domingo, 27 de enero de 2019

Letra 605, 27 de enero de 2019


¿RETORNO DEL EXILIO O EVOCACIÓN DEL ÉXODO? (II)
Philippe Abadie y Pierre de Martin de Viviès

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Así pues, el retorno se perfila a imagen del éxodo, como lo confirma, el uso del verbo “subir”. La alusión es totalmente directa en el inciso "en todos los lugares donde él resida", que evoca el nombre que Moisés pone a su primer hijo, “Gersón, pues dijo, he sido un residente [hebreo: ger] en una tierra extranjera” (Ex 2,22).
Este mismo verbo gûr, “residir”, es el que se usa para designar la estancia de los hebreos en Egipto, una tierra extranjera (Ex 23.9; Dt 26.5; Is 52.4). Como muestran estos datos, el edicto de los vv. 2-4 no podría emanar de la cancillería persa. Tampoco podemos ver en él un texto “oficial” redactado por un judío —habría sido censurado—. Se trata más bien de una relectura teológica de un fenómeno cierto de retorno a la tierra ancestral, pero sin necesidad para ello de una aprobación real. Siempre y cuando estuvieran sometidos a la autoridad persa que reinaba desde Irán hasta las puertas de Egipto, eran posibles los movimientos de población.
Así pues, de la experiencia dolorosa del exilio unida a la alegría de un retorno posible nace la visión teológica de un nuevo éxodo, a menos que pueda considerarse lo contrario. Pero dejemos abierta la cuestión para analizar un último paralelo en la alusión final a los regalos recibidos: “plata, oro, hacienda, ganado”, que evoca Ex 11,2 (mientras que el cumplimiento de la acción en Esd 1.6 remite a Ex 12.35). De nuevo, el redactor establece una equivalencia entre el fin del exilio y la salida de Egipto, aunque añade un hecho importante, puesto que en Egipto despojaron a los egipcios (Ex 12,36), mientras que el don es ahora voluntario. Y lejos de la figura hostil del faraón, se describe al rey persa Ciro positivamente (Esd 1.7).
¿Qué concluimos finalmente? El carácter positivo dado a la figura de Ciro lo erige en modelo de los reyes del futuro, al mismo tiempo que se convierte en el contratipo del rey babilónico Nabucodonosor. Si este aparece en la historia como el destructor de Jerusalén y de su Templo, Ciro es su restaurador, y es a él a quien se refiere Darío para permitir la reanudación de los trabajos, largamente interrumpidos, para reconstruir el Templo (Esd 6.1-12). La visión subyacente no está lejos de los oráculos del Segundo Isaías, que hacen de la llegada de Ciro al poder el instrumento de la justicia divina (Is 42.25) y del rey mismo un mesías (Is 45.1-6); unos oráculos que procede fechar a comienzos del período persa.

La caravana del retorno
De hecho, el plural se impone aquí, puesto que, a pesar de lo enunciando en Esd 2.1: “Estos son los hijos de la provincia que han regresado de la cautividad, de la deportación —aquellos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había deportado a Babilonia—, y que retornaron a Jerusalén y Judá, cada uno a su ciudad”, el v. 2 detalla el nombre de once jefes del grupo (el paralelo en Neh 7.7 añade un duodécimo nombre, Najamaní). La ausencia de Sesbasar, pese a 1.1, y este número muestran el carácter artificial de la lista, que, por otra parte, no obedece a una sola regla. Los repatriados son inicialmente contados por clanes (vv. 3-19), después por lugares de residencia (vv. 20-25) y, finalmente, por sus posiciones sociales (vv. 36-58). Lo más importante de todo para comprender la función aparece en los vv. 59-63, donde se detallan los repatriados de ascendencia dudosa, excluidos por ello del sacerdocio hasta que se muestra la verdad de sus orígenes. La asamblea se compone de 42 360 personas, sin contar sus siervos y sus bienes (vv. 64-65), y la escena concluye con las ofrendas hechas en el Templo por el logro del regreso (vv. 66-70).
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EL CAMINAR DEL DISCÍPULO
DISCIPULADO Y SEGUIMIENTO DE JESÚS
Dietrich Bonhoeffer

