lunes, 31 de agosto de 2020

Letra núm. 685, 30 de agosto de 2020

 MARÍA ZAMBRANO Y EL LIBRO DE JOB

Angelina Muñiz-Huberman

El exilio no excluye, agrega': Angelina Muñiz-Huberman

E

xamina María Zambrano la forma literaria elegida para narrar esta historia y a ella se le asemeja una forma dramática. Tal vez, tenga en mente un auto sacramental a la manera de Calderón de la Barca. Tal vez, le atraiga el poder convocante del teatro: "vean, oigan, escuchen, he aquí una historia maravillosa". Pero, seguramente, no dejó de pensar que podría ser una “novela metafísica”, como la juzga André Chouraqui, o un poema esotérico o un enigmático canto para iniciados y, desde luego y ante todo, un libro de sabiduría. Como sabiduría, en el camino radiante que va y viene entre lo filosófico y lo ético, en el centro del problema ontológico del bien y del mal. […]

¿Cuál es el sentido de la vida de Job?

Job el paciente o el justo es el objeto de una apuesta entre Dios y el Diablo: ¿cuánto podrá aguantar Job sin maldecir a su creador? Y Job padece y aguanta, hasta que se decide a preguntarle a Dios por su grandeza. Y es ahora Dios, a la defensiva, quien le da una lección de los términos originales, del paso del caos al orden, de las tinieblas a la luz, de los elementos, de la escala del ser.

Job ha repetido en su vida el tránsito del paraíso: su edad de bonanza ha sido interrumpida por el ansia de conocimiento, por la duda que implanta la raíz diabólica del mal. Pero él ha sido ajeno: no ha desobedecido ni se ha sentido tentado, como lo fuera Adán. La decisión le ha sido impuesta: Satán le dice a Dios que si Job es un hombre justo se debe a que no ha conocido el sufrimiento ni la desdicha. Dios le contesta que, aun en situación adversa, Job mantendrá su pacto de fidelidad con la divinidad. Así, un reto, un juego, una apuesta ponen en entredicho la felicidad del ser humano.

Pero lo que se pone en juego también es la grandeza de Dios: si ese hombre condenado injustamente ·no corta su relación humano-divina, su triunfo será infinitamente el triunfo de Dios. El patrón está trazado: aun la rebeldía de Job no hará sino probar el orden perfecto de las dignidades divinas: bondad, sabiduría, poder, gloria, justicia, voluntad.

Para María Zambrano el drama de Job es un drama de la voluntad. O mejor aún de las voluntades divina y humana. "El arcano que a Job se le presenta insondable es lo que en la teología y aun fuera de ella, dentro del pensamiento occidental, se nombra voluntad". Pero voluntad divina también, si puede llamársele así, a ese insistir y a ese arriesgar el máximo sobre la persona de Job, siempre y cuando se respete su vida. ¿Y si Job hubiera flaqueado?

De la tensión de voluntades surge la grandeza tanto divina como humana. Job es el espejo de la voluntad de Dios y no puede flaquear, porque seda la imagen de Dios la que se desvanecería.

Tal vez, la oculta fortaleza de Job era la chispa divina que mantenía el fuego de su persistencia. Lo que Satán no tomó en cuenta es que las pérdidas de Job no apagaron, sino que inflamaron esa oculta chispa divina. Hecho que Dios, en cambio, conocía en su omnisciencia.

Pareciera que se tratase de un constante fluctuar entre luz y oscuridad, conocimiento e ignorancia, pero que la paradoja se basara en ese saber y no saber, incluidas las presencias y las intuiciones del lector y del autor del Libro de Job. La técnica narrativa es de una sutileza contemporánea. O, mejor dicho, como si el libro pudiera saltarse las ataduras de tiempo y espacio. Y eso es lo que atrae a María Zambrano: un caso que se pierde en las épocas míticas, pero perfectamente aplicable en la nuestra. ¿Comprensible también? Sí, comprensible también.

María Zambrano equipara ese deseo de ver y oír a la divinidad con la ceguera y el silencio que sufre el hombre moderno. De ahí que dos extremos pudieran tocarse.

