CASPAR SCHWENCKFELD
(1489/90-1561)
100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017.
Espiritualista
místico nacido en Ossig (Baja Silesia) de una familia de la baja nobleza y muerto en Ulm. Tras
estudiar en Colonia y Fráncfort actuó a partir de 1518 en la corte de Liegnitz.
Fue un teólogo autodidacta y figura clave de la reforma de la nobleza en
Silesia. Ganó en 1521 al duque Federico II para la Reforma en Liegnitz, que a
partir de 1524 se extendió por toda Silesia. En la controversia sobre la Cena
del Señor (Marburgo) estuvo del lado de Karlstadt y Zwinglio en contra de
Lutero. A raíz de la espiritualización de su comprensión teológica (rechazo de
la figura exterior de la iglesia), cayó bajo sospecha de anabautismo y abandonó
Leignitz en 1529 para ir a la alta Alemania (Estrasburgo, Augsburgo, Ulm) donde
tiempo después rompió relaciones con los reformadores. Tras la condena de sus
doctrinas por la Liga de Esmalcalda, sólo pudo actuar literariamente en la
clandestinidad y a través de su correspondencia, entre otros con Pilgram y
Marpeck.
Su doctrina,
plenamente desarrollada hacia 1540, se orientó por reconocimientos de tenor
pneumatológico y soteriológico. El pecado es la naturaleza del hombre, que ya
antes del pecado original necesita el conocimiento de Cristo para alcanzar la
condición de imagen y semejanza de Dios. La naturaleza humana de Cristo fue
divinizada después (en afirmaciones posteriores, antes) de su ascensión al
cielo, y su carne transfigurada es la comida de los creyentes (doctrina de la
carne celestial de Cristo). Vinculó a Dios sólo con la interioridad del ser
humano, no con los ritos externos (sacramentos). A partir del reconocimiento de
que su espiritualidad sólo podía vivirse en pequeños círculos, se formaron
conventículos en Ulm y Augsburgo, así como en la nobleza caballeresca. Hubo
círculos en Prusia oriental, Silesia (hasta 1826) y Lusacia. A través de
emigrantes de Silesia, la acción de Schwenckfeld adquirió una figura
eclesiológica propia en la Iglesia que lleva su nombre (1734), y que ha tenido
el mérito de editar sus escritos.
Bibliografía
Matthias Asche, “Kaspar von
Schwenckfeld”, en Walter Kasper et al.,
eds., Diccionario enciclopédico de la
época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, pp. 509-510.
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UNA NUEVA FE PARA UNA NUEVA ÉPOCA: LAS 95 TESIS
(XI)
Marco Antonio Coronel Ramos
Universidad de Valencia, 2017
57. Que en todo caso no son
temporales resulta evidente por el hecho de que muchos de los pregoneros no los
derrochan, sino más bien los atesoran.
58. Tampoco son los méritos de
Cristo y de los santos, porque éstos siempre obran, sin la intervención del
Papa, la gracia del hombre interior y la cruz, la muerte y el infierno del
hombre exterior.
59. San Lorenzo dijo que los tesoros
de la iglesia eran los pobres, mas hablaba usando el término en el sentido de
su época.
60. No hablamos exageradamente si
afirmamos que las llaves de la iglesia (donadas por el mérito de Cristo)
constituyen ese tesoro.
61. Está claro, pues, que para la
remisión de las penas y de los casos reservados, basta con la sola potestad del
Papa.
62. El verdadero tesoro de la
iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios.
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Si las
indulgencias son un obstáculo para la humildad y carecen de toda eficacia, comprarlas es inútil, aunque las avalen las autoridades
principales de la Iglesia (T52). Por ello Lutero resume en las T53-55 todos los
peligros que hay que evitar en su predicación: que se dé más relevancia a la
predicación de las indulgencias que a la de la escritura (T54), suspendiéndose
los oficios en unas parroquias para que todos acudan a otra a adquirir
indulgencias (T53), o que ceremonialmente se realce más la venta de aquellas
que la predicación de esta (T55). Con estas indicaciones está Lutero trazando
un retrato vívido de lo que serían aquellas predicaciones de indulgencias.
Se introduce en
este punto el tema esencial del tesoro de
la Iglesia, que era el argumento esencial usado por los cuestores para saldar su merx sacra. No resulta extraño, en
relación con este tema, que la fecha mítica de fijación de las 95T sea la
víspera de la fiesta de Todos los Santos, ya que sus méritos -y señaladamente
los de Cristo- conformaban, al parecer de la época, ese tesoro administrado por
el papa. Este hecho relaciona el tema de las indulgencias con el de las
reliquias, porque su posesión no dejaba de ser la constatación material de la
existencia de ese tesoro, y de ahí que también las reliquias acabaran por
convertirse en un motivo de crítica entre luteranos y reformados, pero también
entre humanistas católicos.
