sábado, 20 de enero de 2018

Letra núm. 554, 21 de enero de 2018

LA LIBERTAD CRISTIANA (1520)
Martín Lutero

9. Una vez que el hombre haya visto y reconocido por los mandamientos su propia insuficiencia, lo acometerá el temor y pensará en cómo satisfacer las exigencias de la ley; ya que es menester cumplirla so pena de condenación; y se sentirá verdaderamente humillado y aniquilado, sin hallar en su interior nada con que llegar a ser bueno. Entonces es cuando la otra palabra se allega, la promesa y la afirmación divina, y dice: ¿deseas cumplir los mandamientos y verte libre de la codicia malsana y del pecado como exigen los mandamientos? ¡Mira! ¡Cree en Cristo! En él te prometo gracia, justificación, paz y libertad plenas. Si crees, ya posees, mas si no crees, nada tienes. Porque todo aquello que jamás conseguirás con las obras de los mandamientos —que son muchas, sin que ninguna valga— te será dado pronto y fácilmente por medio de la fe: que en la fe he puesto directamente todas las cosas, de manera que quien tiene fe, todo lo tiene y será salvo; sin embargo, el que no tiene fe, nada poseerá. Son pues, las promesas de Dios las que cumplen lo que los mandamientos ordenan y dan lo que ellos exigen: esto sucede así para que todo sea de Dios; el mandamiento y el cumplimiento. Sólo Dios ordena y sólo Dios cumple. Esta es la razón por la cual las promesas de Dios son la Palabra del Nuevo Testamento y están comprendidas en el mismo.

10. Estas palabras y todas las demás de Dios son santas, verídicas, justas, pacíficas, libres y plenas de bondad. Por tanto, el alma de aquel que con fe verdadera se atiene a la palabra divina, se unirá a la misma de tal modo que también el alma se adueñará de todas las virtudes de la Palabra. Es decir, por la fe, la Palabra de Dios hará al alma santa, justa, sincera, pacífica, libre y plena de bondad; será en fin un verdadero hijo de Dios, como dice Juan: “A los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1.12). Esto aclara por qué la fe es tan potente y asimismo cómo existen buenas obras que puedan igualarse a ella.
Ninguna obra buena se atiene a la Palabra divina como la fe, ni hay obra buena alguna capaz de morar en el alma, sino que únicamente la Palabra divina y la fe reinan en el alma. Tal como es la palabra, así se vuelve el alma, a semejanza del hierro que al unirse al fuego se vuelve rojo blanco como el fuego mismo. Vemos así que al cristiano le basta con su fe, sin que precise obra alguna para ser justo, de donde se deduce que, si no ha menester de obra alguna, queda ciertamente desligado de todo mandamiento o ley, y si está desligado de todo esto será, por consiguiente, libre. En esto consiste la libertad cristiana: en la fe única que no nos convierte en ociosos o malhechores, sino antes bien en hombres que no necesitan obra alguna para obtener la justificación y salvación. […]

11. También se asemeja la fe a un hombre que confía en otro, porque aprecia su bondad y veracidad, lo cual es el honor más grande que un ser humano puede rendir a otro. Por el contrario, el mayor escarnio es que un hombre considere a su semejante como inútil, mentiroso y superficial. Del mismo modo, cuando el alma cree firmemente en la Palabra de Dios, considera a éste como sincero, bueno y justo, rindiéndole así todo el honor del que es capaz, en tanto respeta el derecho divino, glorifica el nombre de Dios y se abandona a su voluntad, dado que no duda de la bondad y veracidad de todas sus palabras. Por el contrario, el deshonor mayor que a Dios puede hacérsele es no creerle, cosa que sucede si el alma lo considera incapaz, falaz y superficial, negándole con tal incredulidad y haciendo de su propio sentir un ídolo levantado en el corazón contra Dios, como si su propia sabiduría pudiera superar a la divina.
Al ver Dios que el alma lo reconoce por la única verdad y que lo honra así con su fe, él, a su vez, honra al alma y la considera buena y sincera. Por consiguiente, por la fe es el alma realmente buena y sincera, porque bueno es y conforme a la verdad que se considere a Dios como bondad y verdad mismas, lo cual hace al hombre también justo y sincero, siendo así que es sincero y justo conceder a Dios toda la verdad. Y esto es algo que no realizan quienes en lugar de creer se esfuerzan poniendo en práctica muchas buenas obras.
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ALGUNAS DEFINICIONES DE EVANGELIZACIÓN
Orlando Costas


·   La evangelización es acción transformadora. Es la transmisión del evangelio, la buena nueva de salvación. No es un concepto sino una obra dinámica que se encarna en la vida y actividad salvadora de Jesucristo. De ahí que no pueda reducirse a una fórmula verbal. Evangelizar es reproducir, por el poder del Espíritu Santo, la salvación revelada en Jesucristo. (Evangelización contextual, 1986)

