CRISTIÁN III DE DINAMARCA (1503-1559)
100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017.
Nació en Gottorf y murió en
Koldinghus, Jutlandia. Fue gobernador, después duque de
Schleswig y Holstein, y más tarde rey de Dinamarca y Noruega (1537-1559). Él y
su padre, Federico I, fueron propiamente los reformadores de su país. En 1521,
viajó a Alemania y estuvo presente en la Dieta de Worms, donde conocería a
Lutero, cuyo pensamiento influiría definitivamente en su vida. Ya como
gobernador favoreció la nueva doctrina (Confessio
Hafnica o Confesión de Copenhague,
1530) y, como rey, procuró ganarse a la nobleza católica por medio de
concesiones. En 1536 encarceló a todos los obispos católicos y confiscó sus
bienes. Mantuvo los capítulos como instituciones, aunque ya evangélicas, y
transfirió los monasterios a las arcas del Estado. Para reorganizar la iglesia,
llamó a Johannes Bugenhagen, cercano colaborador de Lutero, quien trabajó dos
años en Dinamarca y después en Schleswig-Holstein. Él lo coronó como rey.
La guerra emprendida en Alemania por Carlos V contra la
religión luterana amenazaba con extenderse a Dinamarca, pero se puede decir que
la conversión del país a la nueva religión fue relativamente poco sangrienta
comparada con la de otros países. En todo caso, se puso fin a toda amenaza de
guerra por el tratado de Speer entre Christian III y Carlos V en 1544. Desde
ese momento Dinamarca disfrutó de unos años de paz y prosperidad económica
hasta la muerte de Christian III.
Bibliografía
Palle Lauring, “Christian III, el rey que llevó el
protestantismo a Dinamarca”, en https://curiosidadesdelahistoriablog.com/2016/07/09/christian-iii-el-rey-que-llevo-el-protestantismo-a-dinamarca;
Ernst Walter Zeeden, “Cristián III de Dinamarca”, en Walter Kasper et al., eds., Diccionario enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona,
Herder, 2005, p. 150; Nueva historia de
la Iglesia. 2ª ed. Madrid, Cristiandad, 1987, pp. 94-95.
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UNA NUEVA FE PARA UNA NUEVA ÉPOCA: LAS 95 TESIS (XIII)
Marco Antonio Coronel Ramos
Universidad de Valencia, 2017
69. Los obispos y curas están obligados a admitir con
toda reverencia a los comisarios de las indulgencias apostólicas.
70. Pero tienen el deber aún más de vigilar con todos sus
ojos y escuchar con todos sus oídos, para que esos hombres no prediquen sus
propios ensueños en lugar de lo que el Papa les ha encomendado.
71. Quién habla contra la verdad de las indulgencias
apostólicas, sea anatema y maldito.
72. Mas quien se preocupa por los excesos y demasías
verbales de los predicadores de indulgencias, sea bendito.
73. Así como el Papa justamente fulmina excomunión contra
los que maquinan algo, con cualquier artimaña de venta en perjuicio de las
indulgencias.
74. Tanto más trata de condenar a los que bajo el
pretexto de las indulgencias, intrigan en perjuicio de la caridad y la verdad.
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Lutero asumirá una vez más que el
papa combate todos los desafueros, incluyendo los
relativos a las indulgencias (T73), y de ahí la confianza en que su escrito iba
a ser bien acogido en Roma. Con todo, como antes se indicó, tampoco hay que
descartar un punto de ironía en todas estas afirmaciones, y que todo sea una
manera de censura buscando llevar al papado a la contradicción de contraatacar
lo que deben predicar. Así, en la T74, se indica que el papa debe censurar todo
aquello que atente contra la caridad y la verdad. Ese argumento parece
inapelable, por lo cual, si el papa y sus obispos no vigilan las ensoñaciones
de los vendedores de indulgencias, estarán incumpliendo su deber.
Todas estas consideraciones se van perfilando en las
T75-78, que van reduciendo al absurdo todo lo relacionado con la venta de
indulgencias. Uno de esos disparates es afirmar que reportan el perdón de todo
pecado, incluso el de violar a la Madre de Dios (T75). Frente a esa desmesura,
Lutero dice que las indulgencias no perdonan ni el más nimio de los pecados
(T76). Por tanto, blasfeman los que atribuyen ese poder a las indulgencias
(T77), dado que el poder del papa se circunscribe a los carismas explicados por
Pablo en 1Cor 12,28-31 (T78). De esta manera describe a la Iglesia siguiendo la
metáfora paulina del cuerpo de Cristo. Por ello, comparar la cruz de ese
Cristo, cabeza de la Iglesia, con las cruces coronadas con la heráldica papal,
no podía ser más que una blasfemia (T79) y, por consentirlo, considera el
reformador que tendrán que rendir cuentas todos los que autorizan que se
pronuncien tales discursos ante el pueblo (T80). Parece que Lutero tiene
presente a Lc 17.2 y su afirmación de ser preferible ser lanzado al mar,
lastrado con una rueda de molino, antes que escandalizar a los pequeños.
El propósito de Lutero en todas estas afirmaciones sigue
siendo reconducir la situación y evitar el bochorno que producen preguntas que
tienen como consecuencia el descrédito de la Iglesia (T81-90). Acallar estas
críticas simplemente con la fuerza de la autoridad en vez de con razones, se le
representa como la causa fundamental de las burlas con las que se mancilla la
honra de la Iglesia (T90). Por ello, él no tiene empacho en presentar
descarnadamente algunas de esas preguntas que sitúan a la Iglesia ante el
azogue de la irrisión y la befa, demostrando lo incomprensible del uso que se
hace de las indulgencias (T81).
