sábado, 25 de noviembre de 2017

Letra 546, 26 de noviembre de 2017

CRISTIÁN III DE DINAMARCA (1503-1559)
100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017.

Resultado de imagen para christian III dinamarcaNació en Gottorf y murió en Koldinghus, Jutlandia. Fue gobernador, después duque de Schleswig y Holstein, y más tarde rey de Dinamarca y Noruega (1537-1559). Él y su padre, Federico I, fueron propiamente los reformadores de su país. En 1521, viajó a Alemania y estuvo presente en la Dieta de Worms, donde conocería a Lutero, cuyo pensamiento influiría definitivamente en su vida. Ya como gobernador favoreció la nueva doctrina (Confessio Hafnica o Confesión de Copenhague, 1530) y, como rey, procuró ganarse a la nobleza católica por medio de concesiones. En 1536 encarceló a todos los obispos católicos y confiscó sus bienes. Mantuvo los capítulos como instituciones, aunque ya evangélicas, y transfirió los monasterios a las arcas del Estado. Para reorganizar la iglesia, llamó a Johannes Bugenhagen, cercano colaborador de Lutero, quien trabajó dos años en Dinamarca y después en Schleswig-Holstein. Él lo coronó como rey.
La guerra emprendida en Alemania por Carlos V contra la religión luterana amenazaba con extenderse a Dinamarca, pero se puede decir que la conversión del país a la nueva religión fue relativamente poco sangrienta comparada con la de otros países. En todo caso, se puso fin a toda amenaza de guerra por el tratado de Speer entre Christian III y Carlos V en 1544. Desde ese momento Dinamarca disfrutó de unos años de paz y prosperidad económica hasta la muerte de Christian III.

Bibliografía
Palle Lauring, “Christian III, el rey que llevó el protestantismo a Dinamarca”, en https://curiosidadesdelahistoriablog.com/2016/07/09/christian-iii-el-rey-que-llevo-el-protestantismo-a-dinamarca; Ernst Walter Zeeden, “Cristián III de Dinamarca”, en Walter Kasper et al., eds., Diccionario enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, p. 150; Nueva historia de la Iglesia. 2ª ed. Madrid, Cristiandad, 1987, pp. 94-95.
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UNA NUEVA FE PARA UNA NUEVA ÉPOCA: LAS 95 TESIS (XIII)
Marco Antonio Coronel Ramos
Universidad de Valencia, 2017

69. Los obispos y curas están obligados a admitir con toda reverencia a los comisarios de las indulgencias apostólicas.
70. Pero tienen el deber aún más de vigilar con todos sus ojos y escuchar con todos sus oídos, para que esos hombres no prediquen sus propios ensueños en lugar de lo que el Papa les ha encomendado.
71. Quién habla contra la verdad de las indulgencias apostólicas, sea anatema y maldito.
72. Mas quien se preocupa por los excesos y demasías verbales de los predicadores de indulgencias, sea bendito.
73. Así como el Papa justamente fulmina excomunión contra los que maquinan algo, con cualquier artimaña de venta en perjuicio de las indulgencias.
74. Tanto más trata de condenar a los que bajo el pretexto de las indulgencias, intrigan en perjuicio de la caridad y la verdad.
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Lutero asumirá una vez más que el papa combate todos los desafueros, incluyendo los relativos a las indulgencias (T73), y de ahí la confianza en que su escrito iba a ser bien acogido en Roma. Con todo, como antes se indicó, tampoco hay que descartar un punto de ironía en todas estas afirmaciones, y que todo sea una manera de censura buscando llevar al papado a la contradicción de contraatacar lo que deben predicar. Así, en la T74, se indica que el papa debe censurar todo aquello que atente contra la caridad y la verdad. Ese argumento parece inapelable, por lo cual, si el papa y sus obispos no vigilan las ensoñaciones de los vendedores de indulgencias, estarán incumpliendo su deber.
Todas estas consideraciones se van perfilando en las T75-78, que van reduciendo al absurdo todo lo relacionado con la venta de indulgencias. Uno de esos disparates es afirmar que reportan el perdón de todo pecado, incluso el de violar a la Madre de Dios (T75). Frente a esa desmesura, Lutero dice que las indulgencias no perdonan ni el más nimio de los pecados (T76). Por tanto, blasfeman los que atribuyen ese poder a las indulgencias (T77), dado que el poder del papa se circunscribe a los carismas explicados por Pablo en 1Cor 12,28-31 (T78). De esta manera describe a la Iglesia siguiendo la metáfora paulina del cuerpo de Cristo. Por ello, comparar la cruz de ese Cristo, cabeza de la Iglesia, con las cruces coronadas con la heráldica papal, no podía ser más que una blasfemia (T79) y, por consentirlo, considera el reformador que tendrán que rendir cuentas todos los que autorizan que se pronuncien tales discursos ante el pueblo (T80). Parece que Lutero tiene presente a Lc 17.2 y su afirmación de ser preferible ser lanzado al mar, lastrado con una rueda de molino, antes que escandalizar a los pequeños.
El propósito de Lutero en todas estas afirmaciones sigue siendo reconducir la situación y evitar el bochorno que producen preguntas que tienen como consecuencia el descrédito de la Iglesia (T81-90). Acallar estas críticas simplemente con la fuerza de la autoridad en vez de con razones, se le representa como la causa fundamental de las burlas con las que se mancilla la honra de la Iglesia (T90). Por ello, él no tiene empacho en presentar descarnadamente algunas de esas preguntas que sitúan a la Iglesia ante el azogue de la irrisión y la befa, demostrando lo incomprensible del uso que se hace de las indulgencias (T81).
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LA MUERTE DEL CRISTIANISMO EN ESTADOS UNIDOS
Miguel de la Torre
baptistnews.com, 13 de noviembre de 2017

