LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL DEL PUEBLO DE DIOS
LA MISIÓN DE NEHEMÍAS
John Bright
La reconstitución de la comunidad judía
fue terminada en la segunda mitad del reinado de Artajerjes I
Longimano (465-424). Coincidió de esta manera, en términos generales, con la
edad de oro de Atenas, cuando en las calles de esta ciudad se paseaban hombres
como Pericles, Sócrates, Sófocles, Esquilo, Fidias y otros muchos. Las derrotas
a manos de los griegos, más los disturbios en Egipto y Siria que señalaron los
primeros años de su reinado, impusieron a Artajerjes la tarea de restablecer su
posición. Tuvo éxito en la empresa.
Con los griegos eligió el camino
de la diplomacia y, por supuesto, el del soborno, facilitado además por la
incapacidad crónica de los griegos para actuar conjuntamente por mucho tiempo.
Pronto comenzó a recuperar sus pérdidas en Asia Menor y después, cuando estalló
la desastrosa guerra del Peloponeso (431), él y su sucesor tuvieron la
agradable tarea de sentarse y observar cómo los griegos se destruían entre sí.
Al final de la guerra la posición persa era más segura que nunca (404).
Por lo que respecta a Abar-nahara
(Palestina y Siria), al rey le interesaba, después de los trastornos de Egipto
y la rebelión de Megabyzus, ocuparse de la estabilidad de esta provincia, y
esto por su intrínseca importancia y porque estaba colocada en medio de las
líneas de comunicación con Egipto, donde la intranquilidad era crónica; las
bases de aprovisionamiento a lo largo de la ruta militar del sur a través de
Palestina se verían en peligro si la intranquilidad se extendía a este país. Y
podemos imaginar que los judíos, cansados del despótico trato a que los
sometían los oficiales de Samaría, más amargo a causa de su propio
desvalimiento y de la incapacidad del rey para comprender su situación (Esd 4.7-23),
no eran por el momento muy afectos a Persia. Era el deseo del rey estabilizar
los asuntos de Palestina, lo cual hizo que se interesara personalmente por las
cuestiones judías, una vez que éstas llamaron su atención.
Providencialmente, había en la
corte de Artajerjes un judío llamado Nehemías que, habiendo llegado a los altos
puestos, tenía acceso, como copero del rey, hasta su persona. Aunque casi
ciertamente era un eunuco, como lo exigía normalmente su posición, Nehemías
poseía energía y capacidad, y, bien que un tanto predispuesto a las querellas,
estaba entregado a la causa de su pueblo. En diciembre de 445 (Neh 1.1-3), una
delegación de Jerusalén, encabezada por su propio hermano Jananí, le informó de
las deplorables condiciones en que estaban y, sin duda, de la desesperanza de
obtener remedio por los conductos oficiales. Nehemías, profundamente dolorido,
resolvió acercarse al rey y pedirle permiso para ir a Jerusalén con autoridad
para reconstruir sus fortificaciones. Era algo difícil de conseguir (Neh 1.11),
ya que involucraba el requisito de que fuese anulado un decreto anterior del
rey (Esd 4.17-22). Pero cuando cuatro meses más tarde (Neh 2.1-8), Nehemías
encontró su ocasión, la petición tuvo éxito. Fue expedido un rescripto
autorizando la construcción de las murallas de la ciudad y decretando que los
materiales necesarios fueron suministrados por los bosques reales. Más aún,
entonces, o posteriormente, Nehemías fue nombrado gobernador de Judá (Neh 5.14;
10.1), que quedó constituida en provincia separada, independiente de Samaria.
[…]
El problema más urgente que el
nuevo gobernador tenía a su llegada era dar seguridad física a la comunidad.
Por tanto, emprendió enseguida la reconstrucción de las murallas de la ciudad,
actuando con rapidez y audacia para que sus planes no fueran desbaratados antes
de empezar. Tres días después de su llegada hizo una inspección nocturna
secreta a las murallas, para aquilatar la extensión de la obra con que tenía
que enfrentarse; sólo entonces notificó sus planes a los dirigentes judíos (Neh
2.11-18). Después, tan pronto como se pudo reunir un grupo de trabajo, comenzó
la obra. La mano de obra fue reclutada, seguramente, por una leva de todo Judá
(Neh 3), y las murallas fueron divididas en secciones, con un grupo particular
como responsable de cada sección. Las obras progresaron rápidamente; a los
cincuenta y dos días (Neh 6.15) ya estaba levantada una especie de muralla. Es,
desde luego, increíble que pudiera ser terminada tan rápidamente, y por obreros
en su mayoría inexpertos, una muralla propiamente dicha. Es casi seguro que
Josefo (Antigüedades judías XI, V, 8)
esté en lo cierto al afirmar que la obra total —reforzamiento, almenas, puertas
y revestimientos— exigió dos años y cuatro meses (hasta diciembre de 437 según
sus fechas).