·    En el sentido bíblico, evangelización es el anuncio de la obra redentora de Cristo y sus implicaciones para cada ser humano. [...] La finalidad de esa proclama es ser un canal a través del cual el Espíritu Santo llame al pecador al arrepentimiento, le dé el don de la fe, de tal manera que pueda tener un encuentro personal con Cristo y así experimentar una transformación total. Esa experiencia tiene repercusiones tanto para el presente como para la eternidad. Esa transformación es lo que Pablo llama en Romanos 1:16 salvación... (La iglesia y su misión evangelizadora, 1971)

·    La evangelización es, pues, el vehículo para el establecimiento del Reino de Dios entre los hombres. Y por cuanto la teología tiene como fin el conocimiento de Dios como Señor y Salvador, lo cual implica participación en Su Reino, que es donde culmina ese conocimiento, se deduce que la evangelización es el fin de la teología. (Hacia una teología de la evangelización, 1973)

·   La tarea fundamental de la iglesia, como comunidad evangelizadora, es la de poner de manifiesto el reino de Dios, y no buscar su propio triunfo. En la evangelización, como en sus otros ministerios, la iglesia debe decir del reino de Dios y de sí mismo lo que dijo Juan el bautista del Cristo: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Jn 3.30). La evangelización contextual relativiza el triunfalismo eclesiástico y a la vez profundiza el crecimiento de la iglesia. Ayuda a la iglesia evangelizadora a poner su mente en el reino de Dios y a invertir sus energías en su servicio. Ello produce como consecuencia un crecimiento pleno e integral, gratuito pero no superfluo, en el que se multiplican las energías disponibles para el servicio a toda la humanidad y se glorifica al Dios cuyo reino aguardamos en fe y esperanza. (Hacia una teología de la evangelización

·    La complejidad de la conversión no radica en un número fijo de experiencias [como antes había pensado, al señalar tres etapas de su conversión: a Cristo, a la cultura y al mundo], sino en el hecho de que es sumergirse en una permanente aventura. La conversión cristiana es un viaje al interior del misterio del Reino de Dios, que lo lleva a uno de una experiencia a otra. (Temas pastorales latinoamericanos)

·  Debemos entender la conversión como un momento específico y como un proceso continuo. [...] La conversión es, pues, ambas cosas: un momento específico y la primera experiencia de una serie de experiencias transformadoras. Se nos presenta como un viraje sin igual y como un movimiento transformador continuo, hecho posible por el poder capacitador del Espíritu de libertad. (“La conversión como experiencia compleja”)
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SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

Al menos una vez al año, se invita a los cristianos a evocar la oración de Jesús para sus discípulos: “para que todos sean uno; [...]; para que el mundo crea [...]” (véase Juan 17.21). Los corazones se conmueven y los cristianos se reúnen para orar por su unidad.
Las congregaciones y parroquias de todo el mundo organizan intercambios de predicadores o celebraciones y cultos ecuménicos especiales. El evento en el que tiene su origen esta experiencia única es la Semana de oración por la unidad de los cristianos.
Esta semana de oración se celebra tradicionalmente del 18 al 25 de enero, entre las festividades de la confesión de San Pedro y la de la conversión de San Pablo. En el hemisferio sur, en el que el mes de enero es un mes de vacaciones, las iglesias encuentran en muchas ocasiones otros momentos para celebrarla, por ejemplo, en torno a Pentecostés, que también es una fecha simbólica para la unidad.
Las Iglesias del Caribe fueron elegidas para redactar el borrador de los materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2018. El Caribe actual está profundamente marcado por el proyecto deshumanizante de la explotación colonial. Muy lamentablemente, a lo largo de 500 años de colonialismo y de esclavitud, la actividad misionera cristiana en la región, exceptuando algunos casos notables, estaba muy ligada a este sistema deshumanizante y en muchas ocasiones lo justificaba y reforzaba. Mientras que los que trajeron la Biblia a la región usaban las Escrituras para justificar la subyugación de un pueblo esclavo, en la mano de los esclavizados se volvía una inspiración, una garantía de que Dios estaba de su parte y de que les llevaría a la libertad.
Hoy en día los cristianos del Caribe pertenecientes a distintas tradiciones ven el actuar de la diestra de Dios en el fin de la esclavitud. Esta es una experiencia unificadora de la acción salvífica de Dios que dona libertad. Por este motivo se consideró muy apropiada la elección del canto de Moisés y María (Ex 15, 1-21) como tema para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2018. Es un canto de victoria sobre la opresión. Este tema ha sido recogido en un canto, “La diestra de Dios”, escrito en un taller de una reunión de la Conferencia de las Iglesias del Caribe celebrada en agosto de 1981, que se ha vuelto un himno del movimiento ecuménico de la región y que ha sido traducido a distintas lenguas.

El material de trabajo se puede descargar en el sitio: www.oikoumene.org/es/resources/documents/commissions/faith-and-order/xi-week-of-prayer-for-christian-unity/2018.

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