sábado, 12 de enero de 2019

Letra 603, 13 de enero de 2019


ESDRAS Y NEHEMÍAS (II)
Philippe Abadie

Resultado de imagen para ezra gustave doréAunque la tradición suele hablar de dos libros, el libro de Esdras y el libro de Nehemías, todo invita a considerar estos dos libros como una sola unidad. Los Masoretas, los últimos artífices de la Biblia hebrea, miran los dos libros como uno solo: totalizan sus versículos (688) y señalan la mitad en Neh 3.22. Neh 1.1 no es más que una división secundaria: a los ojos de los redactores, la obra reformadora de Esdras y Nehemías es una sola (cf. 12.26 o 12.47).
De hecho, este conjunto relata el desarrollo de los acontecimientos que tuvieron lugar en Judea desde la vuelta del destierro (538 a.C.) hasta las reformas de Esdras y de Nehemías (entre el 445 y el 398 a.C.). Describe la aparición del judaísmo. Como tal, es un documento precioso para dar a conocer el pensamiento bíblico tardío. Pero no es, sin embargo, un documento “histórico” en el sentido moderno de la palabra. En efecto, ningún libro de la Biblia plantea tan complicadas cuestiones al historiador.

Estructura de los libros de Esdras y de Nehemías
1. Una introducción: Esd 1.1-4. El decreto de Ciro convoca a reconstruir el Templo
2. La aplicación del decreto: Esd 1.5–Neh 7.22
a. Introducción (Esd 1.5-6) y lista de los repatriados (Esd 2.1-70)
b. Construcción del altar y del Templo por los repatriados (Esd 2.1-6.22)
c. Construcción de la comunidad de los repatriados por la Ley (Esd 7.1–10.44)
d. Construcción de la muralla por los repatriados (Neh 1.1-7.5)
e. Recapitulación: lista de los repatriados (Neh 7.6-72)
3. El éxito de la reconstrucción: Neh 8.1-13.31. Celebración de la Ley y dedicación de la muralla
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ESDRAS
Gerhard von Rad, Teología del Antiguo Testamento, I

Imagen relacionadaEsdras es un personaje que ha adquirido una talla casi mítica. En la tradición judía se añade a la figura de Moisés, ambos vinculados a la Ley, su recepción, su lectura, su puesta por escrito y su transmisión. Se le llama sacerdote, engalanado con el prestigio sacerdotal de los descendientes de Aarón. Pero también habría sido “escriba de la Ley del Dios de los cielos” (Esd 7.12, 21).

Esdras provenía también de los exiliados de Babilonia que, en número considerable, seguían viviendo allí. Descendía de una antigua familia sacerdotal, pero aún más importante era el oficio que desempeñaba como miembro de la burocracia persa, era “escriba de la ley del dios del cielo” (Esd 7.12, 21); éste era el título de un secretario de la cancillería persa, responsable de la sección para las cuestiones religiosas de los judíos 7. (El Cronista fue el primero que le consideró un perito de la ley: Esd 7.6, 11).
Enviado por el rey con esta doble prerrogativa de sacerdote y alto funcionario de la administración persa (Esd 7.6), Esdras poseía, como ningún otro, la autoridad necesaria para afrontar la oposición interna y externa a la reorganización de un culto que se encontraba todavía en situación muy decadente. Así pues, provisto con toda clase de privilegios importantes (Esd 7.12-26), se puso en camino hacia su país. “La ley del dios del cielo” fue la cosa más importante que trajo consigo a Jerusalén; sobre ella se proponía basar la reorganización de la comunidad. […]
Las fuentes de Esdras: Esd 7-10; Neh 7.72-9.37, reelaboradas por el cronista, pero fidedignas en las noticias históricas más esenciales, permiten constatar que Esdras se fijó una tarea mucho más limitada que Nehemías. Su única meta era la reorganización de la comunidad cultual, que se había reunido en torno al templo; una reforma rigurosa basada sobre su propio código. Parte de esta organización fue la institución de un tribunal sagrado; Esdras se sirvió de él para tomar medidas radicales en la cuestión de los matrimonios mixtos y consiguió separar la «semilla santa» de las mujeres extranjeras.
El punto culminante de su actividad fue aquella memorable lectura de la tora ante la asamblea, en el primer día del séptimo mes, que debemos entender como una especie de renovación de la alianza. Israel conocía ya desde antiguo estas lecturas públicas de la ley durante la fiesta de otoño; con ellas el pueblo renovaba su sumisión a la soberanía de Yahvéh. No podemos averiguar con certeza si la lectura se realizaba con la ayuda de un “tárgum”, traducción y a la vez paráfrasis aramea del texto hebreo, pues también es posible que el cronista, el cual entendía así esta lectura, colocase en una época anterior una costumbre propia de su tiempo.
Apenas se puede exagerar la importancia que este acontecimiento y, en general, la misión entera de Esdras, tuvieron para la historia sucesiva. Con Esdras se concluyó externamente un largo y complejo proceso de restauración, y, como suele ocurrir en la mayoría de estos casos, apareció también una realidad nueva. Este fenómeno nuevo suele recibir el nombre de judaísmo: denominación exacta, si va unida a una idea clara de su contenido. Ahora bien, el judaísmo es un fenómeno complejo y, por esta razón, no existe mucha unanimidad cuando se trata de determinar sus notas características.
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EL CAMINAR DEL DISCÍPULO
DISCIPULADO Y SEGUIMIENTO DE JESÚS
Dietrich Bonhoeffer

