para salvación.

El libro de Ezequiel es un libro que retrata la severidad de Dios en sus juicios, los cuales culminan en la esperanza de la resurrección. En el capítulo 37, Ezequiel representa al pueblo muerto resucitar en el valle de los huesos secos. En el capítulo 11:19, resuena la promesa de convertir un corazón de piedra en carne. En este capítulo, Dios declara: “pero yo cambiaré su suerte, la suerte de Sodoma y de Samaria, con sus respectivas aldeas, y haré lo mismo contigo” (v. 53). Ezequiel 16 nos anima a tener una mirada de esperanza y expectativa, aun frente a las desobediencias y la destrucción más horrendas, pues por la misericordia de sus juicios, Dios restaura y da vida.


“La palabra final del profeta no es la destrucción, sino la restauración”  Esto nos es un desafío a mantener la esperanza en medio de situaciones abrumadoras y pecados desoladores, pues nuestro Dios es capaz de transformar la muerte en vida. La historia de Jesús nos asegura que la última palabra no es la muerte, sino la resurrección. Y así lo que comenzó el Señor, seguramente lo perfeccionara. Amén.

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