3 de diciembre de 2017
Le
pido a Dios que ustedes puedan conocer ese amor, que es más grande de lo que
podemos entender, para que reciban todo lo que Dios tiene para darles.
Efesios 3.19,
Traducción en Lenguaje Actual
El amor de Dios
manifestado en la encarnación
Pocos
aspectos relacionados con la fe en Jesucristo como los relacionados con lo que
ahora se conoce como doctrina de la encarnación. El apóstol San Pablo, quien
nunca entra en detalles sobre los acontecimientos “navideños”, describe
teológicamente ese proceso como algo acontecido desde el interior de Dios en su
auto-manifestación a los seres humanos. Quizá la cita más famosa al respecto
sea Gálatas 4.4 en donde ubica el nacimiento de Jesucristo en el mundo como
acontecimiento magno y central para la historia de la salvación.
“Pablo escribe esta súplica de rodillas, en actitud de
profunda adoración. Su plegaria es rica y densa de significado y, quizás por
eso, difícil de traducir. Pablo pide por los efesios, pero parece como si
tuviera delante a toda la familia humana, en su múltiple pluralidad de
comunidades, de religiones, de culturas, de naciones” (La Biblia de Nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino).
Con un sugerente juego de palabras, el apóstol dice
que la identidad de Dios como Padre —pater,
en griego–, es la raíz última que fundamenta y sostiene y “de quien procede
toda paternidad” —patriá en griego—
“en el cielo y en la tierra” (15). Pablo invoca en su plegaria a las tres
personas divinas, lo que sugiere el reconocimiento de la participación activa de
cada una en el “pacto interno” de la Trinidad para acometer la tarea de la
redención. “Al Padre, que ha convocado a los efesios a formar una “patria”
cristiana o Iglesia doméstica. Al Espíritu, que la robustece y fortalece
internamente (16), en referencia a esa dimensión interior de nosotros mismos
que se va renovando día a día y logra que por la fe y el amor que Cristo ‘habite
en sus corazones’”.
La
encarnación como entrega completa de Dios
Esta
colaboración, según explica el apóstol, “entre las tres personas divinas y la
respuesta de la fe y el amor vivida en comunión cristiana nos llevarán a ‘comprender,
junto con todos los consagrados” (18) aquello que san Pablo expresa con una
fórmula tan evocativa como enigmática para los lectores de hoy (18).
“¿Es el plan universal de salvación de Dios? ¿Es la
cruz de Cristo, vértice del universo simbolizado en sus cuatro dimensiones?”.
Pablo responde sin dejar margen a dudas: “Sólo la experiencia del amor que
Cristo nos tiene puede llenar al hombre, porque su amor revela el amor de Dios”:
Estamos ante una gran paradoja: “llenarse del que llena, abarca y desborda todo”.
Esta primera parte de la carta concluye con una expresión de alabanza a Dios,
tributada por la Iglesia y encabezada por Cristo.
La encarnación del Dios Padre representó el esfuerzo
de entrega que hizo para, estando presente en el mundo, en la figura de su
Hijo, conseguir los beneficios de la salvación obrada por Él a través de su
Espíritu. La encarnación lleva a cabo, de manera permanente el acto de entrega
de Dios para sus criaturas. Por ello el apóstol de los gentiles celebra
líricamente ese gran logro: “¡Ni siquiera podemos imaginar lo que Dios puede
hacer para ayudarnos con su poder!” (20). El conocimiento que permite y
promueve la fe es una de las consecuencias de la obra de Dios en la mente y en
el corazón de cada persona redimida.
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