sábado, 16 de septiembre de 2017

Letra 536, 17 de septiembre de 2017

REGINALD POLE (1500-1558)
100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017.

Cardenal nacido en Stourton Castle y fallecido en Lambeth. Fue pariente de Enrique VIII. Durante sus estudios en Oxford, entró en contacto con Tomás Moro y otros humanistas, posteriormente con italianos como Marco Antonio Flaminio y Pietro Bembo. Mantuvo correspondencia con Erasmo. Entre 1529 y 1530 negoció el divorcio de Enrique VIII en París. Rechazó los obispados de York y Winchester que le hizo el rey. En 1532 viajó a Padua y Venecia, donde fue influido por algunos representantes del humanismo eclesiástico reformador (entre ellos, Giampietro Carafa, futuro papa Paulo IV), y se dedicó a estudiar las Escrituras y los Padres. Tras el cisma en Inglaterra, se negó a volver a su país y en 1536 redactó un documento de apoyo a los derechos de Roma. Paulo III lo llamó para colaborar en la comisión de la reforma de la iglesia y lo envió varias veces como legado pontificio. Entre 1537 y 1539 medió infructuosamente entre Francisco I y Carlos V.
En 1541 fue legado en Viterbo, donde participó en un grupo de amigos de la reforma eclesiástica y más tarde fungió como legado en el Concilio de Trento (1542 y 1545), aunque no quedó satisfecho con el debate sobre la justificación, por lo que se desvinculó del cargo. Su candidatura al papado se frustró por sospechas de herejía. Al subir María I al trono inglés, fue legado papal. En 1555 fue nombrado arzobispo de Canterbury y concretó la reunificación con Roma. En un sínodo provincial estableció un nuevo ordenamiento de las circunscripciones eclesiásticas. Trató de impedir el matrimonio de María con Felipe II. Paulo IV lo degradó en 1557 y lo llamó para iniciar un proceso por herejía, pero murió antes del mismo. Se caracterizó por una vasta formación y una piedad marcada por el movimiento humanista de reforma eclesiástica. Fue uno de los mejores representantes del movimiento evangélico italiano, amigo de Contarini, de Giovanni Morone y de otros. Supo asociar a su piedad un carácter noble y una rica experiencia política.

Bibliografía
Klaus Ganzer, “Reginald Pole”, en Walter Kasper et al., eds., Diccionario enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, pp. 452-454; W. Schenk, Reginald Pole, cardinal of England. Londres, 1950; J.I. Tellechea Ydígoras, “El retorno de Inglaterra al catolicismo. Tres cartas del Cardenal Reginald Pole a Carlos V (1553)”, en Diálogo Ecuménico, núm. 32, 1997, pp. 183-193.
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UNA NUEVA FE PARA UNA NUEVA ÉPOCA: LAS 95 TESIS (III)
Marco Antonio Coronel Ramos
Universidad de Valencia, 2017

16. Al parecer, el infierno, el purgatorio y el cielo difieren entre sí como la desesperación, la cuasi desesperación y la seguridad de la salvación.
17. Parece necesario para las almas del purgatorio que a medida que disminuya el horror, aumente la caridad.
18. Y no parece probado, sea por la razón o por las Escrituras, que estas almas estén excluidas del estado de mérito o del crecimiento en la caridad.
19. Y tampoco parece probado que las almas en el purgatorio, al menos en su totalidad, tengan plena certeza de su bienaventuranza ni aún en el caso de que nosotros podamos estar completamente seguros de ello.
20. Por tanto, cuando el Papa habla de remisión plenaria de todas las penas, significa simplemente el perdón de todas ellas, sino solamente el de aquellas que él mismo impuso.
21. En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa.
22. De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida.