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LA MUERTE DEL CRISTIANISMO EN ESTADOS UNIDOS
Miguel de la Torre
baptistnews.com,
13 de noviembre de 2017
El cristianismo ha muerto en manos de los evangélicos. El
evangelicalismo dejó de ser una tradición de fe religiosa que sigue las
enseñanzas de Jesús con respecto a la justicia para el mejoramiento de la
humanidad cuando hizo un trato fáustico por el bien de la influencia política.
La belleza del mensaje del evangelio —de amor, de paz y de fraternidad— ha sido
asesinada por las ambiciones de los fanfarrones afines a Trump que han vendido
sus almas por conveniencia. No se necesita mayor prueba de la muerte del
cristianismo que la prisa por defender a un abusador de menores con el fin de
mantener una mayoría en el Senado de Estados Unidos.
Los evangélicos han construido una
interpretación exclusiva que fusiona y confunde la supremacía blanca con la
salvación. Solo aquéllos de la cultura dominante, junto con sus supuestos
inferiores que con mentes colonizadas adoptan la asimilación, pueden salvarse.
Pero su salvación condena a Jesús. Para salvar a Jesús de aquellos que dicen
ser sus herederos, debemos arrancarlo de las manos de quienes lo usan como una
fachada desde la cual esconder sus fobias: su miedo a los negros, su miedo a los
indocumentados, su miedo a los musulmanes, su miedo a todo lo queer.
El evangelicalismo ha dejado de ser
una perspectiva de fe arraigada en Jesús el Cristo y se ha convertido en un
movimiento político cuyas creencias repudian todo lo que Jesús defendió. Un
mensaje de odio impregna sus declaraciones, evidente en proclamas sulfurosas
como la Declaración de Nashville, que eleva siglos de disfunciones sexuales
desde los días de Agustín al imponerlas sobre las Sagradas Escrituras. Condenan
como pecado a aquello que expresa amor fuera de la chaqueta evangélica
anti-corporal.
El matrimonio profano del
evangelicalismo con el Evangelio de la prosperidad justifica a los evasores
multimillonarios con vestimentas sagradas hechas de piel de oveja que
descubrieron que ser especuladores en lugar de profetas ofrece una seguridad
terrenal nunca prometida por Aquel en cuyo nombre matan a los que tienen
hambre, sed y desnudos, y el extranjero entre ellos. El cristianismo como lucro
es una abominación ante todo lo que es Santo. Desde sus pedestales dorados
erigidos en centros blancos de riqueza y poder, iluminan todo para creer que
son perseguidos por su fe.
La adopción del evangelicalismo de
una nueva era de ignorancia, culpa a la homosexualidad de la furia del huracán
Harvey en lugar de considerar las consecuencias científicas del cambio
climático en el número de tormentas feroces cada vez más grandes. Ignorar el
daño causado a la creación de Dios para que pocos puedan beneficiarse al violar
a la Madre Tierra causa celebraciones en los fosos ardientes de la Gehenna.
El evangelicalismo deja de
considerar a un depredador sexual, un adúltero, un mentiroso y un culpable de
racismo, en cambio, sirve como un escudo contra aquellos que cuestionan la
inmoralidad del POTUS (Presidente de Estados Unidos) debido a una retorcida
reencarnación de Ciro. Poner las manos santas sobre la encarnación de los
mismos vicios que Jesús condenó para avanzar en una agenda política —en lugar
de redargüir y castigar en oración amorosa— ha prostituido el evangelio a
cambio de la victoria de una elección en la Suprema Corte.
El evangelismo permaneció en
silencio o en realidad apoyó a los neofascistas de Charlottesville porque
protegen su privilegio blanco con el doble sentido de preservar el patrimonio,
lo que los lleva a equiparar a los opositores de los movimientos fascistas con
los proveedores de odio. Jesús aún se ha recuperado de los vómitos inducidos
por los defensores cristianos de los nacionalistas blancos que portaban antorchas
que pedían “sangre y tierra”.
El Jesús de los Evangélicos es
satánico, y los que empujan a este demonio son “falsos apóstoles, obreros
fraudulentos, disfrazados de apóstoles de Cristo”. Y no es de extrañar, porque
el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. No es sorprendente, entonces, si
sus siervos también se disfrazan como siervos de la justicia. “Su fin será lo
que sus acciones merecen” (2 Corintios 11:13-15).
Tal vez se pregunte si mi condena es
demasiado dura. No lo es, porque el Espíritu del Señor me ha inducido a gritar
desde la cima de la montaña cómo los preciosos hijos de Dios están siendo
devorados por el odio y el fanatismo de aquellos que se han posicionado como la
voz de Dios en América.
Cuando era joven, caminé por el
pasillo en una iglesia bautista del sur y entregué mi corazón a Jesús. Además
de ofrecer mi corazón roto, también entregué mi mente para comprender a Dios y
mis fuerzas para responder al llamado de Dios a la justicia. Siempre me he
considerado evangélico, pero ya no puedo permitir que mi nombre se empañe por
ese partido político que se hace pasar por cristiano. Al igual que muchas
mujeres y hombres de buena voluntad que aún luchan por creer, pero no en la
agenda política evangélica, tampoco quiero ni deseo asociarme con una ideología
responsable de desgarrar a la humanidad. Pero si usted, querido lector, aún se
aferra a una ideología que promueve el odio, le sugiero humildemente que
intente salvarse.
Versión: LC-O