5 Cuando los jefes de las tribus de Judá y de Benjamín se enteraron de esta orden, sintieron que Dios les pedía que fueran a Jerusalén para reconstruir su templo. Lo mismo sintieron los sacerdotes, sus ayudantes y muchos otros judíos. 6 Todos sus vecinos les dieron recipientes de oro y plata, mercadería, ganado y otros objetos valiosos, además de muchas donaciones. 7-8 Por su parte, el rey Ciro le ordenó al tesorero Mitrídates que les devolviera a los judíos los utensilios del templo de Dios. Estos utensilios los había sacado del templo de Jerusalén el rey Nabucodonosor, y los había llevado al templo de sus dioses. Mitrídates se aseguró de entregarle todos estos utensilios a Sesbasar, gobernador de Judá. 9-10 Los utensilios entregados fueron:
treinta tazones de oro,
mil tazones de plata,
veintinueve cuchillos,
treinta tazas de oro,
cuatrocientas diez tazas de plata de un mismo juego,
y una gran cantidad de otros utensilios.
11 En total, el tesorero entregó cinco mil cuatrocientos utensilios de oro y plata. Todo esto se lo llevó Sesbasar a Jerusalén cuando regresó con los judíos que muchos años atrás habían sido llevados a Babilonia.
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1 Yo, Pablo, estoy preso porque sirvo a Jesucristo, y trabajo por el bien de ustedes, los que no son judíos. 2 Ustedes ya saben que Dios me encargó anunciarles el plan que, gracias a su gran amor, había preparado. 3 Dios me dio a conocer el plan que tenía en secreto, y del cual ya les he escrito brevemente. 4 Si leen lo que escribí, sabrán cómo entiendo ese plan que Dios ha llevado a cabo por medio de Jesucristo. 5 Tal secreto no se les dio a conocer a los que vivieron antes de nosotros; pero ahora, por medio de su Espíritu, Dios se lo ha mostrado a sus santos apóstoles y profetas. 6 Y éste es el plan secreto: por medio de Jesucristo, también los que no son judíos pueden recibir la salvación y las promesas dadas al pueblo de Israel, y formar con Israel un solo pueblo. Todo lo que ustedes tienen que hacer es aceptar esa buena noticia.
7-8 Dios ha sido bueno conmigo, y me ha dado el privilegio de anunciar a los que no son judíos la buena noticia de las bendiciones de Cristo, que son tantas que nadie las puede contar. Esto lo hizo gracias a su gran poder, y a pesar de que no lo merezco, pues soy la persona más insignificante en el pueblo de Dios.
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