¿RETORNO DEL EXILIO O EVOCACIÓN DEL ÉXODO?
Philippe Abadie y Pierre de Martin de Viviès
Cuando leemos el relato de Esdras 1 observamos que todo comienza con alegría. Lleno de espíritu
profético, el rey persa Ciro emite un edicto que permite a los judíos exiliados
retornar a su país (1.1-4) y tiene un arrebato de generosidad (vv. 5-6). Sin
embargo, en lo que sigue se despierta la sospecha de que el gesto del rey,
devolviendo a los judíos los utensilios del templo de Jerusalén antaño
transportados a Babilonia (vv. 7-8 + v. 11b), tiende a anular los efectos del
exilio.
Si la lista de los utensilios
devueltos (vv. 9-11b) crea un efecto de credibilidad por parte del lector, la
tonalidad misma del relato plantea dudas al historiador. De hecho, a lo largo
de la lectura, un juego sutil de inclusiones unifica el relato y pone de
relieve a los diferentes actores del drama, vinculando el pasado al presente:
v. 1 “Ciro, rey de Persia”
(proclamación)
v. 7: alusión a la deportación
(pasado)
v. 8a “Ciro, rey de Persia”
(acción)
v. 8b: “Sesbasar”
v. 11b: “Sesbasar”
v. 11c: alusión a la deportación
(presente)
Una tal claridad de expresión no
deja de plantear problemas, comenzando por la indicación cronológica del v. 1: "el primer año de Ciro, el persa", que no remite al ascenso al trono de este rey
(557 a.C.), sino a su conquista de Babilonia (539). No hay que poner en
cuestión una cierta moderación de Ciro con respecto a los pueblos conquistados.
Basta con recordar el cilindro con escritura cuneiforme (Museo Británico) en el
que rey dice que debe su victoria a “Marduk, el gran Señor”, a él, “que le hizo
entrar en Babilonia sin batalla ni combate” y liberar la ciudad de la tiranía
de Nabónidas, el último rey babilonio.
El texto prosigue con la
devolución por parte del vencedor de las esculturas de las divinidades a sus
templos respectivos, esculturas de las que Nabónidas, el rey vencido de
Babilonia, se había apoderado. Bajo esta luz, el relato no presenta ninguna
incoherencia, salvo que la perspectiva que da es muy “judeocéntrica” y poco
compatible con las actuaciones de un rey persa. Además, es difícil admitir,
siguiendo el edicto mismo, que Ciro se reconociera muy en deuda con el dios
hebreo: “Todos los reinos de la tierra, el Señor, el Dios de los cielos, me los
ha dado, y me ha encargado, él mismo, construirle una Casa en Jerusalén, que
está en Judá”.
En realidad, la política persa
apenas se diferenciaba de la babilónica: el respeto o la deportación de
esculturas y emblemas
religiosos dependían de la actitud de sumisión de los pueblos vasallos. Por
consiguiente, las medidas adoptadas por Ciro a favor de los judíos no tienen
nada de excepcional, en la medida en que éstos se muestren vasallos fieles.
A esta primera interrogación se
añade el análisis literario del edicto mismo. Además de una fraseología muy
judía, marcada por la influencia de los profetas del exilio (en particular por
los oráculos de Is 40–55), la fórmula de apertura, “Así habla Ciro, rey de
Persia”, es un calco de los oráculos proféticos, cuando sería más apropiado que
un edicto real comenzara así: “Yo, Ciro, el gran rey, el Dios del cielo me ha
dado…”. Asimismo, el título divino en el v. 3, “el Señor, el Dios de Israel”,
se inscribe en la teología bíblica de la alianza, estableciendo también un
estrecho vínculo entre Dios y su Templo.
También resulta sospechosa la
orden de retorno que pone en escena a los deportados: “Quien entre vosotros es
de todo su pueblo, que su Dios esté con él, y que él suba […] y que él
construya”. Singulariza a los judíos como un pueblo perteneciente a la
divinidad que reina en Jerusalén, algo que, sin duda alguna, nunca habría
admitido un rey persa. Más fundamental aún es que hace del retorno la obra de
todos, legitimando así a los repatriados como la parte verdadera que pertenece
a Dios —algo que refuerza más la lista que sigue en el cap. 2—.
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EL CAMINAR DEL DISCÍPULO
DISCIPULADO Y SEGUIMIENTO DE JESÚS
Dietrich Bonhoeffer
¿En qué se diferencia el discípulo del
pagano? ¿En qué consiste “lo cristiano”? Aquí
aparece la palabra hacia la que está orientado todo el capítulo 5, en la que se
compendia todo lo anterior: lo cristiano es lo “particular”, lo extraordinario
(perisso), lo anormal, lo que no
resulta natural. Es la “justicia mayor” que “supera” a los fariseos y marcha
por delante de ellos, lo más, lo sumo. Lo natural es uno y lo mismo para
paganos y cristianos, coloca a lo natural en su justa luz. Donde no se da esto
particular y extraordinario, no existe lo cristiano. Lo cristiano no se da
entre las cosas naturales, sino entre las que sobrepasan. Lo extraordinario
nunca queda absorbido en lo uno y lo mismo. El mayor error de una falsa ética
protestante consiste en convertir el amor a Cristo en amor a la patria, a la
profesión o a la amistad, en diluir la mayor» en justicia civil. Jesús no habla
así. Lo cristiano depende de lo «extraordinario». Por eso el cristiano no puede
equipararse al mundo, ya que debe pensar en lo extraordinario.