¿Cómo se vuelve invicto el amor? No fijándose en lo que el enemigo le devuelve, sino preguntándose sólo por lo que ha hecho Jesús. El amor a los enemigos lleva al discípulo por el camino de la cruz hacia la comunidad con el crucificado. Pero cuanto más se fuerza al discípulo a seguir este camino, tanto más invencible continúa su amor, tanto más supera el odio de su enemigo; porque lo que interviene no es su propio amor, sino el de Jesucristo, que caminó hacia la cruz por sus enemigos y rogó en la cruz por ellos.
Ante el camino de Jesús hacia la cruz, también el discípulo reconoce que él se encontraba entre los enemigos de Cristo que fueron vencidos por su amor. Esta caridad hace que el discípulo desee ver en el enemigo a un hermano y actúe con él como con su hermano. ¿Por qué? Porque él sólo vive del amor de aquel que actuó con él como con un hermano, que le aceptó como a su enemigo y le llevó a su comunidad como a su prójimo. Por eso la caridad hace que el discípulo vea al enemigo inserto en el amor de Dios, que lo vea bajo la cruz de Jesucristo. Dios no buscaba en mí el bien ni el mal, porque incluso mi bien era impío a sus ojos.
El amor de Dios buscaba al enemigo que necesitaba, al que consideraba digno de sí. Dios alaba su amor al enemigo. Esto lo sabe el discípulo. Ha participado en este amor por medio de Jesucristo. Pues Dios hace brillar su sol sobre justos e injustos. Y no se trata sólo del sol y de la lluvia terrestres que descienden sobre el bueno y el malo, sino también del «sol de justicia», Jesucristo mismo, y de la lluvia de la palabra divina, que revela la gracia del Padre celestial sobre los pecadores. El amor perfecto e indiviso es obra del Padre, es también obra del Hijo del Padre celestial, como fue obra del Hijo unigénito.
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AMÓS OZ Y LA CULTURA TEXTUAL JUDÍA

Este es otro punto que nuestro libro intenta dejar claro: en la tradición judía cada lector es un revisor, cada estudiante un crítico; y cada autor por su parte, incluido el propio Autor de la Creación del universo, suscita una infinidad de interrogantes.
A.O. y F.O.-S.

En 2012, el escritor israelí Amós Oz y su hija, la historiadora Fania Oz-Salzberger, dieron a conocer Jews and Words, un volumen que aparecería dos años después en castellano. En él se propusieron indagar en profundidad lo que se podría caracterizar brevemente como “el trato de la cultura judía con las palabras” o “el carácter peculiar del judaísmo en su trato con los textos”.
Los judíos y las palabras es una abrumadora recopilación de las aportaciones de personalidades de todos los tiempos, “desde el autor anónimo y probablemente femenino del Cantar de los Cantares hasta los oscuros talmudistas o los escritores contemporáneos, para explicar la relación esencial que existe entre los judíos y las palabras”, como bien se explica en la cuarta de forros, adonde se agrega que “con una prosa llena de conocimiento, de lírica y de sentido del humor”, este libro “propone una visita extraordinaria a las palabras que conforman el corazón de la cultura judía”.
En el breve prefacio, ambos autores explican sus intenciones, deslindando con suma claridad y buen oficio lo escrito por ellos de la corriente ortodoxa judía, dominante en muchos abordajes similares que no logran esconder un sionismo machacante detrás de un enorme desconocimiento de las bases culturales, literarias y religiosas de esta gran tradición. Nada de eso se puede desprender de palabras como éstas, pues manifiestan un gran amor por esa cultura, pero también una actitud autocrítica a toda prueba: “La mejor forma de rendir cuentas de nuestro trabajo en equipo es dejar claro, desde el principio, qué es lo que viene a decir este ensayo. Dice que la historia y la identidad de los judíos como pueblo forman una peculiar continuidad, que no es ni étnica ni política” (p. 11).
El trasfondo más elemental de esta magnífica obra es su voluntad iconoclasta y celebratoria, al mismo tiempo, de abordar las luces y sombras del celo judío por las palabras y los textos. Poniendo a la fe en el lugar que le corresponde, acometen su tarea dispuestos a hallar a cada paso la confirmación de sus premisas básicas, pero siempre dispuestos a la sorpresa y a la transgresión.
Al referirse a la multitud de textos que salen a colación durante todo el trayecto del libro, así valoran su labor: “Es significativo que esos textos hayan estado disponibles, desde hace mucho tiempo, en forma escrita. Y resulta revelador que la controversia fuese incorporada a ellos desde sus comienzos. En sus mejores momentos, la reverencia judía posee un ribete de irreverencia. Y en sus mejores momentos, la autosuficiencia judía está matizada por la autocrítica, en unas ocasiones mordaz, en otras francamente hilarante” (Ídem). (LC-O)

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