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Continúan ahora las 95T con esa exposición tan característica a manera de círculos concéntricos para entrar el tema cardinal de la justificación. Recapitulan, además, la esencia de las propuestas anteriores: las indulgencias no son eficaces para la salvación (T21) y carecen de eficacia en el purgatorio (T22). Matiza entonces Lutero, que la única remisión de penas válida sería aquella que afectase a los perfectos (T23), pero, dado el escaso número de estos, la eficacia de las indulgencias es nula. Las adjetiva entonces de engaño pomposo (T24).
Resulta muy interesante en estas proposiciones la mención del concepto de perfecto, atributo que, con propiedad, solo es aplicable a Dios, según la Teología Alemana. Toda perfección manaría del hontanar divino, y de ahí que sea incompatible con ese concepto suponer que el hombre puede hace algo bueno con independencia de Dios. Si esta afirmación se pone en relación con Mt 5,48, se debe concluir que Lutero llama perfectos a aquellos que son perfectos “como vuestro Padre celestial es perfecto”, es decir, a los han recibido la gracia de someterse a Dios en todo. Una de las características de ese ser, según la propia Teología Alemana, sería no temer el infierno ni esperar el cielo. Su preocupación exclusiva es someterse a Dios. Teniendo presente todo esto, la conclusión subsiguiente no puede ser más que aquel que confía en las indulgencias es el antagonista del perfecto, ya que se mueve por el miedo al infierno y por la esperanza del cielo. Así se explica que, según Lutero, las indulgencias sean para cristianos imperfectos y perezosos ya que “no animan a nadie a enmendarse, sino que más bien tolera y autoriza su imperfección”.
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LA REGRESIÓN DE LAS NUEVAS IGLESIAS EVANGÉLICASAL JUICIO Y EL CASTIGO
Samuel Palma
El Mostrador, Santiago de Chile, 12 de septiembre de 2017
www.elmostrador.cl/claves/sebastian-pinera/

La regresión de las nuevas iglesias evangélicas al juicio y el castigoEl domingo 10 de septiembre de 2017 se realizó el llamado Tedeum evangélico. Al momento de su entrada al templo, la Presidenta de la República fue agredida verbalmente —entre otros epítetos, se le gritó “asesina”— por personas, evangélicas, que ahí se encontraban. Durante el desarrollo de la ceremonia, distintos oradores, pastores y obispos, se refirieron con dureza y descomedidamente a algunas de las políticas públicas promovidas por el Gobierno y asociadas a temas valóricos. Al término del acto, la Presidenta se refirió a lo sucedido en términos de “un abuso”; a su vez, el Obispo regente del templo Catedral Evangélica, el anfitrión, se refirió al acto en términos de “ejercicio de un derecho”. Lo relatado sintéticamente merece algunas reflexiones.
En primer lugar, resulta incomprensible que las personas que organizan y son responsables del Tedeum evangélico no hayan previsto y, por tanto, evitado activamente, la ocurrencia de agresiones verbales a la más alta autoridad de la república, con independencia de la simpatía o antipatía que la persona que ocupa esa posición les merezca. Sería aún más incomprensible y doloroso que lo hubiesen planeado o al menos estimulado. Los obispos y pastores evangélicos le deben una explicación al país —a la República de Chile— por el trato vejatorio a la autoridad y por el tratamiento negligente de la planificación y realización del mayor acto público evangélico que se realiza en nuestro país.
En segundo lugar, y relacionado con el fondo de los cuestionamientos de obispos y pastores a la política pública promovida por la Presidenta y relacionada con la denominada “agenda valórica” —aborto en tres causales, matrimonio igualitario, identidad de género—, parece necesaria una reflexión serena respecto de la trayectoria de la presencia evangélica en la sociedad chilena y su tradición de identificación con las personas, en especial con los pobres y marginados.
El llamado evangélico tradicional puede resumirse en la expresión “ven tal como estás”: aceptación, renuncia al enjuiciamiento del pasado o del presente, incorporación a la comunidad de creyentes, acompañamiento en el crecimiento espiritual, comprensión y tolerancia en el “caminar”, etcétera. Sobre todo, el llamado ha sido a la “conversión” y esta ha sido comprendida como la “obra del Señor”.
La tradición evangélica en Chile, hasta ahora, ha sido la de confiar en el Espíritu Santo y no poner la mira en las normas y en la operación de las instituciones. Aun a riesgo de su propia fragilidad y fragmentación institucional, los y las evangélicas, en Chile, han confiado más en la capacidad afectiva de la comunidad que en el carácter normativo de las instituciones.
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LA MADRE DE LOS HIJOS DE ZEBEDEO
Margot Kässmann

