LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL DEL PUEBLO DE DIOS
IMPORTANCIA DE LA SABIDURÍA
Samuel Pagán
En la actitud de Nehemías vemos la importancia de la preparación y planificación para lograr las
metas propuestas; la sabiduría de escoger el mejor momento para el dialogo y
las peticiones; la capacidad de utilizar las palabras claves para lograr los
objetivos.
Luego que Nehemías recibió el
informe sobre los judíos en Judá y sobre la ciudad de Jerusalén. no actuó
precipitadamente. Esperó tiempo, tuvo la oportunidad de estudiar diversas
estrategias y prepararse bien para lograr su objetivo. Su meta era lograr el
favor del rey para regresar por algún tiempo a Jerusalén, y trabajar por la
seguridad de la ciudad. Esas labores de reconstrucción, que ya habían sido
prohibidas previamente, eran su objetivo principal.
Una vez que hubo identificado sus
metas y desarrollado su estrategia, espero' que se presentara el momento
oportuno para ejecutarla.
Nosotros podemos descubrir una
gran lección en la estrategia de Nehemías. Los objetivos individuales y eclesiásticos
raras veces se alcanzan si se actúa apresuradamente, sin planificación, sin un análisis
profundo y sin un adecuado desarrollo de estrategias. Las metas no se alcanzan
cuando imperan la improvisación y Ia corazonada. […]
La buena planificación es un
requisito indispensable para la salud emocional, espiritual y programática de
los creyentes y congregaciones. Porque toma en consideración los recursos que
se poseen, las metas que se quieren alcanzar, los métodos que deben ser
utilizados para lograr los objetivos, un cronograma de actividades, y una forma
para evaluar los resultados alcanzados.
La estrategia de Nehemías no solo
identifico claramente sus metas, sino que utilizo una metodología sabia para
lograr su fin. Nehemías espero el momento oportuno, y fue claro, íntimo y
respetuoso. Además, reconoció que la respuesta bondadosa de) rey era el
resultado de “la benéfica mano de Jehová” sobre él (v. 8). El reconocimiento de
la intervención de Dios no está reñido con la buena planificación y
administración.
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EL PROYECTO DE LOS OPOSITORES DE NEHEMÍAS
Esteban Arias Ardila
En el anterior apartado presentamos el
contenido del libro de Nehemías a grandes rasgos. Hicimos también una
especie de interpretación global de cada una de esas partes. Muchos temas
saltan a la vista y otros quedan todavía sin explorar suficientemente. El tema
de los opositores es apenas uno de los muchos asuntos que pueden ser tratados. Ese
tema sólo aparece referido tres veces en el anterior punto.
Para intentar profundizar entonces
en este tema vamos a presentar cada uno de los textos que plantean el asunto de
los artífices opositores al proyecto persa en Nehemías. La primera mención que
se hace de los enemigos es en Nehemías 2.10. Aquí, la manera como se califica
la intención de los opositores es tendenciosa: según los autores, a los
opositores (Sambalat horonita y Tobías el siervo amonita) “les disgustó en
extremo que viniese alguno para procurar el bien de los hijos de Israel” (Neh.
2,10b).
Implícitamente, también se
presenta la acción del imperio persa a través de Nehemías como buena, sin
observar las consecuencias futuras de este hecho. Luego, en 3,19 los opositores
crecen en número pues a Sambalat y Tobías se une Gesem el árabe. Ahora la
acusación de los autores contra los opositores se interpreta como “escarnio” y “desprecio”
y de promulgar que la acción de reconstrucción era rebelión contra el rey, y esto
era absurdo porque Nehemías contaba precisamente con el apoyo del rey persa.
El número de los opositores sigue
creciendo y lo peor es que ahora ya se habla de conspiración. Ya no se trata
solamente de tres de los líderes más influyentes de la región, sino que la
rebelión adquiere carácter de movimiento, pues ahora se unen: “los árabes, los
amonitas y los de Abdod” (Neh. 4,7).
Como si esto fuera poco, el
movimiento de oposición alternativa adquiere ribetes, todavía más preocupantes
para Nehemías y su gente cuando surge “gran clamor del pueblo y sus mujeres
contra sus hermanos judíos” pues habían tenido que pedir “prestado grano para comer
y vivir” y también habían tenido que empeñar sus tierras, sus viñas y sus casas
“para comprar grano a causa del hambre”, habían tenido que dar sus hijos e
hijas en servidumbre sin posibilidad de rescatarlas porque sus tierras y sus
viñas eran de otros (Neh. 5,15; 9,36s).