¿En qué consiste lo
extraordinario? Es la existencia de los bienaventurados, de los discípulos, es
la luz resplandeciente, la ciudad sobre el monte, el camino de la negación de
sí mismo, la caridad plena, la pureza plena, la veracidad plena, la ausencia
plena de poder; es el amor indiviso al enemigo, el amor a aquel que a nadie ama
y a quien nadie ama; el amor al enemigo religioso, político, personal. Es en
todo esto, el camino que encontró su cumplimiento en la cruz de Jesucristo.
¿Qué es lo extraordinario? Es el amor del mismo Cristo, que marcha obediente y
paciente hacia la cruz, es la cruz. Lo peculiar de lo cristiano es la cruz, que
sitúa al cristiano por encima del mundo, dándole con ello la victoria sobre el
mundo. La pasión amorosa del crucificado es lo “extraordinario” de la vida
cristiana. Lo extraordinario es indudablemente lo visible, por lo que se alaba
al Padre celestial. No puede permanecer oculto. La gente debe verlo. La
comunidad de los que siguen a Jesús, la comunidad de la justicia mejor es una
comunidad visible, separada de los órdenes mundanos; lo ha abandonado todo para
conseguir la cruz de Cristo.
¿Qué hacéis de particular? Lo
extraordinario, y esto es lo más sorprendente, consiste en una acción de los
discípulos. Igual que la justicia mejor, debe ser hecho, debe ser hecho
visiblemente. No con un rigorismo ético, no con formas excéntricas de vida
cristiana, sino con la obediencia sencilla y cristiana a la voluntad de Jesús.
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GRACIA, MISTERIO, BELLEZA Y LIBERTAD: CUATRO
AFIRMACIONES DE LA TEOLOGÍA REFORMADA (I)
Cynthia Rigby
Lo que pasa con la
teología reformada es que en realidad no apunta a ser “reformado”, apunta a ser
cristiano. Está tratando de articular, de la mejor manera posible, el carácter
de nuestra relación con Dios. Toma la Biblia seriamente, mirando a través de
ella como si fueran lentes para ayudarnos a ver dónde y cómo Dios está presente
en el mundo. Aprende y dialoga con nuestros antepasados en la fe, a través de
los credos y confesiones de la iglesia. Se centra en Jesucristo, quien revela
el amor de Dios y nos llama a participar en la obra de Dios. Depende del
Espíritu Santo para que nos forme y nos guíe en el camino que debemos seguir. Y
mira las leyes de Dios para imaginar lo que Dios desea y cómo Dios ha prometido
que llegará a buen término.
Mucho de lo que he dicho en el
párrafo anterior es cierto para todas las principales tradiciones cristianas,
no exclusivamente para la teología reformada. ¿Hay algo distintivo en ser
reformado? ¿Por qué deberían las congregaciones dedicarse a estudiar y aprender
sobre esto? ¿Qué tiene la teología reformada para ofrecer a nuestras vidas en
estos días?
Cuatro
marcas de la teología reformada
En este breve artículo discuto cuatro temas teológicos
enfatizados en la tradición reformada que pueden ser importantes para nuestro
contexto actual. Creo que, si las congregaciones los atendieran, estarían mejor
equipadas para contribuir a la curación de algunas heridas en nuestro mundo.
Específicamente, creo que la teología reformada tiene los medios para:
- Transmitir a las personas que su valor no está determinado por su desempeño.
- Honrar el misterio sin dejar de lado el intelecto.
- Celebrar la belleza incluso cuando estamos rodeados de profunda fealdad.
- Y defender la libertad de Dios de manera que garantice y promueva la libertad de todas y cada una de las criaturas.
Permítanme reflexionar sobre el
valor curativo de cada uno de estos cuatro temas con más detalle.
La gracia dice que el
valor no está determinado por el desempeño
La teología reformada hace una gran aportación al enfatizar la
gracia en un mundo que a menudo no tiene gracia. No me malinterpreten, creo que
es algo muy común que las personas reciban más de lo que merecen. En medio de
todo el odio, hay muchos ejemplos de personas que son realmente amables. Pero
la gracia, tal como lo enseña la teología reformada, no se trata de ser
excepcionalmente amable. Dios no es simplemente más amable, digamos, que el más
amable entre nosotros en nuestro día más amable. La gracia es algo totalmente
disociado del mérito, algo que no se puede conceptualizar en términos de
contratos, transacciones o acuerdos increíbles.
(Versión: LC-O)
The Presbyterian Outlook, 7 de enero de 2019
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