Los hijos de Zebedeo fueron de los primeros apóstoles de Jesús. Sus nombres, Santiago y Juan, aparecen en los cuatro Evangelios. Según cuenta Marcos, eran pescadores que estaban sentados reparando las redes en la barca y dejaron a su padre en la barca con los jornaleros cuando Jesús los llamó (1,20ss). Por tanto, podríamos pensar en ellos como hijos de un pequeño empresario.
Está claro que Santiago y Juan se sentían muy cercanos a Jesús. Mateo cuenta que, la noche antes de su arresto, Jesús los lleva a ellos y a Pedro para que oren con él en el huerto de Getsemaní (Mateo 26,37). Ellos lo acompañan desde el principio. Salomé, su madre, defiende abiertamente el movimiento de Jesús. Tal vez estuviera orgullosa de esos dos hijos suyos que abandonaron las redes para seguir a Jesús. También puede ser que sufriera al ver que, sin ingresos fijos, su vida dependía completamente de su nuevo maestro. Así que fue a ver a Jesús. No se quedó en casa mirando lo que sucedía como una espectadora desinteresada. Tomó cartas en el asunto. ¿Lo hizo todo por el amor que sentía hacia esos hijos que no quería perder?
En cualquier caso, según este relato resulta evidente que Jesús conoce a Salomé. Ella se le acerca y se postra ante él para hacerle una petición: “Manda que, cuando reines, estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda” (Mateo 20,21). Según el Evangelio de Marcos (10,35), son los mismos hijos quienes formulan la petición.
¿Qué pretende la mujer? Es obvio que quiere que sus hijos ocupen un puesto importante. Probablemente, piensa que el reino de Dios es como un reino político, terrenal. Como muchos, espera que Jesús expulse a los romanos, la potencia ocupante, para que Israel vuelva a pasar a manos de los judíos, con Jesús a la cabeza como el mayor soberano del mundo. A su izquierda y a su derecha, Santiago y Juan serían hombres poderosos.
¿Pondría la mujer en un apuro a sus hijos al ir a hablar personalmente con Jesús? ¿O tal vez estaba convencida de que ella aclararía más eficazmente las cosas con aquel joven carismático, y le haría darse cuenta del papel crucial que habían desempeñado sus hijos para él y su causa, apoyándole desde el principio? ¿Reconocería Jesús que, al fin y al cabo, los hermanos habían abandonado la seguridad que les otorgaba la pesca para seguirlo y que, por tanto, ahora él debía recompensarlos?
La respuesta de Jesús es bastante descorazonadora; suena como una negativa. Por un lado, dice: «¿Sois capaces de beber la copa que yo he de beber?». Con ello les pregunta si están dispuestos a morir por la fe. ¡Seguro que ese no era el objetivo que se planteaba su madre! En ese caso, ¡renunciaría a un «ascenso» sin dudarlo! Por otro lado, Jesús aclara que a él no le corresponde otorgar posiciones en el reino de Dios, que eso es tarea exclusiva de Dios. Por supuesto, dice esto para reprender a Salomé por su petición.
Pero el mensaje está perfectamente claro: aunque nos comportemos de una determinada manera o mostremos una notable lealtad hacia Jesús, no podemos asegurarnos un lugar en el reino de Dios. Lo único que cuenta para alcanzar esa meta es la gracia de Dios.

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