domingo, 19 de mayo de 2019

Nehemías anima al pueblo en Jerusalén, L. Cervantes-O.



James Tissot, Nehemías llega a Jerusalén

19 de mayo, 2019

Les conté también cómo mi buen Dios me había ayudado, y lo que el rey me había dicho. Entonces ellos respondieron: ¡Manos a la obra! Y, muy animados, se prepararon para iniciar la reconstrucción.
Nehemías 2.18, TLA

En la segunda parte de Nehemías 2, este personaje se encontraba ya en Jerusalén y comenzó una estrategia en varios frentes para cumplir su misión. Sin dejar lugar a la emoción que lo embargaba por estar ahí, por lo que no se mencionan directamente sus sentimientos al llegar, primero actuó con discreción y sólo después de tres días comenzó a hacer algún contacto (2.11-12). “Posiblemente durante ese tiempo descansó, atendió algunos asuntos oficiales y familiares y se ambientó en la situación interna de la ciudad. Posteriormente organizó el programa de reconstrucción”.[1] A continuación, comenzó a explorar el terreno en salidas nocturnas con algunas personas montado en un burro (12b). El recorrido tenía como propósito conocer el perímetro de la ciudad, por lo que el texto menciona, en orden, los lugares visitados con mayor atención: las entradas del Valle (noroeste) y la del Basurero, además de la fuente del Dragón (sur, 13a). La revisión de los muros de protección de la ciudad que estaban caídos, además de los portones destruidos por el fuego (13b). Luego, la entrada de la Fuente (sur) y el estanque del Rey (fuente de Guijón), donde el recorrido se hizo a pie (14) por causa de algunos obstáculos. Finalmente, revisó los muros desde el Valle y, nuevamente, pasó por la entrada del Valle (15). La estrategia obligaba a que todo se hiciera de noche (15b). Aun cuando la ruta seguida por Nehemías es bastante fácil de trazar, no lo es la extensión de la ciudad, que presenta algunos problemas. Al parecer, se trató de la colina de Ofel, la antigua “ciudad de David”, aunque pudo incluir la colina de Sión, de los tiempos del rey Ezequías.

La frase con que abre el v. 16 es clave: “Los gobernadores no sabían a dónde había ido yo, ni qué había hecho”. “Tampoco los judíos, pues todavía no les había contado nada a los sacerdotes ni a los jefes, ni asistentes ni a los que iban a ayudar en la obra”. Comenta Pagán: “El ocultamiento de la acción era muy importante para evitar, detener, o disminuir la oposición y la hostilidad hacia el proyecto de reconstrucción. Evidentemente Nehemías estaba consciente del intento anterior de reconstruir los muros, intento que había terminado en un fracaso (Esd. 4); además, sabía que Sambalat y Tobías (v. 19) debían tener amigos y aliados influyentes en la ciudad y en el imperio persa”.[2] El grupo de acompañantes debió incluir a algunos judíos exiliados que viajaron desde Babilonia junto a otros residentes que debieron servir como guías.

La presentación del plan a algunos sacerdotes, nobles y oficiales fue fundamental, pues luego de la inspección secreta, era muy importante que los diferentes sectores del pueblo hicieran suyo el proyecto y asumieran la estrategia que motivara y garantizara el trabajo de reconstrucción propuesto. El énfasis de Nehemías recayó en el doble “problema” que tenían delante: las dimensiones de la obra y la oposición hacia la misma. El grupo era diverso y representativo del pueblo: los “oficiales” eran quizá los líderes de la comunidad, los “judíos y sacerdotes” eran el pueblo en general y los líderes religiosos, y también aparecen los “nobles”, tal vez parte de los horim, los “principales”, y finalmente los que harían materialmente la obra.

