ESDRAS Y NEHEMÍAS (II)
Philippe Abadie
Aunque la tradición suele hablar de dos libros, el libro de Esdras y el libro de Nehemías, todo invita a
considerar estos dos libros como una sola unidad. Los Masoretas, los últimos
artífices de la Biblia hebrea, miran los dos libros como uno solo: totalizan
sus versículos (688) y señalan la mitad en Neh 3.22. Neh 1.1 no es más que una
división secundaria: a los ojos de los redactores, la obra reformadora de
Esdras y Nehemías es una sola (cf. 12.26 o 12.47).
De hecho, este conjunto relata el
desarrollo de los acontecimientos que tuvieron lugar en Judea desde la vuelta
del destierro (538 a.C.) hasta las reformas de Esdras y de Nehemías (entre el
445 y el 398 a.C.). Describe la aparición del judaísmo. Como tal, es un
documento precioso para dar a conocer el pensamiento bíblico tardío. Pero no
es, sin embargo, un documento “histórico” en el sentido moderno de la palabra.
En efecto, ningún libro de la Biblia plantea tan complicadas cuestiones al
historiador.
Estructura
de los libros de Esdras y de Nehemías
1. Una introducción: Esd 1.1-4. El decreto de Ciro convoca a
reconstruir el Templo
2. La aplicación del decreto: Esd 1.5–Neh 7.22
a. Introducción (Esd 1.5-6) y lista de los repatriados (Esd 2.1-70)
b. Construcción del altar y del Templo por los repatriados (Esd
2.1-6.22)
c. Construcción de la comunidad de los repatriados por la Ley
(Esd 7.1–10.44)
d. Construcción de la muralla por los repatriados (Neh 1.1-7.5)
e. Recapitulación: lista de los repatriados (Neh 7.6-72)
3. El éxito de la reconstrucción: Neh 8.1-13.31. Celebración de
la Ley y dedicación de la muralla
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ESDRAS
Gerhard von Rad, Teología del Antiguo Testamento, I
Esdras es
un personaje que ha adquirido una talla casi mítica. En la tradición judía se
añade a la figura de Moisés, ambos vinculados a la Ley, su recepción, su
lectura, su puesta por escrito y su transmisión. Se le llama sacerdote,
engalanado con el prestigio sacerdotal de los descendientes de Aarón. Pero
también habría sido “escriba de la Ley del Dios de los cielos” (Esd 7.12, 21).
Esdras provenía
también de los exiliados de Babilonia
que, en número considerable, seguían viviendo allí. Descendía de una antigua
familia sacerdotal, pero aún más importante era el oficio que desempeñaba como
miembro de la burocracia persa, era “escriba de la ley del dios del cielo” (Esd
7.12, 21); éste era el título de un secretario de la cancillería persa,
responsable de la sección para las cuestiones religiosas de los judíos 7. (El Cronista
fue el primero que le consideró un perito de la ley: Esd 7.6, 11).
Enviado por el rey con esta doble
prerrogativa de sacerdote y alto funcionario de la administración persa (Esd 7.6),
Esdras poseía, como ningún otro, la autoridad necesaria para afrontar la
oposición interna y externa a la reorganización de un culto que se encontraba
todavía en situación muy decadente. Así pues, provisto con toda clase de privilegios
importantes (Esd 7.12-26), se puso en camino hacia su país. “La ley del dios
del cielo” fue la cosa más importante que trajo consigo a Jerusalén; sobre ella
se proponía basar la reorganización de la comunidad. […]
Las fuentes de Esdras: Esd 7-10; Neh
7.72-9.37, reelaboradas por el cronista, pero fidedignas en las noticias
históricas más esenciales, permiten constatar que Esdras se fijó una tarea
mucho más limitada que Nehemías. Su única meta era la reorganización de la
comunidad cultual, que se había reunido en torno al templo; una reforma
rigurosa basada sobre su propio código. Parte de esta organización fue la
institución de un tribunal sagrado; Esdras se sirvió de él para tomar medidas
radicales en la cuestión de los matrimonios mixtos y consiguió separar la
«semilla santa» de las mujeres extranjeras.
El punto culminante de su actividad fue
aquella memorable lectura de la tora ante la asamblea, en el primer día del
séptimo mes, que debemos entender como una especie de renovación de la alianza.
Israel conocía ya desde antiguo estas lecturas públicas de la ley durante la
fiesta de otoño; con ellas el pueblo renovaba su sumisión a la soberanía de
Yahvéh. No podemos averiguar con certeza si la lectura se realizaba con la
ayuda de un “tárgum”, traducción y a la vez paráfrasis aramea del texto hebreo,
pues también es posible que el cronista, el cual entendía así esta lectura,
colocase en una época anterior una costumbre propia de su tiempo.
Apenas se puede exagerar la importancia
que este acontecimiento y, en general, la misión entera de Esdras, tuvieron
para la historia sucesiva. Con Esdras se concluyó externamente un largo y
complejo proceso de restauración, y, como suele ocurrir en la mayoría de estos
casos, apareció también una realidad nueva. Este fenómeno nuevo suele recibir
el nombre de judaísmo: denominación
exacta, si va unida a una idea clara de su contenido. Ahora bien, el judaísmo
es un fenómeno complejo y, por esta razón, no existe mucha unanimidad cuando se
trata de determinar sus notas características.
