EL DISCIPULADO EN EL EVANGELIO DE MARCOS
Paula Andrea García Arenas
El discipulado es
claramente uno de los temas centrales del evangelio de Marcos y el
contraste entre los discípulos y los personajes secundarios, en la que se
advierte un intenso trabajo redaccional, pone de manifiesto su interés por dar
continuidad a una paradoja que comienza durante el ministerio de Jesús:
aquellos discípulos más cercanos que le siguieron desde el principio acaban no
entendiéndole y le abandonan, mientras que otros personajes secundarios
encarnan las actitudes del verdadero discípulo que le sigue hasta la cruz.
En la segunda
parte, luego de la confesión de fe en Jesús (Mr 8.27-30, en un tríptico
compuesto por el evangelista, los que están con Jesús en casa de Simón (sus
discípulos) son incapaces de comprender el sentido de su muerte cercana (Mr 14.3-10)
y Judas, uno de los Doce, pacta con los jefes de los sacerdotes la entrega de
Jesús (Mr 14.11-12). Del mismo modo, el relato de la oración de Getsemaní (Mr
14.32-42), subraya su incapacidad para permanecer junto a Jesús en el momento
de la prueba.
En dicho relato
los discípulos aparecen bajo una luz negativa:
• Los Doce
abandonan a Jesús (el anuncio de Mr 14.27 se cumple en Mr 14.50);
• Judas le
traiciona (el anuncio de Mr 14.20-21 se cumple en Mr 14.43.46) y
• Pedro le niega
(el anuncio de Mr 14.30 se cumple en Mr 14.66-72).
Marcos acentúa
esta presentación negativa y hace del relato de la pasión el momento culminante
de un proceso de incomprensión iniciado mucho antes en la sección de los panes
(Mr 6.52; 8.14-21) y acentuado con motivo de los anuncios de la pasión (Mr
8.32; 9.33-34; 10.35-40).
Sobre el
trasfondo de este fracaso de los Doce como seguidores de Jesús, Marcos presenta
a una serie de personajes secundarios que se comportan como verdaderos
discípulos.
Estos personajes
comienzan a aparecer ya en Mr 1-13, pero en el relato de la pasión son más
visibles. Su actitud hacia Jesús contrasta con el abandono, la traición y la
negación que caracterizan a los Doce en este momento decisivo.
• La mujer que
unge a Jesús en casa de Simón lo hace anticipando su sepultura (Mr 14.8).
• Simón de
Cirene toma sobre sí la cruz de Jesús (Mr 15.21).
• El centurión
es el primero en reconocer que es Hijo de Dios cuando acaba de morir en la cruz
(Mr 15.39).
• José de
Arimatea, que espera la irrupción del reinado de Dios, se atreve a pedir a
Pilatos el cuerpo de Jesús (Mr 15.42- 47).
• Un pequeño
grupo de mujeres “que le habían seguido y servido cuando estaba en Galilea y
habían bajado con él a Jerusalén” son las únicas que presencian su sepultura y
reciben el anuncio de su resurrección (Mr 15.40-41; 16.1-8).
Es interesante
observar que algunas de las actitudes encarnadas por estos personajes
secundarios coinciden con las que aparecen explícitamente en las instrucciones
sobre el seguimiento que se encuentran después de los tres anuncios de la
pasión: tomar la cruz (Mr 8.34 evocado en Mr 15.21) o servir (Mr 9.35; 10,43.45
evocado en Mr 15.41).
La mayor parte
de estos personajes secundarios fueron introducidos por Marcos para resaltar
cómo debe ser el verdadero discípulo y que no sólo el discipulado está
reservado a los doce, cualquiera que quiera seguir a Jesús y acepta sus
condiciones puede serlo.
______________________________
EL CAMINAR DEL DISCÍPULO
DISCIPULADO Y SEGUIMIENTO DE JESÚS
Dietrich Bonhoeffer
“Bienaventurados
los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra”. Ningún derecho propio protege a la comunidad de los
extranjeros en el mundo. Ellos tampoco lo reivindican, porque son los mansos,
los que viven por amor a Jesús en la renuncia a todo derecho propio. Se les
injuria y callan, se les oprime y lo soportan, se les empuja y se apartan. No
pleitean por sus derechos, no protestan cuando son tratados con injusticia. No
reivindican ningún derecho propio. Prefieren dejarlo todo a la justicia de
Dios; non cupidi vindictae, reza la
exégesis de la antigua Iglesia. Lo que a su Señor parece justo, debe
parecérselo también a ellos. Sólo eso. En cada palabra, en cada ademán, resulta
evidente que no pertenecen a este mundo. Dejadles el cielo, dice el mundo
compasivo, puesto que les pertenece. (El emperador Juliano, en su carta 43,
escribía burlonamente que confiscaba los bienes de los cristianos sólo para que
pudiesen entrar como pobres en el reino de los cielos).
Pero Jesús dice:
Ellos poseerán la tierra. La tierra pertenece a estos hombres débiles y sin
derechos. Los que ahora la poseen con la fuerza y la injusticia, terminarán
perdiéndola, y los que han renunciado a ella completamente, mostrándose mansos
hasta la cruz, dominarán la nueva tierra. No hay que pensar aquí en una
justicia intramundana y castigadora de Dios (Calvino), sino que cuando venga el
reino de los cielos, quedará renovada la faz de la tierra y esta se convertirá
en herencia de la comunidad de Jesús. Dios no abandona la tierra. La ha creado.