La justicia oculta
Una vez que el capítulo 5 nos ha hablado del carácter visible de la comunidad de los seguidores de Jesús, culminando en el perisso (lo “extraordinario”) e indicándonos que lo cristiano debe ser entendido como lo que sale del mundo, lo supera, como lo extraordinario, el capítulo siguiente vuelve a recoger esta idea de lo extraordinario y la desvela en lo que tiene de equívoco. Porque existe un gran peligro de que los discípulos la interpreten de forma totalmente equivocada, como si debiesen esforzarse en instaurar, despreciando y destruyendo el orden del mundo, un reino de los cielos sobre la tierra; como si debiesen esforzarse en realizar y hacer visible, en una indiferencia de iluminados frente al mundo, lo extraordinario del mundo nuevo, separándose del mundo con un radicalismo total y una ausencia completa de compromiso, a fin de forzar el advenimiento de lo cristiano, de lo conforme al seguimiento, de lo extraordinario.
Era muy fácil caer en el error de pensar que lo que aquí se les predicaba era, de nuevo, una forma, una configuración piadosa de la vida —ciertamente libre, nueva, entusiasta— y qué dispuesto estaría el hombre piadoso a cargar con esto extraordinario, con esta pobreza, con esta veracidad, con este sufrimiento, e incluso a buscarlo, con tal de que fuese al fin satisfecho el deseo de su corazón, el deseo de ver algo con los propios ojos, y no tener que contentarse con creer. Se habría estado dispuesto, ciertamente, a realizar aquí un pequeño desplazamiento de los límites, acercando demasiado una forma piadosa de vida y la obediencia a la palabra, para terminar no pudiendo mantenerlas separadas. Así se hizo con el fin de que lo extraordinario fuese puesto en práctica.
No, no es precisamente lo extraordinario, sino lo cotidiano, lo habitual, lo oculto, lo que constituye el signo de la verdadera obediencia y de la auténtica humildad. Si Jesús hubiese indicado a sus discípulos el camino de su pueblo, de su profesión, de su responsabilidad en la obediencia a la ley, tal como lo explicaban al pueblo los escribas, habría aparecido como un hombre piadoso, verdaderamente humilde y obediente. Habría dado un poderoso impulso a una piedad más seria, a una obediencia más estricta.
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GRACIA, MISTERIO, BELLEZA Y LIBERTAD: CUATRO AFIRMACIONES DE LA TEOLOGÍA REFORMADA (II)
Cynthia Rigby

Resultado de imagen para cynthia rigbySiguiendo las Escrituras, la teología reformada no enseña que Dios nos da más de lo que merecemos o algo que no merecemos en absoluto, sino que Dios nos ha reclamado como suyos completamente aparte de nuestro valor o indignidad.
En un mundo económicamente precario en el que a menudo se nos recuerda que nadie es insustituible, la realidad de la gracia de Dios puede tranquilizarnos y transformarnos. El reto es, sin embargo, vivir con una percepción de ello. Para vivir cada día con el conocimiento de que uno se salva por la gracia y la gracia sólo se requiere atención y práctica. También se necesita el apoyo de una comunidad. Orar y adorar, estudiar y discutir en comunión con otros miembros de una congregación reformada nos ayuda para ser cada vez más conscientes de nuestra identidad inalterable como hijos de Dios.
Cuando sabemos que somos hijos amados e irremplazables de Dios, no sólo podemos sobrevivir a un mundo que mide sin descanso nuestro valor, sino que también podemos trabajar para convertir este mundo en un lugar que manifieste más claramente el Reino de Dios. Podemos, cada vez más, llegar a ver a los demás también como insustituibles, tratándolos en consecuencia, viviendo de manera diferente juntos como miembros de la comunidad de amor.

Mente y corazón unidos
En un momento político, social y ambiental en el que nos estamos volviendo cada vez más escépticos acerca de la religión organizada y, al mismo tiempo, estamos desesperados por extraer de la sabiduría creativa que se encuentra más allá de nosotros mismos, la teología reformada insiste en unir la palabra y el sacramento, la interpretación y el misterio. Lo metafísico y lo místico.
En La muerte de Adán, la novelista y académica calvinista Marilynne Robinson destaca este enfoque, argumentando que “para Calvino... la metafísica ... [es] un vuelo apasionado del alma” y “el misticismo [es] un método de investigación rigurosa”. En esta línea, los miembros de las congregaciones que participan en la adoración reformada están practicando la integración de la mente y el corazón.
Escuchamos el sermón, y nuestro conocimiento de Dios viene no sólo a través de los conocimientos que recibimos, sino también a través de la conexión de la Palabra proclamada con lo que vendrá después: nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Jesucristo en la mesa. Y participamos del pan y la copa no como aquellos que hemos puesto nuestro intelecto, análisis y escepticismo a un lado, sino como quienes todavía están escuchando la Palabra por medio de palabras ordinarias y extraordinarias. Y, entonces, estamos invitados a seguir usando nuestro cerebro y nuestro corazón mientras comemos y bebemos, considerando lo que Dios está haciendo y cómo podemos participar en la obra.

The Presbyterian Outlook, 7 de enero de 2019

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