lunes, 24 de septiembre de 2007

El salmo 78: memoria histórica y alabanza, Jorge Pixley

“Presentarse ante un Dios que hace proezas. Los salmos hacen una relectura de la historia”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 45, www.clailatino.org

Existe un salmo con mucho contenido histórico que no corresponde con ninguno de los géneros usuales sino que es más bien un sermón didáctico con propósitos políticos partidistas. Me refiero al Salmo 78.
El tono didáctico se presenta desde la primera línea, “Escucha, pueblo mío, mi ley (torah), extiende tus oídos a los dichos de mi boca” (v. 1). Esto es palabra de Dios pero pronto asume la palabra un maestro: “Lo que hemos oído y lo que sabemos, lo que nuestros padres nos contaron, no se lo callaremos a nuestros hijos, a las generaciones venideras se lo contaremos” (vv. 3-4). Sigue una larga sección didáctica de historia (vv. 5-58) que abre con la dádiva de la ley en vv. 5-6 y prosigue con la enorme lista de las rebeldías de los padres. Uno podría pensar que se está preparando para confesar pecados y pedir perdón. Pero no. El asunto es otro.
Todas estas rebeliones hicieron que “Dios se enfureciera y rechazara a Israel y abandonara el santuario de Silo” (v. 59). Israel y Silo aquí tienen intenciones partidarias pues se refieren al reinado de Israel —y no a Judá. La intención partidaria es evidente cuando dice, “Rechazó la tienda de José y no escogió la tribu de Efraín, mas eligió la tribu de Judá, el monte Sión que amó” (vv. 67-68). Y más: “Eligió a David su siervo” (v. 70). En una nación sin periódicos es natural suponer que las reuniones se aprovecharan por la elite para promover sus intereses, incluso sus intereses partidistas. Aquí tenemos una instrucción política de los funcionarios de la corte davídica que busca descalificar a través del recuento de la historia las pretensiones y atractivos que pudiera ofrecer el reino de Israel con su capital en Samaria. No debe sorprender que este tipo de homilías se dieran, y quizás más sorprendente es que no haya más de ellos en el salterio bíblico que tuvo su origen en Jerusalén.

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