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EL PROYECTO DE LOS OPOSITORES DE NEHEMÍAS (II)
Esteban Arias Ardila
Estos datos nos llevan a concluir que el
personaje del que estamos hablando, no
solamente era de una importancia capital en Transjordania, sino que habría que
decir que al vivir en Jerusalén y tener importantes contactos con el ala más
consciente del sacerdocio y con un grupo importante de profetas y profetizas,
su oposición a la reconstrucción emprendida por Nehemías llevaba consigo una
propuesta implícita de nacionalismo y recuperación de la autonomía palestina
alejada de la influencia política y explotación económica ejercida por el
imperio de los persas.
Además de todo lo señalado sobre
el principal personaje de la oposición al proyecto persa que encarnaban Esdras
y Nehemías, hay que decir a su favor que no se encontraba sólo en su gesta.
Contaba con un grupo de acompañantes, algunos de los cuales eran también de
amplio reconocimiento e influencia en la región.
El primero de ellos Sambalat.
Este personaje, en el momento de la llegada de Nehemías a Jerusalén (445 a.C.),
era el gobernador de Samaria, conformada en gran parte por algunos
descendientes de los sobrevivientes de la invasión asiria en 722 y también por
descendientes de los colonos asirios que vivían en la región después de esa
invasión. Nehemías lo designa como “joronita” (Neh 2,10; 2,19; 13,28). ¿Hay que
deducir de esto que procede de Bet-Joron localidad situada en las cercanías de
Jerusalén? Según Michaud (1988), esto es posible, pero quizás se trate de un
calificativo burlón. A pesar de su nombre babilonio, según este mismo autor,
Sambalat pasa por ser un yavista de la misma camada de Tobias, su gran amigo.
En favor de esta tesis se aduce
que la forma abreviada de “Yahvé” aparece en la terminación de los nombres de
sus dos hijos, Delaiah y Celemiah, citados en algunos documentos posteriores.
Por otra parte, su hija se casó con el nieto de Eliasib, sumo sacerdote de Jerusalén
(Neh 13.28).
Los tratos del clero con los
miembros sospechosos de Tobiyyah-Sambalat preocupan a Nehemías (Neh 13.29) y
esto reafirma todavía más nuestra tesis de que el movimiento de oposición se
encontraba bien cimentado y amenazaba en convertirse en una propuesta con
amplio apoyo de todos los sectores de la sociedad posexílica.
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ZWINGLIO Y LA REFORMA HUMANISTA, RADICAL Y
POLÍTICA
Émile Léonard
Erasmo, ciertamente, por su parte, tenía el gusto de ver que el
humanismo limitaba a la Reforma luterana. Esto principalmente por los cuidados
de Zwinglio en Suiza y de Enrique VIII en Inglaterra. Muy alejado de Lutero por
su pasado de notable de sacerdote a la moda y de erasmista, Zwinglio estaba más
aún por sus concepciones religiosas y eclesiásticas.
Nació el 1 de enero de 1484 de
una familia notable (de los alrededores de Saint-Gall) y dotado por las
Universidades de Viena y de Basilea de una instrucción sólida y brillante,
colocado en puestos importantes desde su entrada en las Órdenes (en Claris, en
Einsideln, y luego, a partir de 1518, En Zúrich, capellán del Papa, Ulrico
Zwinglio parecía prometido a las prelaturas y a las misiones diplomáticas. Pero
de prelado humanista y reformista: en 1516 le escribió a Erasmo una carta
desbordante de admiración; en Einsiedeln, pretendió combatir la devoción
supersticiosa de que se rodeaba la famosa peregrinación de esta ciudad, y
pretendió llevar a ello a sus superiores y a legado mismo.
Para el espiritual, el humanismo
cristiano era, con su visión de la vida interior, búsqueda de la verdad más que
búsqueda de la salvación con su optimismo, su débil sentimiento del pecado y su
admiración por los antiguos y por su moralismo. Por lo que toca al
eclesiástico, una preocupación de reformar a la Iglesia, de volverla a sus
instituciones y a sus prácticas originales que le hizo volver a tomar las
iniciativas de Carlstadt, cuando el conservadorismo de la jerarquía y el favor
del público lo llevaron a realizar, él solo, la reforma en Zúrich y luego a
extenderla por toda Suiza.
Reforma por vía de autoridad, en
la que usaba de su crédito contra el gobierno cantonal: en 1521, el Pequeño
Consejo les exige a los predicadores que tomen a la Biblia como base única; en
diciembre de 1522, Zwinglio resigna sus funciones de cura de la catedral,
después de haber expuesto las razones de su ruptura en un Primera y Última
Palabra (Apologeticus Architeles); el
23 de enero siguiente, una “disputa” victoriosa bajo la presidencia del
burgomaestre, determinó a las autoridades de Zúrich a instaurar una reforma
radical que fue completada por otras muchas disputas parecidas.
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