EVANGELINA CORONA: LAS COSTURERAS, ATRAPADAS ENTRE CORRUPCIÓN Y NECESIDAD
Patricia Muñoz Ríos, La Jornada, 19 de septiembre de 2005
Más de 600 costureras murieron bajo los escombros de los talleres de San Antonio Abad
Dos décadas después del terremoto de 1985, que desnudó la situación laboral de las costureras del Distrito Federal, y después de un gran movimiento de lucha que quedó trunco y no alcanzó a "remendar los derechos laborales tijereteados" en los talleres de San Antonio Abad, las condiciones de trabajo de estas mujeres son iguales a las de hace 20 años, y "hasta peores". El sindicalismo en México tampoco avanzó y el país parece estar en permanente "reconstrucción", afirma Evangelina Corona, dirigente del movimiento surgido de las casi 800 fábricas y talleres derrumbadas, que fueron la tumba de más de 600 costureras atrapadas bajo los escombros mientras los patrones llevaban cuadrillas para recuperar cajas fuertes, maquinaria y pacas de ropa de sus empresas, no para rescatarlas.
Eva —como la llamaban las obreras— dice que nunca escuchó el término "explotación", sino hasta que empezaron a organizarse después del terremoto. Antes sólo sabía que ella confeccionaba 200 blusas diarias, en promedio, mil a la semana, y que su sueldo era insuficiente para comprar una prenda de ésas. Cierra los ojos y recuerda que sus patrones, árabes, libaneses y judíos, en su mayoría, dueños de empresas como Dimension Weld, Topeka, Maxel, Anabell, Vanir, Amal y otras, se negaron a responder a las afectadas por los sismos y dieron "por muertas" antes de tiempo a trabajadoras atrapadas bajo los escombros. Entonces decidieron permanecer fuera de los talleres para impedir que sacaran la maquinaria y que ellas se quedaran sin nada después de tantos años de trabajo barato.
Rememora que en aquellos talleres nadie conocía ni exigía sus derechos laborales, y que el salario sólo era una referencia, porque en realidad les pagaban a destajo, "pero nunca completo, siempre quedaban a deber". Entonces, agrega, era impensable formar un sindicato; los empleos siempre eran "a prueba" y a las muchachas les pagaban hasta que aprendían a coser. Había acoso sexual y nadie aspiraba a tener prestaciones, ni las más elementales, como el permiso por maternidad, porque casi ninguna estaba asegurada.
Veinte años después, tras un movimiento sindical inconcluso, “porque muchas organizaciones, sobre todo de mujeres, metieron las manos, lo manipularon y lo hicieron jirones”, la situación de las costureras es igual a la de aquella mañana del 19 de septiembre, pero ahora se añade el hecho de que el sector textil y del vestido en México prácticamente está pulverizado, la mayoría de las empresas maquilan para firmas extranjeras o son intermediarios; otros talleres operan en forma clandestina para no pagar impuestos ni salarios, y reina la submaquila.
Además muchas empresas se fueron a la economía subterránea, destaca, creció el número de "talleres familiares" y hoy no se explota sólo a las costureras, también a los hijos, al marido, a los padres y a los que viven en la casa, porque todos participan "aunque sea cortando hebritas, pegando botones, por la misma paga, que es siempre a destajo y sin prestaciones".
Incluso quienes las contratan les venden las máquinas de coser y ellas las van pagando poco a poco. Además, con el argumento de que son de su propiedad, las propias costureras costean las reparaciones, pagan la luz y todos los insumos, como el hilo.
Quienes comercian esta ropa se ahorran todo: ya no pagan salarios, rentas, ni nada, y las costureras, amenazadas por el desempleo, aceptan estas condiciones para tener "chamba".
Las "asesoras"
Evangelina Corona se formó en la lucha. Tiene escasa instrucción -sólo estudió hasta tercero de primaria- y no cuenta con ninguna militancia política previa. Logró encabezar la esperanza de las costureras, que llegaron a conformar un importante sindicato independiente, el 19 de Septiembre, que fue referencia de lucha y del cual sólo queda la huella.
Los patrones rescataron cajas fuertes, maquinaria y cientos de pacas de prendas, pero no a las trabajadoras
Sencilla, acude a la cita con La Jornada y desde las primeras preguntas establece: la lucha que dieron diversos grupos de damnificados, de la sociedad civil y otras agrupaciones, como las costureras, emergidas del terremoto, fue muy importante para las mujeres. Sobre todo impulsó la movilización social que devino en numerosas organizaciones no gubernamentales. Sin embargo, al paso de los años la batalla de las costureras se perdió.
—¿Qué pasó con el movimiento?
—Al principio de la movilización se lograron cosas que jamás se habían obtenido. Después de una ardua batalla legal se consiguió el registro del sindicato, que se indemnizara a los familiares de las trabajadoras muertas y la firma de contratos colectivos con varias empresas.
“Los problemas surgieron después, porque muchas organizaciones, sobre todo de mujeres, se montaron en el movimiento. Había asesoras de distintas corrientes que mantenían pugnas entre ellas y empezaron a jalarnos por grupos, nos echaron a pelear. No sólo nos asesoraban, querían imbuirnos su ideología.
