1 de julio, 2012
El
séptimo ángel dio un toque de trompeta: voces potentes resonaron en el cielo: Ha
llegado el reinado en el mundo de nuestro Señor y de su Mesías y reinará por
los siglos de los siglos.
Apocalipsis 11.15
El Nuevo Testamento concluye con una visión
profundamente esperanzadora sobre la presencia del Reino de Dios en el mundo,
pues lo coloca no como consumación de los reinos humanos sino en profunda
ruptura con ellos. La mirada apocalíptica con que se aborda la fe insiste en la
fuerza del testimonio de los testigos de la obra de Dios en el mundo; de hecho,
la acción profética de los dos testigos (11.1-14) es lo que precede al toque de
trompeta del séptimo ángel. Y aunque la lucha espiritual continúa, esta especie
de alto en el camino sirve para afirmar la fe profunda de unas comunidades
comprometidas con el testimonio de Jesucristo en medio de circunstancias
complejas.
Afirmar la sustitución de los reinos del mundo por el
Reino de Dios es un acto espiritual y político al mismo tiempo. Es continuar en
la tradición bíblica del reconocimiento del gobierno de Dios en el cosmos, en
el mundo y en la sociedad.
Progresivamente, el Apocalipsis afirma que el Reino de
Dios viene a recompensar a los que sufren, a los perseguidos y a quienes luchan
por la justicia. Esta recompensa es un signo de que Dios no dejará impune nunca
el pecado y en la injusticia en todos sus niveles.
Los reinos del mundo no pueden atribuirse
características absolutas ni reclamar fidelidad total a los seres humanos sin
violentar la libertad y los propósitos divinos, no sólo en términos de
salvación sino también en la práctica de la paz y la justicia.
La vertiente cósmica reúne las perspectivas espiritual,
teológica y ecológica en su sentido más amplio. Dios reina y está siempre al
pendiente de los gobernantes de este mundo y de la manera en que se relacionan
con la creación. Cada espacio es susceptible de la atención divina y la proclamación
del Evangelio de Jesucristo implica que todos los terrenos serán el escenario
de la presencia de Dios.
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