1 Cierto día, en el mes de Abib, le llevé vino al rey Artajerjes. Como nunca me había visto triste, 2 el rey me preguntó: ¿Qué te pasa? No te ves enfermo. Esa cara triste me dice que debes estar preocupado. Sentí mucho miedo en ese momento, 3 y le dije al rey: ¡Deseo que Su Majestad viva muchos años! La verdad, sí estoy triste, y es que la ciudad donde están las tumbas de mis antepasados está en ruinas. Sus portones han sido destruidos por el fuego.
4 El rey me preguntó: ¿Hay algo que pueda hacer por ti? Yo le pedí ayuda a Dios, 5 y le contesté al rey: Si le parece bien a Su Majestad, y quiere hacerme un favor, permítame ir a Judá, para reconstruir la ciudad donde están las tumbas de mis antepasados.
6 El rey, que estaba acompañado por la reina, me preguntó cuánto tiempo duraría mi viaje y cuándo regresaría. Yo le dije cuánto tardaría, y él me dio permiso para ir. 7 Entonces le pedí que me diera cartas para los gobernadores de la provincia que está al oeste del río Éufrates. Ellos debían permitirme pasar por sus territorios para llegar a Judá. 8 También le pedí una carta para Asaf, que era el guardabosque del rey. Asaf debía entregarme madera para las puertas de la torre, la cual estaba cerca del templo de Dios, y también para los muros de protección de la ciudad y para mi casa. El rey me dio todo lo que le pedí, porque mi buen Dios me estaba ayudando.
9 Luego el rey envió unos oficiales del ejército y soldados de caballería para protegerme en mi viaje. Al llegar a la provincia al oeste del río Éufrates, entregué las cartas del rey a los gobernadores.
10 Cuando Sambalat el de Horón, y Tobías el funcionario amonita se enteraron de todo esto, se disgustaron mucho de que yo hubiera llegado para ayudar a los israelitas.
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22 Era invierno, y Jesús había ido a Jerusalén para participar en la fiesta del Templo. 23 Mientras andaba por los patios del templo, cerca del Portón de Salomón, 24 la gente lo rodeó y le preguntó: ¿Hasta cuándo nos tendrás con esta duda? Dinos ahora mismo si eres el Mesías.
25 Jesús les respondió: Ya les dije quién soy, pero ustedes no me han creído. Yo hago todo con la autoridad y el poder de mi Padre, y eso demuestra quién soy yo. 26 Pero ustedes no me creen, porque no me siguen ni me obedecen. 27 Mis seguidores me conocen, y yo también los conozco a ellos. Son como las ovejas, que reconocen la voz de su pastor, y él las conoce a ellas. Mis seguidores me obedecen, 28 y yo les doy vida eterna; nadie me los quitará. 29 Dios mi Padre me los ha dado; él es más poderoso que todos, y nadie puede quitárselos. 30 Mi Padre y yo somos uno solo.
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