sábado, 6 de junio de 2020

Letra núm. 673, 7 de junio de 2020


ÉTICA DEL CUIDADO Y LA RESPONSABILIDAD ECOLÓGICA: RESURRECCIÓN DE LA NATURALEZA EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Ofelia Miriam Ortega 

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Rev. Dr. Ofelia Ortega Suárez | Santa Fe Radio Cafestamos viviendo momentos difíciles en nuestras naciones con la pandemia producida por el virus COVID-19; sin embargo, en medio de esa la crisis la naturaleza nos sorprende. Al ser eliminados algunos de los obstáculos que sistemáticamente la destruyen surge la esperanza de un renacer de la vida en los mares, en los cielos, en la flora y la fauna. Este renacer debe conducirnos no solamente a la ética del cuidado de nuestros cuerpos, sino también a la ética del cuidado de la Creación, que permitirá que los animales, los árboles, las plantas, los frutos y la tierra también vivan en forma saludable para que puedan seguir compartiendo sus dones en la reconstrucción de nuestro universo.
¡La naturaleza resucita después del invierno, después de los huracanes y después de las crisis como la que hoy experimentamos! ¡La vida milagrosamente aparece de nuevo!

La ética del cuidado
Carol Gilligan nos invita a analizar el concepto del cuidado en su libro In a different voice (En una voz diferente). Para ella, la “ética del cuidado” que han seguido muchas mujeres, consiste en juzgar teniendo en cuenta las circunstancias personales de cada caso. Está basada en la responsabilidad hacia los demás. Ni siquiera se concibe la omisión. No actuar cuando alguien lo necesita se considera una falta. Esta ética entiende el mundo como una red de relaciones.
La ética del cuidado cuestiona la base de las sociedades en las que el intercambio es de valores idénticos: “tanto me das, tanto de doy”. Si se aplica la responsabilidad, el intercambio no es exacto, depende de lo que cada uno necesite. La corresponsabilidad ha de existir entre mujeres y hombres y en todos los ámbitos: la familia, la amistad, el amor, la política y las relaciones sociales que incluye a toda la creación. En la ética del cuidado, la justicia y la responsabilidad han de ser un deber ético para el conjunto de la sociedad. Además, es un antídoto contra la violencia: es difícil destruir lo que uno mismo ha cuidado.

El modelo sujetos-sujetos de Sallie MacFague cuestiona el modelo sujetos-objetos
El modelo sujeto-sujeto está basado en las relaciones humanas; y es necesario que este modelo sea extendido hacia la naturaleza. Y es fácil lograrlo, porque el modelo comienza con el énfasis en la multiplicidad de sujetos, su diversidad y su continuidad, así que este modelo puede abrirse al mundo natural.
Este modelo abre el camino para incluir a los animales, árboles y plantas, montañas y océanos como agentes que tienen múltiples relaciones con muchas diferentes clases de sujetos que a la vez se relacionan entre ellas y ellos. Este modelo conlleva una comprensión integral del bien común, la salud de la naturaleza y mi propia salud, así como la salud de todos los seres humanos ya que estamos interrelacionados.
Cuando extendemos el modelo sujetos-sujetos a la naturaleza, no hacemos otra cosa que reconocer nuestras raíces en la naturaleza y la encarnación de la naturaleza en nosotras y nosotros. Finalmente, la subjetividad del mundo en contraste con su objetividad, crea en nosotras y nosotros una sensibilidad diferente hacia toda la creación. Thomas Moore expresa esa sensibilidad con su noción de la “ecología del alma” una sensibilidad que ve a otras personas, animales, montañas y aún los edificios de las ciudades como presentes, vívidamente, cada uno en su propia particularidad, independencia y subjetividad.
El mundo está vivo, no muerto, es como un organismo, no una máquina. “La ecología del alma” no es solamente un sentido general de la vida y la vitalidad, sino que descubre un sentido particular en cada vida. Un animal “revela su alma” en su apariencia sorprendente, en sus hábitos de vida, y en su estilo. Toda la naturaleza se muestra con una extraordinaria particularidad. Si tú no puedes amar las particularidades de cada existencia, de cada ser, no puedes amar el mundo. El universo es una comunión de sujetos. Todo está ligado con todos y también la injusticia.

Somos Tierra que piensa, siente y ama (Leonardo Boff)
La Tierra no nos produce solo a nosotras y nosotros los seres humanos. Produce la miríada de microorganismos que componen 90% de toda la red de la vida, los insectos que constituyen la biomasa más importante de la biodiversidad. La Tierra produce las aguas, la capa verde con la infinita diversidad de plantas, flores y frutos. Produce la diversidad incontable de seres vivos, animales, pájaros y peces, nuestros compañeros dentro de la unidad sagrada de la vida.
El nuevo paradigma emergente de la Tierra nos proporciona una nueva óptica, una nueva ética orientada hacia la formación y el cuidado de todo lo que existe. Pertenecemos a la Tierra; somos hijas e hijos de la Tierra. La Tierra no está frente a nosotras y nosotros como algo distinto de nosotros mismos. Tenemos la tierra dentro de nosotras y nosotros. Somos la propia Tierra, formamos una misma realidad, compleja, diversa, única. Cada vez entendemos mejor que la ecología se ha convertido en el contexto de todos los problemas: de la educación, del proceso industrial, de la urbanización, del derecho y de la reflexión filosófica y religiosa.
A partir de la ecología, se está elaborando e imponiendo un nuevo estado de conciencia en la humanidad que se caracteriza por más benevolencia, más compasión, más sensibilidad, más ternura, más solidaridad, más cooperación, más responsabilidad entre los seres humanos hacia la Tierra y hacia la necesidad de su conservación.
Recordemos las palabras de la teóloga Dorothee Sölle: “Nosotros vivimos brevemente en una tierra prestada”. Necesitamos una mayor conciencia ambiental para que todas y todos cuidemos más desde las lagartijas hasta los gorriones.
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GENEROSIDAD EN TIEMPOS DIFÍCILES
Javier García

E
stá claro que, después de la pandemia, la sociedad que conocemos va a ser significativamente diferente a lo que era. El drama que conlleva la pérdida de miles de vidas, el miedo a que vuelva a repetirse esta u otra pandemia, la pérdida de millones de puestos de trabajo y una fuerte recesión económica, dibujan un escenario desconcertante. La “glocalización” exhibe su cara opuesta a la “globalización”, el futuro se ha de replantear, las fronteras se van a fortalecer, la economía va a priorizar de forma local lo que es producción esencial, el mundo digital va exhibir su músculo, la sociedad cambiará muchas reglas de conducta; sin duda estamos ante una nueva ola social.
Pero el verdadero cambio de futuro no está en las estructuras que sin duda han de avanzar y ajustarse a la realidad de un mundo cambiante. Nada verdaderamente cambiará si no cambia la esencia del corazón humano, los valores que sustentan nuestra vida, conducta y acciones. Como nos dicen los evangelios “porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”, “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno”.
El futuro y nuestra sociedad tienen esperanza si no dejamos marchitar la semilla de la generosidad, si estamos dispuestos a que nuestro corazón cambie. Como alguien dijera, “todo el mundo quiere cambiar el mundo, pero pocos están dispuestos a cambiar ellos mismos”.
La vida y el ejemplo de Jesús nos reta a ejercitar el corazón. Jesús nos reta a que la generosidad se transforme en amor verdadero. Cuando un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: “Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquel, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás”.

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