El juego o "sueño de voces" abarca no sólo la de Job y Dios, la de Job y sus amigos, la de Job y su mujer, sino las suyas propias: las "voces de su razonamiento discursivo". Job se convierte en su propio dialogante, en su escucha, en su ser otro: se ve y se ve otro: sujeto y objeto al mismo tiempo: inmanencia y trascendencia fusionadas.

Es, pues, el Libro de Job un libro de sabiduda y de revelación. Para Mada Zambrano, de triple revelación: "La del Dios omnipotente y hacedor, Señor del hombre, y la revelación del hombre. Mas queda la tercera en que se conjugan las dos: la revelación del Señor de la palabra presentándose tan cabalmente como autor, que a los oídos de los hombres a quienes una semejante directa revelación les es indispensable que les llegue, les suene en los confines de una justificación”.

Aquí es donde se comprende la cercanía, la mezcla, quizá la dificultad de separar el entretejido de hombre y divinidad. La unión de las voluntades, del deseo de ejercer la más alta comprensión. Job no quiebra su fortaleza: en la soledad, desarrolla la memoria, invoca la nada: no haber nacido. No invoca la muerte, como dice María Zambrano, sino el des-nacimiento: "¿Por qué no morí yo desde la matriz, o fui traspasado en saliendo del vientre?" (Job 3.11). En realidad, lo que pide Job es el vacío, el abismo de su ser, no ocupar el lugar del hombre. Y éste es Job el justo. Pero cuando se vuelva Job el sabio evolucionará y habrá de necesitar el diálogo con Dios.

Luego de este diálogo y de la revelación de la palabra vendrá, por fin, la comprensión última de las cosas. El lugar preciso de cada objeto y de cada sujeto. La naturaleza será recreada de nuevo por medio de la palabra de Dios para beneficio de Job. El lenguaje críptico es el propio de la divinidad y éste es el libro, dentro de los incluidos en el corpus bíblico, donde aparecen animales misteriosos cargados de simbolismo. Animales que intrigan a María Zambrano, uno de los cuales, el extraño pájaro (avestruz), de difícil traducción, dará pie a su teoría del misticismo jobiano. Pero también aparecen el unicornio (toro salvaje), el behemot (hipopótamo), el leviatán (cocodrilo), como fuerzas apocalípticas.

Mas nuestra autora, en su visión de claridades, aspira en este ensayo a darle alas a Job, a permitirle un vuelo liberador y por eso lo titula "El Libro de Job y el pájaro". El extraño pájaro, junto a los otros animales emblemáticos, manifiesta la grandeza de Dios, en los capítulos finales del texto bíblico. De ellos, el escogido es el avestruz, cuya cita textual es:

 ¿Diste tú hermosas alas al pavo real, o alas y plumas al avestruz? El cual desampara en la tierra sus huevos, y sobre el polvo los calienta. Y olvidase de que los pisará el pie, y que los quebrará bestia del campo.

 Esta imagen de la semilla abandonada y de la pérdida que puede sufrir, obsesiona a María Zambrano. Revierte los términos del padre engendrador, al dios todopoderoso, que se permite abandonar su criatura a todos los males y peligros del mundo. El símil con Job es inmediato: también él ha sido abandonado en el instante de la creación. La pregunta latente que nadie se atreve a hacer, incluyendo a María Zambrano, es la de: ¿cuál es el sentido de la creación? Éste es el arcano que inunda a Job.

Ésta es la medida de la humildad, de la pequeñez que se aferra al polvo del que se nace y al polvo al que se reintegrará. La creación toda y los animales corno emblemas divinos vuelven a ser enumerados para que Job no olvide su lugar preciso. Para que recuerde el orden que le corresponde y la fragilidad de la que pende su vida. Dios se exalta a sí, recalcando las fuerzas en las que se manifiesta y su carácter poético se expresa en los misteriosos animales que rodearán al hombre. Poco le queda a Job por hacer o por comprender.

El hombre y lo divino, maria zambrano. ed. siru - Vendido en Venta Directa  - 48504221

Homenaje a María Zambrano: estudios y correspondencia. México, El Colegio de México, 1998.

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