LA PANDEMIA COMO EXILIO
Xavier Casanovas
J |
usto hace un año
publiqué una reflexión sobre la Covid como oportunidad para vivir la Cuaresma.
Tenía la impresión de que una parada obligada nos permitiría abrir los ojos a
una realidad que pedía de nosotros calma, silencio y repensar muchas cosas. Lo
que nadie esperaba era que esta Cuaresma pandémica durara un año y generara tal
sufrimiento y nos alejara tanto de nuestra vida anterior que creo que
formalmente podemos hablar de estar viviendo un auténtico exilio.
En
el exilio somos llevados donde no querríamos ir, escapando de alguna amenaza,
siempre con la esperanza de poder volver a retomar los proyectos que llevábamos
a cabo, o retomar el camino que un día decidimos recorrer. Pero un
acontecimiento inesperado nos obliga a buscarnos la vida de otra manera, lejos
de lo que nos gustaría y quisiéramos hacer, lejos de las personas queridas. Este
tiempo está siendo precisamente eso, una expulsión del mundo que representaban
nuestras opciones y rutinas, lanzados a la dureza de un camino del que no vemos
el final y que nos obliga a unas distancias de los que hasta ahora teníamos más
cerca que quisiéramos que terminaran rápido.
Todo
exilio alimenta continuamente el deseo del pasado y la nostalgia de lo perdido,
y mira el futuro con esperanza en tanto en cuanto es promesa de retorno. Es
normal pues que queramos volver al escenario de antes, que anhelemos
continuamente la pantalla pasada. Es totalmente lógico. El exiliado quiere
recuperar la casa, su vida anterior y recorre mentalmente las huellas del
camino deseando un día poder volver a empezar.
Pero
las historias de exilio nos recuerdan que, incluso para aquellos que consiguen
volver, el camino no ha sido gratuito, nos ha transformado totalmente y, por
tanto, aunque la casa, el trabajo y el escenario sean los mismos, uno vive ya
con la marca de una herida que no sabemos cómo cerrará. Una cicatriz que cada
mañana, frente al espejo, no nos permite olvidar el trayecto vivido.
El
exilio es de una trascendencia clave en el Antiguo Testamento y marca el inicio
de una historia de sentido y salvación para el pueblo de Israel. El exilio es
el tiempo y el espacio donde se forja la alianza. Es el momento de revisión de
las promesas, de una vida en suspensión proyectada hacia un nuevo horizonte. Estamos
viviendo todas las características de un exilio estático donde todo se mueve al
mismo tiempo que no salimos de casa. Vivimos soñando la tierra prometida de la
vida que la pandemia nos ha robado.
Creo, sinceramente, que esta Cuaresma eterna se ha
convertido en un exilio forzado. Somos, pues, el pueblo que vaga en el desierto
y que demanda una nueva alianza que le permita volver a empezar. No olvidemos,
pues, cuando acabe este exilio, a todos aquellos que han quedado en el camino,
ni lo que en la soledad e intemperie más absoluta hemos descubierto. Y
examinemos esta herida que el exilio nos ha dejado: de todo lo que hemos
perdido, ¿qué cosa querríamos que realmente volviese a formar parte de nuestra
rutina? De lo que ha marchado en este tiempo de exilio, ¿qué no querríamos que
volviera nunca? Son dos preguntas sencillas que pensadores como Bruno Latour nos
plantean con lucidez y que podrían poner las bases de esta nueva alianza
forjada en el exilio pandémico.
Cristianismo y Justicia, 12 de marzo de 2021
COMO VIENDO AL INVISIBLE
Isabel Pavón
Por fe, Moisés dejó la tierra de Egipto, sin miedo al enojo del rey; y se mantuvo firme en su propósito, como si viera al Dios invisible. (Hebreos 11.27)
E |
n ocasiones nos surgen
problemas que podemos comparar con este versículo, ¿escapar o perseverar en una
situación? El miedo surge en cualquier momento. Los problemas aparecen, las
dudas crecen. La permanencia se vuelve relativa, ser fiel a la esclavitud, un
atraso. Vemos ante nosotros una opción diferente, un nuevo recorrido por el que
podemos proseguir. Sabemos que tenemos que abandonar la vida que hasta ahora
llevamos. El camino cuesta, se hace largo. Lo pasamos mal porque sabemos que
con tal determinación nos vendrán problemas de todo tipo, pero no podemos
soportar más.
Con
frecuencia nos sentimos observados en la lucha, señalados. Nadie nos apoya ni
no alienta. Es más, parece que disfrutan al ver nuestro pertrechado estado. Nos
hallamos solos. No nos entienden. Pensamos que no valemos para salir airosos de
este proyecto que se nos presenta como liberador y dudamos si emprenderlo. En
primera instancia nos convencemos de que no tendremos fuerzas suficientes. Nos
cansamos antes de comenzar. Decae el ánimo.
Todos
estos sentimientos y vacilaciones son legítimos, forman parte de nuestro ser.
Sin embargo, lo importante es saber, convencerse de que Dios nos da la fuerza
si nos mantenemos con la mirada puesta, no en nuestro alrededor sino en él,
sólo en él.
El
Señor guió a Moisés para salvar al pueblo de la esclavitud. La situación se
había hecho insostenible. Era necesario marchar. De igual modo, a todos los que
se encuentran viviendo atados a una circunstancia que no soportan, los guiará
hasta salir del vano entorno, o entorno tóxico en el que viven, para comenzar
el principio de un nuevo ciclo. A veces en silencio activo, a veces con
manifestaciones visibles.
Sea
llano o pedregoso, el buen Dios no abandona a sus criaturas. Está atento a las
injusticias y le duelen. Igual que Moisés, es necesario estar atentos, como
viendo al invisible, esperando en él, confiados en su ayuda y compasión. No hay
amor más grande que el suyo.
Y
cuando la resolución esté tomada en firme, el causante del mal que en el
versículo es mencionado como rey de Egipto, pero en nosotros tiene el nombre
que cada cual conoce, quedará atrás desarmado, viendo cómo prosperan aquellos
que han escapado de la mano que lo ataba.
Protestante Digital, 9 de abril de 2021
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ORACIONES
José Pulido (Venezuela, 1945)
G |
racias Señor
por este nuevo día
que
le das a todos los seres humanos,
a
todos los seres creados por ti
en
este planeta y en todos los planetas
de
todos los universos.
Y
gracias por el amor
que
nos has enseñado.
Gracias
Señor,
suspiro
del cosmos,
por
la transida noche
aunque
traiga desmanes y artilugios.
Gracias
por borrar el cerro hasta el amanecer
para
que tengamos añoranzas
y
por llenarnos de sabores que cantan
la
breve estancia del cuerpo en su niñez.
Gracias
Señor por dejarnos la intensidad del recuerdo
al
arrancarnos cada paraíso.
Gracias
por enseñarle amor
a
seres desesperados tan distintos
que
te dibujan con sus sombras de feroz melancolía
buscando
la reconciliación
como
si no sintieran este miedo.
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