La situación de Nehemías se
complica todavía más porque el movimiento trasciende a los profetas y a un
sector del sacerdocio. Esto tiene un peso simbólico fundamental porque ya se
trata de reñir contra elementos considerados sagrados pues, ¿qué es lo que
hacen los profetas sino hablar en nombre de Dios y qué hace el sacerdocio sino
sustentar en nombre de Dios las estructuras políticas de una sociedad determinada?
Pues ahí estaban también en ese movimiento de oposición la profetisa Noadías y
otros profetas (Neh 6.14) y el sacerdote Eliasib, que le había otorgado un
lugar en el templo a Tobías aprovechando que Nehemías había ido a entregar
informe de su acción al rey persa (Neh. 13.4-14).
¿Quiénes
eran los opositores?
El primero y más importante de los opositores de Nehemías es
Tobías. Si bien por mucho tiempo se dudó de su nacionalidad judía, hoy nadie duda
de este hecho por las siguientes razones: en primer lugar, está emparentado con
los amonitas y esto lo vincula con la familia del grupo abrahámico, pues según Gn.
19, Amón es uno de los dos hijos de Lot junto a Moab. En segundo lugar es
considerado un yavista auténtico pues su nombre es la abreviación de Yahveh y,
en tercer lugar, son evidentes sus relaciones continuas con la clase sacerdotal
(Neh 13,4-5) y con la aristocracia de Jerusalén (Neh 6,17-19).
Además de estas razones de su vinculación judía, se añade su
descendencia de la familia de Saúl (2 Samuel 9.1-13), de la familia de Gerson
(1 Cr 2.21-22) y su probado vínculo con los propios tobiadas posteriores.
Su denominación como “siervo
amonita” (Neh 2.10), antes que un título despectivo, puede interpretarse, en el
fondo, como un título de servicio a Yahveh y como una posición de jerarquía
entre los persas y también entre los palestinos, cuya familia tenía grandes
posesiones en Galaad aunque vivían en Jerusalén. Como hemos dicho, los terrenos
que la familia de los Tobíadas tenían en Trasjordania estaban antiguamente
situados en la provincia de Galaad. Pero en la época persa el antiguo reino de
Amón, con su capital en Rabbat Amón, se anexionó a Galaad. El feudo de los
Tobiadas, ampliado más todavía, se extendió por el territorio amonita para
crear la Amanítida. Se piensa que el trasporte de las riquezas de oriente
contribuyó a la prosperidad de la nueva provincia; la ruta comercial que unía
la “Roca” con Damasco se hallaba a dos pasos de la fortaleza en que residía
Tobías, el gobernador.
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LA FORMACIÓN DE UNA TRADICIÓN (II)
Philip Benedict
Vista a través de una lente más amplia,
la tradición reformada también nació del proceso de definición
confesional dentro del mundo más amplio del protestan-tismo emergente que
dividió el lodo primigenio del movimiento evangélico primitivo en dos
variedades rivales de iglesias estatales protestantes: la luterana y la
reformada.
En esta dialéctica de marcaje de
límites, las acciones y decisiones de Lutero y sus seguidores fueron al menos
tan importantes como las de los primeros campeones reformados. En medio de la
profusión de profetas que surgieron en Alemania y Suiza a principios de la
Reforma, ninguno pudo igualar el carisma del Hércules Alemán, cuya franqueza
inicial había lanzado el movimiento y cuyos escritos abundantes inundaron la
región.
Las posiciones teológicas que
Lutero articuló a medida que se desarrolló el movimiento fueron, por
consiguiente, de importancia duradera. Su minimización de la importancia de las
formas externas de adoración y la disposición a aceptar prácticas que pueden
carecer de la aprobación bíblica pero que, sin embargo, no le parecen
contradecir la esencia del Evangelio; su compromiso con una comprensión literal
de las palabras de Cristo a sus discípulos, “Éste es mi cuerpo”, y su elección
de aquellos que favorecieron una interpretación metafórica de estas palabras
como “sacramentalistas” en alianza con el diablo fueron pasos fundamentales
para demarcar una línea fronteriza que dejaría el patrón de reforma sajón por
un lado y el patrón de Zúrich en el otro.
Su socio Philip Melanchthon
defendió en sus últimos años una teología eucarística que empañó esta línea,
pero la mayoría de los que reclamaron el legado de Lutero después de su muerte
en 1546 rechazaron esta posición y defendieron en cambio una comprensión
"ubicua" de la presencia real que agudizó eso.
La precaria situación legal de
los territorios dentro del Sacro Imperio Romano, que había instituido reformas
locales, le dio a Lutero y luego a los teólogos luteranos una gran influencia
política en el imperio.
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