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EL CAMINAR DEL DISCÍPULO
DISCIPULADO Y SEGUIMIENTO DE JESÚS
Dietrich Bonhoeffer
¿Cómo se vuelve
invicto el amor? No fijándose en lo que el enemigo le devuelve, sino preguntándose sólo por lo que ha hecho
Jesús. El amor a los enemigos lleva al discípulo por el camino de la cruz hacia
la comunidad con el crucificado. Pero cuanto más se fuerza al discípulo a
seguir este camino, tanto más invencible continúa su amor, tanto más supera el
odio de su enemigo; porque lo que interviene no es su propio amor, sino el de
Jesucristo, que caminó hacia la cruz por sus enemigos y rogó en la cruz por
ellos.
Ante el camino de Jesús hacia la cruz,
también el discípulo reconoce que él se encontraba entre los enemigos de Cristo
que fueron vencidos por su amor. Esta caridad hace que el discípulo desee ver
en el enemigo a un hermano y actúe con él como con su hermano. ¿Por qué? Porque
él sólo vive del amor de aquel que actuó con él como con un hermano, que le
aceptó como a su enemigo y le llevó a su comunidad como a su prójimo. Por eso
la caridad hace que el discípulo vea al enemigo inserto en el amor de Dios, que
lo vea bajo la cruz de Jesucristo. Dios no buscaba en mí el bien ni el mal,
porque incluso mi bien era impío a sus ojos.
El amor de Dios buscaba al enemigo que
necesitaba, al que consideraba digno de sí. Dios alaba su amor al enemigo. Esto
lo sabe el discípulo. Ha participado en este amor por medio de Jesucristo. Pues
Dios hace brillar su sol sobre justos e injustos. Y no se trata sólo del sol y
de la lluvia terrestres que descienden sobre el bueno y el malo, sino también
del «sol de justicia», Jesucristo mismo, y de la lluvia de la palabra divina,
que revela la gracia del Padre celestial sobre los pecadores. El amor perfecto
e indiviso es obra del Padre, es también obra del Hijo del Padre celestial, como
fue obra del Hijo unigénito.
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AMÓS OZ Y LA CULTURA TEXTUAL JUDÍA
Este es otro punto que nuestro
libro intenta dejar claro: en la tradición judía cada lector es un revisor,
cada estudiante un crítico; y cada autor por su parte, incluido el propio Autor
de la Creación del universo, suscita una infinidad de interrogantes.
A.O. y F.O.-S.
En 2012, el escritor israelí Amós Oz y su hija, la historiadora
Fania Oz-Salzberger, dieron a conocer Jews
and Words, un volumen que aparecería dos años después en castellano. En él
se propusieron indagar en profundidad lo que se podría caracterizar brevemente
como “el trato de la cultura judía con las palabras” o “el carácter peculiar
del judaísmo en su trato con los textos”.
Los
judíos y las palabras es una abrumadora
recopilación de las aportaciones de personalidades de todos los tiempos, “desde
el autor anónimo y probablemente femenino del Cantar de los Cantares hasta los
oscuros talmudistas o los escritores contemporáneos, para explicar la relación
esencial que existe entre los judíos y las palabras”, como bien se explica en
la cuarta de forros, adonde se agrega que “con una prosa llena de conocimiento,
de lírica y de sentido del humor”, este libro “propone una visita
extraordinaria a las palabras que conforman el corazón de la cultura judía”.
En el breve prefacio, ambos
autores explican sus intenciones, deslindando con suma claridad y buen oficio
lo escrito por ellos de la corriente ortodoxa judía, dominante en muchos
abordajes similares que no logran esconder un sionismo machacante detrás de un
enorme desconocimiento de las bases culturales, literarias y religiosas de esta
gran tradición. Nada de eso se puede desprender de palabras como éstas, pues
manifiestan un gran amor por esa cultura, pero también una actitud autocrítica
a toda prueba: “La mejor forma de rendir cuentas de nuestro trabajo en equipo
es dejar claro, desde el principio, qué es lo que viene a decir este ensayo.
Dice que la historia y la identidad de los judíos como pueblo forman una
peculiar continuidad, que no es ni étnica ni política” (p. 11).
El trasfondo más elemental de
esta magnífica obra es su voluntad iconoclasta y celebratoria, al mismo tiempo,
de abordar las luces y sombras del celo judío por las palabras y los textos.
Poniendo a la fe en el lugar que le corresponde, acometen su tarea dispuestos a
hallar a cada paso la confirmación de sus premisas básicas, pero siempre
dispuestos a la sorpresa y a la transgresión.
Al referirse a la multitud de
textos que salen a colación durante todo el trayecto del libro, así valoran su
labor: “Es significativo que esos textos hayan estado disponibles, desde hace
mucho tiempo, en forma escrita. Y resulta revelador que la controversia fuese
incorporada a ellos desde sus comienzos. En sus mejores momentos, la reverencia
judía posee un ribete de irreverencia. Y en sus mejores momentos, la
autosuficiencia judía está matizada por la autocrítica, en unas ocasiones
mordaz, en otras francamente hilarante” (Ídem).
(LC-O)
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