domingo, 9 de agosto de 2020

Letra núm. 681, 2 de agosto de 2020

EL DIOS DE JOB (VI): LA VOZ DEL NARRADOR (JOB 1-2; 42.7-17)

David J.A. Clines

William Blake - Pintura al temple que muestra el Libro de Job ...


P

ero, ¿es así? La última palabra en el libro de Job no la tiene Yahvé, sino el narrador de la historia, que no carece en absoluto de refinamiento teológico. Según él, en el cap. 1, Job temía a Dios y evitaba el mal (1.1) y era el más grande de todos los orientales (1.4), afirmaciones con las que parecía estar hablándonos de causa y efecto, del funcionamiento habitual del principio de retribución. Ahora bien, en el cap. 42, a renglón seguido de la renuncia divina a la responsabilidad de la retribución, el narrador nos asegura que Job, la única persona que ha hablado correctamente de Yahvé (42.7-8), recibe el doble de riquezas y de familia de lo que tenía al comienzo: su piedad superlativa, ciertamente expresada de manera algo excéntrica, ha conducido a su superlativa prosperidad final. ¿Puede ser que lo que el libro ha intentado demoler por todos los medios, la doctrina de la retribución, se afirme de manera triunfante en su última página?

Así pues, ¿por qué es restablecido Job? Dentro de la lógica, o la teología, del libro tal como se ha desarrollado hasta ahora, no hay ninguna razón. Yahvé no necesita una razón, y Job no tiene derecho a esperar nada de él. Y sin embargo... Job es un hombre piadoso, y Job es al final, lo mismo que al principio, un hombre rico y afortunado también en todos los demás sentidos. ¿Se ha negado la doctrina de la retribución, pero queda todavía un rescoldo? 

La voz del autor (Job 1-42)

Seis personajes en busca de una teología; así podríamos designar el libro de Job. A la mezcla de sus voces debemos añadir otra: la voz del autor. ¿Cuál, entre todas las voces rivales del libro, está más en sintonía con la suya propia?

Puede ser que el autor no tenga un punto de vista que quiera proponer, que sea más poeta que teólogo. Lo que tal vez le interese quizá sea el juego de opiniones, la variedad de posturas plausibles, la imposibilidad de una declaración definitiva. Tal vez las oportunidades líricas de este tema sean más importantes para él que llegar a una conclusión teológica satisfactoria.

Y sin embargo resulta tentador imaginar que siente preferencia por una de las posturas que tan persuasivamente ha expuesto. En principio, parece imposible creer que sus simpatías no estén con su héroe Job; la pasión y el drama del libro estriban en buena medida en los sentimientos y las palabras de este personaje. Pero, dejando a un lado el hecho de que el autor nos ha mostrado que Job se está engañando tremendamente en lo que piensa acerca de Dios a lo largo de todos sus discursos, ¿podemos creer que el “punto de vista” del libro resultará ser el de este hombre herido cuando otro de los personajes del libro es nada menos que la deidad? ¿Cómo podría ser el punto de vista del libro otro que el de Yahvé mismo?

Y sin embargo, también en este caso hay algo que nos hace dudar. Es el epílogo. No es que el epílogo socave los discursos divinos, o afirme el principio de retribución por la puerta de atrás, por decirlo así. Es el hecho de que el personaje Yahvé no tiene la última palabra, sino que ha de cedérsela al narrador. Y lo que el narrador hace en el capítulo conclusivo es desplazar el centro de atención haciéndolo pasar, de los grandiosos designios del cielo, al insignificante plano doméstico.

Los discursos divinos han ofrecido una visión embriagadora del universo y los principios que lo gobiernan o no lo gobiernan. La narración final reduce asombrosamente el enfoque, pasando de la visión universal de los caps. 38-41 al primer plano de un padre que adora a sus hijas y les da parte en la herencia, de un patriarca afable que ofrece banquetes a todas las visitas de su extensa familia y conocidos, de un amo dedicado a la cría de animales que incrementa año tras año sus enormes rebaños y sin duda les da un uso provechoso. ¿Ha dejado de gloriarse en la plaza de la ciudad (29.7-10)?, nos preguntamos, ¿han mejorado sus relaciones con los rangos inferiores (30.1-2, 9-10)? Con 22 000 animales y cuatro generaciones de su propia descendencia de los cuales preocuparse, ¿qué tiempo puede quedarle para cuestiones de teología cósmica?

Dicho brevemente: ¿qué es importante? Ésta es una pregunta que va más allá de las que se han planteado ya en el libro. ¿Cómo medir el valor de una solución del rompecabezas intelectual del universo comparándolo con el deleite de inventar nombres hermosos para hermosas hijas? Cada uno de los personajes del libro es creación del autor (incluido el personaje Yahvé, por supuesto), pero quizá el narrador esté más cerca del autor que ninguno de ellos. Sin negar ni por un momento las grandes cuestiones debatidas a lo largo de los diálogos, ¿no podría el autor haber tenido otra visión de lo humano, una visión que no dependiera de cuestiones de justicia, sino que pusiera en primer plano los asuntos rutinarios, domésticos y sociales de la vida?

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SOBRE LA DECISIÓN DE LA SUPREMA CORTE ACERCA DE LA LEY DEL ABORTO EN VERACRUZ

José Alcántara, 30 de julio de 2020

 José Alcántara

Según se lee en diferentes medios, lo que la Suprema Corte discutirá es el proyecto del magistrado González Alcántara que dice: “Para esta Primera Sala, la prohibición total de la interrupción del embarazo —vía tipificación penal— es una barrera que genera discriminación en contra de las mujeres en relación con el acceso al derecho a la salud”. Contra esto, los movimientos Provida declaran tendenciosamente que se trata de la aprobación al “derecho al aborto”, lo cual evidentemente no es verdad, es decir, es una flagrante mentira.

Si bien entiendo, las palabras clave en la declaración son “prohibición total… vía tipificación penal”, es decir, criminalización y por ende, penalización grave en cualquier caso, lo cual claramente discrimina específicamente contra las mujeres y su derecho a la salud (pues el embarazo, es evidente, primero un asunto de salud).

La despenalización no elimina el problema del aborto, sino que lo deja en el terreno moral, religioso y social, donde sensatamente pueden operar mecanismo de prevención y, en su caso, de apoyo desde todos los terrenos (moral, religioso y social) a la difícil decisión que una mujer y su médico tienen que tomar, pero ya sin la presión penal que ciertamente sería injusta por ser discriminatoria y selectiva al género femenino.

Evidentemente [los grupos] “Provida” no tienen interés en proteger a las mujeres de la violencia patriarcal, sino imponer una visión ideológica (con tintes religiosos o morales), que en el fondo es una estrategia patriarcal de control social sobre la mujer. Ciertamente creo que la decisión por el aborto no es ni puede ser trivial, e implica una crisis moral, religiosa y aún social, que merece nuestra compasión y solidaridad desde cualquier terreno, pero a la vez un profundo sentido de justicia que la penalización sólo lo haría más difícil discernir.

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