“Entonces surgieron conflictos por el liderazgo de los grupos y porque todas se quisieron poner la medalla del sindicato. Los patrones aprovecharon esas disputas para liquidar a las trabajadoras y cerrar las empresas. Esto provocó que el sindicato se fuera desbaratando, se perdiera, primero a escala nacional y luego local”.
—¿De cuáles asesoras habla?
—Cuando comenzó la organización se empezó a acercar a nosotras gente como Patricia Nava, Guadalupe Benavides, Patricia Mercado y muchas otras que primero quisieron aglutinarnos, pero después nos dividieron, se posesionaron de los grupos y manipularon a las trabajadoras.
“Después de cada congreso salíamos llorando. Lograron imponer a la siguiente secretaria general, Mercedes Ramírez, y para ello hicieron lo que tanto criticamos del PRI, robaron votos o los canjearon por vales de transporte.
“Las asesoras nos trataron como ignorantes. Ellas eran las académicas, las que sabían y ya habían vivido otras luchas. Querían que dependiéramos de ellas y aquí está el resultado."
—¿Qué sacaron los grupos de mujeres que intervinieron en el movimiento: ganancia política o económica?
—Las dos cosas. Había muchas organizaciones sociales solidarias que quisieron apoyarnos, como Pan para el Mundo, Consejo Mundial de Iglesias, Desarrollo y Paz, Cáritas, Cruz Roja y otras que supuestamente daban dinero para nuestra lucha, pero las costureras no lo recibimos.
“¿Dónde se fue el dinero, los apoyos? No lo sé. Incluso llegaba gente de organizaciones europeas a preguntar dónde estaban los recursos que nos estaban enviando, porque había varios grupos que los canalizaron para ayudarnos, pero que nosotras no vimos. El único dinero que realmente se recibió fue el del Consejo Mundial de Iglesias. Se utilizó para construir una guardería. De lo demás no supimos su destino. De que las asesoras se quedaron con lana, se quedaron”.
—¿Le duele lo ocurrido?
—Lo que duele es que todo eso afectó al movimiento y los conflictos terminaron con el primer sindicato de mujeres dirigido por mujeres. Lo que duele es que no seamos capaces de hacer que funcionen los proyectos. Parece que todavía queremos tener un capataz atrás; el yo le gana al nosotros. Se desvirtúan los fines y las organizaciones de mujeres no funcionan porque siempre hay alguien que se queda con la lana y las demás se quedan bailando.
“En nuestro caso —lamenta— no sólo se perdió el sindicato, sino todas las cooperativas de mujeres que se crearon entonces, la de Dimension Weld, varias de costura, la de las muñecas. La única que permanece es Mujeres para hoy”.
—¿Han avanzado las mujeres en 20 años?
—Como género sí, las obreras no.
—¿Cómo llegó a dirigir un sindicato si no tenía ninguna militancia?
—La mano de Dios me puso al frente de Costureras en Lucha. No es que sea fanática o mística, pero hay un ser supremo que rige la vida. El 19 de octubre de 1985 nos reunieron para solicitar el registro del sindicato, se integró el primer comité ejecutivo y me eligieron cuando yo no sabía ni lo que era un contrato colectivo o una asamblea. Sólo tenía cierto sentido de la justicia. "Dirigí el sindicato seis años y puedo ver a todo el mundo de frente. No se me pegó nada, no le entré a la iguala. Defendí a las trabajadoras y esta organización llegó a tener 16 empresas sindicalizadas. Estoy orgullosa de haber encabezado a las costureras. Fui diputada federal de 1991 a 1994, y después intenté volver a coser en mi casa, pero no fue posible porque se necesitaba capital. A partir de 1996 trabajé en la Secretaría de Desarrollo Social y en 1998 entré a la Dirección General de Regulación y Vigilancia Ambiental. Y aquí sigo, en otro frente."
—¿Las costureras siguen damnificadas?
—Si, pero ya no de un terremoto, sino del gobierno, del Tratado de Libre Comercio que firmó el presidente Carlos Salinas de Gortari y fue la tumba de muchas industrias y padre del desempleo. Son damnificadas del sindicalismo corrupto y están atrapadas en la necesidad.
HACE CUATRO DÉCADAS
En la foto, Sergio Cárdenas (www.sergiocardenas.net) conduciendo al Coro Horeb, de la Iglesia Presbiteriana del mismo nombre (colonia 20 de Noviembre, de la Ciudad de México), en lo que constituyó la primera ocasión en que Cárdenas dirigió un concierto en la capital mexicana. El concierto tuvo lugar el 28 de agosto, 1967, en ocasión del Día de la Biblia. Cárdenas había asumido la titularidad de ese ensamble vocal pocos meses antes.
La Iglesia Presbiteriana Ammi-Shadday es una comunidad cristiana que adora y sirve al Dios único y verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En ella se reúnen hombres y mujeres de todas las edades y de todas las condiciones para celebrar agradecida, gozosa y conscientemente el amor divino revelado en Jesucristo, y para ofrecer humilde pero sinceramente el afecto fraterno a todas las personas que buscan el consuelo de Dios y el calor de la comunidad humana.
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