La exhortación se basó en el orgullo comunitario, a fin de superar las burlas previas y conseguir el propósito anunciado (17b): “El mensaje se fundamenta no solo en la evaluación física de los muros, sino en el análisis de la condición moral del pueblo. La reconstrucción de los muros estaba relacionada con la restauración del pueblo y el fin del oprobio. La condición de la ciudad era un símbolo de la poca estima que tenía la comunidad no judía del pueblo judío. Además, era un indicador del valor que tenía la religión judía ante los pueblos vecinos de Judá y ante los oficiales persas”.[3] La invitación a reconstruir los muros era, al mismo tiempo, una invitación para restaurar al pueblo en todos los sentidos, de manera integral. Nehemías articuló adecuadamente la situación de los muros y la situación crítica del pueblo, por ello los desafió a corregir y poner fin a las burlas de que eran objeto porque los muros de Jerusalén, que debían simbolizar la fortaleza y el poder se hallaban en ruinas. Afortunadamente, la respuesta fue extremadamente positiva y el buen animó cundió entre el pueblo luego de que Nehemías recordó cómo Dios lo había ayudado hasta ese momento y el apoyo del rey persa (18). Levantarse y edificar, poner manos a la obra sin dilación ni temor fue la ruta obligada que debían poner en marcha. Ya no era posible volver atrás.

Pero el texto no puede concluir sin observar la reacción de los enemigos del plan, el gobernador Sambalat Tobías, el antiguo “esclavo amonita” y ahora también Guésem, el árabe, quienes se burlaron y sugirieron que se estaba tramando una conspiración contra el rey Artajerjes I (19): “Estos potentados locales no podían menos de considerar con recelo el reforzamiento de la autonomía de Judea […] La respuesta de Nehemías (2.20) se inscribe en el contexto separatista descrito ya en Esd 4.4, en donde se oponen el ‘pueblo del país’ y el ‘pueblo de los países’. Tras los sarcasmos y las burlas (2.19; 3.33-35) se siente el temor de un verdadero golpe de mano contra Jerusalén (4.1-6)”.[4] Varios niveles se pueden apreciar en el rechazo a la reconstrucción, aunque Nehemías respondió con firmeza y decisión: su fe en Dios se manifestó convincentemente y Él inspiraría el éxito final, no necesariamente el patrocinio persa (20a), y su confianza en el compromiso del pueblo para reconstruir fue clara, además de que su rechazo a la intervención externa fue absoluto.

“Ustedes no tienen autoridad en Jerusalén. Tampoco tienen ningún derecho, pues no son parte de su historia. Nosotros haremos los trabajos de reconstrucción” (20b): estos tres aspectos confluyeron en el rechazo del poder político de los tres personajes, aun cuando el primero, Sambalat, era representante del imperio. La parte más crítica aparece en segundo lugar, en la referencia de Nehemías a que ellos “no eran parte de la historia” del pueblo ni de la ciudad, por su extranjería, obviamente, pero también por su actitud completamente hostil hacia la comunidad judía. Ser parte de la historia, teológicamente hablando, era participar de una fe y de una tradición que estaban muy lejos de reivindicar o de apropiarse. El conflicto racial, cultural y religioso se avivaría una vez más para plantear nuevas dificultades al proceso de reconstrucción que estaba en marcha pese a todo.

La experiencia de Nehemías y el pueblo contemporáneo suyo es un modelo, hasta hoy, de compromiso con las causas y los proyectos que Dios conduciría hasta el final. Siempre que el pueblo de Dios se ve exigido por tareas que parecen rebasar sus fuerzas, es posible confiar en que el Señor ha conducido muchas veces a sus comunidades a realizar lo impensable, a ir más allá de su situación y a mejorarla mediante una reconstrucción profunda de todos los aspectos necesarios: mentalidad, cultura, organización, liturgia, estructuras, costumbres, acciones, misión, etcétera. El llamado permanente sigue allí, a levantarse y actuar, a decir firmemente: “¡Manos a la obra! ¡Pongámonos en marcha! ¡Dios está con nosotros!”.


[1] S. Pagán, op. cit., p. 122.
[2] Ídem.
[3] Ibíd., p. 124. Énfasis agregado.
[4] P. Abadie, op. cit., p. 52.

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