Lutero
desarrolla esta cuestión en las T56-68. Empieza por declarar que el tema del
tesoro no se encuentra suficientemente desarrollado ni explicado (T56). Es esta
una manera de reducirlo a lo escolástico y de sancionar que no tiene fundamento
en la Biblia. Pero, como es usual cada vez que Lutero introduce un tema, no se
limita a certificar el desconocimiento que existe sobre él, sino que intenta
aclararlo de una manera rápida y bíblica. Dirá entonces que ese tesoro no es
material, porque, según afirma usando de nuevo una carga irónica, los
predicadores no entregan nada a los fieles, sino que les trampean sus recursos
(T57). Tampoco son los méritos de Cristo y los santos, porque, sobre estos,
ninguna autoridad tiene el papa (T58). No parece ser tampoco -sigue usando la
ironía- los pobres de la Iglesia, aunque eso era algo que se pensaba en tiempos
de san Lorenzo, martirizado en el 258 (T59). Con esta alusión vuelve a indicar
que la Iglesia ha perdido el contacto con la tradición (T12) y que ha agrandado
la distancia entre el cristianismo primitivo y el de su época, nacido de la reversión
de la Edad Media.
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QUINTO CENTENARIO DE LA REFORMA
Ezer R. May May, Diario de Yucatán, 7 de noviembre de 2017
En el pasado
mes se cumplieron 500 años de la Reforma, aquella iniciada por Martín Lutero el 31 de octubre de 1517 al clavar las 95 tesis en
la puerta de la capilla del castillo de Wittenberg, Alemania.
Este
acontecimiento europeo es motivo de celebración en casi todos los lugares del
planeta, sea para recordar el “error” herético o el inicio del “verdadero”
cristianismo; no hace falta decir que en este asunto hay perspectivas
divergentes.
En el mismo mes
también se cumplen 140 años de la llegada a Mérida del primer misionero
presbiteriano, Maxwell Phillips, en 1877.
Aunque décadas
antes se registra la presencia del colportor Diego Thomson, miembro de la
Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, durante la coyuntura de la separación
de Yucatán como república (1841-48).
Empero, el
primer reducto no católico con identidad denominacional protestante fue el
iniciado por dicho misionero norteamericano.
Por lo tanto,
los grupos evangélicos locales con tradición religiosa nacida en la época de la
Reforma tienen dos motivos de celebración; sin embargo, este último hecho es
opacado por motivos de ignorancia derivados del desinterés y de la apatía hacia
la propia memoria histórica local. Aunque es comprensible cuando se considera
que el movimiento de Lutero fue la causa original de la actual existencia de
los múltiples grupos protestantes, sobrepasando las fronteras doctrinales.
En Yucatán, la
Sociedad Bíblica de México, A. C. organizó actividades el 31 de octubre
culminando en la noche con un concierto musical. También el sínodo de la
Península de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM) realizará un
culto conmemorativo el 13 de noviembre. Y de manera aislada se realizarán o se
han realizado marchas en otros espacios fuera de Mérida para conmemorar el
aniversario.
Como puede
notarse, un evento histórico y culturalmente lejano hace eco después de cinco
siglos, evidenciando su impronta en la historia. Es evidente que ha dejado de
ser una conmemoración únicamente europea, para ser también Latinoamericana. Por
lo mismo, es necesario reconocer que se han gestado renovaciones teológicas
desde visiones propias, para esto basta nombrar al teólogo brasileño Rubem
Alves con su Teología de la Liberación Humana.
Liberación que
también buscó Martín Lutero desde 1521, cuando notó que el clero católico sólo
quería su retractación. No obstante, como sostuviera el historiador y teólogo
Ernst Troeltsch, el luteranismo y calvinismo continuó con una cultura eclesiástica
manteniendo la noción medieval del corpus christianum; es decir, Iglesia-Estado
como cuerpo indivisible (El protestantismo y el mundo moderno, Fondo de
Cultura Económica).
Es así que las
palabras de Rubem Alves: “Deus nos deu asas do pensamento para voar, os homens
nos deram as gaiolas da religião” (“Dios nos dio alas del pensamiento para
volar, los hombres nos dieron las jaulas de la religión”) son sentimientos
vigentes que convocan a la permanente reforma.
Si bien las
Reformas se iniciaron en Europa, se actualizan y se mantienen vivas en América
Latina.
Desde esta
perspectiva, las experiencias de las ideas reformadas en contextos
extra-anglosajones adquieren importancia —está de más decir que el
protestantismo norteamericano desarrolló otro rostro religioso-doctrinal—, por
lo tanto, no es para nada ocioso saber cómo dichas ideas lograron asentarse en
tierras mexicanas y yucatecas. Infravalorar los acontecimientos locales sería
erróneo porque, como dije, la Reforma ya no es únicamente europea.
La historia
(regional y local) demanda a los teólogos (regionales y locales) sus
reflexiones renovadas desde un diálogo abierto.
Y precisamente
ese es el objetivo del Coloquio “Pensar la Reforma Protestante desde el sureste
de México”, a realizarse el 16 y 17 de noviembre en el auditorio del
Presbiterio Peninsular en esta ciudad.
Sin una teología
abierta al pensamiento histórico y social, y dispuesta a escuchar y cavilar las
críticas (como conjunto de opiniones derivadas de un análisis), la fórmula
“Iglesia reformada, siempre reformándose” no tiene ningún sentido. En
conclusión, sólo celebrar no es suficiente.
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