Ha enviado a ella a su Hijo. Edificó sobre ella su comunidad. Todo comenzó en
este tiempo. Se dio un signo. Ya aquí se ha dado a los débiles un trozo de
tierra: la Iglesia, su comunidad, sus bienes, hermanos y hermanas, en medio de
persecuciones hasta la cruz. También el Gólgota es un trozo de tierra. A partir
del Gólgota, donde murió el más manso de todos, debe ser renovada la tierra.
Cuando llegue el reino de Dios, los mansos poseerán la tierra.
__________________________________
POR QUÉ NO ESTABLECIMOS UNA IGLESIA “MENONITA”
EN LA ARGENTINA
Albert y Lois Buckwalter
EcuPres, 3 de
octubre de 2018
Al llegar en
1950 a la región del Chaco del norte
argentino, jamás imaginamos el profundo cambio que se gestaría en nosotros
durante el primer periodo de servicio (con los auspicios de la Junta Menonita
de Misiones).
Seguimos
debidamente los patrones tradicionales ya establecidos por la misión menonita,
a fin de fundar una iglesia que fuese claramente reconocida como menonita,
utilizando para ello el tradicional plantel de una misión. Este contaba con la
capilla, la escuela, la clínica, la carpintería, el almacén, la granja y
nuestras viviendas, instalaciones que ya existían nueve años antes de nuestra
llegada.
A medida que
convivíamos con los aborígenes seminómadas de la tribu toba (que subsistían de
los productos no cultivados de su medio subtropical), advertíamos cada vez más
que realmente no se daba entre los tobas y nosotros una comunicación franca y
abierta. Nos preguntábamos si ello se debía sólo a la barrera que significaba
la diferencia de idiomas, o algo más complejo.
Ante tan gran
frustración, recurrimos a una pareja de antropólogos-lingüistas, a quienes
solicitamos colaboración con el idioma toba, que hasta entonces no se hallaba
en forma escrita. Nos introdujeron al análisis científico del lenguaje y, lo
que es mucho más significativo, nos abrieron los ojos a lo que estaba
sucediendo, una realidad que nosotros, de plano, habíamos rechazado.
Los tobas, por
su cuenta, estaban elaborando una respuesta al evangelio cristiano
culturalmente aceptable para ellos, hecho que mantenían en secreto para que no
nos ofendiéramos y nos fuéramos (reacción demasiado típica del misionero). Ya
sabían de rechazos. Recordamos cuán intimidados nos sentíamos al principio
cuando alguien nos comentó que los tobas estaban congregando en una de las
capillas “menonitas”, para realizar reuniones no autorizadas, y en su propio
idioma.
Varias veces a
la semana celebraban sus cultos según su estilo, que sus propios líderes
dirigían. Cuando llegábamos los domingos, ellos se adaptaban al “estilo menonita”
del culto en castellano. Fue trascendental el momento en que les comunicamos a
los tobas que ya no seguiríamos estando a cargo de sus congregaciones. Al
principio suponían que les habíamos abandonado. Les prometimos entonces que
seguiríamos visitando las congregaciones, llevando la palabra de Dios -promesa
que muy pronto comprendería también la traducción de la Biblia.
Es así como, a
pesar de las duras críticas de los cristianos no-aborígenes, acompañamos a los
tobas con nuestro apoyo solidario en respuesta a sus invitaciones. Confiando en
que Dios levantaría una iglesia, observábamos cómo los tobas acudían a
Jesucristo para que él les sanara de cuerpo y alma. Confiaban menos en los
sanadores nativos, en las creencias ancestrales y en los espíritus que ellos
creían que en el pasado les habían sanado.
Fundaron la
Iglesia Evangélica Unida que se convierte en el principal factor integrador de
los aborígenes de la región chaqueña. Eligen a su manera a sus líderes. Son
profundamente evangelizadores. Su teología es auténticamente propia. Poseen la
capacidad de enfrentar problemas que son muy difíciles de resolver y de
abordarlos, a su vez, con la verdadera sabiduría de Dios.
Por ello, los
creyentes tobas atraían a muchas personas a sus cultos fraternales, lugar en el
que la Biblia cumplía un papel central, y podían escuchar y responder
auténticamente a la voz de Dios. ¿Quién se atrevería a interferir y a despojar
a un pueblo de los privilegios y responsabilidades que Dios le había concedido?
A lo largo de
nuestro peregrinaje de más de cuarenta años junto a ellos, quedó grabada en lo
más íntimo de nuestro ser la realidad de un Dios cuyo amor y poder son mucho
más grandes de lo que jamás habríamos podido conocer si no hubiese sido por las
vivencias que compartimos con los creyentes aborígenes del Chaco argentino.
Llegamos a
comprender que cada pueblo tiene su propia historia, su manera de encarar la
realidad, y que cualquier concepto nuevo debe ser recibido y reinterpretado a
la luz de la propia experiencia. Es imposible que un pueblo responda
auténticamente a Dios de ninguna otra manera que no sea la propia.
Cuando nos
sentimos tan seguros de que nuestro conocimiento superior nos revela cómo debe
expresarse la fe cristiana, nos privamos —atención, a nosotros mismos— de ver
la grandeza de Dios en toda su plenitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario