LA ESPERANZA DEL REINO DE DIOS FRENTE A
LAS AMBIGÜEDADES DE LA EXISTENCIA HUMANA
José Peña Mendoza
www.cirab.cl
El reino de Dios es camino de salvación en la
historia y por lo tanto se transforma en respuesta a las ambigüedades propias
del mundo histórico. Pero esas mismas ambigüedades han llegado a constituir un
problema para entender el efectivo nexo existente entre reino de Dios e
historia humana. Pero qué se entiende aquí por tales ambigüedades, es lo que a
continuación pasamos a describir. Entiendo por ambigüedades todas aquellas
realidades humanas que hacen imposible una mirada más positiva del mundo y su
historia, tiñéndola de pesimismo y desencanto, impidiendo ver o poner atención
a la esperanza cristiana que afecta positivamente todo lo creado por Dios.
En atención a lo ya definido, advierto en primer lugar una falta de
armonía entre las coordenadas temporales de pasado, presente y futuro. Ello, no
porque pasado, presente y futuro sean dimensiones deficientes en sí mismas,
sino porque nuestro acercamiento a éstas suele ser atomizadora e instrumental.
En efecto, nos cuesta mucho tener una mirada integradora y armoniosa, en la que
se articulen estas dimensiones en favor de una mejor comprensión de nuestra
existencia. Generalmente se entiende el pasado como aquello que ya fue y ha
sido superado por el presente. Así, tenemos la costumbre de olvidar con
demasiada facilidad las experiencias del pasado, como si éstas no fueran, ya,
parte de nuestra vida, importándonos sólo nuestro presente y futuro. Pero
sucede que una vez dejado atrás el pasado, nuestro presente tampoco nos
conforma porque estamos demasiado preocupados por lo que será de nosotros en el
futuro. Y en ese sentido el presente no es más que un medio, un lugar de
tránsito accidental para alcanzar la meta de un futuro mejor. Tales dimensiones
del tiempo, como tradicionalmente se han entendido, no debieran excluirse sino
más bien complementarse para dar coherencia a la existencia humana, es decir,
para hacer que cada estadio explique y dé sentido al otro, otorgándole valor
eminente a cada una. El pasado, presente y futuro se iluminan y en su conjunto
dan sentido a la existencia humana. Dicho en otros términos, se trata de
permitir que el pasado explique por qué tenemos este presente, sin el cual no
podríamos extendernos hacia el futuro. Se trata de evitar el menosprecio al
pasado como algo sin valor, y canonizar solamente el presente, sin tener en
cuenta que éste afecta ya lo que será de nosotros en el futuro. Sería algo así
como entender el presente como una dimensión en el que se encuentran
incluidas el pasado y el futuro. Ruiz de la Peña lo resume en los siguientes
términos cuando dice: “Para hacer, al fin, que el pasado no sea lo ya-sido y el
futuro lo no aún-ya-sido”.
Luego, identifico una cierta ambigüedad en el proceso histórico entendido
como el lugar en el que se despliegan todas las libertades del ser humano.
Dicha libertad se constituyó en uno de los máximos emblemas de la fe en el
progreso moderno. En la dinámica de la historia, el hombre avanza hacia la
consagración de su plenificación y más absoluta autonomía, mediante su alianza
con una sociedad tecno-científica a la que, al parecer, nada la detiene. Sin
embargo hoy, para todos es obvio que tal pretensión ha traído más desilusiones
que alegrías, ya que tales proyectos de libertad humana no se han concretado,
independiente de que sintamos hoy una aparente atmósfera de libertades
personales al momento de decidir qué hacer, para dónde ir, qué optar, como
también, qué queremos ser. Charles Taylor afirma que los principales malestares
a los que nos vemos enfrentados en la modernidad son el individualismo, la
primacía de la razón instrumental y la pérdida de la libertad. Estas tras
formas de malestar son los efectos radicales, producidos en la sensación de
desamparo radical en medio de la multitud. Las tres nos hablan de pérdidas de
sentido, de finalidad, y de libertad. El ensimismamiento del individualismo
hace que el sujeto se encierre en sí y se construya para él mismo sus propios
sentidos inmanentes. El problema de las finalidades radica en que hoy todo es
medido en términos de costo-beneficio, donde todo es relación de medios a fin.
Ya nada es medio como medio, ni fin como fin. Si se estudia, no se estudia
porque ello sea algo noble; se estudia para obtener un título, caso en el cual
la existencia humana se funcionaliza. Y en cuanto a la libertad, ésta se ha
perdido y ya no se puede decidir qué ser en el mundo. La libertad actual no es
libertad propiamente; no somos libres para escoger lo trascendente, pero sí
somos esclavos de la moda, del consumismo, y otras tantas cosas. Sí tenemos libertad
para elegir, sin embargo todos elegimos lo mismo y damos cuenta, así, de un
ensimismamiento radical que acaba por esclavizar. La pérdida de libertad, entre
otras, requiere de una respuesta cristiana que proporcione una esperanza
razonable respecto de lo que puede advenir a nuestro mundo.
De lo anteriormente dicho se podría concluir que es demasiado evidente el
hecho de que a muchas sociedades en la actualidad, en una actitud casi
soberbia, poco les importa el valor pedagógico que la historia posee. Pero la
historia no es mero devenir, ni una simple manera por la cual se constata la
dinámica del tiempo y del progreso humano. Al mismo tiempo posee la virtud de
iluminar el aquí y el mañana de cada individuo, teniendo a la vista las
lecciones pasadas que, en la teoría por lo menos, debieran contribuir a mejorar
la calidad de nuestra existencia y a no cometer los mismos desaciertos que
antaño nos arruinaran. Del mismo modo quisiera destacar el hecho de que la
comprensión que ayer se tenía de la historia ha ido transformándose, de tal
manera que si en la modernidad se pensaba en una historia que corría
infinitamente hacia el progreso, hoy, en un modo de instalación postmoderna, se
tiene cada vez más la sensación de estar frente a una historia que está llegando
a su fin, la mayoría de las veces bajo ese contexto, a un fin que deja ver, ya,
las anticipaciones del nihilismo. Pero el nihilismo no puede ser la última
palabra para el ser humano, precisamente porque no es capaz de responder por el
sentido que todo individuo busca con ansia. Al contrario, no ofrece respuesta
alguna. En cambio la fe cristiana sí ofrece una salida porque entiende el mundo
como creación divina y no como mero accidente, y porque ha recuperado el valor
de la historia misma al escoger a ésta como el escenario fundamental donde se
ha realizado la salvación. […]
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EVANGÉLICOS INDIGNADOS Y EL PROCESO
ELECTORAL
Carlos Martínez García
La Jornada, 11 de julio de 2012
Tal vez la elección de Enrique Peña Nieto sea legal. Pero eso no la
convierte en éticamente aceptable, porque fue un proceso saturado de
inmoralidades que aprovechan los huecos que las leyes dejan a los expertos en
las viejas políticas corporativistas.
Entre los grupos emergentes inconformes con los resultados electorales
está un pequeño, pero muy activo, colectivo en formación: el de los evangélicos
que señalan el vicio de origen, los dados cargados del establishment a favor de Peña Nieto. Reproducimos a continuación un
comunicado que ellos y ellas nos hicieron llegar.
“Quienes suscribimos este documento, jóvenes, adultos, mujeres y hombres
de diversas ideologías políticas, pero con una fe en común, la cristiana
evangélica, nos manifestamos y confesamos: Manifestamos que es responsabilidad
cristiana y civil tomar una postura en torno a los pasados procesos electorales
caracterizados por la corrupción y la mentira. Manifestamos que nuestra
participación pública como cristianos evangélicos en la movilización social es
una congruencia ética. Confesamos que Jesucristo, nuestro modelo de fe, advirtió
que ‘lo dicho en secreto y a puerta cerrada, será gritado en las azoteas de las
casas’ (Lucas 12:3) pues siempre valoró la verdad por encima del engaño (Juan
3:21).
“Nuestra conciencia evangélica nos lleva a rechazar las interpretaciones
de pasajes bíblicos que hablan de una ideología de sometimiento irrestricto al
poder (por ejemplo, 1ª Pedro 2:17). Manifestamos que los representantes
populares merecen respeto en tanto seres humanos, pero eso no excluye la
oposición cívica. Por ende, rechazamos que Dios haya colocado autoridades
intocables. De este modo, es nuestro deber denunciar actos de injusticia por
parte de la autoridad civil, como el mismo apóstol Pablo lo mostró (Romanos
12.2 y Hechos 16:37).
“Confesamos que el reino de Dios no solapa el statu quo de corrupción, ni
[la manipulación] del aparato de poder para beneficios políticos y/o
eclesiásticos, por lo que defendemos la separación de la Iglesia y el Estado
para evitar la simulación que [instauró] por primera vez el emperador
Constantino. Rechazamos la creencia en valores eternos que deban ser defendidos
por el Estado, y cualquier justificación de ‘guerra justa’”.
Confesamos que nuestra acción está dirigida por el ministerio de
reconciliación mostrado por Jesús y que la participación democrática es una de
las vías de su manifestación como fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23).
“Creemos que la apatía social sólo reproduce las injusticias, pues la
enseñanza de Jesús fue participar activamente en beneficio de los oprimidos.
“Cierto es que Jesús enseñó a ‘dar al César lo que es del César’, por lo
que reconocemos la legitimidad de las instituciones y de sus disposiciones
fiscales con el objetivo de ser administradas en beneficio del bien común.
Empero, creemos que en elAntiguo Testamento se enseña que Dios quita y pone
reyes mediante los instrumentos humanos, y para nuestra época estos se traducen
en gestión democrática.
“Creemos que la democracia no se reduce al voto como forma de
participación, sino que incluye también la oposición como forma de acción
social, negociación y posibles acuerdos entre los poderes y los ciudadanos en
vías del bien común.
“Quienes suscribimos este documento practicamos la vida espiritual de
ayuno y oración, pero creemos que la santidad va ligada a la justicia.
Confesamos que es necesario denunciar la injustica, el engaño y el fraude.
“Confesamos que es justo y congruente con nuestra fe reclamar ante un
proceso electoral que ha sido acaparado por unos cuantos, ensuciado por el
lucro, el mal conteo del sufragio y el derroche económico por obtener el poder.
Nuestra participación en las calles junto con diversas organizaciones
ciudadanas es una muestra de cómo podemos ser sal y luz de la tierra (Mateo
5:13).
“Retomamos la voz profética de Amós quien, como en estos días, era
testigo de los abusos de poder y la corrupción, y nos sumamos a sus denuncias
de trueque de dádivas por poder ‘pues venden al inocente por dinero y al pobre
por un par de sandalias’ (Amós 2:6-7).
“El testimonio de las Escrituras nos llama. El centro de nuestra fe,
Jesús, nos alienta. Por ello, manifestamos lo siguiente: 1. Apoyamos los
movimientos ciudadanos en pro de la justicia, la paz, la transparencia y la
equidad en los procesos electorales. 2. Invitamos a los cristianos de distintas
confesiones a salir de los templos hacia las calles y las plazas para alzar la
voz y sumarse al movimiento, fuerte como el Espíritu. 3. Nos asumimos como
parte de una Iglesia profética que anuncia, denuncia y participa en los
esfuerzos humanos para construir la justicia y la paz por encima de ideologías.
4. Rechazamos toda forma de violencia fáctica y mediática, pues Jesús mostró el
camino de la paz. (Mateo 5:9). 5. Confesamos que Dios merece toda honra y ésta
se le brinda en acciones por la paz y la justicia. 6. Respetamos a la autoridad
política y civil, pero asumimos el derecho de impugnarla cuando solapan la
injusticia y el engaño. 7. No solaparemos las acciones de autoridades que
utilicen la mentira, la corrupción y la violencia. 8. En esta movilización
damos testimonio de nuestra fe como agentes de cambio, como lo fue el Jesús de
la fe que confesamos. 9. Creemos que para sanar nuestra tierra es necesaria la
reconciliación que nos ha trasmitido el testimonio de las Escrituras (2 Cor.
5:18-19). 10. Creemos que el reino de Dios es posible, actuando en
consecuencia: para que el kairós de
Dios se manifieste, debemos estar prestos a incidir en nuestro kronos.
“En esta coyuntura, confesamos que el mismo caminante que anduvo con los
discípulos rumbo a Emaús nos acompaña hoy rumbo a un nuevo caminar. Juntos, le
pedimos: ‘quédate con nosotros, porque ya es tarde. Se está haciendo de noche’
(Lucas 24.29)”.
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