El cristianismo ha muerto en manos de los evangélicos. El evangelicalismo dejó de ser una tradición de fe religiosa que sigue las enseñanzas de Jesús con respecto a la justicia para el mejoramiento de la humanidad cuando hizo un trato fáustico por el bien de la influencia política. La belleza del mensaje del evangelio —de amor, de paz y de fraternidad— ha sido asesinada por las ambiciones de los fanfarrones afines a Trump que han vendido sus almas por conveniencia. No se necesita mayor prueba de la muerte del cristianismo que la prisa por defender a un abusador de menores con el fin de mantener una mayoría en el Senado de Estados Unidos.
Los evangélicos han construido una interpretación exclusiva que fusiona y confunde la supremacía blanca con la salvación. Solo aquéllos de la cultura dominante, junto con sus supuestos inferiores que con mentes colonizadas adoptan la asimilación, pueden salvarse. Pero su salvación condena a Jesús. Para salvar a Jesús de aquellos que dicen ser sus herederos, debemos arrancarlo de las manos de quienes lo usan como una fachada desde la cual esconder sus fobias: su miedo a los negros, su miedo a los indocumentados, su miedo a los musulmanes, su miedo a todo lo queer.
El evangelicalismo ha dejado de ser una perspectiva de fe arraigada en Jesús el Cristo y se ha convertido en un movimiento político cuyas creencias repudian todo lo que Jesús defendió. Un mensaje de odio impregna sus declaraciones, evidente en proclamas sulfurosas como la Declaración de Nashville, que eleva siglos de disfunciones sexuales desde los días de Agustín al imponerlas sobre las Sagradas Escrituras. Condenan como pecado a aquello que expresa amor fuera de la chaqueta evangélica anti-corporal.
El matrimonio profano del evangelicalismo con el Evangelio de la prosperidad justifica a los evasores multimillonarios con vestimentas sagradas hechas de piel de oveja que descubrieron que ser especuladores en lugar de profetas ofrece una seguridad terrenal nunca prometida por Aquel en cuyo nombre matan a los que tienen hambre, sed y desnudos, y el extranjero entre ellos. El cristianismo como lucro es una abominación ante todo lo que es Santo. Desde sus pedestales dorados erigidos en centros blancos de riqueza y poder, iluminan todo para creer que son perseguidos por su fe.
La adopción del evangelicalismo de una nueva era de ignorancia, culpa a la homosexualidad de la furia del huracán Harvey en lugar de considerar las consecuencias científicas del cambio climático en el número de tormentas feroces cada vez más grandes. Ignorar el daño causado a la creación de Dios para que pocos puedan beneficiarse al violar a la Madre Tierra causa celebraciones en los fosos ardientes de la Gehenna.
El evangelicalismo deja de considerar a un depredador sexual, un adúltero, un mentiroso y un culpable de racismo, en cambio, sirve como un escudo contra aquellos que cuestionan la inmoralidad del POTUS (Presidente de Estados Unidos) debido a una retorcida reencarnación de Ciro. Poner las manos santas sobre la encarnación de los mismos vicios que Jesús condenó para avanzar en una agenda política —en lugar de redargüir y castigar en oración amorosa— ha prostituido el evangelio a cambio de la victoria de una elección en la Suprema Corte.
El evangelismo permaneció en silencio o en realidad apoyó a los neofascistas de Charlottesville porque protegen su privilegio blanco con el doble sentido de preservar el patrimonio, lo que los lleva a equiparar a los opositores de los movimientos fascistas con los proveedores de odio. Jesús aún se ha recuperado de los vómitos inducidos por los defensores cristianos de los nacionalistas blancos que portaban antorchas que pedían “sangre y tierra”.
El Jesús de los Evangélicos es satánico, y los que empujan a este demonio son “falsos apóstoles, obreros fraudulentos, disfrazados de apóstoles de Cristo”. Y no es de extrañar, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. No es sorprendente, entonces, si sus siervos también se disfrazan como siervos de la justicia. “Su fin será lo que sus acciones merecen” (2 Corintios 11:13-15).
Tal vez se pregunte si mi condena es demasiado dura. No lo es, porque el Espíritu del Señor me ha inducido a gritar desde la cima de la montaña cómo los preciosos hijos de Dios están siendo devorados por el odio y el fanatismo de aquellos que se han posicionado como la voz de Dios en América.

Cuando era joven, caminé por el pasillo en una iglesia bautista del sur y entregué mi corazón a Jesús. Además de ofrecer mi corazón roto, también entregué mi mente para comprender a Dios y mis fuerzas para responder al llamado de Dios a la justicia. Siempre me he considerado evangélico, pero ya no puedo permitir que mi nombre se empañe por ese partido político que se hace pasar por cristiano. Al igual que muchas mujeres y hombres de buena voluntad que aún luchan por creer, pero no en la agenda política evangélica, tampoco quiero ni deseo asociarme con una ideología responsable de desgarrar a la humanidad. Pero si usted, querido lector, aún se aferra a una ideología que promueve el odio, le sugiero humildemente que intente salvarse. 
Versión: LC-O

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