viernes, 9 de abril de 2021

Letra núm. 712, 11 de abril de 2021

LA PANDEMIA COMO EXILIO

Xavier Casanovas

 

J

usto hace un año publiqué una reflexión sobre la Covid como oportunidad para vivir la Cuaresma. Tenía la impresión de que una parada obligada nos permitiría abrir los ojos a una realidad que pedía de nosotros calma, silencio y repensar muchas cosas. Lo que nadie esperaba era que esta Cuaresma pandémica durara un año y generara tal sufrimiento y nos alejara tanto de nuestra vida anterior que creo que formalmente podemos hablar de estar viviendo un auténtico exilio.

En el exilio somos llevados donde no querríamos ir, escapando de alguna amenaza, siempre con la esperanza de poder volver a retomar los proyectos que llevábamos a cabo, o retomar el camino que un día decidimos recorrer. Pero un acontecimiento inesperado nos obliga a buscarnos la vida de otra manera, lejos de lo que nos gustaría y quisiéramos hacer, lejos de las personas queridas. Este tiempo está siendo precisamente eso, una expulsión del mundo que representaban nuestras opciones y rutinas, lanzados a la dureza de un camino del que no vemos el final y que nos obliga a unas distancias de los que hasta ahora teníamos más cerca que quisiéramos que terminaran rápido.

Todo exilio alimenta continuamente el deseo del pasado y la nostalgia de lo perdido, y mira el futuro con esperanza en tanto en cuanto es promesa de retorno. Es normal pues que queramos volver al escenario de antes, que anhelemos continuamente la pantalla pasada. Es totalmente lógico. El exiliado quiere recuperar la casa, su vida anterior y recorre mentalmente las huellas del camino deseando un día poder volver a empezar.

Pero las historias de exilio nos recuerdan que, incluso para aquellos que consiguen volver, el camino no ha sido gratuito, nos ha transformado totalmente y, por tanto, aunque la casa, el trabajo y el escenario sean los mismos, uno vive ya con la marca de una herida que no sabemos cómo cerrará. Una cicatriz que cada mañana, frente al espejo, no nos permite olvidar el trayecto vivido.

El exilio es de una trascendencia clave en el Antiguo Testamento y marca el inicio de una historia de sentido y salvación para el pueblo de Israel. El exilio es el tiempo y el espacio donde se forja la alianza. Es el momento de revisión de las promesas, de una vida en suspensión proyectada hacia un nuevo horizonte. Estamos viviendo todas las características de un exilio estático donde todo se mueve al mismo tiempo que no salimos de casa. Vivimos soñando la tierra prometida de la vida que la pandemia nos ha robado.

Creo, sinceramente, que esta Cuaresma eterna se ha convertido en un exilio forzado. Somos, pues, el pueblo que vaga en el desierto y que demanda una nueva alianza que le permita volver a empezar. No olvidemos, pues, cuando acabe este exilio, a todos aquellos que han quedado en el camino, ni lo que en la soledad e intemperie más absoluta hemos descubierto. Y examinemos esta herida que el exilio nos ha dejado: de todo lo que hemos perdido, ¿qué cosa querríamos que realmente volviese a formar parte de nuestra rutina? De lo que ha marchado en este tiempo de exilio, ¿qué no querríamos que volviera nunca? Son dos preguntas sencillas que pensadores como Bruno Latour nos plantean con lucidez y que podrían poner las bases de esta nueva alianza forjada en el exilio pandémico.

Cristianismo y Justicia, 12 de marzo de 2021


COMO VIENDO AL INVISIBLE

Isabel Pavón

Por fe, Moisés dejó la tierra de Egipto, sin miedo al enojo del rey; y se mantuvo firme en su propósito, como si viera al Dios invisible. (Hebreos 11.27) 

E

n ocasiones nos surgen problemas que podemos comparar con este versículo, ¿escapar o perseverar en una situación? El miedo surge en cualquier momento. Los problemas aparecen, las dudas crecen. La permanencia se vuelve relativa, ser fiel a la esclavitud, un atraso. Vemos ante nosotros una opción diferente, un nuevo recorrido por el que podemos proseguir. Sabemos que tenemos que abandonar la vida que hasta ahora llevamos. El camino cuesta, se hace largo. Lo pasamos mal porque sabemos que con tal determinación nos vendrán problemas de todo tipo, pero no podemos soportar más.

Con frecuencia nos sentimos observados en la lucha, señalados. Nadie nos apoya ni no alienta. Es más, parece que disfrutan al ver nuestro pertrechado estado. Nos hallamos solos. No nos entienden. Pensamos que no valemos para salir airosos de este proyecto que se nos presenta como liberador y dudamos si emprenderlo. En primera instancia nos convencemos de que no tendremos fuerzas suficientes. Nos cansamos antes de comenzar. Decae el ánimo.

Todos estos sentimientos y vacilaciones son legítimos, forman parte de nuestro ser. Sin embargo, lo importante es saber, convencerse de que Dios nos da la fuerza si nos mantenemos con la mirada puesta, no en nuestro alrededor sino en él, sólo en él.

El Señor guió a Moisés para salvar al pueblo de la esclavitud. La situación se había hecho insostenible. Era necesario marchar. De igual modo, a todos los que se encuentran viviendo atados a una circunstancia que no soportan, los guiará hasta salir del vano entorno, o entorno tóxico en el que viven, para comenzar el principio de un nuevo ciclo. A veces en silencio activo, a veces con manifestaciones visibles.

Sea llano o pedregoso, el buen Dios no abandona a sus criaturas. Está atento a las injusticias y le duelen. Igual que Moisés, es necesario estar atentos, como viendo al invisible, esperando en él, confiados en su ayuda y compasión. No hay amor más grande que el suyo.

Y cuando la resolución esté tomada en firme, el causante del mal que en el versículo es mencionado como rey de Egipto, pero en nosotros tiene el nombre que cada cual conoce, quedará atrás desarmado, viendo cómo prosperan aquellos que han escapado de la mano que lo ataba.

Protestante Digital, 9 de abril de 2021

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ORACIONES

José Pulido (Venezuela, 1945)

G

racias Señor

por este nuevo día

que le das a todos los seres humanos,

a todos los seres creados por ti

en este planeta y en todos los planetas

de todos los universos.

 

Y gracias por el amor

que nos has enseñado.

 

Gracias Señor,

suspiro del cosmos,

por la transida noche

aunque traiga desmanes y artilugios.

Gracias por borrar el cerro hasta el amanecer

para que tengamos añoranzas

y por llenarnos de sabores que cantan

la breve estancia del cuerpo en su niñez.

 

Gracias Señor por dejarnos la intensidad del recuerdo

al arrancarnos cada paraíso.

 

Gracias por enseñarle amor

a seres desesperados tan distintos

que te dibujan con sus sombras de feroz melancolía

buscando la reconciliación

como si no sintieran este miedo.

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